Compañeras y compañeros:
No vengo a tratar de cuestiones de carácter
provincial. Voy a hablar en términos generales de los problemas del país,
considerando que en momentos difíciles como los actuales todos los elementos
tienen sobre sí la responsabilidad de lo que ocurra. Ya sé que mis palabras van
a causar asombro y que quizá parezcan indiscretas a los acostumbrados a hablar
con eufemismos. Pero ha llegado el momento de hablar con toda claridad.
Tenemos que hacer constar que se nos llamó por los
republicanos para derrocar la Monarquía porque ellos se consideraban débiles
para realizar esta obra. Nuestro deber de partido revolucionario, al vislumbrar
la posibilidad de acabar con el régimen absolutista, era no negarnos a
colaborar y con todo entusiasmo fuimos al movimiento.
La Monarquía cayó. Cayó por el empuje de unas
elecciones municipales. Mucha gente, y sobre todo en el extranjero, elogió
aquel sentir típico de España, que el 12 de abril se desembarazaba de los
obstáculos tradicionales pacíficamente. Pues yo os digo que este movimiento
pacífico que entonces nos pareció digno de alabanza, fue el primer error de la
revolución española. Y ahora nos encontramos con que el enemigo retoña y hoy
vuelve a poner en peligro la vida de la República.
Tenemos ya una experiencia. El pueblo español ha visto
que en vez de agradecerle su gesto pacífico quiere volver a sojuzgarle de
nuevo. No les extrañe que si la historia se repite y es preciso volver de nuevo
a un movimiento revolucionario, éste no sea pacífico. Y la culpa será de ellos.
Nosotros hemos cumplido nuestros
compromisos
El Partido Socialista fue al Gobierno provisional en
minoría con unos compromisos a cumplir. Nosotros los hemos cumplido todos. Es
más. Hemos consentido que algunos de los aliados no los cumplieran. Y todo
porque la segunda República no cayese como cayó la primera. Pensamos entonces
ser la más fuerte base de la República y creímos que nuestro deber era
consolidarla. Y por eso aceptamos desde el Gobierno provisional que se
convocaran unas Cortes inmediatamente. Ese fue el segundo error de la República
española.
Fuimos a unas Cortes, prematuramente, antes de hacer
la revolución, para que luego la hubiera sancionado el parlamento. (Ovación.)
Que no extrañe a nadie que si otra vez nos vemos en
parecidas circunstancias, el pueblo se acuerde que fue un error ir tan
precipitadamente a la convocatoria de un Parlamento.
Los políticos republicanos no
representan a nadie
Sólo se han levantado las protestas contra nosotros
cuando han comenzado a aplicarse las leyes sociales. Pero, ¿se creían que
nosotros íbamos al Gobierno a defender simplemente los intereses partidistas?
¿No era nuestro deber triunfar en favor de la clase obrera? Eso fue lo que
hicimos. Pero la legislación no se cumplía, y, sin embargo, lo toleramos. Y
toleramos después una obstrucción parlamentaria sin precedente. Lo toleramos en
aras de la convicción de que la República era necesaria para que la clase
trabajadora pudiera prepararse para ir más allá. Y entonces comenzó la campaña
de descrédito y de injurias. Esos que han hecho tal campaña son los que, no
tardando mucho, vendrán a pedir ayuda para defender la República. (Aplausos.)
Pero yo les preguntaría: ¿Para qué nos batís si dentro
de poco habéis de venir a pedirnos ayuda? Pensadlo bien. ¿No comprendéis que en
España no representáis nada? (Ovación.)
Y no representáis nada porque no tenéis detrás a la
masa obrera consciente. Pensadlo, porque os hago constar que la República no se puede sostener sin los socialistas; que no podréis gobernar sin los socialistas. Os habéis precipitado a
hacer unas elecciones porque creíais que los votos que nosotros habíamos
obtenido eran de los republicanos. Pero en cuanto se ha disuelto el Parlamento
habéis podido ver que eso era falso. Que
la masa obrera está hoy más que nunca con los socialistas. (Voces del público: ¡Sí! ¡Sí!)
Y si pudierais no celebraríais las elecciones, por que
sabéis que los socialistas vamos a aumentar nuestra representación
parlamentaria. (Ovación.)
