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2846. Guerrilleros españoles en el maquis «Bir Hakeim»




Vencida Francia, ocupada una gran parte de su territorio a partir dé la ofensiva de mayo-junio de 1940, quedaba la ficción de la llamada «zona libre» que comprendía, sobre todo, el mediodía francés, excluida la banda que, a lo largo de la Aquitania, condujo a los ocupantes hasta la frontera franco-española de Hendaya. En esta zona, la Policía germana intervenía, casi siempre, a través de la organización administrativa dirigida por el gobierno instalado en Vichy, presidido por el mariscal Petain, en torno al cual los «colaboracionistas» iban adquiriendo puestos de mando y extendiendo su influencia política. Cuando los agentes de la Gestapo hacían acto de presencia en algún lugar «libre», ello significaba que la situación se agravaba y que la naciente Resistencia adquiría proporciones inquietantes.

La caza al hombre—que hemos conocido muy de cerca en la «ciudad rosa», Toulouse— era obra de alemanes, de milicianos de Darnand y de algunos otros agentes extranjeros que tenían para actuar en tierra extraña el beneplácito de la Gestapo. No obstante, la situación, las posibilidades de movimientos, eran mejores que en la zona ocupada, gracias a lo cual pudieron crearse, organizarse, desarrollarse grupos de la oposición activa, como «Combat», «France d'abord», «Libération» y otros, entre los cuales queremos destacar —porque los historiadores del país vecino se olvidan muchas veces de citarla— la Agrupación de Guerrilleros Españoles, que agrupó a muchos miles de compatriotas exiliados. Estos grupos lograron traer en jaque y, en ocasiones, enfrentarse en grandes batallas (Vercors, Gliéres, etc.) con la potencia Wehrmacht. Por lo que respecta a los españoles, grupos, compañías, batallones, brigadas y divisiones participaron en los combates de la Resistencia y en los de la Liberación en más de los dos tercios del territorio metropolitano.

En estas condiciones tan especiales de peligro, el comandante Rigal, poco antes de ser detenido por la Gestapo, en el verano de 1942, conoció en Toulouse a un miembro del grupo «Combat» llamado Jean Capel, con el que coincide en cuanto a la forma de actuar y de organizarse. Capel será más conocido a lo largo de este relato con el nombre de «comandante Barreau» (muchos autores escriben: «Barrot»; nosotros preferimos «Barreau», ateniéndonos al Orden del Día firmado por el general 0lleris y que reproducimos más adelante).

Barreau recibe en su domicilio de la calle Caraman a amigos de absoluta confianza, organiza algunas acciones poco espectaculares pero eficaces, prepara falsos documentos de identidad para personas perseguidas —judíos en particular—, crea un centro de información y una oficina de reclutamiento. Los primeros reclutados fueron su esposa, su suegra, su cuñado. Al poco tiempo recibe la visita del alcalde de un pueblecillo cercano a la capital del Languedoc, Auriac, que pone a disposición del jefe del grupo una propiedad, un «chateau», en el que, de su propia iniciativa, esconde ya a judíos y resistentes perseguidos. Apenas establecido este contacto, los alemanes ocupan la totalidad de Francia, terminando con la ficción de las dos zonas, lo que hace pensar a Barreau y a sus amigos que ya había pasado la hora de la propaganda y de las acciones secundarias; que había llegado el momento de organizar un maquis. Para ello era necesario organizar una escuela de cuadros y, al frente de ella, pone a un ex sargento de Caballería que había hecho su servicio militar en Tarbes, Christian Roque Maurel. El 25 de mayo de 1943 se organiza un primer campo en los alrededores de Villefranche de Rouergue (Aveyron), en el caserío de Estibi, a 15 kilómetros del pueblo. Los primeros componentes de este maquis son 16 estudiantes, sin armas ni equipos, vestidos con pantalones cortos y dedicando la mayor parte de su tiempo a la práctica de la cultura física, al estudio teórico de los reglamentos militares.

Cuando se trató de bautizar al grupo, alguien propuso y los demás aceptaron entusiasmados, que fuera llamado «Bir-Hakeim», en recuerdo del principal hecho de armas en que habían intervenido los «franceses libres en el desierto de Libia. Así, simplemente, sin ceremonial, nació el maquis que habría de vivir una vida intensa y errante, antes de comportarse heroicamente en La Parade, en compañía de nuestros compatriotas emigrados, la mayor parte de los cuales cayeron muertos, con las armas en la mano, en el sitio que es hoy lugar de peregrinación.

