Lo Último

3095. Nuestra juventud no muere




Caídos sí, no muertos, ya postrados titanes, 

están los hombres de resuelto pecho 

sobre las más gloriosas sepulturas: 
las eras de las hierbas y los panes, 
el frondoso barbecho, 
las trincheras oscuras. 

Siempre serán famosas 
estas sangres cubiertas de abriles y de mayos, 
que hacen vibrar las dilatadas fosas 
con su vigor que se decide en rayos. 

Han muerto como mueren los leones: 
peleando y rugiendo, 
espumosa la boca de canciones, 
de ímpetu las cabezas y las venas dc estruendo. 

Héroes a borbotones, 
no han conocido el rostro a la derrota, 
y victoriosamente sonriendo 
se han desplomado en la besana umbría, 
sobre el cimiento errante de la bota 
y el firmamento de la gallardía. 

Una gota de pura valentía 
vale más que un océano cobarde. 

Bajo el gran resplandor de un mediodía 
sin mañana y sin tarde, 
unos caballos que parecen claros, 
aunque son tenebrosos y funestos, 
se llevan a estos hombres vestidos de disparos 
a sus inacabables y entretejidos puestos. 

No hay nada negro en estas muertes claras. 
Pasiones y tambores detengan los sollozos. 
Mirad, madres y novias, sus transparentes caras: 
la juventud verdea para siempre en sus bozos. 


Miguel Hernández
Ahora, 1 de enero de 1937







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