«Es que a lo largo de nuestra
historia
nos han matado, más que hemos muerto»
«Cuesta sangre y lágrimas de plomo
aceptar tanta muerte
y perdonar al verdugo
y al sol por no romperse en mil
pedazos
ante el fin de los mundos...»
Victoriano Crémer
María Torres / 27 Junio 2015
Recordamos a Victoriano Crémer Alonso
en el aniversario de su fallecimiento. Poeta,
periodista, ensayista y narrador, decía que «un hombre sin recuerdos es un hombre sin historia». Antes había sido vendedor de periódicos, peón de
campo, amanuense, mancebo de botica, tipógrafo. Intentó y consiguió a lo
largo de su vida plasmar sus recuerdos y perfilar la Historia que le tocó vivir
y padecer. No tuvo una vida fácil, pero siempre supo levantarse tras la
caída. Su palabra fue su única arma durante los años de infamia.
Afiliado a la Confederación Nacional del Trabajo de León, colaboró en numerosas publicaciones libertarias, siendo procesado en julio de 1932 por el artículo «Complots», publicado en Solidaridad Obrera de La Coruña: «Cuando habléis de la CNT y de sus hombres, cuando pretendáis atravesar los umbrales de ese santuario, dejad en la puerta vuestro calzado y lavad vuestros pies, que es tan inmaculado su recinto que podíais enlodarlo con vuestra suciedad» (V. Crémer a los gobernantes republicanos. «Complots», Solidaridad Obrera, núm. 134, La Coruña, 5-VIII-1933, pág. 1).
No sería la primera ni la única vez.
Un año más tarde, en agosto de 1933, publicó en el periódico La
Tierra un texto en prosa poética sobre la brutal represión desatada
por el gobierno republicano en Casas Viejas titulado Vía Crucis (Romance obrero), que resultó galardonado con un premio literario
dotado con 300 pesetas, al mismo tiempo que se le incoaba expediente militar finalmente resuelto nulo gracias a las gestiones del capitán de infanteria Juan
Rodríguez Lozano, abuelo de José Luis Rodríguez Zapatero.
Secretario del Ateneo Obrero Leonés durante la
República y miembro del Partido
Sindicalista de Ángel Pestaña, nada más producirse el golpe militar contra la
República es encarcelado en la prisión de San Marcos («la más cruel, espantosa y sucia cárcel de la
tierra»). Allí coincidió con el capitán Rodríguez Lozano, su defensor,
que sería fusilado por los golpistas el 18 de agosto de 1936.
Crémer logró librarse de la muerte en varias ocasiones.
Fué acusado también de ser seguidor del falangista disidente Manuel Hedilla y
trasladado a la prisión de Puerta Castillo: «La primera vez que me sacaron de la Celdona para fusilarme en compañía de varios compañeros de
destino, registré perfectamente los datos de la muerte: Nos habían colocado
contra una de las tapias del patio, uno al lado del otro, formando un friso de
silenciosos fantasmas, de acongojados pre-muertos. (...) Y sonó la descarga...
Y fue entonces, en esa rapidísima porción de tiempo, que no es ni tiempo
siquiera, desde que sonó la explosión de los fusiles hasta la muerte prevista,
cuando se me proyectó la estampa completa, agitada, de mi vida (...) La
tragicomedia había terminado. Nos volvían a las celdas como resucitados...»
Fruto de su dura experiencia carcelaria nos dejó un
libro sobrecogedor: El libro de San Marcos, que él mismo definió como "el testamento
conmovido de un superviviente" y donde narra:
«Habíamos
perdido para ellos y para nosotros toda personalidad. No éramos nada. Ni
siquiera sabían qué hacer con nosotros. Nos sentíamos más que aterrorizados,
anulados. Éramos culpables de algo que no entendíamos, pero que nos impulsaba,
por instinto a la propia destrucción.»
«Los millares de hombres encerrados
solamente nos manteníamos en vida sostenidos por un finísimo hilo traidor,
sin querer admitir que, en resumidas cuentas, vivíamos para morir de mala
manera o si se prefiere, moríamos de asco, de golpes, de hambres, solamente por
vivir, por sobrevivir… Quien no haya muerto alguna vez no sabe la enorme
presión interior que el hombre es capaz de soportar. No estalla, porque lo que
envuelve al ser humano son corazas superpuestas… Para llegar a la sangre hay
que cavar hondo… Nosotros sabíamos lo que era morir de noche, porque nuestros
guardianes jugaban a matarnos con fingimientos espectaculares. Nos fusilaban de
mentira contra los tapiales del patio. De esas pruebas volvíamos a las celdas
muertos».
