Casi
niños aún, bellos, serenos,
van
cantando a la muerte estos muchachos.
Y
su irse desangrando poco a poco
tan
sólo es comparable al de la aurora.
Cuando
en el viento suenan,
apagándose
sus últimas canciones,
es
entonces igual que si sus ojos
fueran
preciosas flores pisoteadas.
Así los corazones más hermosos
por
la felicidad humana han muerto.
De
los sangrientos campos españoles
llega,
pura, a nosotros su llamada.
Jef
Last
El
Mono Azul, 15 de octubre de 1936
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