Este maquis no fue reconocido oficialmente, «homologado» para emplear el lenguaje de la época, por los servicios de la «Armée Secrete», por lo cual tuvo que arreglárselas como pudo para procurarse armas, municiones, abastecimientos diversos; un sacerdote, Fauveau, les regaló una radio («un aparato de TSF», se decía entonces). De esta manera marginal estuvieron los voluntarios hasta que, el 2 de junio de 1943, el teniente coronel Sarda de Caumont («Pagnol», «Rosette» en la Resistencia), jefe de los maquis R4 (cuarta región) reconoce, por fin, la organización en marcha y toma en mano la dirección de la escuela de cuadros. Barreau recibe una primera subvención de 25.000 francos. Algunos golpes de mano permiten al grupo la recuperación de 70 mosquetones y 7.000 cartuchos con los que armar a los 35 «maquisards» en julio.

Pero el 25 de agosto los alemanes instalan una formación SS en Villefranche, obligando a Barreau a evacuar sus tropas en dirección del departamento cercano del Hérault, sobre la meseta de Douch, cerca de Béradieux, donde recibe un segundo contingente de voluntarios a los que se puede encuadrar fácilmente gracias a los buenos resultados de la escuela guerrillera. Al margen del «Bir-Hakeim», los amigos y familiares de Barreau crean en Toulouse un grupo franco, especializado en los golpes de mano, que se reunía en una sala del Museo de Historia Natural, disimulando su armamento entre las tumbas y que depositaba el producto de sus acciones de «recuperación» en un local prestado por... los servicios municipales de limpieza. Este trabajo permitió dotar al maquis de automóviles, camiones y otros medios de transporte, gasolina y piezas de recambio. El golpe de mano que logró dar mejores resultados fue el que dio el grupo en la Montaña Negra, en un campo de jóvenes («chantiers de jeunesse»), donde los resistentes se apoderaron de dos toneladas de equipos y víveres, calzado, mantas, conservas, etc. Ya el «BirHakeim» había adquirido personalidad destacada entre los grupos resistentes del sector y ahogada autonomía.

Pero esta actividad, esta combatividad, esta notoriedad, terminarían por atraer la atención de los alemanes. El 10 de septiembre, a las seis y media de la mañana, cuando una espesa niebla cubría aún la meseta, se oyeron tiros a corta distancia. Una columna de la Wehrmacht, compuesta de 400 hombres, había cercado el campamento sin que los centinelas se apercibieran de la operación. Inmediatamente, los muchachos de Barreau toman posición y obligan al enemigo a detenerse y, luego, a retroceder. Mas los asaltantes reanudan el asalto, tiran con sus armas automáticas, morteros y cañones ligeros. Estaban rabiosos, pues en el primer asalto habían perdido a varios soldados y un capitán. Después de una hora de combates encarnizados, el jefe del maquis se da cuenta que el cerco es incompleto. Más tarde se supo que los alemanes que debían guarnecer el flanco norte se habían perdido en la bruma, llegando a la cita con dos horas de retraso. De esta manera, los «maquisards» habían desaparecido cuando el grueso de la tropa ocupó la meseta. La pequeña tropa llegó, extenuada y medio desvestida, a una aldehuela casi en ruinas, Saint Pierre le Cat, donde, en contra de la voluntad de sus habitantes, logró encontrar viejos trajes y algunos víveres. Para conseguir el consentimiento, fue necesario amenazar con quemar las viviendas (lo que prueba que, por aquel entonces, los que no sufrían directamente de la presencia alemana, aun sin tener ninguna simpatía por los ocupantes, no se comportaban bien con los resistentes).

Se hizo el recuento: de los 47 resistentes, dos habían quedado sobre el terreno y cuatro fueron hechos prisioneros, fusilados dos meses después en Toulouse. Los asaltantes habían tenido ocho muertos y doce heridos, según se pudo averiguar. Un enlace fue a la ciudad, visitó el cuartel general y, una vez informado éste de lo sucedido, se decidió que los jóvenes fueran a la propiedad de Auriac, que había sido ofrecida mucho antes por el alcalde de esta localidad; otros se escondieron en Toulouse. Era necesario un tiempo de espera para estudiar las posibilidades de nuevos emplazamientos.