La lucha política no está desligada
de la lucha económica
Los políticos superficiales no se dan cuenta de una
cosa que ocurre ahora y que no ocurría en la primera República. Y no es otra
sino que entre el proletariado y la burguesía, la lucha económica y la lucha
política van unidas. Los obreros luchan diariamente contra sus patronos para
mejorar su situación económica. ¿Cómo pensaba nadie que pudieran dar el voto a
sus explotadores? (Aplausos.)
¡Ah!, eso no lo habían tenido en cuenta. Ahí el error
de los republicanos.
Creen que la lucha política está desligada de la lucha
económica y que el obrero puede llegar a colaborar con su patrono en la
actividad política. Ahora, en estas elecciones, van a salir de un error, que,
por otra parte, les va a costar muy caro.
Los radicales están facilitando la
vuelta de la Monarquía
La candidatura que forma el frente antimarxista está
compuesta por fascistas, monárquicos y los republicanos conservadores y
radicales. ¿Qué diferencia hay –pregunto– entre los unos y los otros? Ninguna.
En cierto modo, los últimos son peores, porque los radicales son los que están
facilitando la vuelta de la Monarquía. No hay más que ver quién ha defendido a March en
las Cortes. No hay más que ver quién es el ministro radical que ha dicho que no
se podía pedir la extradición de un hombre que ha cometido un delito común.
Además, los radicales han estado en colaboración con los promotores de los
sucesos del 10 de agosto. Hay declaraciones, de las cuales me ocuparé
extensamente en momento oportuno, en las que se denuncia que Lerroux y Sanjurjo mantenían relaciones.
(Ovación.)
Y el primero de esos dos hombres es el que dice que
los socialistas tienen todos antecedentes penales. Puede que sí. Pocos
socialistas significados dejamos de tenerlos. Pero él debía tenerlos por otras
causas distintas a nosotros. (Ovación.)
Una candidatura como la
que presentan esos elementos no puede votarla la clase obrera.
La política que tienen
que hacer el Partido Socialista y la UGT
Es preciso que desde
este momento la clase obrera organizada en el Partido Socialista y en la Unión
General de Trabajadores, hagan una política suya, propia, exclusivamente
socialista. Ya sé yo que por esta actitud van a surgir dificultades en el
movimiento político del país. Ellos son los responsables. Cuando vayamos el
Parlamento no puede esperar de nosotros más que una política netamente
socialista; una actitud de no votar nada, absolutamente nada que pueda
perjudicar a los trabajadores. (Ovación.)
Absolutamente nada. Ya
verán lo que significa esa posición socialista. Y ya verán cómo la minoría
socialista llevará al Parlamento el programa nuestro y defenderá las mejoras
que los trabajadores pidan.
En ese instante todos
se unirán contra nosotros. Pero les diremos: Si no consentís que por medio del
Parlamento obtengan los trabajadores sus reivindicaciones, nos echáis fuera de
la legalidad y demostráis que el Parlamento no es el mejor sistema para llegar
a los fines que nos proponemos. (Ovación.)
Porque la clase obrera
no se va a contentar de aquí en adelante con simples leyes. Tiene el propósito
de luchar por la conquista del Poder político, y no vale que esta manifestación
mía la tergiverse los enemigos. Lo decimos nosotros francamente. Vamos por todo
el Poder político. (Ovación.)
Hay que crear unos
instrumentos de gobierno eminentemente socialistas
Al hacer estas
manifestaciones no nos conformamos con pensar que va a haber en el banco azul
dos ministros socialistas. No basta con eso para gobernar. Os lo dice un hombre
que ha estado sentado en el banco azul dos años y medio. Sólo por estar en el
banco azul no se gobierna. Hacen falta otros elementos. Hay que tener todos los
gobernadores socialistas. Hay que tener el Poder judicial, que hoy está en
manos de la burguesía. Y todos los medios coercitivos del Estado. Pero no los
resortes de Gobierno creados por la Monarquía, sino los que instaure el propio
Poder socialista. Es preciso, para que haya un Poder socialista, tener en la
mano todas las palancas del Gobierno. Se dirá: «¡Ah, ésa es la dictadura del
proletariado!» Pero, ¿es que vivimos en alguna democracia? Pues ¿qué hay hoy
más que una dictadura burguesa? ¿De quién es hoy el ejército, la fuerza pública
y el resto de las instituciones del Estado, sino de la clase burguesa? Y hay
más. Esa clase burguesa dispone de las máquinas, de las tierras, de los medios
de producción. Y cuando ve que la clase trabajadora se revela contra esa
situación, dispone de resortes para condenarla al hambre.
