Blas Infante Pérez de Vargas (Casares, Málaga, 5 de julio de 1885 - Sevilla, 11 de agosto de 1936)
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En todas las regiones o nacionalidades peninsulares, se observa un incontrastable movimiento de repulsión hacia el Estado centralista. Ya no le vale resguardar sus miserables intereses con el santo escudo de la solidaridad o unidad, que dicen nacional.
Aún las regiones que más aman la solidaridad, como sucede
a Andalucía, van dándose cuenta de que los verdaderos separatistas son ellos:
los que esparcen recelos con relación a pueblos vivos, como Cataluña o
Vasconia, por el delito horrendo de querer regir por sí sus peculiares
intereses. ¿Qué diríais de un individuo o de una familia o de un pueblo
cualquiera, que afirmara su voluntad de vivir, de regir su patrimonio, de usar
de su propia lengua, de dictar reglas privadas para el gobierno de su propio
hogar y que afirmara al mismo tiempo su deseo de solidarizarse con los demás
individuos, familias, ciudades o pueblos, manteniendo la unidad o la sociedad
para los fines sociales, como la representación exterior, como los servicios y
negocios que no sólo a unos de ellos, sino que a todos por igual afectan?.
¿Ibais a ser tan dementes que llamaseis al individuo o pueblo que así obrara,
egoísta, criminal o antisolidario?. Pues esto hacen hoy los centralistas con
las regiones que quieren desarrollar su propia vida fuera de la acción negadora
de un Estado incapaz.
El Estado oligárquico las ataca, porque precisamente
esas regiones quieren proceder a la reforma de su organización para hacer
compatible la libertad y el derecho de todos y para estar representados todos
dignamente.
Del mismo modo calumniaron y vejaron también, esos
Poderes, a Portugal, y Portugal huyó fuera del seno de la familia hispana. Esto
hicieron con la América del Sur y la América del Sur repugnó la solidaridad,
sustrayéndose a la tiranía de la metrópoli; esto hicieron con Cuba y Cuba buscó
apoyo contra España en la libre Norte América; esto quieren hacer ahora con las
regiones que llaman separatistas; enconando con respecto a ellas, odios y
diferencias afectivas, antecedentes del disgregamiento. A un individuo se le
encierra en una prisión y, como pueda, de ella se escapa; a una familia, como
sucede en nuestros municipios andaluces, se la persigue por el cacique, se le
niegan los medios de vivir con justicia y dignidad y se alejará, como tantas se
alejan, maldiciendo del municipio, de la manada de hombres cobardes que tales
crímenes conscientes. Con este procedimiento se desintegrarán todas las
nacionalidades vivas de Hispania. No podrán contener sus ansias de libertad la
acción opresora de los poderes centrales, porque éstos ninguna esencia representan
y los nacionalistas de todas las regiones van movidos por una fervorosa esencia
de liberación, siendo impotentes las armas y los ejércitos todos ante la fuerza
avasalladora, incontrastable, que expansiona los ideales de liberación
oprimidos.
Andalucía quedará sola. Las demás nacionalidades van
afirmándose y Andalucía se verá también en la necesidad de vivir por sí; es
decir, de procurar su propia vida y progreso, si no quiere ser vilipendiada más
que lo fuera hasta ahora.
Andaluces: Andalucía es una nacionalidad porque una
común necesidad invita a todos su hijos a luchar juntos por su común redención.
Lo es también porque la Naturaleza y la historia hicieron de ella una
distinción en el territorio hispánico. Lo es también porque, lo mismo en España
que en el extranjero, se la señala como un territorio y un pueblo diferente. La
degeneración de Andalucía será la de todos vosotros. Un pueblo abyecto y
cobarde es un mero compuesto de individuos indignos y cobardes también.
Nosotros, por esto, estamos fundidos con aquella
expresión de la Asamblea Regionalista de Ronda que proclamó a Andalucía como
una realidad nacional, como una patria (patria es un grupo humano que siente
las mismas necesidades y ha de trabajar por satisfacerlas en común), como una
patria viva en nuestras conciencias.
Por eso también, queremos hacer efectiva la
prescripción del artículo primero de la Constitución Andaluza, votada por
la Asamblea Federalista de Antequera de 1883, que aspiró a constituir en
Andalucía “una Democracia Soberana y Autónoma”, la cual subvenga exclusivamente
a las necesidades desatendidas de este territorio y al progreso particular de
sus habitantes. Por eso nos hemos determinado a dirigir a los Poderes Centrales
la siguiente petición:
Los que suscriben, interpretando las aspiraciones de
los andaluces conscientes, los cuales no se encuentran representados por las
Diputaciones y los Ayuntamientos andaluces, Municipios caciquistas, granjas de
los oligarcas de Madrid, al Presidente del Consejo de Gobierno, con todo
respeto, piden:
1º. - Que al reformar la Constitución española en
sentido autonómico, no se prive de este Derecho a la Región Andaluza, a la cual
deberá otorgársele una soberanía igual en la intensidad a la solicitada por la
Mancomunidad catalana, en su mensaje último al Gobierno.