En los Bajos Pirineos, las autoridades de Vichy habían instalado unos campos para la juventud, algunos de ellos evacuados por estar cerca de la línea de demarcación. Barreau estudió el emplazamiento del que había existido en la meseta de Benou, cerca de Eaux-Bonnes, y decide la instalación de los refractarios. En la noche del 11 al 12 de octubre, el grupo especial, en un golpe de mano audaz sobre el depósito de los campamentos establecido en el «chateau» de Lespinet, cerca de Toulouse, logró apoderarse de siete toneladas de jerseis, pantalones, sacos tiroleses, calzado, conservas, un automóvil y una camioneta. Así se instaló el nuevo campamento.


LA CAZA AL HOMBRE

Mientras tanto, los servicios policíacos nazis lograron conocer los nombres y domicilios de los dirigentes de este grupo, que no conseguían desarticular ni destruir. Sin embargo, a pesar de las pesquisas, visitas domiciliarias y detenciones de rehenes, los principales interesados no pudieron ser detenidos y fueron a esconderse al «chateau» de Auriac. En esta situación difícil, Barrean establece nuevas relaciones y tiene frecuentes entrevistas con los dirigentes militares, en particular con «Rosette». Las discusiones, a propósito de la actuación de los grupos armados y de su organización, enfrentan a los dos hombres. Muy a menudo no están de acuerdo ni sobre el presente ni sobre el porvenir de la Francia liberada.

El superior jerárquico, por ser su amigo, propone a Barreau:

—Le voy a poner en relación con «Rebatet» (Cheval), responsable de la Región 3 y le voy a destacar con él. ¿Qué le parece?

Barreau acepta la proposición y el maquis «Bir-Hakeim» pasa a depender, en octubre de 1943, de la región de Montpellier. En esta ciudad establece su Estado Mayor en compañía de Mallet y de Coucy. En el 4 de la calle Marechal, se abre un centro de reclutamiento, una vez establecidos los contactos con el jefe regional de la «Armée Secrete» Pavelet («Villars»). Inmediatamente, como en Toulouse, se organiza un cuerpo franco para operar en la región del Hérault, mandado por Mallet, a quien los guerrilleros llaman «el toubib».

Barreau soñaba con organizar una fuerte concentración de voluntarios. Cuando recorrió la región de Clermont l'Hérault se quedó atónito: donde esperaba hallar grupos fragmentados, descubrió una verdadera falange de jóvenes patriotas ardientes y deseosos de combatir bajo sus órdenes. La integración de estas tropas aguerridas y con elevada moral en el «Bir-Hakeim» fue el acontecimiento principal de su historial: aumentó su prestigio y multiplicó sus posibilidades de acción. Fue gracias a esta potencia que, incluso después de la tragedia de La Parade, de la que hablaremos más adelante, el maquis logró renacer de sus cenizas y triunfar.

En diciembre, ya reunidas las fuerzas hasta entonces dispersas, canalizadas las iniciativas personales del comandante Barreau y del capitán Demarnes, el «Bir-Hakeim» tiene: en Montpellier, el Estado Mayor más el cuerpo franco de Mallet; en Toulouse, un cuerpo franco mandado por Darrénougué; en Clermont l'Hérault, el grupo de combate venido de Benou, más el maquis-escuela. Al salir de una reunión celebrada en Toulouse, a la que asistían Barreau, Uziel («Viví ») y Coucy, estos dos últimos fueron detenidos —un delator que les conocía comunicó su presencia al inspector de policía Puchot, especialista de la lucha antiguerrilla urbana—, pero Barreau logró escaparse. Coucy fue internado unos días en la Intendencia de la Policía de Montpellier, y Barreau, al frente de un grupo de «maquisards» intentó, en vano, liberarle. Más tarde, trasladado a la Central de Eysses (véase nuestro artículo precedente) fue a parar al campo.de exterminio de Dachau, luego a Mathausen, de donde regresó a la Liberación en un estado de salud lamentable.

