Una víctima del bombardeo de Valencia es trasladada al depósito de cadáveres. 1 de mayo de 1937 |
Traidores nocturnos con alma pantanosa
Hermanos de la vívora y las ropas de luto
Apuñalaron tu hermosa estrella esperanzada
Entre algas y tinieblas entre ríos difuntos
Sopla el mar fabricando pirámides de lágrimas
Fatales escaleras y músicas con sangre
Bajo nubes que pasan como carros de heridos
Por un cielo color turbio de cañones distantes
La epopeya del pueblo que exige su destino
Levanta al cielo frentes y rompe grandes pechos
Y danzan los fantasmas entre barcos enfermos
En la noche del hombre que nutre cementerios
Pasan soldados pasan olas y pasan vientos
Como notas de un canto que asusta a las edades
La inmensa sinfonía con su lluvia y sus hombres
Se pierde en una tumba debajo de la tarde
Ejército de luces al borde de la muerte
Se alza la selva y los soldados pasan en un canto
Es el gran viaje ciego de las y el viento
Ya no veréis más esos soldados
Una fila tras otra asaltan horizontes
Y vienen a morir en las olas a la playa
Tanta sonrisa tanta sangre tantos héroes que caen
y salen de sus cuerpos como salían de las fábricas
El recuerdo del hombre es menos que esa luna
Que pierde la cabeza y cae sobre el mar
Sin embargo esos rostros de soldados que pasan
Ya nunca los podréis olvidar
Agonía agonía de la rosa y la piedra
Los vientos se estrellaron en la más alta torre
Caerán mil estrellas con la quilla partida
Y caída una en la tierra tendrá más de cien nombres
El pueblo será grande como su propia estatua
Como ese continente que sacó de la noche
Como el galope histórico de épicas mesnadas
Que dan escalofríos a las alas del bosque
Laureles laureles y cien leones antiguos
Petrificados por el rayo y los relámpagos
Procesión de ataúdes en puentes al silencio
La libertad bien vale un astro emocionado
Y pasan los fantasmas atados por la sombra
Laureles y laureles y truenos y relámpagos
Y vienen los lamentos y los ramos de gloria
Ya no podréis jamás olvidar esos soldados
Son esqueletos vivos debajo de la tierra
serán los instrumentos de una música eterna
Vicente Huidobro
El Mono Azul, 17 de junio de 1937
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