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3041. La fiesta del Trabajo

Soldados lavando ropa en un frente de Valencia en 1937


Para el hombre saludable y sin vicios, el trabajo es una fiesta. Los huesos gozan girando sobre sus goznes y la carne con fuerza, y la piel, se dilata hermosa en los movimientos de la faena. Aquel que no trabaja no sabe lo que es el descanso puro. Aquel que rehúye el contacto de la herramienta no ve lucir sus manos en la luz. Los dedos dedos y amarillentos del ocio me repugnan, y procuro eclipsarlos con una manifestación de dedos hechos al trato de las barbecheras. Cuerpos armoniosos como árboles son los cuerpos trabajadores. No existe más hermosa fiesta de sangre y armonía que la del trabajo. 

En mayo ocupa el trabajo su mediodía. Por eso los jornaleros aprovechan su fecha primera para festejarle. El azadón pone más hiriente su quijada y canta con más pasión el yunque. Los aposentos donde el hombre y la mujer acostumbran a amarse son casi fragorosos. El amor también es trabajo. Mayo es un taller de mujeres y hombres, raíces y animales que resuenan de un modo musical amando y trabajando. La mujer anhela durante este mes, como nunca, ser madre y la tierra es doblemente materna. A las puertas de mayo hay una escritura luminosa que dice: FECUNDIDAD. 

Todo, unido al estruendo de la guerra, hace de este mayo una sonora esfera, espumosa de venas, balas, flores. España aparece bajo un brillo ansioso de laboriosidad. Se presiente la voz de la cigarra. Da la viña su primer perfume y enlaza frenéticamente sus brotes con unas y otras. Este mayo hispano es como una explosión de huertos, fusiles y vientres floridos.

Dicen que la mala hierba no muere jamás: lo creo. Pero se la puede aplastar, que no retoñe, que no crezca. Los malos jaramagos que se apoderan de los trigos, los tizones mezquinos, son extirpados por los escardadores, y las espigas llegan hasta donde merecen llegar. 

Siempre han abundado en mayo las pendencias y las violentas muertes. Este mayo, mientras la pólvora exige fuego con más ansia que en los demás meses, va, tal vez, a decidir la victoria del pueblo, que lucha como las espigas paneras contra el fascismo de malos jaramagos y tizones. 


Miguel Hernández
Frente Sur (Jaén), 18 de abril de 1937







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