Concha Zardoya en la sede de Cultura Popular. Valencia, octubre de 1937 |
Yo
no he olvidado sus nombres
ni
el color de sus ojos,
ni
sus pasos, ni la adolescente alegría
en
sus pechos reclinada.
Ellos
lo saben, lo saben,
en
el hoyo profundo de la nada
sin
estrellas y sin ángeles.
Con
su mirar extinto de antiguos compañeros
contemplan
mi amargura y mi dicha consumida,
bajo
el triste cielo de la guerra iracunda.
Contemplan
mi corazón de llanto rodeado,
de
negros pájaros mudos,
y
los guijarros de mis lágrimas
ardientemente
lavados por el recuerdo.
Ellos
saben que sufro,
que
la angustia mis sienes fustiga,
su
danza de misterio bailando
sin
ajorcas ni corona de mirto.
Habéis
caído en la guerra,
con
la soledad como nimbo,
camaradas
de
dulces manos fraternales,
hermanos
de los días felices.
Habéis
caído en la guerra,
con
la mirada encendida y el corazón
en
alto,
con
los tiernos ojos jóvenes
el
ángel de la muerte invocando
y
la gloria, desvelada gacela.
Vuestros
nombres se adelgazan
en
el viento,
pero
vuestros brazos crecen paralelos
diariamente
para
encontrarme en todas partes,
lo
mismo que a los viejos árboles
que
amabais en la Tierra.
Quizá
no os sea imposible volver
a
ver el mar
a
través de mis ojos,
ni
a los niños que con nosotros jugaban
en
la plazuela del barrio,
ni
los naranjos, ni las constelaciones...
Aquí
estoy, hundida en la distancia,
en
la larga espera temblando.
en
la ventana que mira a la muerte
recostada,
invocando
los nombres de mis viejos amigos...
Concha
Zardoya
Hora
de España XIX, Julio de 1938
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