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3363. Las palomas de Picasso




Tu destino, paloma, se mecía dulcemente,
cuajada de inocencia todavía,
cuando Picasso te dio otras alas
para emprender con ellas un nuevo vuelo.
Hasta entonces,
el luto se perdía en tu blancura
e ignorabas el color de la tragedia.
Con tu vuelo volaba transparente
una carga de luz y de pureza.
Fatigados de muertes y de guerras
asombrados e incrédulos,
los hombres contemplaban tu vuelo
entre nubes tan blancas
como tus blancas alas.
Allá arriba,
tú, paloma inocente;
aquí abajo,
los hombres culpables
de sembrar la carroña,
de destruir los sueños,
de abrir las compuertas
de las presas del odio.
Aquí, abajo,
las sábanas ya tejidas
para cubrir a los muertos
de la próxima guerra.
Aquí las desesperadas madres,
maduras para el llanto,
esperando aterradas
que el árbol de la muerte
arroje sus primeros frutos.
Pero,
¿otra vez nuestra sangre
abonará los campos?;
¿otra vez con una semilla implacable
fructificará, sin desmayo, el crimen?;
¿otra vez un río de huesos descarnados,
despeñaderos de rígidos cuerpos,
océanos de ojos apagados,
vendavales de gritos desgarrados?
¡La guerra! Sí, la guerra.
No, no, pronto, pronto, frente a ella,
un mar de aguas iracundas,
montañas de brazos levantados,
muros de piedras sublevadas,
uñas, garras y puños
que salen a su encuentro.
Y tú también, paloma,
la tierna paloma de otros días
que ha perdido, aquí abajo, la inocencia
y que ahora ya sabe
que el dolor y la muerte,
la miseria y el hambre
-si no en el cielo-
en este mundo existen.
Que sabe ya
que el dolor se cosecha
porque unos hombres lo siembran.
Sabe ya
que las heridas se agrandan
si las lenguas enmudecen,
si los ojos se cierran
y las manos se ablandan,
que el luto de las madres crece
si crece el silencio de los hombres.
Y la paloma vuela bajo
casi rozando el suelo con sus alas,
casi fundida con el dolor humano.
¿Qué paloma es ésta
que convoca a los hombres,
en Moscú y Estocolmo,
en Rabat y Calcuta,
en La Habana y en México,
cuando el cielo se nubla
entre rayos que anuncian
una tempestad de acero,
nuevas cumbres de espanto,
nuevo calvario de los hombres
ya fatigados de muertes y de guerras.
¿Qué paloma es ésta que llama
a la vida contra la muerte,
a la memoria contra el olvido,
a la blancura contra el luto,
al grito frente al silencio cómplice,
a la insurrección de la palabra
contra la inercia del cuerpo?
¿Qué paloma es ésta?
Es la Paloma de la Paz,
la paloma que vuela esperanzada
desde el pincel de Picasso.


Adolfo Sánchez Vázquez
México, abril de 1952









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