Lo Último

160. La mujer en la Guerra Civil Española


Combatiendo en el frente de Guadarrama, 1936 - Fotografía: Alfonso



El papel de las mujeres durante la guerra civil no puede ser entendido si antes no realizamos una mirada retrospectiva al proceso que, desde finales del siglo  XIX y principios del XX, demandaba un nuevo status social para el colectivo femenino, que siempre solía ser dejado de lado. Las mujeres no podían participar en la cultura, la economía o la política; por el contrario, debían quedar recluidas en la esfera privada del hogar y, si trabajaban, a una división  sexual y clasista del trabajo. Gran parte de la culpa hay que achacarla a la falta de oportunidades para que las mujeres recibieran una educación escolar y una cultura. La enseñanza pública era algo raro pues la educación en España  estaba monopolizada por la Iglesia.

A comienzos del siglo XX, un 71% de la población femenina de España era analfabeta, frente a un 55,57 % de hombres. La situación mejoró hacia 1930 pero seguía reflejando la desventaja femenina. Los obstáculos que ya encontraba la mujer en la educación primaria y secundaria se hacían mucho más grandes cuando se trataba de la educación superior. Muy pocas mujeres llegaban a la universidad y, aunque a finales de los años 20 encontramos más mujeres en la universidad, prácticamente ninguna ejercía su carrera después de licenciarse.

Junto a las dificultades para recibir una educación adecuada encontramos la discriminación que sufrían en el trabajo. Las desiguales relaciones le imponían la segregación laboral y su discriminación salarial. Las mujeres tenían menos salidas profesionales, recibían salarios más bajos que los hombres y trabajaban en tareas no especializadas y por tanto menos retribuidas. La Iglesia rechazaba que la mujer trabajara pues su papel único y prioritario era el hogar.

Por último, tenemos las dificultades de la mujer en el ámbito social, víctimas de un sistema patriarcal que las discriminaba. Generalmente, rechazaban las normas de género que las confinaban al hogar. Ello era debido principalmente al nuevo rol desempeñado por la incipiente industrialización del país, que les otorgaba un nuevo papel que traspasaba su hasta entonces situación en la esfera doméstica y las catapultaba al ámbito público de la producción, la política y el cambio social. El desarrollo inicial del movimiento obrero posibilitó una cada vez mayor integración femenina en las asociaciones de clase, y su creciente incorporación al trabajo les hizo sentirse partícipes de las reivindicaciones laborales. Por tanto, las mujeres empezaron a identificarse como un colectivo social que demandaba igualdad y derechos políticos.

A partir de la década de 1920 empezó a crearse en España un movimiento feminista organizado. Sus objetivos prioritarios eran la reforma de la educación escolar femenina, facilidades laborales y equiparación de salarios, derogación de leyes discriminatorias y, cosa importante por entonces, demandaba el derecho a voto femenino. Con el fin de la monarquía de Alfonso XIII y el advenimiento de la República en 1931 se concedió el voto a las mujeres, y por primera vez una mujer tuvo acceso a puestos políticos y administrativos de importancia.

Cuando se concedió el voto a las mujeres en 1931, su concesión no se puede atribuir a la presión de los grupos sufragistas, ni a las movilizaciones feministas, tal como había ocurrido en Gran Bretaña y los Estados Unidos. La concesión obedeció más bien a la revisión general de la legislación emprendida con el nuevo régimen. El texto de la Constitución estableció el principio de la igualdad de derechos en su articulo 25. A partir de entonces, aunque la tradicional mentalidad que consideraba el mundo político ajeno a ellas perduró, las españolas gozaron de los mismos derechos políticos que los varones.

A pesar de sus derechos políticos, fueron muy pocas las mujeres que se incorporaron de lleno al mundo de la política. La concesión del voto impulsó un cierto reajuste ideológico respecto al rol político de la mujer y éste condujo al reconocimiento social de su intervención en la política.

Durante los años de la República, la dinamización del asociacionismo femenino fue mayor. También se promovieron numerosas secciones femeninas de partidos políticos . Pero el denominador común de todas ellas fue su carácter subordinado en las estructuras del partido. Otras organizaciones de mujeres se vincularon con el movimiento obrero. Es el caso de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo, creada en 1933 por el Partido Comunista para coordinar la lucha antifascista y organizar el apoyo a la comunidad obrera de Asturias tras la represión de octubre.

Frente a las instituciones oficiales que siempre habían ignorado a las mujeres, surge durante la guerra un interés oficial para que ocupen cargos de responsabilidad. La dirigente anarquista Federica Montseny fue la primera mujer ministra en España. Entre noviembre de 1936 y mayo de 1937 tuvo a su cargo el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social en el gobierno de Largo Caballero y a ella se deben numerosas iniciativas en el ámbito de la asistencia social, la ayuda a los refugiados y la sanidad pública. También se debe en gran parte a ella el proceso definitivo de legalización del aborto que la Generalitat de Cataluña promulgó en diciembre de 1936.


