Casa de Seisdedos (Fotografía Sánchez del Pando, 1933) |
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Ya he comentado algunas veces la anécdota
representativa del espíritu de Andalucía, victoria blanca sobre negruras de
rencores. Es la anécdota del rosal de Seisdedos. Y, fue, el principio de la
vida de este símbolo, en Casas Viejas, cuando el asesinato que recordaba
aquellas razzias de las cuales hubimos de ser objeto, desarrolladas por las
tropas cristianas contra nosotros, cuando nos llamaban moriscos. Ya sé que
después ha habido unos cuantos Casas Viejas en Asturias. Veis, pues, cómo no
podréis poner ahora intención política en mis palabras. Y fue allí, en Benalup,
cuando yo tenía desgarrada la sensibilidad, por todos los dolores y encendida
el alma por todas las indignaciones que laceraban y conmovían al genio andaluz,
otra vez humillado, ensangrentado e intentando asesinar en los hermanos caudos
de mi pueblo jornalero; cuando uno de los condenados a la matanza, a quien el
milagro salvó, mi amigo, el jornalero Barberá, tuvo un gesto de elegancia
suprema, viniendo a arrancar y a depositar en mis manos, el consuelo de un
rosal, cubierto de barro sangriento, plantado en el arriate, junto al quicio de
la casa de Seisdedos, ennegrecida por las llamas. Aquel rosal, sobre cuyo tallo
habíanse derrumbado los cuerpos de nuestros hermanos, fusilados en la corraleta
que se abría delante de la pobre choza; era el único ser vivo, ya muriente, que
los vandálicos matadores, dejaron en aquel lugar. Yo, traje el rosal, y lo
plante en mi huerto. Y, contaron, de él, los escritores, que cuando arraigara y
llegara a florecer las rosas de su cosecha, serían rojas como la sangre que
hubo de regarle a borbotones, manando de las fuentes abiertas por las balas en
los cuerpos caídos durante la matanza. Y, hasta alguno de esos escritores hubo
de nombrarle el Rosal de Andalucia, quien por el color grana de sus flores
habría de servir para que hablase al Mundo, pidiendo por siempre venganza, al
espíritu de Seisdedos.
Pues bien: llegó la primavera; floreció el Rosal de
Andalucía: Deliciosas mosquetas blancas de aroma penetrante, aparecieron
salpicando el verdor de las hojas y de las ramas, completando los colores
suaves de nuestra bandera andaluza. Una eclosión de paz será la Primavera de
nuestro triunfo, la energía de nuestra Esperanza. Habló Seisdedos: el
"felah mengu"; hablaron sus compañeros los despreciables flamencos
asesinados; los jornaleros andaluces atormentados en vida y matados como
alimañas, tal como sus padres moriscos. Y, su palabra perfumada de blancas
mosquetas, ungiendo y curando resquemores de venganza, viene diciéndome, desde
entonces, lo mismo desde el rosal arraigado en el huerto, que desde el búcaro
puesto sobre la mesa de un Estudio; este Verbo Soberano de la Andalucía libre,
Madre siempre fecunda de las culturas que encarnaron su Estilo en creaciones de
humanidad intensa: Es Selam: Es Selam. La Paz: La palabra más divina entre los
hombres. La palabra de venganza de Seisdedos, articulada con pétalos blancos
sobre verdor de un Rosal, en el verbo fragante de una mosqueta...
Así se vengan los jornaleros andaluces; los
conductores verdaderos de Al-Andalus, escarnecido por su historia heterodoxa.
Con fin y como método: La Paz. Triunfará. Con este fín y este método habrá de
triunfar sobre todos los pueblos, Andalucía. El Profeta de nuestra última Era
de libertad, nombraba al Paraíso Dar es-selam, Casa de la Paz. Ese es el
Paraíso al cual aspiran hasta después de muertos, los jornaleros que antes de
ser esclavos, fueron los hombres luminosos de Al-Andalus.
Blas Infante
Cartas andalucistas, 1935
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