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2567. A mis amigos de América




Recibo cada día solicitudes y cartas amistosas que me dicen: deponga usted su actitud, no hable de España, no contribuya a exasperar los ánimos, no se embarque usted en partidismos, usted tiene una alta misión de poeta que cumplir, etc., etc.... Quiero responder de una vez por todas que al situarme en la guerra civil al lado del pueblo español, lo he hecho en la conciencia de que el porvenir del espíritu y de la cultura de nuestra raza dependen directamente del resultado de esta lucha. Supongamos por un momento que los bestiales elementos militares llegaran a triunfar en España, supongamos que Franco y von Faupel y Conti implantaran su régimen de traición e invasión, no nos detengamos en las consecuencias morales y materiales de una catástrofe semejante, pensemos un momento en lo que sobreviviría del intelecto. No olvidemos que después del asesinato de Federico García Lorca, en la plaza de Granada se hizo una hoguera y se quemaron miles de ejemplares del "Romancero Gitano" y todos los papeles inéditos del poeta.

El asesinato y el incendio presiden el programa del militarismo fascista español, inspirado en el pavoroso régimen alemán. Los maestros de Galicia han sido casi enteramente exterminados: la caza de maestros de primera enseñanza era un deporte diario de los falangistas gallegos. Estoy convencido de que una ola de persecuciones jamás vista en la historia del mundo, terminaría con todo lo vital y creativo de España. A sangre y fuego terminarían con todo.

Al lado do ellos, haciendo el mismo papel de los militares felones, veríamos a la hez literaizante de España, los novelistas pornógrafos y algunos traidores profesionales como Marañón, hacer alguna apariencia de actividad intelectual. Pero los verdaderos, el conjunto de investigadores, maestros, bibliotecarios, ensayistas, novelistas, poetas, pintores, escultores, grabadores, estaría muerto o desterrado. La barbarie y la muerte reinarían en España. 

Pero no pasarán. Y los rifleros del pueblo al defender su vida defienden las bibliotecas y los museos, y nos defienden a nosotros, escritores de lengua española. Al defender sus ciudades defienden el intelecto de nuestra raza madre. Y yo estoy con ese espíritu indestructible, con el corazón épico y valeroso de España irreductible, con el mismo corazón del pueblo que hizo brotar los primeros torrentes de poesía, ahora bases pétreas de nuestro idioma. Estoy y estaré con el pueblo español masacrado por el bandidaje y el celestinaje internacional. Y a todos mis múltiples amigos de América Latina, quiero decir: no me sentiría digno de vivir si así no fuera. 


Pablo Neruda
Nuestra España, París, 9 de marzo de 1937









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