2º. - La facultad de constituirse en Democracia
autónoma, ordenadamente, organizando sus Poderes legislativos, Ejecutivo y
Judicial, siguiendo para ello la orientación sugerida por la constitución para
Andalucía tomada en consideración por la Asamblea Federalista de Antequera de
1883 y por la Asamblea regionalista de Ronda de enero de 1918, en la forma que
acuerde una Asamblea, convocada al efecto, de los Municipios andaluces,
integrada por representantes elegidos por sufragio directo.
No se rechace por extemporánea esta petición,
arguyendo que no está Andalucía capacitada para usar su libertad. Este es el
argumento que se usaba para defender la permanencia de la esclavitud
individual, alegando que los esclavos no estaban capacitados para ser hombres
libres.
No habiendo sido jamás Andalucía entregada a sí misma
desde la conquista y dominación cristiana que vino a absorber nuestros jugos
vitales y a esterilizar nuestro genio creador, no puede decirse que sea
Andalucía incapaz de regirse bajo las nuevas condiciones. Cuantas veces fue
libre, creó nuestra Región las únicas maravillosas civilizaciones que existieron
en España. En su último período de libertad, el andaluz salvó de la barbarie
europea la cultura occidental e inspiró a Europa la civilización con que cuenta
hoy en el mundo.
No se conteste que para conceder la autonomía a este
Región, necesitaría tener primero conciencia de su personalidad. La
personalidad de Andalucía, no obstante la negación que de ella hiciera la
bárbara dominación, se destaca hoy más poderosamente que la de ninguna otra
nacionalidad hispánica. Para tener conciencia o visión clara de su personalidad
sólo necesita de soledad para sentirla, de facultades para liberarlas.
Andalucía no es un pueblo de locos y de imbéciles incapacitados. Su incapacidad
no es más que el yugo caciquil a la que la oligarquía de Madrid la somete,
impidiéndole pensar en una capacidad que no habría de poder ejercer bajo el
yugo del cacique que Madrid le impone.
La tiranía económica y política que se hubo de
desarrollar desde la conquista de este pueblo, no puede parangonarse con la que
pasó sobre pueblo alguno del mundo. Los andaluces oprimidos perdieron la
esperanza de su libertad y aún se olvidaron de ella. Pero esto no quiere decir
que, si llega el caso de ejercerla, no puedan demostrar los que después de
tiranizados, vilipendiados fueron, que, si hubo un pueblo creador en España,
este pueblo fue el de Andalucía, como lo patentiza su historia, enterrada por
los dominadores y desenterrada hoy por muchos de sus hijos entusiastas, los
cuales se sienten inspirado por la grandeza de la región.
3º.- La facultad de dicha Asamblea constituyente para
poder conceder a los Municipios andaluces la autonomía más amplia.
No creemos a los Poderes Centrales hoy constituidos,
capacitados para variar el régimen de organización general, por lo cual, en
forma alternativa, para el caso de que así se entienda por el Gobierno, pedimos
que éste, dándose cuenta de su situación y del peligro que para la futura
federación hispánica supondría la concesión de autonomías singulares o la
actitud de ciertas nacionalidades, quienes justamente habrán de tomar por si la
libertad que se les niega, aconseje al Poder Regulador la convocatoria de
Cortes Generales, en las cuales, representadas todas las regiones, puedan
pactar la federación española.
Todos los andaluces deben adherirse a esta petición,
bien dirigiéndose a los Poderes Centrales directamente, bien remitiéndonos su
adhesión.
Cuando os inciten a luchar contra las regiones
hermanas, luchad por la libertad de Andalucía. Queremos libertad porque los
Poderes Centrales jamás resolverán nuestros urgentes problemas. Planteados y
resueltos los tenemos en nuestra Constitución de 1883.
Queremos resolver el problema del hambre en Andalucía,
convirtiendo al jornalero en labrador y concluyendo con el latifundio y la
barbarie de los terrenos por cultivar. Para esto, conforme a lo votado por la
Asamblea Regionalista de Ronda, aspiramos a absorber en beneficio de la
comunidad municipal el valor social del suelo, negando la propiedad privada de
dicho valor; constituyendo con él la Hacienda natural del Procomún, asegurando
la permanencia en la posesión privada de los cultivos, edificaciones y mejoras
de los terrenos y librando de toda contribución o gravamen dichos cultivos,
edificaciones o mejoras, así como toda manifestación del trabajo individual
sobre las tierras.
