La canción de las brujas
Al lado del fogón, en la penumbra de las
cocinas, junto a los patios, húmedos y estrechos, la vida de las criadas es
dura y es triste. En el mejor de los casos, cuando no hay ningún trabajo por
realizar, las horas transcurren monótonas, llenas de un infinito tedio. A veces,
su unidad de tiempo —la semana— es cortada por la visita del lechero, del
carbonero o del panadero, o por la carta de la familia, que llega de lugares
remotos.,. "Sabrás que el primo Domingo se fué al servicio; tu
hermana pasó los carnavales muy mala; mándanos tres duros para hacerle un
traje a Paco...'' Otras veces, en la lucha tenaz con las judías que
obstinadamente se niegan a ablandarse, o con las alcachofas, decididas a
quemarse al menos descuido, las muchachas oyen el susurro cautivador de las
clásicas brujas: ''Tú llegarás —musitan las hechiceras en sus oídos—. Tú serás
señorita..."
Los días son desesperadamente iguales. Por
la mañana, la visita a la "plaza", donde se pueden cambiar algunas
impresiones con las demás compañeras; después, el arreglo de la comida y del
"cuerpo de casa": por la larde, otra vez a encerrarse en la cocina a
preparar la cena, mientras se recitan las desventuras de una de esas famosas
mujeres andaluzas: María Magdalena o María Salomé. Únicamente, el domingo, es
como un oasis fragante, lleno de perspectivas agradables, poblado de cabos de
infantería, bailes e idilios románticos en los anocheceres urbanos. El domingo
es algo parecido a un paréntesis. La vida se reanuda el lunes. El lunes
comienza otra vez la batalla con la señorita, con la portera, con los
dependientes de la tienda de ultramarinos, que son "demasiado
atrevidos"... Confundiéndose con el murmullo de las cacerolas, el lunes
las brujas vierten de nuevo en los oídos crédulos su dulce ritornello:
"Tú llegarás. Tú serás señorita..."
Antes todas las chicas de servir escuchaban
a las brujas. Hoy ya no. Lo han demostrado éstas de Cádiz, que se acaban de
asociar, y entre vivas al comunismo libertario y a la acción directa han
ingresado en la C.N.T.
Lejos de Marx
En Cádiz hay, aproximadamente, entre
criadas de "cuerpo de casa", cocineras, niñeras, asistentas, etc.,
unas tres mil mujeres que trabajan en el servicio doméstico. Pero nunca
pensaron en asociarse, ni menos en afiliarse al sindicalismo. La nueva Sociedad
de Obreras y Obreros del Servicio Doméstico ha sido obra de un camarero del
Café Novelty, llamado Crisanto Bravo.
—Verá usted cómo fué —me ha contado él—. Un
día, hace tres o cuatro meses, oí decir a una criada en la plaza de España que
a ella su señorita la trataba muy mal y que le hacia planchar hasta la
madrugada. "Pero eso os pasa —le dije yo entonces— porque ustedes queréis.
¿Por qué no os asociáis?" Ella me contestó, medio llorando, que si su
señorita se enteraba la echaría a la calle. "Bueno, pues entonces busque,
sin que nadie se entere, a cinco o seis compañeras y yo me encargaré de formar
la sociedad."
Y así se hizo. El camarero Bravo, viejo
militante de la C.N.T., estaba ya curtido en estas lides de organizar
sociedades obreras. Reunió a medía docena de criadas descontentas
que escucharon atónitas su fraseología sindicalista-anarquista, las
convenció, y constituyó con ellas una comisión organizadora. Pero los trabajos
de organización de la nueva sociedad, apenas empezados, fraecasaron ante la
indiferencia y el temor de la mayoría de las criadas gaditanas. Pasó el tiempo:
dos o tres meses. En algunas ciudades españolas —Madrid, Santander, Barcelona,
Sevilla—, siguiendo la iniciativa que había partido de Cádiz, las muchachas
empezaron a asociarse y fueron afiliándose a la U.G.T. o a la C.N.T. El
camarero Bravo siguió sin desmayo sus trabajos de organización, secundado
activamente por el grupo de descontentas. Lanzaron un manifiesto, hablaron,
convencieron... Por fin, el día 30 de marzo se constituyó la Sociedad de
Obreras y Obreros del Servicio Doméstico. Después la nueva Sociedad ha
celebrado otras dos reuniones. En la primera de ellas se aprobó el reglamento.
