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3457. ¿Qué es el fascismo? IV

"Obreros ese es vuestro porvenir si triunfan los fascistas"


Claro está que no siendo el fascismo una doctrina que recoja el progreso y la necesidad de las masas productoras, al engañarlas tan villanamente necesita un poder de fuerza que, más que fuerza, es terror, para sostener ese poder. Y sabido es también que, aun a fuerza de terror y de crimen, a la corta o a la larga ese poder se resquebraja y se hunde allá donde se ha impuesto. 

Porque en definitiva el fascismo no es más que la continuación en la historia de las luchas contra la clase oprimida. 

El fascismo oculta su mercancía antigua, tan antigua como el feudalismo, deslumbrando a los pueblos con un postulado de grandeza, de saneamiento y de justicia; pero en el fondo de esas palabras no hay nada, mejor dicho, no hay más que el reclamo tras el cual se oculta todo lo contrario. Porque esas grandezas que busca son las grandezas de los señores, de los plutócratas, de los parásitos. Ese saneamiento no es otra cosa que robar el sudor y la sangre de los que trabajan, para aumentar el placer y el capital de los zánganos. Esa justicia no es otra que la de exterminar a todos cuantos alteren la plácida digestión de esos mismos gandules. 

¿Pues qué grandezas, ni qué moral, ni qué justicias pueden ser las de un Gil Robles, de un Lerroux, de un Sotelo o de un Juan March, de un Goicoechea o de un Cabanellas, de un Mola, Queipo o Franco? 

Todos estos moralistas tienen unos antecedentes como para ir a la horca. El que no hizo sus millones contrabandeando, robando y asesinando, los hizo explotando miles de hombres, a los que en los campos de Andalucía o de Extremadura pagaban una peseta de salario y el que no hizo así su carrera ganó sus estrellas matando nuestra juventud en los riscos y barrancos de las tierras marroquíes, para luego, además, traicionarnos, emborrachándose un día y otro para darse la satisfacción de gozar el crimen monstruoso de una guerra en que sus víctimas más predilectas, son las mujeres y los niños. 

Eso es el fascismo, la grandeza de sus crímenes y la justicia de sus verdugos. 


Un marinero 
La Armada, órgano oficial de los marinos de la República
Cartagena, 10 de abril de 1937







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