La educación constituyó uno
de los compromisos sociales de la II República cuyo fin era lograr la democracia,
garantizar los derechos de todos los ciudadanos y ciudadanas y modernizar el
país. Se trataba de configurar el estado docente, la defensa de una República
capaz de educar a ciudadanos y ciudadanas comprometidas con la construcción de
una nueva sociedad, que dejara atrás el obscurantismo y las desigualdades de
otras épocas.
Una educación pública,
obligatoria, gratuita, activa, laica, bilingüe y solidaria que intentaba
terminar con siglos de discriminación por razón de sexo o de clase social.
Desgraciadamente, los
planteamientos de la II República tuvieron una plasmación incompleta y efímera.
La sublevación fascista cercenó las ilusiones de cambio social y la actividad
reformadora en todos los terrenos, entre ellos, el de la educación.
Dentro de este proyecto de
educación de la ciudadanía ocupaban un lugar privilegiado las maestras
republicanas, que encarnaban el modelo de mujeres modernas e independientes.
Ellas serían las responsables, en buena medida, de la construcción y difusión
de la nueva identidad ciudadana, al educar a su alumnado en los valores de
igualdad, libertad y solidaridad, tanto a través de la transmisión de
contenidos en las aulas como, sobre todo, con sus vivencias personales.
Sin embargo, muy poco sabemos
de estas mujeres comprometidas y valientes que trabajaron por llevar la
educación a todos los rincones de España, por muy perdidos y aislados que
estuvieran, o por muchas dificultades que encontraran ante una sociedad que, en
demasiadas ocasiones, las observaba con recelo, ante su posición libre e
independiente y unas prácticas educativas que introducían la coeducación en el
aula, y el aprendizaje práctico y experimental, frente a los métodos
memorísticos y mecánicos.
Sus nombres, vidas y obra,
tienen que ser restituidos en la memoria, formando parte del legado de nuestra
historia educativa.
El
cambio de la situación de la mujer en la II República.
Para
las mujeres españolas, la proclamación de la II República el 14 de abril de
1931 iba a significar un cambio profundo en todos los ámbitos: en la esfera
pública y en la vida privada, en la política, la economía, la cultura y la
educación.
Estos cambios fueron mucho
más lejos de lo que muchos de los mismos hombres de la República habían
planeado e incluso más lejos de lo que muchas de las mujeres de la República
podían haber soñado. Las reformas de la II República que, directa o
indirectamente impactaban en las mujeres, suponían una transformación cultural
de la sociedad española tan profunda que puede ser calificada de trascendente.
Con la Constitución de 1931
las mujeres obtuvieron la ciudadanía civil y la ciudadanía política. La
Constitución establecía la igualdad jurídica de hombres y mujeres (artículo 25)
y los mismos derechos electorales para hombres y mujeres (artículo 36). Por
primera vez en la historia de España, las mujeres pudieron gozar de los
derechos que posibilitaban el ejercicio de una libertad personal básica, lo
que, a su vez, las capacitaba para participar en el ámbito público, incluido el
ejercicio de los derechos políticos y en concreto del derecho al voto. Más de
cien años después de la Constitución de Cádiz de 1812, el ordenamiento jurídico
español reconocía que las mujeres formaban parte de una “comunidad de iguales”,
con plenos derechos y deberes de ciudadanía.
La II República terminaba así
con la exclusión de las mujeres de la ciudadanía civil y política consagrada en
las constituciones anteriores (de 1812 a 1876) y en la legislación,
especialmente en los códigos civil, mercantil y penal. En estos códigos del siglo
XIX, en vigor hasta las reformas republicanas y retomados posteriormente por el
franquismo, se fundamentaba la falta de derechos y libertades individuales y la
dependencia con respecto a padres y esposos (la “necesidad de protección”) de
las mujeres, consideradas legalmente menores de edad.
