Nacen flores para ti Salvador
Dentro del corazón, por las cumbres y los valles
Tu luz iluminará
Para siempre la libertad
Joan Isaac
Asumirás la voz de un pueblo,
y será la voz de tu pueblo,
y serás, para siempre, pueblo.
Vicent Andrés Estellés
Salvador Puig Antich, 26 años, condenado a muerte por un tribunal
militar, ratificada la sentencia por el Consejo Supremo de Justicia Militar,
fue ejecutado en la cárcel Modelo de
Barcelona a las 09:40 horas del 2 de marzo de 1974 mediante estrangulamiento por
garrote vil. Una argolla rompió su
cuello cuando el verdugo hizo girar una llave. Fué la última vez que se utilizó
el garrote vil en el Estado español.
Cuentan que cuando Franco ordenó la
ejecución de Salvador Puig Antich, Joan Miró «llamó al Papa para que intercediera ante Carmen Franco y se pudiera
parar la ejecución».
«Ya sabéis que esos criminales asesinaron al anarquista
Salvador Puig Antich con el garrote vil, un sistema medieval que desde hace
años ninguna nación utiliza en el mundo. Anteayer nos hemos reunido en el
Moulin de la Galette, recogimos bastante dinero; pero ninguna campaña ablandó a
Franco, ni tan siquiera la intervención del Papa.»
Pero Miró hizo algo más: un tríptico en homenaje a Puig Antich. Un trabajo iniciado hacía unos años pero que Miró terminó y lo rebautizó después de la ejecución: La esperanza de un condenado a muerte. Un tríptico en el que según los expertos el artista captó la atmósfera trágica latente en la sociedad. Llenó su obra de fondos blancos, líneas gruesas y firmes, manchas, salpicaduras y puntos como balas.
«Hace años,
en una tela grande pinté un trazo, un trazo blanco pequeño; y en otra, uno
azul. Y llegó un día... cuando le dieron garrote a ese pobre muchacho
catalanista, Salvador Puig Antich. Sentí que era eso. El día que le mataron.
Terminé el cuadro el día que le mataron. Sin saberlo. Su muerte. Una línea que
se iba a interrumpir. Es un tríptico, que llamé L’espoir du condamné a mort.
Quiero que esas tres telas se queden en Barcelona, en la Fundación. No fue, de
ninguna manera, una coincidencia intelectual. Una coincidencia un poco
mágica... no sé bien cómo llamarla.»
«(...) ¡Terrible fue
aquel año que precedió a la muerte de Franco, y terribles aquellos
fusilamientos!
- ¿Es eso lo que quiere
reflejar (tal como obra en la exposición de Madrid) en la sorda, dramática y
litúrgica escena que usted titula Tríptico de la esperanza de un condenado a
muerte?
- Eso, exactamente eso,
aunque de forma inconsciente y un tanto profética. Suene o no a inmodestia, le
diré a usted que siempre he tenido algo de profeta. No deja de ser extraño y
significativo que yo concluyera ese tríptico el día mismo en que dieron garrote
a aquel pobre muchacho catalanista, Salvador Puig Antich. Terminé el cuadro el
mismo día que lo mataron, sin que yo
lo supiera: una línea negra sobre un fondo blanquecino: una línea negra como un
hilo que alguien corta por la fuerza y sin piedad.
- La relación entre estas telas y el
drama de Puig Antich no era buscada al comienzo?
- No, era en absoluto una coincidencia intelectual. Sino una coincidencia
un poco mágica ... como os lo diría?»
Francesc Català-Roca captó en una imagen a Miró místico y de espaldas, sentado frente al tríptico:
«Yo estaba
haciendo unas fotografías de sus obras en la habitación contigua y al alzar la
vista observé como se sentaba frente a las telas y descubrí que si yo me
situaba a su altura, con su cabeza tapaba una bombilla encendida de la que se
expandía una especie de aura. No se enteró y capté aquella enigmática imagen.
Lo cierto es que también se la hice porque él mismo me contó una anécdota sobre
una broma que le había ocurrido un día en Barcelona en el que un grupo de
amigos le tomaban por lelo. Resulta que mientras tomaban café en un bar de las
Ramblas, sus amigos se pusieron de acuerdo diciéndole que le pasaba que tenía
como un aura. Él pensó que se lo decían por sus cabellos. Lo cierto es que le
tomaban el pelo, se burlaban de él, y esta fotografía me recuerda aquella anécdota.»
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