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1808. Viaje a la aldea del crímen XXVIII. (Final)

Azaña en el juicio contra Rojas en 1935  (Foto: Dubois)



Regreso a Madrid. Pleito parlamentario entre verdugos

El regreso fue por el mismo camino que fuimos. Utilizando el trimotor postal de Sevilla a Madrid. Pero ni era posible ya el juego de imaginación con el tiempo, ni la fruición de la velocidad. Después de lo que habíamos visto, sólo se nos ocurría pensar que el avión postal, con sus tres motores y sus recias alas, podría quizá habilitarse para bombardeo algún día. En Madrid encontramos un silencio cuidadoso y precavido. El Parlamento laico estaba disfrutando sus vacaciones de Navidad. Tardó todavía en reunirse quince días, durante los cuales, estas denuncias se hicieron públicas. Al reanudarse las tareas se planteó en el Parlamento tímidamente la cuestión, para dar pretexto a que el Gobierno hablara y tranquilizara la conciencia de los diputados. En cuanto el jefe del Gobierno y el subsecretario de Gobernación expusieron a su manera y de modo fraccionario y contradictorio su visión de los hechos, la Cámara concedió un voto de confianza al Gobierno socialista-republicano.

Naturalmente, el Gobierno lo había negado todo. Pero una fracción de la oposición pidió que sé designara una Comisión investigadora. El Gobierno se negó; pero a fuerza de insistir, y en vista del ambiente nacional creado alrededor de los sucesos de Casas Viejas, tuvo que acceder. La Comisión confirmó todas las denuncias. Entonces, el Gobierno declaró que no sabía nada.

Se enzarzaron Gobierno y oposiciones en un pleito en el que éstas lograron no sólo demostrar que el Gobierno estaba enterado, sino que había dado órdenes concretas sobre el caso de los fusilamientos. Los pormenores de los debates no interesan. Era, en definitiva, un pleito entre verdugos, donde se trataba de ventilar si las ejecuciones habían sido realizadas correctamente o no.

He aquí, en pocas líneas, la conducta de la República socialista ante los hechos: el Parlamento apoya y justifica al Gobierno, El Gobierno disculpa, rehabilita y defiende a las fuerzas represoras — Guardia civil y de asalto—. Éstas han asesinado a los campesinos hambrientos de Casas Viejas, defendiendo a los terratenientes feudales, monárquicos. La fuerza pública, el Gobierno, el Parlamento y la República socialista asesinan á los campesinos de Casas Viejas y confirman su sumisión ante los feudales terratenientes andaluces, qué hasta producirse la tragedia fueron monárquicos y combatieron a la República, y que ahora, agradecidos por la sangrienta represión, ingresan en los partidos republicanos.

Todo el aparato de la falsa democracia republicana se ha puesto en el Parlamento, en el Gobierno civil de Cádiz y en el pueblecito ensangrentado de Casas Viejas, al servicio del señor feudal, latifundista, católico y monárquico.

Entre los comentarios que los diputados de la mayoría ministerial hicieron a la exposición de la tragedia de Casas Viejas, destacó mucho éste:

—¡Sensiblerías y ventajitas!

A la mentalidad de ese diputado corresponde también la frase de aquel guardia de asalto:

—Está asomando la pestaña un manús...

Que se creyó en el caso de disculparse ante el juez con esas palabras antes de disparar sobre un campesino.

Menos mal que los socialistas siguen diciendo que ésta es una República democrática regida por intelectuales, y que desarrolla «una alta política». Claro que todo eso es compatible con el contento y la satisfacción con que los terratenientes andaluces monárquicos y feudales se acercan a los partidos republicanos y a los socialistas «dispuestos a colaborar con entusiasmo». «Ante todo, la Patria», como decía el jefe de los guardias en la plaza de Casas Viejas, antes de dar los tres vítores. Lo demás, la pugna parlamentaria de los partidos burgueses sobre Casas Viejas, no es sino lo que decíamos antes: una disputa entre verdugos ante los cadáveres calientes aún de sus víctimas.



Madrid, febrero de 1933.


Ramón J. Sender
Viaje a la aldea del crimen (Documental de Casas Viejas),  1933







2 comentarios:

  1. Lo importante no es lo que hagas sino lo que se sepa y quien lo sepa.
    Al menos así piensan quienes buscan el poder para eludir la responsabilidad y no para asumirla.

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