Lo Último

595. El final. La historia de Leonor Ávila Amil y Alfonso Sanz Martín, "El Corneta"


La imagen del cruce del Acebucho posiblemente sea la última que captaron las pupilas de Alfonso Sanz Martín. "El corneta",
donde fue abatido por la Guardia civil el 24 de agosto de 1947


... se cubrirá su memoria con la tierra de la desmemoria
y su muerte será una muerte doble a golpe de balas
y silencio.
 (Cervera 1997:152)


A la salida de la cárcel, Leonor se quedo en Córdoba trabajando de sirvienta. Decidieron que  los abuelos y las niñas marcharan a vivir a Alcolea para poder encontrar trabajo y tranquilidad lejos de las miradas maliciosas y burlonas de algunos vecinos y de la amenaza de que le quitasen a sus hijas. Ya en una ocasión, volviendo de la siega, Leonor se encontró con dos mujeres que se llevaban a sus niñas, sin hacer caso de la madre y disputándose a la mas graciosa, las llevaron a la iglesia y sin más permiso que el que les concedía ser “quienes eran” las bautizaron. Lola, la pequeña era una niña zalamera, divertida y bonita que a sus 5 años no entendía de “rojos” ni de ”nacionales”. La llevaban al casino donde subida en una mesa arrancaba por sevillanas enamorando a todos los que estaban a su alrededor, con una gracia que nadie sabía de dónde salía y una alegría extraña en los tiempos que corrían. Su madre recuerda que siempre estaba hambrienta, pendiente de apurar el plato de su hermana.

Una señora de buena familia que no tenía hijos quedó prendada con la chiquilla. En una ocasión le propuso a Leonor que se la diese, que con ella, la niña tendría una buena alimentación, ropa y que también podría darle una educación cristiana. Fue entonces, cuando ya se lo habían quitado casi todo, que la familia decidió marchar del pueblo.

No sabemos si Leonor volvió a ver a su marido ni podemos  saber tampoco que pasaba por las mentes de los guerrilleros cuando los enlaces de la guerrilla les traían noticias de sus familias, cuando les explicaban que estaban siendo  torturados, encerrados y juzgados. Nadie de los del pueblo en la partida del Romera, que sepamos, sobrevivió para contarlo.

Aquellos años se produjo un aumento de la actividad guerrillera, el PCE en el exilio favoreció la incorporación de nuevos contingentes procedentes de las guerrillas españolas en Francia y  procedieron a la reorganizar las partidas, militarizándolas. El año 1945 en Córdoba se inicio  oficialmente la organización de la 3ª Agrupación del Ejército de la Zona Centro.

“Mario de Rosa” encabezaba la agrupación, Julián Caballero Vacas recibió el nombramiento de Comisario Político, Librado Pérez Díaz "Jorge Clavijo”, la jefatura del Estado Mayor y María Josefa López Garrido "Mojea" era la ayudante del Cuartel General.

Al mando de la 32 división estaba Claudio Romera Bernal socialista que no tuvo ningún inconveniente en unirse a los comunistas aunque manteniendo una cierta autonomía, “asesinos” para los falangistas, como nos dijo en la entrevista de 2012 Miguel Redondo, “Robin Hood” para los desahuciados que malvivían en el pueblo y los cortijos.

El batallón de la 32ª División era al que pertenecía mi abuelo, Alfonso Sanz Martín “El Corneta”.

Corrían malos tiempos para la guerrilla, los mandos franquistas decidieron poner todas sus fuerzas al exterminio de la misma, llegó el llamado “trienio del terror” donde cayeron la gran mayoría de sus hombres.

Terminada la Segunda Guerra Mundial el bando aliado, que había ilusionado a los guerrilleros españoles con la vuelta a la democracia, inmerso como estaba en el miedo al comunismo y en el levantamiento de la destruida Europa, no atacó la Dictadura de Franco como en la España Republicana que resistía en las montañas y ciudades se esperaba, el único dictador fascista que quedaba en la Europa occidental permanecería impune hasta su muerte en 1975.

Los mandos de los diferentes partidos en el exilio estaban divididos, solo el partido comunista apoyaba activamente a las guerrillas, el resto, más preocupado en resistir y en reorganizarse en el exterior, dejo a los “huidos” a la sierra, a los del “monte”, a los guerrilleros por la libertad, solos y aislados. Esta desvinculación y abandono  que ellos leían en los panfletos  que llegaban muy de tanto en tanto a la sierra debió caer como una losa sobre los agotados guerrilleros que llevaban ya casi una década esperando la liberación.

