Aviva Keren y Joseph Lipsman |
Una tórrida mañana de julio, Ofer Livne, judío, israelita, de Haifa, deja atrás el autobús de la Hife que le ha alejado 100 kilómetros de Zaragoza y se adentra en la Ciudad del Compromiso. A unos pasos de la parada del bus su precario castellano no le impide identificar un lugar en el que pueden ayudarle. Casa de Cultura, lee. Allí cuenta por qué ha venido a Caspe. Las personas que le atienden se muestran muy receptivas con su historia aunque no saben cómo echarle una mano. Le dan un nombre y unas indicaciones donde encontrará a alguien que quizá sí pueda hacerlo.
Es casi la una del mediodía cuando un perfecto desconocido abre la
puerta. Tras los reglamentarios buenos días lee el nombre que lleva en un
papelote escrito. Es el mío. Chapurreando entre castellano, inglés e italiano,
se presenta. A los pocos minutos ya sé que el tipo que tengo delante con cara
de bonachón y mochila al hombro resulta ser profesor del departamento de
literatura y lengua árabe en la Universidad de Haifa[1]. Lleva varios
meses en España disfrutando de un periodo sabático que le ha permitido visitar
varias ciudades de Andalucía, Castilla, Galicia, Asturias… y Aragón. Hoy está
en Caspe no por casualidad, sino porque este lugar es para él y los suyos un
sitio especial. Anda tras los pasos de alguien que murió hace siete
décadas y con quien, en realidad, ni siquiera le unía parentesco directo[2].
Pero ha oído hablar de él infinidad de veces y se ha propuesto saber algo más
sobre ese remoto lugar de España en el que Lipsman desapareció.
Joseph Lipsman era miembro del Partido Comunista Palestino en un
tiempo complicado (fue detenido en varias ocasiones), se enroló en las Brigadas
Internacionales y tras combatir en varios lugares de España, acabó muriendo en
la Batalla de Caspe en marzo de 1938. Ni que decir tiene que a estas alturas ya
estoy totalmente absorto con el relato que solo acaba de comenzar.
Entre clienta y clienta Ofer sigue con su narración. Joseph
provenía de Nahalal, aunque en realidad había nacido en Besarabia, Moldavia[3].
Había viajado en 1925 al nuevo lugar en el que vivía junto a sus padres y
hermanas, Malka, Ita y Sima; Nahalal era entonces una villa nueva, un
asentamiento de 1921 en el que un puñado de judíos del Este de Europa,
siguiendo postulados sionistas, volvieron a la tierra de sus antepasados y se
asentaron en el lugar dedicándose principalmente a la
agricultura (mientras le escucho tomo notas de forma apresurada y en los
siguientes días profundizaré sobre todo lo que me cuenta). Ofer asegura
que muchos de aquellos colonos que llegaron a Nahalal eran de izquierdas, y no
en vano el lugar sigue siendo un feudo izquierdista. Y poco religioso, añade,
aunque está situado a tan solo 19 kilómetros de Nazareth.
Los judíos asentados en la Palestina británica fueron conocidos
como Yishuv -la palabra
significa originalmente asentamiento-
y todavía hoy se les cita de ese modo para dejar claro que ellos llegaron antes
de la formación del Estado de Israel en 1948. Hablaban yiddish, el idioma
propio de los judíos centroeuropeos mezcla de hebreo, alemán y lenguas eslavas
que viajó con ellos a la guerra de España y también emigró a los Estados
Unidos. Los Lipsman llegaron exactamente en los años de apogeo de la Aliyá –la inmigración hacia la Tierra de
Israel- de miles de sionistas procedentes, mayoritariamente, de Europa. Muchos
de ellos se agruparon en comunas agrícolas conocidas en hebreo como Kibutzs.