Queremos que cada Municipio tenga la obligación de
mantener un establecimiento de intermediación comercial de los artículos de
consumo, el cual, sin perjuicio de las iniciativas privadas, vendrá a
socializar así esta manifestación de la actividad, establecimientos que
constituirán como cooperativas municipales de consumo. Queremos que los
Municipios exploten por sí empresas de todo orden, agrícola e industriales,
sosteniendo granjas y montando fábricas y talleres, dejando libre la iniciativa
individual para el que quiera emplearla en estos fines.
Por la municipalización del valor social del suelo y
el establecimiento forzoso de cooperativas municipales de comercio y por la
explotación de empresas y entidades agrícolas municipales vendríase a operar la
socialización de todas las actividades, sin perjuicio de la iniciativa
particular, que podría seguir desarrollando sus potencialidades. Imposible
sería a un particular competir con una empresa municipal, por lo cual se
operaría la socialización y quedaría al mismo tiempo libre la actividad
particular y, por tanto, con incentivo para explorar los campos nuevos. Esta
solución armoniza todas las creencias y es la verdadera orientación que es
necesario seguir para resolver los que se consideraban insolubles problemas
sociales, los cuales vendrían a quedar reducidos a problemas de administración.
Queremos excitar el nacimiento de la conciencia
colectiva municipal y concluir con el ominoso caciquismo:
1º.- Por la libertad económica, que vendrá como
consecuencia de la aplicación de las anteriores prescripciones.
2º.- Por el establecimiento del sistema de democracias
puras suizo, consagrando el derecho de petición y las iniciativas de los
vecinos: por la obligación general de todo Ayuntamiento andaluz de discutir los
asuntos importantes del Municipios en lugares como plaza pública, con turnos de
intervención y discusión para el pueblo.
3º.- Por la autonomía de cada pueblo o municipio,
incluso para dictar, con sólo las anteriores limitaciones y el respeto a los
derechos individuales, sus respectivas constituciones políticas y sus leyes
electorales.
Queremos crear en cada cabeza de partido andaluz,
escuelas prácticas de Artes, de Agricultura y de Ingeniería, en armonía con las
necesidades de la Región.
Queremos dotar de absoluta autonomía a los Centros de
Enseñanza; instrucción gratuita en todos sus grados y la enseñanza obligatoria
impuesta son severas sanciones.
Queremos que el Estado Regional mantenga un ejército
de maestros y profesores, con pensiones periódicas en el extranjero, los cuales
sirvan las escuelas y Centros docentes de la Región, aportando a ellos los
alientos civilizadores de Europa. Queremos que el Estado Regional mantenga un
ejército de médicos e higienistas, que cuiden de la salud de los necesitados y
velen por la salubridad de los municipios y de la Región.
Queremos la reforma de los Códigos arcaicos españoles,
amoldándolos al carácter andaluz y a la expansión de los espíritus libres.
Queremos dignificar a la mujer esclavizada por un
bárbaro Derecho que tuvo en Roma su inspiración y que repugna al genio humano y
generoso de Andalucía, la cual, cuando fue libre, aún bajo el régimen musulmán,
dotó a sus mujeres de consideraciones, libertad y respectos similares a los que
hoy gozan en los países más progresivos del mundo. Queremos reconocer conforme
los artículos 14 y 15 de dicha Constitución, la independencia civil y social de
la mujer. Toda subordinación que para ella establezcan las leyes quedará
derogada desde la mayoría de edad.
Queremos la justicia gratuita y la derogación de las
leyes procesales civiles actuales y su sustitución por el arbitraje obligatorio
y el establecimiento de un cuerpo de Magistrados asesores, encargados de los
Registros civiles de personas o cosas.
Queremos el establecimiento de los Poderes
Legislativos, Ejecutivo y Judicial, conforme a lo prescrito en dicha
Constitución, a saber:
- Cámara legislativa compuesta de diputados de
población y profesionales o de clase.
- Ministros designados por el Parlamento.
- Poder Judicial independiente, a cargo de un Tribunal
Supremo.
Andaluces: Para esto queremos nuestra libertad; para
hacer de Andalucía un pueblo como siempre fue; el más civilizado y feliz de
Europa, el cuerpo de ejército más esforzado de los creadores de la civilización
o de la vida.
Manifiesto Andalucista de Córdoba (Extracto)
Córdoba, 1 de enero de 1919
Blas Infante.
Por el Centro Regionalista Andaluz de Jaén: Inocencio
Fé, Emilio Alvárez, Juan García Jiménez, Manuel Rosi (Secretario).
Por el Centro Regionalista Andaluz de Córdoba:
Dionisio Pastor, Eloy Vaquero, Francisco Azorín, Francisco Córdoba.
Texto acordado por el Directorio Andaluz de Córdoba,
el día 1º de Enero de 1919 y refrendado por la Asamblea Autonomista reunida en
Córdoba el 25 de marzo del mismo año.
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