Mesas de asesoramiento a electores durante el desarrollo de las elecciones municipales de 12 de abril de 1931 |
Ocho años después. En
el gran plebiscito de ayer España votó por la República. En casi todas las
capitales de provincia y en gran cantidad de pueblos los candidatos
republicanosocialistas triunfaron plenamente.
La tremenda lección…
Se
puede asegurar que por primera vez el pueblo español ha ejercitado el derecho
constitucional del sufragio; que por primera vez ha tenido efectividad en casi
toda España esta conquista de la democracia.
Esta
vez sí. Esta vez los electores españoles se han aprestado a cumplir con esta
obligación ciudadana de una forma espontánea y con un espíritu de independencia
que ha sorprendido a los mismos favorecidos por el voto popular. La realidad ha
superado a todos los cálculos y a todas las previsiones, aún las del optimismo
más exaltado.
No
podrán alegar los que han venido negando sistemáticamente que en España existía
una formidable opinión republicana que hubo abstenciones en esta manifestación
del sentimiento del país. Las cifras demuestran de manera indudable que en
estas elecciones –habida cuenta que hay un 20 por ciento de ausentes, ignorados
y fallecidos- ha votado la totalidad del censo. Se puede, pues, conceder a esta
experiencia electoral el carácter plebiscitario que desde su anuncio le
adjudicaron las izquierdas. Se le puede y se le debe conceder que más del 80
por ciento de los ciudadanos españoles legalmente capacitados para opinar se
han pronunciado por la forma de gobierno republicana.
Tiene,
además, el resultado de estas elecciones otra significación tan clara como
sorprendente. Han demostrado que en regiones dominadas desde siempre por una
fuerza caciquil que se creía invencible, se despierta con vigor insospechado
una conciencia de los derechos y virtudes ciudadanas, un anhelo de
reivindicación, un ansia de dignificarse y libertarse…
Así
se ha dado el caso que Orense, feudo de Bugallal; Guadalajara, feudo de
Romanones; Murcia, feudo de La Cierva; Toledo, Soria, etc hayan sorprendido al
resto de España con su actitud viril de independencia, sacudiéndose el yugo
secular y proporcionando una derrota “a domicilio” a los más genuinos representantes
del más genuino caciquismo español.
El
peligro comunista. He aquí que, por como cuando se hace miedo a los niños, el
fantasma ha dejado caer el sudario y ha descubierto que debajo no había nada
sobrenatural. El resultado de estas elecciones prueba que esa amenaza
comunista, base de toda la propaganda ultramontana, no es un problema efectivo.
Hoy por hoy –las elecciones municipales han confirmado que el ”brevet”
soviético- el comunismo no constituye un peligro para la España conservadora.
El
resultado de las elecciones municipales en Barcelona también tiene una
significación clara y que quizá haya sorprendido a los que se obstinan en ver
la realidad a través de los cristales de su deseo o de su conveniencia.
Barcelona
ha recusado francamente al Sr. Cambó, tránsfuga de las ideas que le
encumbraron, y ha premiado la virtud de la consecuencia y de la lealtad
política, simbolizadas por el señor Maciá, llevando al municipio barcelonés a
25 representantes del “Estado Catalán”, del que es alma y verbo el viejo ex
coronel.
También
representa el resultado de estas elecciones un triunfo franco del
antidinastismo. Son 38 concejales antidinásticos lo que ha elegido el cuerpo
electoral de Barcelona, porque los 25 concejales de Maciá lo son. Buena prueba
de ello es –aparte de las relaciones ostensibles mantenidas por Maciá con
elementos societarios izquierdistas- que apenas conocido el escrutinio, el
líder del catalanismo se ha apresurado a felicitar al jefe de la derecha
republicana, D. Niceto Alcalá Zamora.
La
Lliga, con sus 12 concejales junto a los 38 antidinásticos, dice con elocuencia
cuál es el estado de opinión en Barcelona. La ciudad condal le ha retirado al
Sr. Cambó la confianza.
Con
el censo amañado, o mal confeccionado por impericia y apremios de tiempo, se ha
conseguido el éxito de ayer. Con un censo bien hecho y concediendo el voto a
esta juventud que estudia, que se afana, piensa, se interesa por el porvenir de
su país y es apaleada por la fuerza pública, habría que duplicar la capacidad
de las urnas para que pudieran contener los sufragios republicanos.
¿Y
los concejales republicanos elegidos en esos pueblos donde jamás los hubo? Los
que sepan como es la vida en esos pueblos sabrán qué cantidad de fervor
republicano y de heroísmo cívico es preciso para ser candidato y para ser
elector contra la voluntad de un cacique. Estos éxitos rurales son quizá la
experiencia más interesante que nos han ofrecido estas elecciones municipales.
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