Pablo Esparza / BBC Mundo, 21 mayo 2012
75 años después del viaje, decenas de niños refugiados
-de los que volvieron a España y de los que no lo hicieron- se reunieron en
Southampton para conmemorarlo.
Natalia Benjamin, hija de una maestras españolas que
enseñaba en una de las colonias, es una de las fundadoras de la
asociación Basque children of the 37. Recibe a BBC Mundo en su
estudio de Oxford. Decenas de fotografías muestran niños en blanco y negro,
maletas, despedidas, partidos de fútbol en las colonias, dibujos infantiles...
Natalia es consciente de que el 75 aniversario es
quizá la última ocasión en que los niños se reúnan. Asegura que los pasajeros
del Habana fueron durante años "los olvidados" de la guerra civil
española.
Mantener viva su memoria es el principal objetivo de
su asociación.
El padre de Juanita Vaquer presintió que la guerra se
acercaba y llenó el sótano de la casa de legumbres secas. Pero esas
precauciones no consiguieron burlar el hambre ni evitar las consecuencias del
conflicto.
La guerra civil española comenzó el 18 de julio de
1936 con el golpe de Estado encabezado por el general Francisco Franco contra
el gobierno republicano.
Poco menos de un año después, el 21 de mayo de 1937,
casi 4.000 niños del País Vasco, en el norte de España -entre ellos Juanita, de
8 años y su hermana de 9-, partieron desde el puerto de Santurce, cerca de
Bilbao, con destino a Southampton, en Inglaterra, como refugiados.
Su historia es quizá uno de los capítulos menos
conocidos de la contienda.
"Mi padre fue el que quiso que las dos hijas nos
fuéramos. Yo pensaba que el viaje iba a ser muy interesante, una aventura. Y no
fue", le dice a BBC Mundo, Juanita Vaquer quien ahora tiene cerca de
82 años, en su casa del norte de Londres y cuyo testimonio puede ver en el
video que acompaña a esta nota.
México, Francia, Bélgica y la Unión Soviética ya
habían recibido refugiados que huían del hambre y la violencia, pero hasta
entonces, el gobierno británico los había rechazado bajo el argumento de que ese
gesto iría en contra del pacto de no intervención en la guerra española que
habían firmado las principales potencias europeas.
Bombardeo de Guernica
Pero el 26 de abril tuvo lugar un acontecimiento que
cambiaría el modo en que la guerra en España era percibida desde el exterior. Y
que llevaría a Londres a variar ligeramente sus posiciones: el bombardeo de
Guernica.
Los aviones de la Legión Cóndor alemana, al servicio
del ejército franquista, arrasaron la ciudad, de unos 5.000 habitantes, un lugar
emblemático para la cultura y la política vascas.
El ataque dejó cientos de muertos y muchos lo
consideran uno de los primeros bombardeos indiscriminados contra la
población civil de la historia y un ensayo previo a la guerra
mundial.
"El gobierno inglés no nos quería dejar entrar
hasta el bombardeo. A partir de ahí aceptó niños, pero sin aportar dinero. Todo
correría a cuenta de los voluntarios. E insistieron en que entre los refugiados
que vinieran hubiera un porcentaje representativo del gobierno vasco. Tantos
socialistas, tantos nacionalistas y tantos anarquistas", le cuenta a BBC
Mundo Herminio Martínez, de 83 años, quien viajó con su hermano.
La mañana del 21 de mayo los muelles del puerto de
Santurce eran un hervidero.
Muchos libros de historia sobre la guerra civil
resuelven este episodio en pocas líneas. Los niños con los que habló BBC Mundo
75 años después son conscientes de que aquel embarque cambió sus vidas.
El Habana
El Habana, un buque con capacidad para 400 personas
partió con más de 4.200 pasajeros entre niños, educadores y otra tripulación.
La "expedición a Inglaterra", como se denominó al viaje, había
comenzado.
"Nos metieron al barco. Estaba todo lleno de
críos y no conocíamos a nadie. Nos mareamos todos y una niña cerca de nosotros
se pasó toda la noche gritando que quería volver a casa, que le dijeran al
capitán que volviese que quería volver con sus padres", recuerda Herminio.
Tras dos días de trayecto, el barco atracó en
Southampton.
"En el puerto nos esperaba el Ejército de la
Salvación con una banda de música", apunta Herminio.
"Nos llevaron a un campamento. Y me acuerdo que
había altavoces y decían: 'Hay que hacer cola'. Para comer. Y todos
corriendo", comenta Juanita.
Dos meses después, los niños fueron repartidos por
decenas de colonias distribuidas a lo largo y ancho del Reino Unido.
Fiel a su compromiso, el gobierno no participó en la
manutención de los refugiados, que fue organizada por grupos tan diversos como
los sindicatos de mineros, los cuáqueros y numerosos comités de
ayuda.
Voluntarios británicos
Leonard Palmer tiene hoy 91 años y recuerda cómo
acompañaba a su padre, uno de aquellos voluntarios, a una colonia cercana al
bosque de Epping, al norte de Londres.
"Íbamos en bici hasta los límites de Woodberry en
Epping Forest y les llevábamos una barra de chocolate y cigarrillos. Nosotros
teníamos poco, pero ellos nada. Estoy muy agradecido del tiempo que pasé con
ellos", relata a BBC Mundo.
Al ser enviados a las colonias, el destino de los
niños se separa. Y a partir de ahí, sus experiencias en suelo británico serán
diversas.
Herminio comenzó un peregrinaje que lo llevaría a
Swansea, en Gales, a la ciudad norteña de Leicester, a Margate, en el extremo
oriental… Un periplo que define como "feliz".
Juanita, en cambio, pasó seis años recluida en un
convento católico y todavía siente rabia cuando recuerda el trato que recibió
de las monjas.
"Después de estar en familia y ser felices, para
nosotras fue una cosa terrible. Y además se portaron muy mal", señala.
En principio, la expedición a Inglaterra sólo debía
durar tres meses, pero para la mayoría de los niños se prolongó durante varios
años.
Sólo tres meses
Muchos fueron reclamados por sus familias y regresaron
al acabar la guerra en España, en 1939.
Pero otros, cuyos padres habían muerto, estaban presos
-como en el caso de Herminio-, exiliados o simplemente habían empezado una
nueva vida, permanecieron en su país de acogida.
En 1945, más de 200 continuaban en el Reino Unido.
Juanita fue uno de ellos. Su padre murió en la guerra. Su madre se
volvió a casar pero la situación familiar no era la ideal para que regresara.
Por consejo de las autoridades vascas en el exilio,
decidió quedarse en Reino Unido.
Aquí viven sus hijos y sus nietos y muchos le dicen
que es inglesa.
"Sólo por tres meses… only for three
months. Quién iba a decir que iba a vivir aquí 75 años. Muchas noches me he
preguntado, ¿y si no hubieran matado a mi padre? ¿y si no hubiéramos dejado
España?".
No hay historia más triste que la de los niños exiliados de la guerra. No podemos ver esas imágenes del éxodo sin emocionarse. Luego hicieron sus vidas y fueron o no felices, como lo somos o no lo somos todos, vivamos donde vivamos. Pero la herida permanece en quienes se fueron y quienes se quedaron, aunque muchos hayan apostado por el olvido.
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