Quiero ser, quiero estar,
quiero vestirme
como una forma de hombre
cotidiano
y conocer la altura de los montes,
la producción del hierro,
el precio del carbón
y de la harina,
la estadística exacta
de los niños que mueren
sin techado
y el programa político
que ha de salvar,
junto al amor, el cuero,
el algodón, el hule,
el dolor, la artisela
y el pecado.
Y en medio de la calle,
sin mirar los semáforos,
como un niño sin juego,
me meto por el mundo...
Pero esta voz errante,
cautiva, que navega
dentro de mí, me salva.
Y asesinado,
atropellado,
roto,
perseguido y sin nombre,
me hace nacer de nuevo
en cada instante
—payaso sin timón—
y dulce me sonríe...
¿Será tal vez el ángel de mi guarda?
Emilio Prados
Litoral (México) núm. 1, 1944
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