Es
frecuente pensar que los hechos ingentes de la Historia, para aparecérsenos
como tales, han necesitado el transcurso de muchos años y que, sin la
perspectiva del tiempo, nos sería difícil verlos. Esto es cierto -en parte- porque toda visión requiere distancia. Pero no podemos aceptarlo como verdad
absoluta, sin exponernos al peligro de dejar pasar estos hechos sin reparar en
ellos, incapacitándonos para verlos más tarde con lejanía. Muchos pretenden
cegar para no ver el incendio, y piensan que podrán más tarde describirnos sus
vivas llamas merced al análisis de las cenizas. No. Nuestro deber de hoy es ver
lo actual como podamos, y pintarlo como lo vemos, sin que nos apesadumbre el
pensar que otros pudieran verlo mañana mejor que nosotros. No olvidemos tampoco
que los ojos futuros cegarían para estos hechos, si nuestros ojos se hubieran
empeñado hoy en no verlos. Otrosí: En la boca del león muerto hacen panales las
abejas; mas de la fuerza del león no hemos de juzgar por esos panales.
«El
Quinto Regimiento». Mucho mejor todavía que me sonaban, siendo niño y
estudiante, las palabras «tercio viejo de Flandes», o las evocadoras de hechos
de la antigüedad clásica, como «falange macedónica», suenan hoy a mis oídos de
viejo estas dos voces: «quinto regimiento», de suyo tan inocuas, pero, por obra
de la historia que estamos viviendo, tan cargadas de significación que, sin
ellas, no podríamos señalar nada profundo y verdadero en la guerra de
España, la guerra actual que a todos apasiona.
Huelga
decir que el Quinto Regimiento, en su acepción estrictamente militar, no existe
ya: él mismo fue, voluntaria y abnegadamente, a fundirse y a disolverse dentro
del gran Ejército Popular de la República. Pero, con mucha más razón que los
viejos monárquicos gritaban al fallecimiento de sus soberanos: el rey ha
muerto, ¡viva el rey!, muchos de nosotros, al saber que ese grupo de
héroes, dando una prueba sublime de disciplina y de modestia, se integraban a
una más vasta organización militar, que él mismo había contribuido a formar,
gritamos conmovidos: ¡viva el Quinto Regimiento!
El
Quinto Regimiento es el nombre con que el Partido Comunista español popularizó
el instrumento de lucha, consagrado a combatir al fascio, desde el mismo día
(19 de julio) en que fue fundado, en una reunión inolvidable, a que asistieron
los comandantes Carlos, Castro, Barbado, Heredia; algunos miembros del Partido
Comunista, «Pasionaria», José Díaz y Francisco Antón. Tal es la célula fecunda,
destinada a convertirse muy pronto en perfecto organismo.
El
Quinto Regimiento fue, en verdad, popular desde sus comienzos. El pueblo con
certero instinto lo hizo suyo, lo acogió con amor y entusiasmo. ¿Por qué? La
respuesta es fácil: el pueblo -en el pueblo entramos todos, sin distinción de
clases, cuantos sentimos el destino común a los hombres de nuestra raza- sabe
muy bien lo que nace para la vida y lo que nada destinado a la muerte. En esto
no suele engañarse. Ello explica muchos aparentes milagros de la Historia. El 2
de mayo un motín callejero llevaba dentro toda nuestra guerra de la
independencia del movimiento arrollador que hizo palidecer, primero, y que
abatió más tarde el poder del primer capitán de su siglo. La salida de Juan
Martín de su oscuro pueblo, seguido de dos hombres, es un comienzo tan humilde
como fecundo de la gesta inmortal de nuestros guerrilleros. El Quinto
Regimiento -no lo olvidemos- que nace con 500 hombres en los primeros días de
la guerra, se disuelve en enero de 1937 con 139.000 hombres, repartidos y
encuadrados en los frentes de Madrid, Extremadura, Andalucía y Aragón... ¡Todo
un ejército fiel al modesto nombre de su origen! ¡Todo un ejército que nace en
el pueblo, el pueblo lo nutre y acrecienta, y al pueblo se reintegra, una vez
creado como perfecto organismo de combate, sin que ni en un solo momento de su
historia gloriosa se prestase a ser un instrumento en manos de la
ambición!
