María
Torres / 27 de enero de 2023
Hasta hace poco tiempo se
creía que Indalecio González Gabriel había nacido en Santa Cruz de la Zarza,
Toledo. Gracias a la investigación de Juan Crespo, de la Mesa de Deportados de
Ocaña, y a las gestiones de Ana Esteban, ha sido posible conocer que la localidad
natal de Indalecio es un municipio de Cuenca, Torrubia del Campo, que
tristemente cuenta con otro deportado que pereció en Mauthausen: Ángel Espada Zamarra.
Con la esperanza de que
más adelante se pueda ofrecer una completa biografía de Indalecio, y con el
objeto de que vea la luz su historia en el Día Internacional de Conmemoración anual en memoria de las víctimas del
Holocausto, trazo con
urgencia la información disponible hasta la fecha, para recomponer la historia de
un joven cuya corta vida se sitúa entre dos pueblos de Castilla-La Mancha, la
Guerra de España y una Europa asolada por uno de los conflictos más terribles
de todos los tiempos.
Indalecio
de Torrubia
En Torrubia del Campo,
el pueblo natal de mis antepasados, vino al mundo Indalecio González Gabriel el
1 de agosto de 1919. Nació en una vivienda de la calle Prior a las cinco de la
mañana. Su padre Guillermo González Rodríguez, jornalero de 40 años, acudió
raudo al Registro civil al día siguiente para dar constancia de su nacimiento.
Su madre, Lauriana Gabriel García, tenía 39 años, y por ello es fácil suponer
que Gabriel no era su primer hijo. Ambos eran naturales de Torrubia del Campo,
al igual que los abuelos paternos (Bonifacio y Águeda) y los maternos (Isidoro
y Celestina).
Más adelante, la familia
se trasladó a Santa Cruz de la Zarza, posiblemente en busca de trabajo y de
mejores condiciones de vida.
Aunque a la espera de
documentarlo, es posible que Indalecio tuviera, al menos, dos hermanos: Manuel[2]
y Leocadio[3],
éste último campesino y cabo del Ejército de la República, que desapareció en
la Guerra de España.
Indalecio no realizó el
servicio militar obligatorio. Hubiera entrado en la Caja de Reclutas en 1939,
pero la Guerra y el exilio se lo impidieron.
Guerra
de España
Tras el golpe de Estado
de los generales traidores contra el legítimo gobierno republicano, formó parte
de las milicias de la República hasta el 1 de abril de 1937, que ingresó en el
Instituto de Carabineros con destino a las Brigadas Mixtas de Carabineros.[4]
Juan Pedro Yunta, archivero municipal de Santa Cruz de la Zarza, afirmaba que
en 1938 era miembro de la Unidad Móvil de Carabineros en Olot (Gerona)[5],
dato que no ha sido posible confirmar.
Las condiciones para
ingresar en Cuerpo de Carabineros durante la Guerra eran ser español, tener entre
dieciocho y veinticinco años de edad, de un metro sesenta y cinco centímetros
de alto como mínimo y presentar un certificado de buena conducta y otro de
lealtad de una organización política o sindical del Frente Popular.
Lo cierto que pendientes
de indagar y recuperar su periplo en la Guerra de España, hay una imagen que le
sitúa en la ciudad de Valencia en 1937, con mono de miliciano, y acompañado de
varios santacruceros: Emilio Sánchez Aráez,
Félix Valdeolivas, Miguel Sánchez, "El
Opera", Antolín Peña Torrijos, Jesús Izquierdo del Moral, Joaquín Arias Loriente, Vitorio Gallo
Teruel, Sotero Sotero Piqueras Arribas y Julián Figeroa Valencia.[6]
Exilio
Desconocemos
cuándo pasó la frontera francesa y creemos que estuvo en el Campo de Argelés, que
se enroló voluntario en la 9ª Compañía de Trabajadores Extranjeros del ejército
francés con base en Embrún y así pudo abandonar el campo con destino a los Altos
Alpes. Para conocer su periplo, reproducimos lo relatado por José Marfil Peralta
en su libro He sobrevivido al infierno
nazi:
«Con los camaradas que se
han alistado nos instalamos en el cuartel. Esta vez de manera correcta. Tenemos
mucha necesidad de higiene y además esta estancia nos va a permitir recuperar
algo de fuerzas.
Una vez equipados subimos hacía un pequeño pueblo situado a dos mil metros de altitud donde vamos a construir una carretera estratégica y un puente. ¡El paisaje es magnífico!»
«Durante la estancia en el cuartel nos enteramos de la declaración de guerra, con lo que ahora nos encontramos en guerra contra la Alemania nazi. El estado mayor nos pregunta si queremos alistarnos voluntariamente mientras que dure la guerra. Toda la compañía se alista, sabemos que vamos a luchar contra el fascismo, ese fascismo que ya conocemos de nuestro país.»
Más
adelante la Compañía recibe
la orden de dirigirse hacia la frontera belga. Allí ayudan al 22 Regimiento de
Ingenieros a terminar un Blockhaus,
ya que según José Marfil el lado belga no tenía ninguna defensa fortificada.
