El 13 de agosto marcharon a la ocupación de la aldea de Jauja, otra
pedanía de Lucena. Sus moradores, también dedicados plenamente a recoger los
frutos de la tierra (sin tiempo para conspiraciones en cuarteles y sacristías),
se vieron sorprendidos por el ciclón que les llegaba desde Lucena. Ningún
desorden había ocurrido en Jauja, y además protegieron al párroco Ildefonso
Villanueva, de modo que no había nada que reprochar a estos vecinos. Sin
embargo, la ruina y el dolor cayeron sobre ellos. Muchos campesinos, hombres y
mujeres, fueron detenidos. El cuartel y la Casa del Pueblo se convirtieron en
prisión. Y más de 20 personas fueron asesinadas a manos de las «personas de
orden». Mataron a dos mujeres (Rosalía Ruiz, de 52 años, y Ricarda Ana Cobacho,
de 36). Mataron a los funcionarios Pedro Toledano y Ángel Reyes «Zaleones». A
este último lo mataron en el cementerio de Badolatosa, y lo torturaron antes de
morir. Ya hemos citado el caso del apodado «el Picaleta», al que torturaron en
el cuartel de Lucena, logró zafarse de los verdugos y se suicidó lanzándose de
cabeza contra una columna. En el Registro de Lucena constan 10 fusilados de
Jauja. Otros 11 los ha identificado Arcángel Bedmar por encuestas familiares.
Así acabó la vida pacífica de los campesinos de Jauja.
Conviene que nos detengamos en la tragedia sufrida por Ricarda Ana Cobacho Cañete «Ricardita», en la aldea de Jauja. Era una mujer culta, de 36 años, socialista como toda su familia. Tenían una tienda de comestibles y en los ratos libres hacía de maestra particular y de escribiente para la gente que necesitaba cualquier gestión administrativa. Sus cuatro hijos eran menores de edad (el mayor, Juan José, de 13 años). Era una mujer esbelta, agraciada, en un hogar feliz, como tantos otros hogares en aquella España rota por el golpe militar. A comienzos de la República se cruzó en su vida un personaje maldito, que empezó a enviarle notas amenazantes por su campaña para la construcción de una escuela en vez de un cuartel. Se trataba del guardia civil del puesto de Jauja Antonio Velázquez Mateo, de 33 años. Ella no se amilanó, se presento en la Comandancia de Córdoba y lo denunció. El guardia desvergonzado fue trasladado a Málaga.
Al estallar la sublevación de 1936, el guardia Velázquez no tardó en hacerse presente en Jauja, con gran preocupación para «Ricardita». Esta, como forma de conjurar el peligro, se trasladó a Córdoba y se alojó en una pensión durante dos meses. Sus hermanos, socialistas, también huyeron de Jauja. Los niños quedaron al cuidado del padre. Pero, a finales de octubre de 1936, «Ricardita» decidió regresar a Jauja, en mala hora. Mientras tanto, en Jauja estaban haciendo de las suyas el guardia Antonio Velázquez (convertido en jefe de los requetés) y el falangista Rafael Écija Carrasquilla «Seco Carrasquilla», de Lucena, que tenía tierras en Jauja. Entre ellos y algunos más sembraron el terror en la aldea. En cuanto «Ricardita» llegó a Jauja, el guardia Velázquez vio llegada la ocasión de la venganza y la hizo detener de inmediato, junto a su madre y su hermana, además de una amiga de la familia, Rosalía Ruiz Cobacho, de 52 años (cuyos hijos, también socialistas, estaban huidos de la aldea). Las pelaron y las torturaron en el cuartel durante cuatro días, al cabo de los cuales fusilaron a Rosalía en la puerta del cementerio. Era el 5 de noviembre de 1936. A «Ricardita» se la llevó sola el guardia Velázquez y la tuvo varios días encerrada en una casa de campo. La torturo y La sometió a un calvario. A los pocos días apareció su cuerpo en el arroyo de La Coja, semienterrada y destrozada. La encontró un conocido de la familia, Vicente Maireles Carrasco, y la acabo de enterrar. El marido enfermó y perdió la razón. Al hijo mayor, de 13 años, le dieron una paliza. Actualmente, los hijos de la víctima testifican que en los hechos participaron, además del Velázquez, otro guardia apodado «el Negro Gandul», y los requetés «el Cota» y «el Mono».
Francisco Moreno Gómez
El Juez Baltasar Garzón dedica íntegramente el punto decimoquinto de su famoso auto de la ‘Causa contra los crímenes del franquismo’ al caso Ana Ricarda Cobacho Cañete (págs. 97-117). Está disponible a texto completo en formato PDF en la web del diario ‘El Mundo’.
Información publicada
"Si mi madre no tiene aquí justicia, la buscaré fuera" - Diario ‘Público’ (21/11/2008)
Garzón basa parte de su inhibición en el caso de una mujer cordobesa - Diario Córdoba (21/11/2008)
El proceso judicial por la muerte de Ricarda Ana Cobacho es clave en la argumentación del juez.
La lengua de una mariposa - Diario Córdoba (21/11/2008)
Ricarda Ana Cobacho, maestra rural en Jauja, desapareció en 1936 Su pecado: ser mujer, culta y republicana.
El Constitucional inadmite un recurso contra la denegación de una ... El Confidencial (21/11/2008)
La mujer, Rocío Borrego, denunció el 20 de octubre de 2004 en el Juzgado de Lucena (Córdoba) la desaparición a primeros de noviembre de 1936 de su madre, ...
Sorpresa y desconcierto en la Audiencia de Córdoba tras el nuevo ... ABC Córdoba - (19/11/2008)
... de Jauja que ha terminado en el Tribunal Constitucional tras ser archivada por la Audiencia de Córdoba en 2005. Garzón refresca los argumentos del ...
Delitos permanentes y Memoria Histórica. Artículo de Antonio Doñate. Jurista. Magistrado y miembro de la Asociación Catalana de Juristas Demócratas. Autor de la querella-tipo para casos de desaparecidos. (Pág 4)
República, guerra y represión. Lucena 1931-1939, libro del historiador Arcángel Bedmar (pág 204)
La depuración del profesorado en Lucena durante la guerra civil. Artículo del historiador Arcángel Bedmar González
Aprendemos desde la diferencia: YO TAMBIÉN FUI MAESTRA EN JAUJA. Artículo de la profesora Rosa Mª Solano Fernández
Texto y enlaces facilitados por Florentina Rodríguez, nieta de Ana Ricarda Cobacho
Buenas tardes María: Soy Florentina nieta de Ricarda Ana, puedes cambiar el nombre de mi abuela en encabezamiento de la historia y ponder ( Ricarda Ana Cobacho Cañete). Gracias por contar la historia de mi abuela. Un abrazo. Florentina.
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