No era fácil la vida en el monte, fuera de algunas acciones especiales de sabotaje a las fuerzas de la guardia civil casi la totalidad del tiempo lo dedicaban a sobrevivir, buscar comida, y resistir. El gobierno franquista en aquellos años dedicó muchos esfuerzos para exterminarlos, creando contrapartidas de guardias, soldados y falangistas que asesinaban y robaban en nombre de los guerrilleros para engañar a la población civil y eliminar las simpatías de la guerrilla. Se puso precio a sus cabezas para conseguir delaciones, eran años de hambre y el dinero era la diferencia entre vivir y morir.

1947 fue el inicio del fin de la guerrilla andaluza en general y de la cordobesa en particular, sobre todo a partir del verano. Fruto de las confidencias del enlace José Martínez "Chunga”, fueron abatidos muchos guerrilleros. El desmantelamiento definitivo del batallón de la 32ª División se produjo con la muerte del Romera el 11 de setiembre de 1948 en una emboscada.

Fruto de las denuncias del  "Chunga”, el grupo de “El Romera” sufrió varias bajas en el otoño de 1947, una de ellas la de Alfonso.

El 24 de agosto había de tener lugar una reunión en el  Cerro del Acebuchoso, sobre la linde de otras dos fincas, “Los Remochos” y  “La Parrilla”. El primero en llegar fue “El Corneta”, probablemente estuvo un tiempo estudiando el terreno antes de acercarse, estaban prevenidos, no en vano en esa misma zona hacia solo unos días, el 21 de agosto, había caído otro miembro de las guerrillas, “Rubio el de Obejo”.

Lo que sigue a continuación fue lo que creo que pudo pasar compuesto por el testimonio oral de tres personas mayores del pueblo en una entrevista el 24 de agosto de 2012 y los relatos de Leonor en sus últimos días de vida.

Los civiles estaban agazapados en las lindes, no tenían mucha visión, la sierra andaluza estaba llena de sombras con aquellos colores rojos y anaranjados que la caracterizaban al bajar el sol. Alfonso y los otros componentes de la cuadrilla venían por parejas, probablemente de la finca de los Remochos donde una mujer, Natividad, los proveía y resguardaba cuando estaban enfermos o tenían problemas. Alfonso, quizás hizo un movimiento que lo delató, o tal vez fumaba y saltándose la prudencia encendió un cigarro, algún guardia nervioso después de horas de acecho escondido entre los matorrales dio el primer tiro sin esperar a ver más guerrilleros,  sonaron varias ráfagas que fueron oídas desde la cercana finca de la Viñuela. 

“El corneta” cayó al suelo, mortalmente herido en el pecho, mientras los civiles se acercaban cuidadosos. El se arrastro sobre su cuerpo maltrecho y resbalo por un terraplén yendo a parar a un arroyo cercano, seco en esa época, allí quedo tendido entre las matas. Sus compañeros que estaban en las cercanías se dispersaron rápidamente al estruendo de los tiros mientras los guardias, con el terreno asegurado, se acercaron a la “pieza”, estaba muerto, nadie tuvo que darle el tiro de gracia.

Se procedió a informar a la comandancia del puesto de Adamuz, el cadáver pasó la noche al raso. Al amanecer, el verano que estaba en su cenit y el calor agobiante amenazaba con deteriorar el cadáver que la guardia civil quería utilizar como ejemplo y amenaza a los lugareños. Se ordenó vaciarle las tripas para conservarlo unas horas más y le volvieron a colocar la camisa encima.

La noticia ya había llegado al pueblo donde las fuerzas vivas decidieron enviar el único coche de la población para recogerlo y bajarlo pero el automóvil no podía subir al cruce del acebuchoso así que mientras lo esperaban en la carretera de Villanueva enviaron a un animal de tiro.

Alfonso bajó a la carretera echado en las aguaderas de un burro y allí fue colocado en el maletero del Buick negro propiedad de Pedro Galán Luque, iba, según testimonios, “terciado” era un hombre “altete” y moreno, le colgaban las piernas y la cabeza, llevaba una camisa y un pantalón de pana “deslucido”.

Llegaron al pueblo, la primera parada fue en el juzgado, donde “elaboraron” la partida de defunción. El buick con su macabra carga estaba aparcado cerca de la acera, la cabeza colgaba del costado del muro, los pies a la calle.