Todas las mujeres se
encontraban en una posición de desigualdad civil y política con respecto a los
hombres, pero sobre todo las casadas, que eran representadas legalmente por sus
maridos, no tenían la patria potestad sobre sus hijos, necesitaban autorización
del marido para trabajar, para comprar y vender, para ir a juicio en defensa de
sus intereses, entre otras disposiciones que contemplaban incluso que los
padres y maridos pudieran “limpiar su honra con sangre” en caso de adulterio de
la mujer.
El triunfo de la plena
incorporación de las mujeres a la ciudadanía aceleró el proceso de
transformación de la sociedad española y fue uno de los principales rasgos
distintivos de la II República.
Las reformas que daban
significado a la condición de ciudadanas de las mujeres impulsaron la igualdad
efectiva de hombres y mujeres en el ámbito privado y en la familia, así como en
la vida pública y profesional. La propia constitución estipulaba el acceso de
todos los españoles, sin distinción de sexos, a los empleos y cargos públicos
según su mérito y capacidad (artículo 40), en tanto los viejos códigos civil,
mercantil y penal se vieron profundamente modificados por la nueva legislación
sobre el matrimonio civil, el divorcio, la igualdad entre los hijos legítimos e
ilegítimos, la protección de menores y la investigación de la paternidad.
El estímulo público a la
educación y a la cultura y el ambiente de modernidad favorecieron la presencia
de mujeres en una amplia gama de carreras y profesiones, incluso en algunas que
antes eran totalmente masculinas, como la arquitectura.
Muchas mujeres formaron parte
de asociaciones femeninas y/o feministas y se movilizaron políticamente,
incluso accedieron al gobierno, como Federica Montseny ya durante la Guerra
Civil, siendo la primera mujer ministra de Europa, con el objetivo de avanzar
en la consecución de la igualdad real, no sólo la jurídica. Durante la guerra
civil, en la zona republicana las mujeres participaron activamente en múltiples
tareas, principalmente en la retaguardia, pero también como milicianas en el
frente de batalla.
La
República de los maestros y las maestras.
La
definición que de la II República hizo Marcelino Domingo, su primer ministro de
Instrucción Pública, como “la República de los maestros”, expresa con claridad
la gran importancia que el nuevo régimen republicano instaurado en 1931
concedió a la educación en general, y a la educación primaria, en particular. Los
maestros, –y también las maestras, habría que añadir-, iban a ser considerados
los funcionarios más importantes del Estado. Sobre ellos recaía la tarea
fundamental de formar y educar a la infancia, a los niños y niñas que eran los
que habían de constituir, en el futuro, la ciudadanía nueva de España.
El 14 de abril de 1931, la
República encontró una España tan analfabeta, desnutrida y llena de piojos como
ansiosa por aprender. Y los más ilustres escritores, poetas, pedagogos, se
pusieron manos a la obra. De pueblo en pueblo, con a cultura ambulante.
Remediar esta situación se
convierte en denonado propósito de los gobernantes republicanos: Marcelino
Domingo, radical socialista y antiguo maestro en el período constituyente,
Fernando de los Ríos en el gobierno Azaña, con Rodolfo Llopis, socialista y
maestro, como director general. Azaña, exaltando el empeño emprendido, afirmaba
que “la escuela pública debía ser el escudo de la República”
El proyecto educativo de la
II República conjugaba la renovación pedagógica procedente tanto del ideario
liberal de la Institución Libre de Enseñanza como del programa educativo que
propugnaba la escuela única del partido socialista, y configuró un modelo de educación
caracterizado por ser público, laico, obligatorio y gratuito en la
enseñanza primaria, en el que se facilitaba el acceso a las personas
económicamente necesitadas a la enseñanza secundaria y a la universitaria, y en
el que se instituía la coeducación en los tres grados de la enseñanza. La
coeducación y el carácter activo y creador eran concebidos como principios
pedagógicos fundamentales.
