Jorge Semprún
10 de diciembre de 1923 – 7 de junio de 2011
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«Aquí estoy como superviviente de turno, oportunamente aparecido ante esos tres oficiales de una misión aliada para contarles lo del humo del crematorio, el olor a carne quemada sobre el Ettersberg, las listas interminables bajo la nieve, los trabajos mortíferos, el agotamiento de la vida, la esperanza inagotable, el salvajismo del animal humano, la grandeza del hombre, la desnudez fraterna y devastada de la mirada de los compañeros. ¿Pero se puede contar? ¿Podrá contarse alguna vez?. La duda me asalta desde el primer momento.» (La Escritura o la Vida)
María Torres / 7 Junio 2013
Quería ser recordado como «un rojo español», el color del
triángulo con el que fue marcado a los veinte años en el campo nazi de
Buchenwald, con el número de preso 44.904 y la “S” de Spanier en el pecho.
Cerca de diez mil españoles murieron en este campo de concentración, del que
salió Jorge Semprum con 22 años, un 11 de abril de 1945, deshecho, pero
considerándose un hombre con suerte por haber sobrevivido al horror.
Para él la memoria tenía un papel
fundamental porque era sinónimo de identidad. Se debatió durante toda su vida
en la duda de si era español o francés, escritor o político, y decía que solo
con la memoria podía expresar quien era.
Desde hace años descansa para siempre en la
«patria de los apátridas» a la que llegó con quince años, y donde fue enterrado
cubierto por la bandera de la derrotada República española.
Madrileño de nacimiento, nieto del
conservador Antonio Maura, perdió a su
madre a los ocho años a causa de una infección producida por el roce de un
zapato. Esta valiente mujer que hubiera sobrevivido con una pequeña dosis de
penicilina, no tuvo reparos en adornar con la bandera republicana la fachada de
su casa de la calle Alfonso XII de Madrid el 14 de abril de 1931.
Cuando comenzó la Guerra de España se
trasladó junto a sus hermanos a La Haya, donde su padre, el intelectual José
María Semprún Gurrea, desempeñaba el cargo de embajador de la República
española. Al finalizar la contienda, la familia se instalaría en París
iniciando así un exilio que duró toda su vida.
En 1942 ingresa en el Partido Comunista.
Colabora con la Resistencia y es detenido, torturado y deportado a Buchenwald,
donde le asignan un puesto en la “Arbeitsstatistik”, la oficina de Estadística
Laboral. Su trabajo consistía en gestionar el fichero de prisioneros y elaborar
las listas de los que trabajaban fuera del campo. Unos dicen que Semprun
manipulaba las listas para salvar a camaradas de una muerte segura por las
condiciones extremas del trabajo, sustituyéndolos por prisioneros desconocidos,
pero su hermano Carlos lo acusó de haber
sido “kapo” de los nazis.
Tras la liberación regresó a la ciudad de
la luz como un héroe y trabajó para la Unesco hasta 1952, año en que centró
todos sus esfuerzos en la lucha antifranquista a través del PCE, bajo el
seudónimo de Federico Sánchez, formando parte de su Comité Central en 1954 y
del Ejecutivo desde 1956. Entre 1953 y 1962 desarrolló su trabajo clandestino
en España. En 1964 fue expulsado del partido por discrepancias con Dolores
Ibárruri y Santiago Carrillo. El hombre que pasó todos los años de su adolescencia
y juventud esforzándose en ser comunista, que se atrevió a asegurar que la
muerte de Franco no supondría el final de la lucha de clases ni el triunfo de
la revolución comunista, y que era mejor apostar por una transición pacífica, confesó
posteriormente que cuando fue expulsado del Partido se vino abajo un proyecto
de vida que había iniciado en su adolescencia: «La expulsión me
produjo un sufrimiento moral insoportable para el que no había compensación
posible (...) Tuve que reconstruir mi vida entera (...) Ese dejar de ser, ese
no ser, provocó en mí un efecto mayor que la tortura física de la Gestapo».
A partir de entonces se centró en su
carrera literaria y no retomó la política hasta 1988 en que fue nombrado
Ministro de Cultura por el gobierno socialista de Felipe González. Como él
escribió: «Todo me había ocurrido, ya nada podía sucederme».
El niño del exilio, el prisionero de los
nazis, el militante del PCE que llegó a ser ministro, y que encerró su memoria
durante quince años tras recuperar su libertad, falleció en París el 7 de junio
de 2011, cuando contaba 87 años.
Jamás se consideró una víctima del
franquismo, pues decía que las víctimas eran las que habían sufrido pasivamente
la represión. «Es un distingo que hago quizás un poco exagerado, porque
habiendo luchado no se es víctima, sino un actor del proceso histórico y nunca
uno se puede considerar como víctima o como ser pasivo.»
En el año 2010 regresó a Buchenwald, cuando se cumplía el sesenta y cinco aniversario del campo en el que se fraguó la gran tragedia de su vida y del siglo XX. Ya había recuperado la memoria, aunque España seguía/sigue navegando en la amnesia.
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