Lo Último

479. Madrid 1936



         
                     Madrid sola y solemne, julio te sorprendió con tu alegría
         de panal pobre; clara era tu calle,
         claro era tu sueño.

         Un hipo negro
         de generales, una ola
         de sotanas rabiosas
         rompió entre tus rodillas
         sus cenagales aguas, sus ríos de gargajo.
         Con los ojos heridos todavía de sueño,
         con escopeta y piedras, Madrid, recién herida,
         te defendiste. Corrías
         por las calles
         dejando estelas de tu santa sangre,
         reuniendo y llamando con una voz de océano,
         con un rostro cambiado para siempre
         por la luz de la sangre, como una vengadora
         montaña, como una silbante
         estrella de cuchillos.

         Cuando en los tenebrosos cuarteles, cuando en las
         sacristías
         de la traición entró tu espada ardiendo,
         no hubo sino silencio de amanecer, no hubo
         sino tu paso de banderas,
         y una honorable gota de sangre en tu sonrisa.


         Pablo Neruda.












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