«Al poco tiempo de
instalarnos, los bombarderos del Reich, lanzan bombas sobre nuestra línea de
defensa mientras que el ejército de tierra invade Bélgica. Los acontecimientos
se precipitan, ahora la única solución para nosotros es replegarnos hacía
Dunkerque a lo largo de la frontera belga.»
Prisionero de Guerra
Tras la invasión de Francia, varias compañías de
trabajadores extranjeros se retiraron hacia Dunkerque. Alrededor de 1500
hombres pertenecientes a las mismas quedaron atrapados junto al ejército
británico. La mayoría murieron o fueron hechos prisioneros, ya que ni por un
momento, dentro de la operación Dynamo, se plantearon rescatar a los españoles
de las CTEs, al no considerarles miembros del ejército francés.
Indalecio fue capturado por la Wehrmacht el 4 de
junio de 1940, el mismo día que partía el último barco de rescate repleto de
soldados en dirección al Reino Unido. Su detención figura en la Lista oficial
de prisioneros de guerra franceses núm. 46 publicada en París el 30 de
noviembre de 1940.[7]
Primero fue confinado en el stalag XIII-A en Núremberg y poco
tiempo después trasladado al stalag VII-A ubicado al norte de la ciudad de
Moosburg (Baviera), uno de los campos de prisioneros de guerra más grandes del
antiguo Reich, donde quedó registrado con la matrícula 65066. Según los registros
de Moosburg, al menos 451 españoles fueron prisioneros en ese campo, de los
cuales 32 pertenecían a la Comunidad de Castilla-La Mancha.
Del 5 al 6 de agosto de 1940 los mandos
del Stalag VII-A recibieron la orden de deportar 392 prisioneros españoles al
KZ Mauthausen. Indalecio fue uno de ellos y pasó a engrosar el primer convoy de
españoles que llegó al campo el 6 de agosto. Según datos facilitados por el investigador Juan Crespo, que ha estudiado a fondo los listados de ingresos, de los 392 prisioneros españoles del convoy que llegaron a Mauthausen,
perecieron un total de 277 hasta la fecha de liberación del campo en mayo de
1945.
Mauthausen / Gusen
A su llegada al campo de los españoles es
registrado como carpintero de profesión y se le asigna la matrícula 3297. Apenas
cinco meses después, el 24 de enero de 1941 es trasladado al infierno de Gusen,
donde la esperanza de vida apenas superaba los tres meses, y le reasignan otro
número de matrícula, el 9307.
Aquel 24 de enero de
1941, fue un día que quedó grabado en la memoria de los prisioneros de Mauthausen: «Ese
día, un viernes, que se presentaba como una jornada más de sufrimiento en
Mauthausen, los SS realizaron la primera gran selección entre prisioneros. El
objetivo era hacer hueco para los dos grandes convoyes de republicanos que iban
a llegar durante las siguientes 24 horas. Los oficiales nazis agruparon a los
enfermos e inválidos en un extremo del campo. Después formaron al resto de los
deportados para completar el cupo, cercano al millar, eligiendo entre los sanos
a los hombres de mayor edad.» [8]
Cuando José Marfil, hijo
de José Marfil Escalona, primer muerto español en Mauthausen, es transferido a
Gusen el 21 de abril de 1941 se encuentra a Indalecio González Gabriel, al que no había vuelto a ver desde el repliegue hasta Dunkerque. A partir de su testimonio
podemos recomponer una parte de la historia de Indalecio:
«Esta noche he visto a un
detenido acercarse y con la mirada llena de tristeza decirme: “¡Marfil tú
también!”. Es por su voz que lo he reconocido a este amigo de la Novena
Compañía, con el que yo había tomado el hábito de salir el domingo en los
tiempos del ejército. Físicamente no se puede reconocer, pertenece a la primera
expedición del mes de julio y ocho meses de campo han hecho de él un despojo
humano. El pobre me cuenta las peripecias que lo han traído aquí. Me describe
los detalles, el fin trágico de nuestra compañía, todo esto me da un bajón,
sobretodo porque hemos comprendido que nuestra estancia aquí se anuncia sombría.
Por otra parte: ¿Se puede hablar aquí del futuro? El toque de queda suena y
volviendo cada uno a su barraca prometemos reencontrarnos cada vez que sea
posible en el mismo sitio.»
«Por la noche, después de pasar lista me encuentro con mi camarada de la Novena Compañía que me anuncia feliz que hace parte de los carpinteros del campo y que todas las tardes recibe una fiambrera suplementaria de sopa. “Mañana, me dice, vienes a buscarme y la compartiremos”. Estoy contento por él porque necesita recuperar muchas fuerzas. Al día siguiente, según lo convenido, voy a su encuentro. Veo de lejos que me espera con su fiambrera de sopa… pero el hambre es terrible y mientras me espera coge una cuchara de sopa, después otra y otra… sólo pude aprovechar las últimas cucharas. Esto dura así algunas semanas. Veo bien para él que desde que está en la carpintería todo ha cambiado a mejor evidentemente. Para mí también todo ha cambiado gracias a su amistad.»