LA MUJER EN LA ZONA REPUBLICANA.

El fracasado alzamiento de julio de 1936 catapultó a las mujeres de la España republicana hacia nuevas actividades en el mundo político y social. Fue la guerra civil la que le otorgó un nuevo rol dentro de la sociedad, actuando de catalizador de la movilización femenina. En el verano de 1936, la figura heroica de la miliciana se convirtió rápidamente en el símbolo de la movilización del pueblo contra el fascismo. Las diferentes fuerzas políticas lanzaron constantemente llamadas a la mujer de cara a su movilización. Oradoras como la Pasionaria (P.C.), Federica Montseny (C.N.T.-F.A.I) o las jóvenes Teresa Pamies y Aurora Arnáiz (J.S.U.) se dirigieron a las mujeres para la incorporación a la lucha antifascista.

Milicianas del Frente

El perfil tipio de la miliciana es el de una mujer joven, con vínculos políticos, familiares o afectivos con sus compañeros de milicias. Actuaron motivadas por su conciencia política y social, sus motivaciones fueron el rechazo al fascismo, y la defensa de los derechos políticos y sociales adquiridos durante la Segunda Republica.

En los carteles de guerra predominaban las imágenes de heroínas combatientes, como representación del sentir obrero de un pueblo enfrascado en una lucha antifascista. Estas imágenes rompían con la tradicional subordinación de la mujer y las reivindicaba portadoras del derecho a la igualdad de condición. Los numerosos carteles de propaganda puestos en circulación durante la guerra presentaron con mucho impacto la imagen innovadora de la miliciana que, vestida de mono y cargando un fusil, marcha con paso decidido hacia los frentes de guerra. Junto a esta imagen heroica de la resistencia beligerante, contrasta la tradicional representación de la mujer victima del fascismo, la madre, defensora de sus hijos que reclama la solidaridad antifascista y desconsolada por la perdida de los suyos que insta a la participación en la lucha.

Durante las primeras semanas de guerra, aunque la mayoría de mujeres coincidieron en canalizar su energía al esfuerzo bélico en la retaguardia, unas pocas se unieron a sus compañeros varones y se enrolaron en la milicia, dirigiéndose a los frentes. Fue el momento de famosas milicianas como Lina Odena, Rosario Sánchez.  Pero, incluso en los frentes, existía un marcado grado de división sexual del trabajo ya que normalmente las mujeres realizaban las labores de cocina, de lavandería, sanitarias, si bien es cierto que muchas lucharon como soldados emprendiendo a menudo acciones de combate.

Obreras en la retaguardia

En los primeros meses de guerra también se produjo una espectacular movilización de miles de mujeres, hasta entonces aisladas de la dinámica socio-política del país, que participaron en la fortificación de barricadas, el cuidado de los heridos, la organización de asistencia en la retaguardia, la realización de servicios auxiliares de la guerra, la formación cultural y profesional, la organización de talleres de costura, como también en el trabajo en los transportes o en las fabricas de municiones. Pasados los primeros meses de euforia revolucionaria, el papel de la mujer fue reorientado de otra manera. La imagen militarista de la miliciana desapareció de los carteles y empezaron a aparecer mujeres en imágenes de tipo mas más tradicional, dedicadas a las tareas típicas de asistencia social. A partir de esto las mujeres fueron las heroínas de la retaguardia, modelo a imitar por todas ellas. Esto llegó a ser un factor importante en las estrategias para movilizar a las mujeres hacia las causas antifascista y revolucionaria. Miles de mujeres se lanzaron a esfuerzos bélicos que iban desde trabajar en fábricas de municiones al voluntariado en servicios sociales, campañas educativas, proyectos culturales y actividades de apoyo a los combatientes. Por tanto, la contribución clave de las mujeres a la lucha antifascista se realizo en la retaguardia, y la consigna acatada por las organizaciones femeninas fue " Hombres al frente, Mujeres al trabajo". La retórica utilizada incluso fue militarizada y se hablo de la incorporación de las mujeres a las "trincheras de producción" , en "brigadas de trabajo" para constituir la "vanguardia de la producción"

Las mujeres representaron una reserva de mano de obra que permitió el mantenimiento de la producción. Hubo frecuentes quejas por parte de las mujeres antifascistas así como de las mujeres anarquistas, por la falta de colaboración y la hostilidad masculina con que los hombres recibieron su incorporación a oficios cualificados y a puestos de trabajo asalariado desempeñados hasta entonces por hombres. Pero prevalecieron los trabajos de tipo asistencial, los de auxilio a los refugiados, heridos, huérfanos de guerra, etc. Organizaron guarderías para los hijos de las trabajadoras, escuelas para los niños refugiados y una extensa red de solidaridad y de apoyo a los numerosos refugiados. Y desempeñaron, por ultimo, un importante papel en la organización de la solidaridad antifascista a nivel nacional e internacional.