Barreau se reincorpora al maquis de Clermont. La fisonomía de la región aparecía como un lugar ideal para servir de base a operaciones futuras: cerca del litoral, donde se podía ayudar a un posible desembarco aliado; posibilidades de dispersión rápida en caso de peligro por estar a caballo entre el valle y la montaña. De allí partieron la mayoría de las expediciones de «recuperación» de armamento, municiones, abastecimientos y otros materiales que les enviaban otras formaciones clandestinas. El grupo de combate de Clermont llegaba de refuerzo cuando un «grupo-maquis» era atacado; el «grupo-maquis» suministraba hombres al «grupo-combate» cuando se realizaba un golpe de mano de difícil ejecución. De vez en cuando, los de la llanura subían al monte para descansar, para hacerse «olvidar» por los perseguidores al acecho, y volvían a bajar descansados, en busca de nuevas aventuras.

Un día advirtieron a Barreau que su escuela de Benou estaba en peligro y dio a ésta orden de repliegue. La nueva concentración de efectivos coincidía con la decisión del jefe regional de reunir a los grupos desperdigados y almacenar los víveres necesarios para un largo período y mucha gente. Al entregar la suma de cien mil francos al encargado de realizar el proyecto, le dijo:

—Pronto les enviaremos una formación constituida ya para instruir a los nuevos reclutas. El grupo viene armado.

Se trataba del «Bir-Hakeim».

La preparación de este nuevo campo de acogida fue minuciosamente estudiada. Si los comerciantes de los alrededores se comprometieron a suministrar víveres, muchos fueron los responsables locales que estimaron que no se podía establecer un maquis tan cerca de la carretera general y de una villa con una importante guarnición alemana. Tras numerosas visitas a los lugares mejor adaptados para los emplazamientos, se eligió Terris (Gard) en noviembre de 1943. El 2 de diciembre llegó el primer equipo, compuesto de 13 hombres. A partir de entonces empiezan las incorporaciones de refractarios al trabajo obligatorio en Alemania, venidos de los departamentos del Gard, Ardeche y Vaucluse, obreros e intelectuales. El maquis cuenta ya con más de sesenta voluntarios y, después de algunos golpes de mano, posee el armamento necesario para hacer frente al enemigo, en la defensa o en el ataque. No faltan responsables que acusan de coquetería a los «maquisards» porque éstos parecen provocar a los alemanes, recorriendo con sus vehículos las carreteras, en pleno día, a toda velocidad, pasando por delante de la estación del ferrocarril y del Hotel de Europa, donde están alojados los jefes germanos.

Dos veces los ocupantes les persiguen, pero, a fuerza de audacia—o de inconsciencia— logran los hombres del «Bir-Hakeim» escapar sanos y salvos.

Barreau tiene apreciaciones discordantes a las de Jean Serbe (verdadero nombre: Jean Todorov, otro héroe del maquis). Esta falta de unidad de criterio en el mando perjudica al conjunto del movimiento guerrillero regional. Los alemanes, al atacar a los «maquisards» harían olvidar las disidencias y luchas intestinas y alejar los enfrentamientos estériles.


EL ATAQUE DEL 26 DE FEBRERO DE 1944

En el «mas» de Serret, los «maquisards» habían almacenado importantes reservas en víveres, armamento, municiones, materiales diversos y gasolina. El sábado 26 de febrero, Mallet recibe la orden de Barreau de reunirse en este lugar por temor a un ataque enemigo. La víspera, una patrulla de resistentes había visto no lejos de allí a un grupo de siete vehículos alemanes. Los jóvenes, en lugar de esconderse y vigilar los movimientos de los soldados, abrieron el fuego matando, en el coche que iba a la cabeza de la expedición, a un comandante y tres oficiales. El resto del convoy dio media vuelta. Y, al día siguiente, llegó un contingente de SS de la Novena Panzerdivisión Hohenstaufen; el Estado Mayor alemán estaba decidido a terminar con las bandas de refractarios que les acuciaban con sus emboscadas.