La coeducación, y, en
general, el proyecto educativo de la II República, tuvo un impacto diferenciado
y específico en las niñas y en las jóvenes debido a que pudieron acceder a la
instrucción pública en las mismas condiciones que los niños, lo que potenció la
igualdad en materia educativa y, con ello, abrió expectativas hasta entonces
desconocidas de acceso de las mujeres a la instrucción, a la vida pública y al
mundo profesional.
A la espera de que se
aprobara la Constitución, en diciembre, el Gobierno tomó, mediante decretos
urgentes, las primeras medidas: se reconoció el Estado plural y las diferencias
lingüísticas (se respeta la lengua materna del alumnado) y al frente del
Consejo de Instrucción Pública que haría caminar las reformas se nombró a
Unamuno.
Los alumnos y las alumnas
salían al campo para estudiar ciencias naturales, se trataron de sustituir los
monótonos coros infantiles recitando lecciones de memoria por el debate
participativo y pedagógico; en muchos casos los niños y las niñas se mezclaron
en las mismas aulas, donde se educaban en igualdad, y se favoreció un tránsito
sin sobresaltos desde el parvulario a la universidad.
Fue una escuela en la que se
educó a los niños atendiendo a su capacidad, su actitud y su vocación, no a su
situación económica. La educación pública recibió financiación para ello, y eso
era algo que la escuela privada miró con recelo.
Todo tenía el aroma
pedagógico de la Institución Libre de Enseñanza, que fue el soporte intelectual
en el que se apoyó la República. Aunque diseñó una escuela más laica.
Se proyectó la creación
paulatina de 27.000 escuelas, pero mientras, los ayuntamientos adecentaron
salas donde educar a los niños. Y a los mayores. Hubo incluso alguna escuelita
en las salas de autopsia de los cementerios. Donde se podía. Entonces las
maestras desempeñaron un papel primordial: enseñaban en sus casas con la subvención
del Ayuntamiento.
Las Misiones Pedagógicas
desempeñaron un importante papel de fomento de la cultura en los pueblos y
aldeas de España. El objetivo de las Misiones Pedagógicas era llevar a todas
las zonas rurales y aldeas aquello que se desarrollaba en las ciudades, para
que disfrutaran de ello como españoles y españolas que formaban también parte
de la sociedad, mediante bibliotecas populares, organización de lecturas,
sesiones cinematográficas para conocer otros pueblos, sesiones musicales de
coros y orquestas, audiciones por radio, exposiciones de arte con museos
circulantes.
Fuente: Esta Unidad didáctica se ha realizado de manera conjunta maestras de FECCOO, FETE-UGT y STESi, con la Colaboración del Instituto de la mujer.
SINDICADAS:http://www.sindicadas.es/pdfs/UnidadMaestrasB.pdf
Fuente: Esta Unidad didáctica se ha realizado de manera conjunta maestras de FECCOO, FETE-UGT y STESi, con la Colaboración del Instituto de la mujer.
SINDICADAS:http://www.sindicadas.es/pdfs/UnidadMaestrasB.pdf
Enlace a: Las maestras de la República - 2ª Parte
Buenisimo post que con tu permiso lo enlazo con el mio para "hacer" memoria histórica.
ResponderEliminarSaludos.
Tienes mi permiso Ysupais.
ResponderEliminarHoy he publicado la segunda parte de las Maestras de la República.
Queda una tercera, donde hablaremos de ellas con nombres y apellidos.
Un saludo.
Me lo llevo al gallo multicolor, a facebook y lo twiteo. Me parece muy importante en este momento. Un abrazo. Es la segunda vez que te robo algo. Si publicas algo de o sobre Neruda avísame.
ResponderEliminarUn abrazo republicano.
Mateo, que todos los robos sean como éste. Tenemos la obligación de difundir esto, y como tu dices, más en momentos como el que vivimos en relación con la Enseñanza.
ResponderEliminarAbrazo republicano.