Joseph Lipsman, que había llegado a Israel siendo un crío,
encontró la madurez en Palestina y se dejó seducir doblemente: por un lado, se
echó novia, Aviva Keren, y se fue a vivir con ella; por otro, e
influenciado por una de sus hermanas, inició una relación con los credos
comunistas; tanto es así que en 1937 decidió hacer de nuevo las maletas para
jugarse la vida luchando contra el fascismo. Porque si en su tierra los Yishuv se partían algo más que la cara
contra árabes y británicos, él, como comunista, creyó que la verdadera guerra
era la que se estaba librando en España. Lipsman fue uno de aquellos 200 hijos
de la diáspora que no encontraron el apoyo de la mayoría sionista –a pesar de
que muchos de ellos eran de izquierdas- cuando decidieron cambiar Israel por
España, Nahalal por Caspe, Hanita por Madrid.
Hanita mejor que Madrid fue una frase que hizo famosa Ya’akov
Hazan, un destacado líder del socialismo sionista. Hanita era un Kibbutz especial,
un asentamiento en el norte que simbolizaba todo por lo que aquellos judíos
estaban luchando en Palestina: la ocupación de los británicos, la rivalidad con
los árabes, y lo más importante, su identidad como nación. Miles de hombres y
mujeres llevaban siglos buscando un lugar en el que dar forma política a su
pueblo, y desde finales del siglo XIX el movimiento sionista había decidido que
no había mejor lugar que Israel. Cuando estalló la guerra en España, aquellos
hebreos asentados en la tierra bíblica mostraron mayoritariamente su apoyo a la
República a través de colectas en las que participaban con dinero, alimentos o
medicinas. Pero cosa distinta era permitir que sus jóvenes se marcharan a la
guerra de España. Hazan acuño la frase que recogía el pensamiento de muchos: Nos vayáis a España, nosotros
tenemos nuestra propia guerra.
A pesar de todo, Lipsman hizo caso omiso y un día de 1937 se
despidió de la tierra prometida para siempre. Su sobrino, un chaval llamado
Barak Notkin, le acompañó hasta la parada del autobús. Han pasado siete
décadas, pero Barak todavía tiene muy presente aquel día.
Su primera parada fue París. Allí quedó su pareja, Aviva Keren,
quien, como él, militaba en el Partido Comunista. Un tiempo después ella
comunicaría a la familia que Lipsman había muerto. Después se le perdió el
rastro. Barak cree que Aviva acabó en un campo de exterminio nazi.
Lipsman llegó a España y se enroló en esa Torre roja de Babel que
fueron las Brigadas Internacionales. Los voluntarios judíos fueron especialmente
numerosos y llegaron desde diferentes países. Entre ellos hubo socialistas,
comunistas, y también anarquistas. Según el judío hispanista Raanan Rein, entre
4.000 y 8.000 judíos combatieron en nuestra guerra.
Y nada más se supo de él, ni siquiera en qué lugares se batió.
Solo supieron que había muerto. Así transcurrieron meses, años, décadas, hasta
que mucho tiempo después, un libro desveló que Joseph había muerto en un sitio
que, al principio, no lograban identificar en hebreo. Aquel lugar era Caspe[4].
Dejamos atrás la tienda. Tenemos ante nosotros tres horas por
delante para seguir una pista imposible. Mientras caminamos hasta el Registro
Civil de Caspe le cuento que vamos allí para confirmar que Lipsman no consta en
el registro de defunciones porque, si murió en el campo de batalla, nadie se
tomó la molestia de inscribirlo. Pudo caer prisionero y, en ese caso, debió ser
fusilado allí mismo, tal y como sucedió con un grupo de finlandeses asesinados
junto al polvorín de El Vado. No había piedad para los brigadistas. Silvia, la
responsable del Registro, asombrada ante el periplo de Ofer, le atiende como la
ocasión merece. A través de las páginas comprobamos que solo constan datos de
españoles; en realidad, en muchas inscripciones de los últimos días de marzo de
1938 solo se lee “desconocido”, sin más.