Todo el poder político
para la clase obrera
Por eso declaramos que
no estamos dispuestos a seguir en esta situación. Queremos tener todo el Poder
político, como lo ha tenido hasta aquí la burguesía. Y no se nos diga que la
clase trabajadora no sabe gobernar. Aquí, en este Municipio, tenéis un ejemplo
en pequeño. Y, excluyéndome a mí, ¿no ha habido en el Gobierno ministros
socialistas? ¿Lo puede hacer ningún otro mejor que lo han hecho ellos? Es
preciso vencer esa superstición, por la cual, incluso algunos de nuestros
compañeros, se consideran inferiores a los hombres de la burguesía. Ocurre como
cuando va un fanático a la iglesia: el lujo y las joyas le deslumbran y cree
que está ante algo sobrenatural. Pero si hay un audaz, un decidido que aparta
telas y joyas, se ve que tras del oropel no hay más que madera. Pues algo así
ocurre con muchos hombres de la clase burguesa.
Queremos la igualdad
económica para que pueda haber una clase trabajadora culta
Se nos ataca porque
vamos contra la propiedad. Efectivamente. No ocultamos nuestro pensamiento.
Vamos a echar abajo el régimen de propiedad privada. Se nos ataca diciendo que
somos enemigos de la familia y a esto contestamos: enemigos de la familia son
ellos, que deshacen las familias obreras, obligando a los niños y mujeres a
trabajar intensamente, explotando a los hombres, y condenando así al hambre a
la mayoría de los ciudadanos. Queremos los socialistas una familia como
nosotros la concebimos: libre de trabas económicas. Queremos también mantener
el orden. Son ellos, nuestros detractores, los que provocan el desorden cuando
lanzan sobre los trabajadores que reclaman sus derechos el peso de la fuerza
pública. No somos tampoco antipatriotas. No les es fácil ser antipatriotas a
quienes dejan el sudor de su frente en la tierra, minas y fábricas, mientras
los explotadores se llevan el producto de su trabajo al extranjero. (Ovación.)
Nosotros queremos la
igualdad económica. Que haya, una sola clase de trabajadores; que produzcan
todos y todos disfruten por igual. Y queremos una clase trabajadora culta. Pero
esto no se logra con muchas escuelas, sino poniendo a los individuos en
condiciones económicas para poder mandar a ellas a sus hijos.
El paro obrero es la
gangrena del capitalismo. Vamos hacia la revolución social
Nosotros creemos que el
paro obrero es una consecuencia del régimen capitalista, y que no se puede resolver más que con el socialismo. El paro obrero es la gangrena que
derribará al capitalismo. Por consiguiente, la
aspiración del Partido Socialista no es la de ganar las elecciones para tener
el gusto de arrebatar, nada más que porque sí, el triunfo a las derechas, sino
para inaugurar una nueva etapa revolucionaria.
Es preciso que la
República llegue a todos los ciudadanos, y para ello tiene que ser una
República social y no burguesa. Tardaremos más o menos, pero no ocultamos que
vamos hacia la revolución social. ¿Cómo? (Una voz del público: Como en Rusia.)
No nos asusta eso.
Vamos, repito, hacia la revolución social. Y yo digo que la burguesía no
aceptará una expropiación legal. Habrá que expropiarla por la violencia.
(Ovaciones)
¿Cómo vamos a esperar
de una clase burguesa que se opone a unas simples leyes sociales que vaya a
consentir que se la expropie? Mucho dudo que se pueda conseguir el triunfo
dentro de la legalidad. Y en tal caso, camaradas, habrá que obtenerlo por la
violencia.