José Marfil e Indalecio González
hacen por verse cada vez que es posible. Y así describe el primero uno de sus últimos encuentros:
«Esta
tarde es posible. Pero yendo a su encuentro lo percibo de lejos sin su
fiambrera habitual. Al acercarme adivino en su mirada una inmensa tristeza casi
con desesperación. Me anuncia que lo han echado de la carpintería. Estoy
indignado de no poder hacer nada por él. “Ahora estamos los dos en el mismo
barco” me dice él y añade: “Creo que debería inscribirme en el comando
Asturias”. Le aviso que es muy arriesgado: “No te das cuenta que ese capo es un
criminal, su comando es el peor que hay”. “Lo sé, pero te acuerdas que era mi
mejor amigo, hemos hecho la guerra de España juntos en la misma unidad, los dos
tenemos el mismo nombre y apellido aunque no seamos parientes. No creo que sea
capaz de hacerme mal.»
La persona a la que se
refiere es a Indalecio González González, apodado el “Asturias”, un minero
asturiano que ejerció como kapo en Gusen. Fue condenado a muerte por crímenes
de guerra y ejecutado en la horca en la prisión de Landsberg el 2 de febrero de 1949.
«Efectivamente
ese Asturias era parte de nuestra Compañía y lo habíamos vivido como alguien
muy amable. En esa época nos enseñaba a menudo la foto de su mujer y de sus
hijos que estaban entonces en Francia. Un día que le dieron permiso, todos nosotros
colaboramos para darle un poco de dinero. Con lágrimas en los ojos nos dio las
gracias por nuestro gesto.
Mi
amigo tenía razón no podía haber olvidado esa amistad. Confiando en ese
recuerdo decide inscribirse en el comando de Asturias. Un poco inquieto voy a
verle tres días más tarde. Habitualmente se encuentra cerca de nuestro punto de
encuentro cerca del bloque. Como no le veo le pregunto a un camarada que me
lleva junto a él. Está irreconocible. Ese capo desgraciado “su mejor amigo” ha
decidido pura y simplemente eliminarlo.
Mi
camarada me cuenta que se presentó a él con los brazos abiertos, confiando como
con un antiguo amigo, con la esperanza de encontrar en su equipo un poco de
protección en este infierno. Como respuesta, ese tipo repugnante lo previene
sarcásticamente: “No cuentes conmigo, he decidido suprimir todos los testigos
de mi pasado. Los alemanes van a ganar la guerra, tengo que hacerles ver que
estoy con ellos: es la única forma de salir de aquí vivo, es la única manera de
poder algún día ver a mi mujer y a mis hijos.”
Mi amigo desesperado al límite de su capacidad me dice, acurrucado en su colchón de paja: “Ves en qué estado estoy, mañana ya no resistiré más, va a acabar conmigo, tengo que despedirme de ti, para mí se ha terminado. Si llegas a salir de este infierno, el mundo entero tiene que saber las atrocidades cometidas por los nazis…y por sus vasallos.»
Esas fueron las últimas
palabras de Indalecio González Gabriel. Era diciembre de 1941. El día 9, a las
04:40 horas fallece. Según los documentos nazis, la causa de la muerte se
produce por «debilidad
circulatoria». Su
cuerpo fue cremado el 12 de diciembre. Tenía 21 años.
José Marfil, terminó
este triste capítulo de la historia de Indalecio diciendo: «Escribo estas líneas pensando en él,
es por él por el que hago este esfuerzo. Mi vida va ahora muy rápidamente hacía
el final, pero si un día queda una sola imagen en mi memoria, será la de su
sonrisa y su fiambrera tendida hacía mi hambre.»
En Memoria de
Indalecio González Gabriel y de todas las personas que sufrieron la
deportación.
¡Nunca más!
____________________
[1] Recogido en José Marfil Peralta: He
sobrevivido al infierno nazi. Recuerdos, p. 54
[2] BDST-Guadalajara. Caja 302956 -
Expediente 66424
[3] CDMH. Pensiones: Muertos, desaparecidos e
inválidos del Ejército de Tierra de la República. Caja 62, folio 362bis
[4] Gaceta de la República, núm. 93 - 3
Abril 1937, p. 35
[5] Juan Pedro Yunta: En honor a la vida.
Por la memoria de un santacrucero. 2013 Archivo Digital ACAME "Joaquín
Arias")
[6] Fototeca
de ACAME. Archivo visual de Santa Cruz de la Zarza
[7] Gallica. Biblioteca Nacional de Francia
[8] Hernández de Miguel Carlos: Los últimos
españoles de Mauthausen, p. 208
Crueles finales para aquellos humanos,solo por pensar y ser diferentes. Gracias
ResponderEliminarCriminales de guerra, genocidas, asesinos despiadados. Escondidos como alimañas entre los republicanos de bien.
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