«Cuando
vayas a hacer la guerra
a
los enemigos.al ver los caballos
y
los carros, no los temerás»
(Deut. 20, 1)
I
Dentro
de poco tiempo
doblarán
las campanas. Marcharemos
en
filas apretadas, paso a paso,
con
la cabeza hueca. Llevaremos
lindos
gorros azules, y la gente
dirá,
cuando nos vea: ¡Qué bonito,
ya
vienen los soldados!
Porque
será bonito
caminar
y cantar, y ser herido,
sepultado
en la tierra, entre explosiones,
convertido,
de pronto,
en
una espiga, en una flor, en nada.
Sí,
será
muy
bonito. Nunca
tendremos
miedo. Iremos
a
la guerra, y venceremos.
Por
algo nos lo dicen cada día.
II
Y el soldadido - uno, dos - se fué.
La
guerra estaba lejos, pero
en
su ánimo no pesaban las distancias.
Completamente
decidido
a
morir o a vencer,
acariciaba,
por la noche, insomne,
su
pequeño bastón de mariscal.
Adelante,
adelante. La patria, la cultura,
la
civilización, todo detrás de ti,
empujándote.
Y así
día
tras día, semana
tras
semana, siempre,
siempre
adelante.
¡Oh
muerte, retrocede
a
tu oscuro dominio!
Para
alcanzar el triunfo,
el
soldadito llega, con los suyos,
y
ataca al enemigo
-
según las instrucciones recibidas -
con
gorro y escopeta.
III
Todo
pasó. Fué breve
y
no se pudo remediar. Dijeron
que
hiciésemos dos filas. Nos llevaron,
caminando
otra vez, a otro lugar.
No
teníamos gorros. No cantábamos
nunca.
Caminar, caminar,
pero
esta vez sin patria, sin cultura,
todas
aquellas cosas que decían.
Ahora
estamos aquí. Tres comidas
al
día. Hacemos puentes
para
los que nos mandan. No entendemos
nada
de lo que ocurre. Pero dicen,
tenéis
que construír, y construímos.
José
Agustín Goytisolo
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