Durante la comida Ofer me explica que no solo él tiene especial
interés en seguir las huellas de Lipsman; tanto su madre como Barak, el sobrino
de Joseph, lo recuerdan perfectamente. Ofer les ha prometido que no volverá a
Israel con las manos vacías y les contará algo más sobre aquel lejano lugar de
España. Y ellos lo han creído porque saben que nada le detiene. Ofer ya hizo
algo similar con su padre, brutalmente asesinado en la guerra árabe-israelí de
1948 cuando mi interlocutor tenía solo tres meses. Su madre se volvió a casar
con un conocido escultor llamado Mordefrai Kafir[5].
Acabada la comida, damos un rápido paseo por el centro de Caspe.
El Sol cae a plomo, aunque él confiesa que no le importa demasiado; el clima de
Haifa todavía es más severo. Pasamos por la plaza, repasamos brevemente la
historia de Caspe, hablamos de reyes y anarquistas a los pies de la Casa
Barberán, pasamos también por el Barrio Verde, la antigua judería de Caspe;
durante breves instantes, Ofer pisa la tierra de la que fueron expulsados sus
antepasados, Sefarad.
Otro de los compañeros de El Agitador, David
Bonastre, se incorpora a nuestra ruta que continúa ahora por las trincheras de
la Plana del Pilón. Le contamos que la batalla del marzo del 38 se dividió en
dos partes, la de la toma de Caspe y los combates previos de los días 16 y 17
de marzo, y la de final de mes en el río Guadalope. Recorriendo las trincheras
le explicamos que el avance franquista se produjo por el flanco de las
posiciones republicanas y que las luchas más enconadas se produjeron en la cota
del repetidor, en el cabezo Mancebo y en el Hospital de Santo Domingo, al otro
lado de la estación de ferrocarril, por la que también pasamos.
Vamos ahora al Cementerio Municipal. No sabemos cuántos cadáveres
de la guerra se inhumaron en el lugar porque no existe un registro de aquellos
días. Gracias a las fuentes orales sabemos que los muertos en la guerra fueron
inhumados no solo en la fosa común, sino en varios nichos y zanjas improvisadas
por buena parte de la parte baja del cementerio. Es poco probable que los
restos de Lipsman fueran a parar aquí pero, quien sabe. Ofer coge varias
piedrecitas de la fosa que llevará hasta Israel.
En el Vado nos situamos junto a la azúd. A un lado el río y a
otro, elevadas, vemos los restos de varias posiciones republicanas. Aquí es
mucho más probable que combatiera Joseph. ¿Quizá en la unidad llamada Naftali
Botwin[6]? Sabemos que la Botwin agrupó a muchos de los judíos
enrolados en las Brigadas Internacionales y que en marzo del 38 formaba
parte de la 35 División. Pero no se tienen noticias de este contingente
participara en los combates de Caspe.
En marzo de 1938 las Brigadas Internacionales estuvieron
representadas en Caspe, al menos, por combatientes belgas, finlandeses,
polacos, italianos (los llamados garibaldinos), norteamericanos, ingleses…y
franceses. Y entre aquellos brigadistas que provenían de Francia,
es probable que se encontrara Lipsman pues, si recordamos, había llegado a
España a través de Francia, por lo que pudo fomar parte de la
Marsellesa, la compañía que defendió la carretera de Maella por el sur,
desde el cabezo del polvorín a la cabeza de puente que ocupaban en la orilla
izquierda del Guadalope[7].
Nos dirigimos hacia el polvorín. Allí le contamos grosso modo cómo se produjo la Batalla del
Guadalope, el único lugar en el que las fuerzas de la República fueron capaces
de contener el avance arrollador de los “nacionales” iniciado el 9 de marzo, y
donde se concentraron los brigadistas.
El
Vado, Caspe
Sobre el terreno le explicamos que durante años fue habitual
hallar restos de soldados en cualquier punto al otro lado del río, y que
incluso ahora sabemos dónde siguen algunos cuerpos esperando que alguien
dignifique su memoria. Quizá Lipsman sea uno de ellos. Tenemos pocas certezas,
solo podemos barajar teorías. Lo que sí sabemos es que Joseph Lipsman fue uno
de aquellos judíos palestinos que murieron en la guerra de España y que la
Historia ocultó su gesta durante décadas. En su tierra no habían entendido su
lucha y mucho menos su muerte. Sus propios compatriotras silenciaron su gesta y
no les dieron el reconocimiento debido hasta hace muy pocos años. Ahora, un
bosque se levanta en su memoria en los montes de Jerusalén.