El 26, pues, a las ocho de la mañana, una columna de cuatrocientos soldados, con autos, camiones y cañones ligeros, atraviesan el pueblecillo de La Bastide de Virac en dirección de Serret. Gendarmes y milicianos franceses forman parte de las fuerzas represivas. Las avanzadillas del maquis dan la alerta, tiran; los alemanes responden con un fuego nutrido. Los dos primeros caídos fueron dos españoles: los hermanos Navarro, que llegaban con un camión de abastecimiento y se encuentran en medio del tiroteo. Los «maquisards», que mantuvieron a raya a los asaltantes, sienten que van a ser cercados y deciden retirarse. El «Bir-Hakeim» perdió en esta operación a un sólo hombre, «el Abuelo», que se sacrificó para que los demás se pusieran a salvo. Los asaltantes tuvieron veinte muertos y treinta heridos.

Cincuenta combatientes deciden establecerse en La Silvadiére y otros quince se quedan en los parajes cerca de Serret. Los alemanes, furiosos, logran cercar dos propiedades: Plagnol y Roche, entran a saco en ellas, lanzando granadas en el interior, se apoderan del dinero y joyas que había en los armarios, detienen y se llevan a los propietarios, mientras que los hombres de La Silvadiére soportan un nuevo ataque alemán.

Este mismo día reservaba otras sorpresas a los resistentes. Algunos vehículos caen en unas emboscadas, otros se encuentran inopinadamente con barreras instaladas por las tropas adversas a la entrada de Saint-Hippolyte du Fort y en algunas de sus calles estrechas. Hubo muchos muertos y algunos heridos, más un puñado de prisioneros. El alcalde afirmó que eran vecinos del pueblo, por lo que evitó las represalias anunciadas. Continuó la caza al hombre con mayor saña. Varios heridos fueron conducidos por sus camaradas al hospital, donde, a pesar de la oposición de los médicos, fueron asesinados allí mismo por los SS.

Conviene destacar un hecho, anecdótico si se quiere, pero significativo: la formación SS que actuó en Saint-Hippolyte estaba compuesta de cuadros alemanes y de soldados de diversas nacionalidades: checos, italianos, franceses y españoles. Una vez más, como sucedió en otros frentes de Europa y en la Unión Soviética, compatriotas nuestros se batieron los unos contra los otros, quien vestido con el uniforme negro y la calavera, -quien con la pelliza del guerrillero.

El primero de marzo, detención de seudorresistentes en las calles de la villa, que serviría de pretexto para preparar, en gran secreto, una gran operación en el este y el noroeste del Gard, donde había varios grupos de la Resistencia más el «Bir-Hakeim». Las operaciones empezaron el día 6 y se extendieron hasta el mes de abril; los alemanes vinieron cinco veces a los emplazamientos de los hombres de Barreau. Luego, durante un período de reagrupamiento y de reorganización, fue la paz relativa.

Del conjunto de estas operaciones existen documentos abrumadores, en particular para los ocupantes. El jefe de la brigada de Gendarmería de Pont Saint-Esprit, el ayudante Chambon, habla de docenas de detenidos contra los que no pesaba ninguna acusación. Dos habitantes del pueblo denunciaron a otros, acusándoles de «burgueses gaullistas». Al final, gracias a los chivatos locales, que querían arreglar cuentas con otros conciudadanos por alemanes interpuestos, éstos lograron detener a amigos del maquis que servían de enlace o suministraban informaciones.


LA TRAGEDIA DE LA PARADE

Es hora ya de hablar de los guerrilleros españoles y de su espectacular participación en los combates contra el ocupante. A mediados de 1942 fueron reclutados los primeros voluntarios que se instalaron en los bosques frondosos del departamento de Lozére. La mayoría venía de la cuenca minera de la Grand Combe y de Alés (Gard), de donde salieron guerrilleros tan famosos como Cristino García, más tarde fusilado en España por tentativa de creación de grupos armados. Hasta finales de 1943, la Quince Brigada de la Tercera División de la Agrupación de Guerrilleros españoles fue mandada por García Acevedo. Cuando éste pasó a mandar la Primera División (Gers, Altos Pirineos, Bajos Pirineos) fue sustituido en el cargo por Miguel López. La Brigada disponía de abundante dinamita, que se extraía de las minas del Gard. No es ésta la ocasión de citar el número y la importancia de las acciones realizadas desde su creación, sobre todo los sabotajes en fábricas y minas. Como los españoles, aunque gozaban de total autonomía en las filas de la Resistencia, trabajaban en contacto con los maquis franceses (en los que había, igualmente, muchos compatriotas), era natural que el «Bir-Hakeim» solicitara la ayuda de los hombres de López para ayudar a recoger los envíos de armas que llegaban por avión y serían largados en el lugar conocido por el nombre de La Parade, un prado en las alturas, en torno al cual abundaban los árboles. Esta recuperación resultaría trágica como vamos a ver.