En 1938 obtiene la libertad con la condición de que
trabaje como periodista para los franquistas y es enviado como soldado a los
frentes de Aragón y Levante. Después vendría el trabajo en Proa,
periódico creado por el Movimiento.
Fue uno de los fundadores en los años cuarenta de Espadaña. Revista de poesía y crítica, cuya línea editorial era el compromiso político y social. En ella vió la luz la poesía de autores opuestos al régimen franquista, autores de la poesía desarraigada de la posguerra, que se rebelaron contra la poesía promovida por el franquismo.
Tenía sesenta años cuando recibió el carnet de periodista.
Falleció el 27 de junio de 2009, con
102 años y convertido en el poeta más longevo de España.
Hasta su ultimo día de vida publicó
una columna en el Diario de León titulada «Crémer contra Crémer» y nos
dejó un último testimonio en Los cuadernos de la pelea, libro que
escribió durante el último año de su vida: «Caí en San Marcos, aquel Hospital para los pobres de
Cristo, convertido por desgracia para nosotros, los pobres de Cristo, en campo
de Concentración de seres llamados a mal morir y tal vez, por designios
auténticamente milagrosos, para salvar el bache de la muerte. El campo-prisión
en que para tantísimas crueldades fue convertido, llegó a contar con una
ocupación de ciudadanos, cazados a tiros o a lazo por los guardianes y los
militantes y bufones, que se aproximó a los seiscientos acogidos. Luego muertos
hasta conseguir una cifra de un millón de muertos a todos los efectos y mediante
tantas maneras de matar como miembros del sistema o mecanismos de la muerte se
había previsto. La novela de la persecución y muerte de este millón de
inocentes está por escribir. Estas líneas solamente pretenden ser un grito en la
oscuridad».
El amor y la sangre
“Borradle. Labraremos la paz, la paz, la paz,
a fuerza de caricias, a puñetazos puros…”
Blas de Otero
Blas de Otero
El amor sube por la sangre. Quema
la ortiga del recuerdo y reconquista
el ancho campo abierto, la ceniza
fundadora, que la brasa sostiene.
la ortiga del recuerdo y reconquista
el ancho campo abierto, la ceniza
fundadora, que la brasa sostiene.
El amor es herencia de la sangre,
como el odio, su amante, y se
mantienen
íntimos, besándose, nutriéndose
de sus dobles sustancias transmitidas.
íntimos, besándose, nutriéndose
de sus dobles sustancias transmitidas.
Nada podrá arrancarles de su abrazo:
La espada, el hielo, el tiempo, con
sus filos
mezclarán sangres, que, lluviosamente,
germinarán odios, amor o nuevas sangres.
mezclarán sangres, que, lluviosamente,
germinarán odios, amor o nuevas sangres.
¿Cómo decir:
-“Aquéllos, que nunca conocieron
la sangre derramada, que separen
el odio del amor y reconstruyan
las viejas catedrales de la dicha…”
la sangre derramada, que separen
el odio del amor y reconstruyan
las viejas catedrales de la dicha…”
¿”Aquéllos”?, ¿son acaso otros que
los murientes
trasvasados, hechos de sangre
antigua?
No es posible lavarse el alma ni las manos
cuando fluye hacia ellas sangre y olor a sangre.
No es posible lavarse el alma ni las manos
cuando fluye hacia ellas sangre y olor a sangre.
Si ha de hacerse el amor, será con
sangre
trepadora, quemante, conocida,
pura sangre del odio, amante impávido
que el amor fecundiza.
pura sangre del odio, amante impávido
que el amor fecundiza.
Si ha de hacerse la paz…
-¡Callad, campanas!,
¡Ved la tierra, la tierra, que resume
su tempero sangriento y le convierte
en paz, en paz, a puñetazos puros…!
su tempero sangriento y le convierte
en paz, en paz, a puñetazos puros…!
Victoriano Crémer
El amor y la sangre, 1966
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