Estamos, de hecho, en
plena guerra civil
Ya han iniciado los
enemigos la guerra, y dicen por boca de Gil Robles que si el Parlamento no les sirve irán contra él. Pues
bien. Nosotros respondemos: vamos legalmente hacia la evolución de la sociedad.
Pero si no queréis, haremos la revolución violentamente. (Gran ovación.)
Esto, dirán los
enemigos, es excitar a la guerra civil. Pongámonos en la realidad. Hay una
guerra civil. ¿Qué es si no la lucha que se desarrolla todos los días entre
patronos y obreros? Estamos
en plena guerra civil. No nos ceguemos, camaradas. Lo que pasa es que esta
guerra no ha tomado aún los caracteres cruentos que, por fortuna o desgracia,
tendrá inexorablemente que tomar. El día 19 vamos a
las urnas. Pero es fácil. Basta con tener voluntad. Más no olvidéis que los
hechos nos llevarán a actos en que hemos de necesitar más energía y más
decisión que para ir a las urnas.
Combatiremos a la
reacción en las urnas primero; después, en la calle
Sabemos los pasos que
dan los elementos contrarrevolucionarios. Estamos al tanto de sus movimientos.
Todavía no tienen fuerza suficiente para dar el golpe. Pero si lo intentan, el
solo intento es suficiente para que la clase obrera se decida a dar el paso
decisivo, cueste lo que cueste. Digo
esto a los hombres y a las mujeres: si viene el fascismo, vuestras vidas serán
más trágicas que en la actualidad. Y yo os advierto: mujeres, estáis en la obligación de impulsar a
vuestros hombres a que cumplan sus deberes. Figuraos lo que
sería, compañeros, si triunfara la reacción. Eso hay que evitarlo. Primero, en
las urnas. Luego, en la calle. (Ovación.)
¿Excitación al motín?
No. No es eso. Simplemente decirle a la clase obrera que debe prepararse bien
para todos los acontecimientos que ocurran, y el día que nos decidamos a la
acción, que sea para algo definitivo que nos garantice el triunfo sobre la
burguesía.
Si se atreven contra
nosotros, estamos decididos a todo lo que sea
Si sacamos de las urnas
lo que yo espero, es seguro que las derechas intentarán actos, al paso de los
cuales tendremos que salir. Y en ese momento, mujeres, no detengáis a vuestros
maridos. Dadles ánimo. Sólo con eso no se atreverán nuestros enemigos a atentar
contra la libertad de la clase trabajadora. Y si se atrevieran, estamos
decididos a todo lo que sea. (Ovación prolongada.)
Insisto en esto en
cuantos actos de propaganda celebro, porque, por desgracia o fortuna, me he
equivocado pocas veces cuando he presentido ciertos acontecimientos. Y si en
España no somos decididos y audaces, va a venir una situación trágica para la
clase trabajadora. Dirán
que todo esto es producto de la indignación. Pero yo afirmo que lo es del
convencimiento. Por eso hago, en todos estos actos, cuanto es posible para
tonificar el espíritu de los trabajadores; para levantarle, con objeto de que
nos encontremos dispuestos a todo.
La República está en
manos de gentes que, llegado el caso, no la defenderían
¿No habéis leído la
evasión de March? ¿No sospecháis que puedan evadirse otros? ¿No habéis
leído que acaso están a punto de volver a España varios generales? ¿No sabéis
que la República está en menos de gentes que, llegado el caso, no la
defenderían? Si por cobardía hay quien entrega el Poder al enemigo, como en el
año 1923 lo entregó García Prieto, a Primo de Rivera, la clase obrera lo impedirá. ¿Cómo? Como ya dije en
Zafra. Por los medios que sean. No titubeéis. En cuanto veáis que alguien
intenta un golpe de Estado, salid inmediatamente a la calle. Todos
disciplinados, sí. Pero que esa disciplina no nos acarree una derrota por
cobardía o por negligencia. Si alguien intenta, repito, un golpe de Estado
salid a la calle inmediatamente. Y ése será el principio de la República
social, en la que se realice la igualdad económica. Tenemos que luchar como
sea, hasta que en las torres y en los edificios oficiales ondee, no una bandera
tricolor de una República burguesa, sino la bandera roja de la Revolución
socialista.
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