Los alemanes habían sido advertidos del «parachutage» proyectado. En las cercanías de la meseta pelada concentraron hombres y material abundantes. Pero los resistentes se apercibieron demasiado tarde de la presencia enemiga. Los hechos ocurrieron el 28 de mayo de 1944. El destacamento español formó una línea de protección para cubrir la pista y colocó algunos centinelas para evitar la sorpresa posible.

Y la sorpresa tuvo lugar, sin embargo. El ataque alemán se inició por los cuatro costados. Los «maquisards», pasada la primera sorpresa, resistieron heroicamente. En los primeros combates cayó el comandante Barreau. Inmediatamente toma la dirección de las operaciones Miguel Lopez, que continuó la resistencia aun cuando parecía que todo estaba perdido para la tropa gaullista. Replegándose llegaron hasta una casa, donde se refugiaron los supervivientes de la encerrona. Desde ella, economizando cuanto era posible las municiones, hicieron muchas bajas entre los asaltantes, lo que enfurecía aún más a éstos. Después de varias horas de lucha, los alemanes dieron el asalto y lograron ocupar las posiciones que los franceses y españoles aún en vida defendían hasta haber terminado las municiones. Los guerrilleros hechos prisioneros estaban todos heridos, entre ellos, gravemente, López. Los alemanes, sin hacerles una cura de urgencia (¿para qué, si los pensaban matar?), les condujeron a Mende, donde pensaban interrogarles. Todos ellos fueron torturados y algunos murieron a causa de las torturas. Al no conseguir informaciones interesantes, les metieron en un camión para conducirles hasta Baradoux, donde serían fusilados. Mientras se formaba el pelotón de ejecución, Miguel López, debilitado por la pérdida de sangre, casi paralizado por la tortura, hizo un último esfuerzo para escaparse, cayendo, a los pocos metros, acribillado a balazos. En Baradoux cayeron, además de López, los guerrilleros Manuel Suárez, Eloy Montes, Manuel Sánchez, Manuel Garrido, Gabriel Asensio, Felipe Casal y Manuel Carrasco. En los lugares en que hubieron de batirse cayeron para siempre, además de los franceses del maquis, nuestros compatriotas Enrique Oliva, Manuel Mejías, Remigio Hons, José García, José Camarasa, Agustín Fuentes, Celestino Cuesta, Manuel Cuenca, Marcos Amador, Mariano Cales, José Fernández, Carlos Gallego, Aquilino García, Gilberto Teruel y Joaquín Olmos. Joaquín Olmos, Aquilino García y Manuel Carrasco, veteranos ya de las luchas guerrilleras en Francia, habían participado en el asalto a la cárcel de Nimes.

El golpe fue rudo para los muchachos del «Bir-Hakeim» como para los de la Brigada española. Pero ésta reclutó nuevos elementos y actuó brillantemente en los sucesivos combates que terminarían con la liberación de la región. Otros compatriotas dejaron allí sus vidas: el capitán José Simó, Félix Aguado, Antonio Carrasco y Pedro Sánchez. Hubo también catorce heridos. No quisiéramos terminar esta crónica sin citar el ejemplo de coraje dado por José 0lloza, autor o coautor de varios sabotajes, detenido por la Gestapo, conducido a Mende y de allí a Montpellier. Después de haber sufrido lo indecible, sin que denunciara a ninguno de sus camaradas, logró escaparse e incorporarse a su Brigada. Habiendo tomado parte en los combates de la Liberación fue, como otros más, condecorado con la cruz de guerra. De estas gestas españolas en tierras extrañas quedan, entre otros, el monumento elevado a su memoria en La Parade, sobre el cual están cincelados los nombres de los caídos.


Alberto Fernández
Tiempo de Historia nº 12, noviembre 1975









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