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3274. Presagios de entonces

Obreras de una fábrica textil preparando ropa para el frente (Arxiu Fotogràfic de Barcelona)


La guerra desencadenada en España, la furia, y con ella el porvenir que ahora se anuncia, es un suceso profundamente real, transformado inmediatamente en misterioso, si advertimos que este acontecimiento es como un fantasma llegado a la cita oportunamente.

Nada podíamos prever y, sin embargo, estos días nuevos en que el pasado queda muy lejos, días que aun no podemos vivir con plenitud, estos días abiertos al mañana, en que parecemos acabados de nacer, y aun más, estos días que ya muy cerca presentimos, los esperábamos. Sí; el suceso que ha venido a salvarnos, lo esperábamos. No quiero decir que esta gran conmoción, de la cual sin duda ha de salir una España distinta y mejor, fiel a sí misma, haya surgido exclusivamente para los intelectuales, para que los intelectuales encuentren una respuesta a sus preguntas. El gran suceso de España es sin duda más profundo y tiene vuelo y horizonte propios. Pero es que la angustia de los intelectuales, la llamada «crisis» del pensamiento, estaba ligada al hambre y a la opresión de los trabajadores y reconocía, en el fondo, la misma causa. Cuando se llegó a un punto sin salida en el terreno político y social, el pensamiento se debatía desesperado. Cuando llegue la salvación para el pueblo, el pensamiento y la fe estarán también liberados. Y ahora que es el momento del combate sentimos que es también nuestro momento decisivo.

Surgió la rebelión. La chispa vino de fuera, no salió de nosotros. Era la voz del odio, la explosión inevitable. Vino de fuera, y por eso quizá pudimos creer que había llegado un fantasma. Y entre fantasmas, sin peso de realidad, sin poder considerar aún la inmensa realidad, vivimos todavía. 

Últimamente era muy difícil pensar para aquel que vivía al filo de los acontecimientos. Pero hoy nos sorprendemos, así y todo, de los pensamientos de entonces. Todas las visiones, todo cuanto veíamos, se encaminaba a un cambio, a un empuje superior esperado. 

Veamos, si no, estos recuerdos, estos presagios, diríamos, que despiertan en mí mismo el sentir aquel, la vida inquieta, y ese mundo nuestro lejano de hace sólo unos meses. 


Antonio Sánchez Barbudo
Hora de España, enero de 1937









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