La segunda parada fue el antiguo ayuntamiento donde el guerrillero fue colocado a la derecha  de la puerta de manera que todo el mundo pudiera reconocerlo. Adolescentes y adultos se aproximaban a verlo en ordenada procesión,  algunos a escupirle, otros, temerosos, simplemente a comprobar que realmente era quien decían que era, “El corneta”.  Algunas de las mujeres que se acercaban se tapaban la cabeza con pañuelos negros y al llegar a su lado dejaban ir un suspiro de alivio, esta vez no era su hijo, marido, hermano, vecino.

La tercera parada fue la iglesia, allí estuvo más tiempo expuesto, como ejemplo, custodiado por dos guardias civiles. El párroco de la iglesia salió, cansado probablemente de la algarabía y espetó a los que lo custodiaban  “sacad de aquí a esta persona”,  “no es una persona padre" respondió un civil, "es un rojo”. Dicen que el cura respondió que ni rojo ni verde, que era un cuerpo humano y que como tal debían darle tierra.

Lo cargaron en unas parihuelas trasladándolo al cementerio que estaba cerca, lo dejaron en la mesa de las autopsias, uno de los testimonios con los que hablamos, por aquel entonces con 9 años, junto con otros chiquillos miraban por la ventana del deposito, cuando por la noche lo contó en su casa le costó una paliza. Hecho el trámite de la autopsia, de la que no hay información, lo llevaron a la zona norte del cementerio y lo tiraron dándole una patada, en una zanja que estaba abierta para aquellos “menesteres”. No podemos saber exactamente ni dónde ni cuándo ni cómo fue enterrado ya que el libro del cementerio de la época despareció hace pocos años, ya bien entrada la democracia.

En Alcolea, unos días después, una niña iba al quiosco cercano a su casa a recoger diarios antiguos para forrar sus libros, pronto empezaría el colegio, leía de reojo las noticias, a Araceli le encantaba leer, cualquier cosa, solo por el placer de leer. Una frase en un “bando”  llamó su atención, en el, junto con otros nombres vio el de su padre, Alfonso Sanz Martin, “El corneta” y la descripción de la heroica hazaña, “Abatidos a tiros por la guardia civil”. Salió corriendo y llorando a casa.

Leonor marchó de Córdoba apresurada para ir al pueblo, allí ya no pudo ver nada, su marido hacia un par de días que estaba enterrado, hablo con un paisano, guarda de la localidad, que le explicó lo que había pasado, hizo los trámites para liquidar lo poco que le quedaba a la familia en Adamuz y volvió a Alcolea.

Pocas semanas más tarde, toda la familia, Leonor, los abuelos papa Antonio y mama Dolores, las tías Anita y Cecilia, sus dos hijas Araceli y Lola y su sobrina Vicenta cogieron un tren para Barcelona.

Las niñas recuerdan que llevaban unos trajecitos negros, confeccionados por la abuela, debían ser muy bastos pues Lola recuerda que el vestido le escocía, iban  cargados con los pocos bártulos que podían llevar y marcharon a Barcelona donde tenían paisanos.

No volvieron a Adamuz hasta 43 años después, en 1990, una sola vez, donde en la calle de las Dueñas, delante de la que fue su casa, Leonor fue reconocida por una vecina, estuvo unos minutos hablando con ella y después se dirigió al grupo de familia que la había llevado allí y dirigiéndose a mi padre le dijo, “venga Juanito, vámonos, que aquí no hay nada más que ver”.

Leonor murió en Badalona, Barcelona, en el año 2006, casi sesenta años después de su partida, con 97 años de edad. No sabemos el porqué nunca relató su historia, de hecho, solo pocas veces dio pequeños retazos de ella, pinceladas sueltas en muy contadas ocasiones. En sus últimos meses, con una embolia que decían le había hecho perder la cabeza volvieron los recuerdos, fue entonces entre brumas y sombras cuando llorando hablaba claramente de “su” Alfonso.



FIN


Araceli Pena
Marzo 2012


Segunda Parte: Cautivos y desarmados
Tercera Parte: La dura posguerra
Cuarta Parte:  En el nombre de Dios








2 comentarios:

  1. Gracias María! y Gracias Celi por la historia que nos has regalado. Una bonica història i un bon treball, millor impossible!

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  2. Todo el mérito lo tenéis Celi y tu. Celi ha construido una historia fantástica, no es fácil rascar en los pliegues del corazón. Y tu Lupe, ¿Qué voy a decir de ti? Posiblemente sin ti nada hubiera sido posible.

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