Permitidme decir, señores, que la República española,
siendo unitaria, siendo un régimen nacional para España, ha venido, entre otras
cosas, a dar soltura, a liberar los sentimientos y los intereses regionales,
contradiciendo y borrando para siempre la opresión del unitarismo anterior, que
no se fundaba en un unitarismo de carácter nacional, sino en el unitarismo de
carácter dinástico, como si la unidad de la personareinante obligase a todo el
país a modelarse bajo un régimen uniformista, único, centralizado,
borrando todas las diferencias nacionales y regionales. Esto era una imposición
del régimen dinástico; pero en el régimen de libertad que representa la
República, además de ensalzar la personalidad individual, restituyendo a los
españoles su calidad de ciudadanos libres, restituye a las regiones de España
su propia independencia y libertad, para que ellas se extiendan hasta donde el
genio local lo permita en una noble competencia, bien seguros nosotros, los
gobernantes republicanos, de que, al hacerlo así, lejos de romper los
lazos de la identidad nacional, los apretamos en una unidad que
nadie, ninguna voluntad, podrá romper jamás.
[…] Yo decía en el mitin de la plaza de toros del año 30 en
Madrid, donde comparecimos los directores del movimiento republicano: “La
República no hace felices a los hombres.” Con esto me oponía a la propaganda
paradisíaca, a la propaganda que promete al pueblo con el cambio de régimen una
felicidad completa, porque no se pueden hacer promesas que, al no cumplirse,
traen luego el desengaño y la protesta. La República no hace felices a los
hombres; lo que les hace es, simplemente, hombres. Porque un hombre sin
libertad no merece este título, y el haberos dado la libertad, el haberos dado
a vosotros mismos la libertad con el esfuerzo del año pasado, os ha
constituido en hombres; pero el hombre, amigos míos, es una categoría muy
difícil de llevar. No todos son hombres porque se lo llamen. El hombre es una
responsabilidad, una voluntad en funciones, un propósito histórico de conseguir
cuanto se mira de interés nacional. Y a esto es a lo que yo continuamente,
rudamente, con la aspereza buscada y didáctica que yo me he impuesto en mis
propagandas políticas, os incito ardientemente. Somos hombres, seamos hombres,
seamos españoles, seamos dignos de nuestra historia.
Manuel Azaña
Alocución del 4 de abril de 1932 en Valencia. Recogida en Manuel Azaña, Obras completas.
Alocución del 4 de abril de 1932 en Valencia. Recogida en Manuel Azaña, Obras completas.
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