Hambre
Es verdaderamente angustiosa la situación por la que atraviesa la clase trabajadora de este pueblo austero y luchador.
Es verdaderamente angustiosa la situación por la que atraviesa la clase trabajadora de este pueblo austero y luchador.
Bajo su cielo límpido, de un azul
purísimo, la tragedia del hambre se hace tangible, amenazando hogares y
destruyendo ilusiones. De día en día el número de los parados aumenta
considerablemente. Por doquier llegan a nosotros manos implorantes que confían
en la caridad ajena para acallar las voces temblorosas de sus hijos
hambrientos.
Niños lívidos, macilentos, luciendo
entre harapos la acusación inapelable de sus miembros escuálidos; mujeres
jóvenes envejecidas prematuramente; hombres honrados que sufren en silencio la
vergüenza ignominiosa de un “perdóname hermano”, son escenas que vemos todos
los días.
Estallan odios contenidos, se
recuerdan injurias y ruge la fiera hambrienta en el cubil de su impotencia. El
grito “pan y trabajo” ya no se oye, cansadas las gargantas de repetirlo en
vano. Y la crisis obrera culmina en nuestros días.
Para remediarla se ha establecido un
comedor de caridad, pero es insuficiente. Los parados engrosan las listas de
manera alarmante y todos no pueden participar de sus beneficios.
De seguir así, será necesario
condimentar alimento para el pueblo entero.
¿Es que todos en Espejo gimen bajo
las garras fatídicas del hambre?
¿Por qué entonces centenares de
personas retornan del comedor a sus hogares, con el estomago vacío y el rencor
en sus pechos?
¿Acaso la tacañería y el abuso
pretenden pescar en el rió revuelto del desconcierto actual?
A mis oídos han llegado dos relatos,
opuestos en un todo, que refleja fielmente la situación tristísima de nuestro
pueblo.
Uno de ellos trágico y doloroso, cual la humanidad misma. El otro, cínico como la realidad imperante:
Uno de ellos trágico y doloroso, cual la humanidad misma. El otro, cínico como la realidad imperante:
Relato primero
Una casa humilde de obrero. Un
matrimonio y cinco hijos que piden pan. El marido ha implorado vanamente la
caridad de sus semejantes y regresa dolorido, abrumado por el peso de aquel
desvió. Las criaturas claman inútilmente, desgarrando con sus gritos las
entrañas de su madre que llora. El hombre cavila. En estas circunstancias se
dibuja en el dintel de la puerta la silueta de otro trabajador que con su
bestia cansina, transporta el hato de un cortijo cercano. Y con él el pan tan
ansiado. Corre el padre infeliz. Lo detiene, le pide dos panes y ante la
negativa del hatero, los toma por su propia cuenta. A la hora escasa, la
guardia civil en cumplimiento de un deber como consecuencia de una denuncia,
presentada legalmente, procede a la detención del ladrón, entre los gimoteos de
la esposa y los ojos asombrados de los muchachos que se preguntan llorando, que
delito ha podido cometer su padre.
Relato segundo
Otro hogar humilde. Pero aquí los
hijos no lloran, ni piden acuciados por la necesidad. Un matrimonio con
idénticas características que el anterior; mas éste ha comido bien y la
satisfacción brilla en sus semblantes. ¿La causa? Hace pocos días mataron su
marranito y su despensa no está vacía. Además, aún le quedan unas gallinas en
el corral para casos extremos. Eso es todo… Llega una vecina. Viene desolada. Se
ha terminado la comida en el comedor de caridad y solo dan pan para remediar el
hambre. El marido sonríe. Sale y al momento vuelve con dos panes bajo el brazo.
A la noche se ahorrarán una peseta con cuarenta céntimos que tanta falta hacen
en estos tiempos de penuria. Su mujer le felicita. Ha tenido un buen acuerdo.
La guardia civil no va a buscarle como el del anterior relato…
Y los verdaderamente necesitados
sufriendo en silencio tanta injusticia.
José de Aris
Espejo. Febrero de 1933
Fuente: De Castro ero y
bailar no sepo
Un relato de 1933 y parece tan vigente actualmente... El número de parados y paradas aumenta, las familias sin ingresos también... Siempre somos los más necesitados los que sufrimos las injusticias y, además, ahora también en silencio gracias a una ley del neofranquismo que nos amordaza la boca
ResponderEliminarAsí es Mar. No hay como tirar de hemeroteca para ver que no hay grandes diferencias.
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