En la segunda se decidió sobre la táctica sindical a seguir: U.G.T. o C.N.T.
Hacia el marxismo o hacia la acción directa. Por ciento cincuenta y dos votos
contra treinta y nueve, las criadas de Cádiz decidieron alejarse de Marx, y con
vivas a la mujer libre, a la fraternidad universal y al comunismo libertario,
doscientas muchachas de Chiclana, de Medina-Sidonia, de Vejer y de Algodonales,
ingresaron en el seno de la Confederación Nacional del Trabajo.
Dieciséis duros de suelo. Jornada de
ocho horas...
Y a estas horas la inmensa mayoría de las
señoras de Cádiz están consternadas. Sus sirvientas, en vez de hablar de
novios y de trajes, y en vez de cantar cuplés, pasan el día entregadas a vivos
debates, en los cuales florecen amenazadoramente frases de significado obscuro:
"central sindical", "legislación obrera",
"coacciones", "seguro de maternidad", "derecho de
huelga"...
—¿Pero qué es lo que quieren ustedes? ¿Qué
piden? —le pregunté el otro día a la vicepresidenta de la sociedad de criadas,
que es ya una mujer de alguna edad, llamada Ana Romero.
—Todavía no tenemos confeccionadas nuestras
bases —me contestó—. Pero, en primer lugar, queremos elevar el nivel moral del
gremio que ha vivido siempre en la sombra, postergado y explotado, Luego, en
las mejoras mínimas que solicitamos, entran el aumento de sueldo —que cada
criada gane, como mínimo, de diez y seis a veinte duros mensuales—, la jornada
de ocho horas, contínua o alterna, el descanso semanal, la legislación
sobre accidentes de trabajo en nuestro gremio y el seguro de maternidad.
Mientras, en toda la ciudad el conflicto
entre las criadas y sus señoras es el tema general de conversación y sobre el
se hacen cabalas y pronósticos. La Sociedad, que aún no tiene un mes de vida,
cuenta ya con más de seiscientas afiliadas. ¿Llegará a estallar la huelga de
sirvientas?
Junta General
He asistido a una asamblea de las criadas
gaditanas, convocada para "tratar asuntos generales y al mismo tiempo dar
una pequeña orientación sindical a las afiliadas".
El local, situado en el célebre Barrio de
la Viña, en las afueras de Cádiz, es húmedo y reducido. En el testero principal
de él, sobre el estrado, hay una bandera, roja y negra, con las iniciales
C.N.T. y A.Y.T. a ambos lados, las fotografías de Fermín Salvochea y Galán y
García Hernández. En el estrado, detrás de una mesa, se sienta la Directiva de
la Sociedad. Debajo, en varias filas de sillas, y de pie, agolpadas en grupos,
dos o tres centenares de criadas y asistentas, jóvenes y viejas.
La presidenta toca un timbre.
—Se declara abierta la
sesión —indica—. Tiene la palabra la compañera Ana Romero.
La compañera Ana Romero se levanta, avanza
unos pasos hasta la barandilla que limita el estrado y empieza a hablar. La
compañera Ana Romero posee una oratoria fogosa, que entusiasma pronto a la
concurrencia. Dice que hay que estar unidas para luchar contra la burguesía,
que cada paso que dé la Sociedad será un nuevo eslabón roto de la cadena que
oprime a las criadas, y que las señoritas están muy equivocadas si creen que
ellas son como un vaso de agua que se arroja a la calle. Este símil del vaso de
agua tiene mucha aceptación.
—¡Ezo e, ezo e! —grita una voz
desde las primeras filas.
—¿Ahí estál —añade otra.
—¡Callarseee!... —chilla una de las concurrentes
de las últimas filas.— ¡Que no se oye ná...
Risas, cuchicheos, nuevos vivas, timbrazos
de la presidenta, y, por fín, la compañera Ana Romero puede reanudar su
discurso.
Francisco Júcar
Estampa, 4 de abril de 1936
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