El
primer comandante en el Quinto Regimiento fue Enrique Castro; siguióle -en el
orden del tiempo- Enrique Líster; el comandante Carlos J. Contreras fue desde
su fundación comisario político. Entre sus jefes figuran también Modesto
Guilloto, «El Campesino» (Valentín González), los hermanos Galán, los coroneles
Moriones, Heredia y Brillo; los tenientes coroneles Nino Nanetti y López
Tienda, muertos heroicamente; Gustavo Durán, Toral... Cito no más estos nombres
gloriosos, porque así cumple a esta breve noticia, prefacio de un trabajo más
extenso que me propongo hacer; pero deploro al citarlos no haber aprendido a
escribir en bronce.
En
la barriada norte de Madrid y en la calle de Francos Rodríguez, amplia vía
moderna de la ciudad, en cuyas últimas casas se otea el austero paisaje del
Guadarrama, tenía el Quinto Regimiento su casona de rojo ladrillo. Allí residía
su Comandancia. Algún día, cuando Madrid se reconstruya, no sabemos qué nombre
tomará esta calle; pero seguramente allí comenzará un nuevo Madrid, con parques
de pinos y encinares, que no termine hasta llegar a un gran balcón frente a la
sierra, la sierra donde el viejo Madrid escribió con sangre dos palabras
imperiosas: ¡No pasarán! Dice José Herrera Petere, en su reciente y admirable
epopeya de la guerra Acero de Madrid (muy otro acero, en verdad, que el
medicinal que se administraban las damas opiladas en tiempos de nuestro Lope de
Vega) que hubo de ensancharse la puerta del cuartel rojo de la calle de Francos
Rodríguez. Salían de allí, dice, expediciones para todas partes, mas no por eso
quedaba silencioso el cuartel. Había colas en él para alistarse, para recoger
armas, para hacer la instrucción. Colas para dar, para darlo todo, y para no
pedir nada: las cosas más generosas del mundo.
Sí,
tiene razón Petere. Y con él hemos de estar acordes muchos de cuantos escribimos
hoy sobre la guerra. Por fortuna, pasaron los tiempos en que los hombres de
pluma preferían cohonestar con el ingenio lo estrambótico -disfrazar la
tontería humana para que los tontos no la reconozcan por suya- a aceptar con
sincero aplauso una verdad bien señalada, que habla a la conciencia de todos.
Fue aquello, en efecto, un río generoso, una humana corriente altruista. Y fue
corriente y cauce (el Quinto Regimiento), ímpetu popular, frenado por un
concepto de la disciplina y de la eficacia no menos popular.
Convendría
no olvidar nunca, cuando se habla de la obra del pueblo, toda la parte que en
ella pone la inteligencia y la cautela. Cuando se evoca al río popular, apenas
si se piensa más que en sus posibles desbordamientos. Se olvida el amplio y flexible
lecho por donde corre, sus esclusas y compuertas y las acequias, regatos y
atanores que conducen y distribuyen sus aguas. Se piensa que lo popular en
España es la anarquía, en el sentido peyorativo de esta palabra. Yo he pensado
siempre precisamente todo lo contrario. Siempre creí que, sin la más directa
intervención del pueblo, nada completo, nada fuerte, nada orgánico y vital
podríamos realizar. Lo anárquico en España es siempre señoritismo, en el mal
sentido -si alguno hay bueno- del vocablo. En el Poema del Mío Cid, esa gesta
que escribió un hombre de la altiplanicie de Castilla fronteriza con los reinos
moros de Aragón, no hay más señoritos propiamente dichos que los Infantes de
Carrión, yernos de Rodrigo, los «héroes» del Robledo de Corpes. Contra ellos
luchamos, como creo haber demostrado en otra ocasión. Todo lo demás, empezando
por el Campeador, es pueblo, hondamente pueblo y, por ende, el elemento
constructor y fecundo de la raza.
