Buenaventura Durruti Dumange
(León, 14 de julio de 1896 - Madrid, 20 de noviembre de 1936)
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Durruti y yo hemos sido amigos de la infancia, hemos
sido compañeros y hemos sido hermanos, ¿me comprendéis? Apenas habíamos dejado
de mamar, mucho antes de ir a la escuela. Éramos vecinos. Mi madre murió muy
joven, yo tendría entonces siete u ocho años, y la madre de Durruti me alojó en
su casa; con ellos estaba como en mi propia casa.
Y creo que ella le dijo a Pepe, porque para nosotros
era siempre Pepe, simplemente Pepe, Pepe Durruti; le debió decir: El Florentino
ahora no tiene madre. Quizá sea por eso me quiso tanto, más que a un mero
compañero de juegos, más bien como a un hermano, era como un hermano para
él.
En la escuela Durruti era muy aplicado, estudiaba
mucho. Ya éramos un poco mayores, y un día el maestro llamó a su madre y le
dijo: «Su hijo ya no aprende nada nuevo aquí, pierde el tiempo. Si me permite,
yo considero que tiene cualidades para estudiar otras cosas, es muy
inteligente.»
Pero no estudió; prefería trabajar. Además, ¿sabéis
qué clase de niños éramos? Éramos balas perdidas. Los vecinos decían que éramos
incorregibles, que no había esperanza, que de nosotros no saldría nada bueno,
que éramos unos degenerados, bandidos o algo así.
¿Por qué lo decían? Lo decían porque nosotros íbamos a
las huertas, sobre todo Durruti, que siempre quería repartirlo todo. Hasta que
un día el dueño de una gran finca, allí mismo en León, nos pilló y nos
dijo: «¡Oye, tú [nos tuteaba], tú, fuera de ahí!» Y Durruti me dijo: «Mira a
este tío.» Y él: «¿No habéis oído?» Y Durruti le contestó: «Sí, hemos oído.» Y
él: «¡Anda, corre!» Durruti le respondió: «No tengo prisa.» Y dijo el dueño:
«¡La finca es mía!» Y Durruti le preguntó: «¿Y dónde está la mía? ¿Por qué no
tengo ninguna?» «¡Los voy a apalear!» «Haga la prueba y verá lo que le pasa.»
Así recogíamos las frutas, yo, él y algunos otros. Pero casi siempre las
regalábamos, nos gustaba hacerlo. Durruti no podía hacer de otro modo, siempre
lo distribuía todo.
Durruti nunca siguió estudios superiores. ¿Qué podía
hacer? Por aquel entonces nos mandaban a trabajar a los catorce años para
ayudar a la familia con un poco de dinero.
Su padre trabajaba en los ferrocarriles del Norte, y
así pudo acomodar a su hijo en los ferrocarriles, a los dieciséis o diecisiete
años. En aquel tiempo aquello era una bicoca. Porque representaba un jornal
seguro, un trabajo seguro, y de mecánico.
Antes de entrar en el ferrocarril, había estado en
otros talleres de León; a los catorce años trabajó en el taller de Miaja, donde
conoció por primera vez a los obreros asturianos. También ellos hablaban de
cuestiones sociales, y Durruti los escuchaba con atención, porque se daba
cuenta de las injusticias. Estos trabajadores venían de muy lejos, de Asturias,
y cuando querían comer alguna vez con su mujer y sus hijos, en su casa, tenían
que ir y volver a pie el fin de semana.
Florentino Monroy
Testimonio recogido en el libro de Hans Magnus
Enzensberger El Corto Verano de la Anarquía. (Vida y muerte de
Durruti)
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