Recibo cada día solicitudes y cartas amistosas que me dicen: deponga usted su actitud, no hable de España, no contribuya a exasperar
los ánimos, no se embarque usted en partidismos, usted tiene una alta misión de poeta que
cumplir, etc., etc.... Quiero responder de una vez por todas que al situarme
en la guerra civil al lado del pueblo español, lo he hecho en la conciencia de
que el porvenir del espíritu y de la cultura de nuestra raza dependen directamente del resultado de esta lucha.
Supongamos por un momento que los bestiales elementos militares llegaran a
triunfar en España, supongamos que Franco y von Faupel y Conti implantaran su régimen de traición e invasión, no nos detengamos en las
consecuencias morales y materiales de una catástrofe semejante, pensemos un
momento en lo que sobreviviría del intelecto. No olvidemos que después del asesinato de Federico García Lorca, en la plaza de Granada se hizo una hoguera y
se quemaron miles de ejemplares del "Romancero Gitano" y todos los papeles inéditos del poeta.
El asesinato y el incendio presiden el programa del militarismo fascista español, inspirado en
el pavoroso régimen alemán. Los maestros de Galicia han sido casi enteramente exterminados: la caza de
maestros de primera enseñanza era un deporte diario de los falangistas
gallegos. Estoy convencido de que una ola de persecuciones jamás vista en la historia del mundo, terminaría con todo lo vital y
creativo de España. A sangre y fuego terminarían con todo.
Al lado do ellos, haciendo el mismo papel de los militares
felones, veríamos a la hez literaizante de
España, los novelistas pornógrafos y
algunos traidores profesionales como Marañón,
hacer alguna apariencia de actividad intelectual. Pero los verdaderos, el
conjunto de investigadores, maestros, bibliotecarios,
ensayistas, novelistas, poetas, pintores, escultores, grabadores, estaría
muerto o desterrado. La barbarie y la muerte reinarían en España.
Pero no pasarán. Y los
rifleros del pueblo al defender su vida defienden las bibliotecas y los museos,
y nos defienden a nosotros, escritores de lengua española. Al defender sus
ciudades defienden el intelecto de nuestra raza madre. Y yo estoy con ese
espíritu indestructible, con el corazón épico y valeroso de España
irreductible, con el mismo corazón del pueblo que hizo brotar los primeros
torrentes de poesía, ahora bases
pétreas de nuestro idioma. Estoy y estaré con el pueblo español masacrado por
el bandidaje y el celestinaje internacional. Y
a todos mis múltiples amigos de América Latina, quiero decir: no me sentiría digno de vivir si así no fuera.
Pablo Neruda
Nuestra España, París, 9 de marzo de 1937
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