El
Quinto Regimiento surge de una iniciativa del Partido Comunista español, pero
el Partido Comunista español (os habla un hombre que no está afiliado a él y
que dista mucho en teoría del puro marxismo) es una creación españolísima, un
crisol de las virtudes populares, entre las cuales figura nuestro don de
universalidad y nuestra capacidad de amor más allá de nuestra fronteras. Nada
tan español, nada tan popular -reparadlo bien-, nada tan
sinceramente nuestro como esa honda simpatía, como ese amor fraterno que siente
hoy España, la España auténtica, por el pueblo ruso y por los hombres de otros
pueblos, que han venido a verter su sangre por una causa humana, generosa y
desinteresadamente, al lado nuestro. Los que se dicen defensores de la cultura,
y bombardean el Museo del Prado, la pila bautismal de Cervantes y el sepulcro
de Cisneros, los hoy llamados fascistas -yo creo que el mote les viene todavía
ancho-, los que han abierto las puertas de su patria a las codicias
totalitarias, son, en cambio, los mismos que trabajaron siempre por aislarnos
del mundo. Ellos son los descendientes de aquellos mayorazgos en corte, que
gastaban sus fortunas en adular a la realeza, mientras los pobres segundones
descubrían y conquistaban América; ellos -todo hay que decirlo- son los que más
de una vez hicieron fecunda a la pobreza española. Merced a ellos, hombres como
Cervantes tuvieron que buscar el pan fuera de su patria. Y conste que por ellos
ni se hablaría el español más allá del Atlántico, ni se habría escrito el Quijote.
El
Quinto Regimiento tuvo desde un principio un contexto integral de la guerra:
Hay que luchar y hay que saber por qué se lucha. De aquí la enorme importancia
que dio siempre a cuanto se relaciona con la cultura, en su aspecto moral,
técnico y artístico. Un episodio no más de la actuación pro cultura del Quinto
Regimiento es el tránsito de Madrid a Valencia de los intelectuales y la
instauración, en la ciudad del Turia, de la llamada, con ingeniosidad popular,
Casa de los Sabios. Se pretende poner a salvo a los más altos productores de la
cultura actual, al par que se libertaban del fuego las joyas de nuestros
museos, de nuestros archivos, de nuestras bibliotecas. El Quinto Regimiento,
que trabajaba por la creación de un ejército regular al servicio de la
República, tenía sus raíces no sólo en el Ministerio de Defensa Nacional, sino
también en el de Instrucción Pública. La labor de Wenceslao Roces y Jesús
Hernández, dos egregios comunistas a quienes debe en dos años -digámoslo de
pasada- la instrucción en España más que a un siglo entero de sus predecesores,
es actuación del Quinto Regimiento. Digámoslo para gloria suya y satisfacción
de cuantos creemos debemos a la verdad antes que a la delicadeza que omite el
elogio a boca de jarro.
El
Quinto Regimiento fue, en su actuación concreta y limitada, algo admirable y,
en cuanto es asequible a la obra humana, perfecto. En su actuación difusa y
mediata fue algo más admirable y perfecto todavía. Supo crear, animar,
impulsar, supo organizar, asimilar, atraer, hacer cordialmente suyas las
esencias de una guerra que es el principio -no lo olvidemos- de una nueva
Cruzada. Cuando llegue el día de las grandes simplificaciones, cuando los
tópicos actuales hayan adquirido su más profunda significación, se dirá: Fue el
Quinto Regimiento el alma de la guerra de España, el firme sostén de la más
gloriosa República española, fue España misma, frente a los traidores de casa,
desnaturalizados por su propia traición, y las negras y abominables codicias de
fuera. Honda y sustancialmente, cuanto en España no fue Quinto Regimiento,
cuanto no estuvo de corazón con el Quinto Regimiento, fue -admitamos otra
expresión de valor simbólico- quinta columna.
Antonio Machado
La Guerra. Escritos: 1936-39
Emiliano Escolar Editor, 1983, pp.
227-232
Cada uno habla de la guerra en función de como le fué en élla.El fascismo español no encaja en nada con el de Hitler,a pesar de lo que algunos mencionan.Por ejemplo dicho por uno de los mayores representantes del clero judio,las embajadas españolas fueron refugio de cientos de judios,que finalizaron en USA.
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