Se nos acaba el tiempo. Ya en la ciudad, alargamos la jornada
charlando un rato más y convenimos en intercambiar fotos de la jornada de hoy,
algunas instantáneas de Lipsman y su familia, e informaciones complementarias
sobre la biografía del protagonista de esta historia. Ofer me promete que así
lo hará en cuanto llegue a Israel a principios de septiembre. Se despide
infinitamente agradecido. Mejor que lo que dice es lo que su cara muestra.
Semanas después llega la “postproducción” del artículo. Por correo
Ofer me cuenta que ha ido a visitar a su madre. Y también a Barak. Les ha
contado todo lo que vio, lo que vivió y sintió en Caspe. Barak, que puso por
nombre Yosef a su hijo en honor a su tío Joseph Lipsman, no ha podido contener
la emoción. Setenta y cinco años después de despedirse de su tío Joseph, ha
podido tocar la misma tierra que le vio morir. Pronto él se reunirá con su hija
Iris y el resto de la familia en una celebración especial. Ella va a ser la
encargada de leer allí, 5000 Kms. al sureste, las líneas que hoy publicamos.
Jospeph Lipsman, de Besarabia, de Palestina, se dejó la vida en un
lugar remoto llamado Caspe combatiendo al fascismo. Murió en 1938 pero, a partir
de ahora, su memoria permanecerá viva entre todos nosotros.
Amadeo Barceló
Publicado en El Agitador el 13 de septiembre de 2013
Notas:
El pasado año 2012 tuvo lugar en Tel Aviv una exposición en
memoria de los judíos palestinos que participaron en la Guerra Civil española.
Una fotografía de la muestra puede verse en el interesante artículo
que Félix Bornstein publicó recientemente en El Cuarto Poder, del que se
tomaron algunos de los datos que aparecen en este reportaje: http://www.cuartopoder.es/luzdecruce/brigadistas-de-palestina-en-la-guerra-civil-espanola/6843.
Para ampliar información respecto a los judíos en la Guerra Civil, pueden
consultarse los trabajos del hispanista judío Raanan Rein.
[2] Relación de Ofer
con Joseph Lispsman: Barak, hijo de una hermana de Joseph, casó con Yonka,
prima de la madre de Ofer.
[3] Besarabia, en
Europa Central, perteneció durante siglos al Imperio Austro-Húngaro y hasta la
caída del Muro de Berlín estuvo integrada e la URSS. Actualmente forma parte de
la República de Moldavia. De Besarabia era Olga Bancic, destacada
integrante de la Resistencia francesa que fue detenida y decapitada en 1944
(protagonista de una película francesa del año 2009). También se cree que
provenía de allí Heriberto Quiñones, líder del PCE fusilado en Madrid en 1942
sobre una silla, pues las palizas recibidas impidieron que muriera erguido.
[4]El libro a través del que conocieron la muerte de Joseph fue
escrito por Moshe Bahar, Hanita
mejor que Madrid. La comunidad judía en respuesta a la Guerra Civil española en
Israel (p. 339). Manuel García ha podido corroborar
que Joseph “Lipmann” falleció en Caspe según se anota también en el libro de
Arno Lusiger Shalom libertad!,
Judíos en la Guerra Civil Española,
Flor del Viento, 2001
[5] En el siguiente
enlace pueden verse sus obras http://www.mkafri.co.il/menupeselspics.asp
[6] Así llamada en
memoria de un judío comunista polaco que fue condenado a muerte en los años 20.
Más que a motivos estrictamente militares, su formación se debió a fines
propagandísticos.
[7] Información
facilitada por el especialista Manuel García Barceló. Para más detalles sobre
la Batalla de Caspe pueden consultarse los siguientes enlaces:
No hay comentarios:
Publicar un comentario