Organización de mujeres antifascistas

La movilización popular femenina englobaba a miles de mujeres españolas hasta entonces marginadas de la sociedad y cultura, que se comprometieron en el empeño colectivo de combatir el fascismo. Evidentemente, todo este deseo de renovar los roles de género necesitaba de una serie de organizaciones femeninas que canalizaran el esfuerzo del colectivo de mujeres. Entre las distintas organizaciones surgidas existía una serie de intereses comunes, tales como el acceso a la educación, el trabajo remunerado y el compromiso con el esfuerzo bélico. Las organizaciones antifascistas llegaron a aglutinar más de 60.000 afiliadas en más de 255 agrupaciones locales.

En un principio se formó un frente unido entre las diferentes agrupaciones de mujeres antifascistas, entre las que destaca la Agrupación de Mujeres Antifascistas (AMA), de orientación comunista, que existía antes del alzamiento militar, pero fue durante la guerra cuando adquirió su definitivo impulso. Su objetivo era integrar a las mujeres en la causa antifascista y, al mismo tiempo, promocionar al Partido Comunista de España. Su secretaria general, Encarnación Fuyola, promovía la unión de todas las mujeres como garantía de igualdad de derechos y, aunque lo negaba categóricamente, en realidad buscaba formar un Frente Popular femenino bajo control comunista. La AMA estaba integrada por mujeres comunistas, socialistas y republicanas así como por republicanas católicas vascas. Junto a la Unió de Dones de Catalunya (UDC) y los organismos juveniles, la AMA se convirtió en la organización más importante del momento.

Los programas de estas asociaciones se centraban en la incorporación de las mujeres a la lucha antifascista, la igualdad laboral, la defensa de la retaguardia, la protección de la salud de las madres y de los niños, la mejora de la educación, la cultura, la formación profesional y la asistencia social y la eliminación de la prostitución. La influencia de los partidos comunistas en los movimientos juveniles también era patente. La Unión de Muchachas (UM) y la Aliança Nacional de la Dona Jove (ANDJ) impulsaron las demandas de acceso al trabajo, formación, educación, puestos de trabajo e igualdad de trato con los hombres.

Otros movimientos femeninos de importancia durante la guerra civil fueron la organización de ideología anarquista Mujeres Libres y el Secretariado Femenino del P.O.U.M. Presentaron una identidad política más definida y, a diferencia de la A.M.A., ambas defendieron la necesidad de impulsar una dinámica de transformación revolucionaria en el marco de la lucha antifascista. Mujeres Libres tenía un programa esencialmente cultural y educativo, ayudando a proporcionar a las mujeres una educación básica y cierta formación política que les permitiera tomar parte en las actividades anarquistas. Mujeres Libres ofrecía una identificación clara con el movimiento anarquista, pero manifestaba también originalidad de pensamiento. Abogaba por una estrategia de doble lucha: la social para alcanzar la transformación revolucionaria de la sociedad y la feminista para alcanzar la propia emancipación de las mujeres.

El Secretariado Femenino del POUM (SFPOUM) fue otra de las organizaciones en el amplio espectro político de la España Republicana. Se basaba en programas de educación política e incorporación de las mujeres al trabajo, lo que favorecería el aumento de la producción y la emancipación femenina.

Las relaciones entre las distintas organizaciones políticas acabaron generando una intensa rivalidad política. Era su marcada politización la que impedía un movimiento femenino unido. Mujeres Libres, anarquista, defendía públicamente al SFPOUM frente a la AMA, comunista, lo que era motivo de fricción entre ellas. No existía, una cohesión y una unidad del feminismo con respecto a las cuestiones social y de género. La polarización política obstaculizó la realización de un proyecto común social entre las mujeres republicanas. Posteriormente, fue la derrota republicana en la guerra la que acabó definitivamente con el ideal emancipador de las mujeres.








4 comentarios:

  1. Felicidades Maria por el trabajo bien hecho,agradezco mucho la labor que haces de difusión de nuestra historia que no tuve la oportunidad de conocer en mi tiempo...Besos.

    ResponderEliminar
  2. ¿No sabrás el autor o autora de la fotografía de la miliciana de la CNT?

    ResponderEliminar
  3. Lo desconozco.
    He intentado buscar la identidad, pero el la Red no aparece, o al menos no he podido localizarla.

    ResponderEliminar
  4. gracias por todas ellas y por mi mama <3

    ResponderEliminar