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2561. ¡España! ¡España!

Vamos a ofrecer a los oyentes, una primera parte de un magnífico escrito publicado por Emilio Vandervelde, líder socialista de Bélgica, que formaba parte hasta hace poco, del Gobierno de Van Zeeland y que renunció al no estar conforme con la política del Gobierno sobre los problemas de España. Dice:

"Hacía falta haberse encontrado en la piel de un miembro del Gobierno para darse cuenta de lo que ha costado a los socialistas, decididos a pesar de todo a ayudar a los republicanos españoles, la ayuda nada más o menos resignada, pero cada día creciente, a la política de no intervención.

Es cierto que en naciones como Bélgica, los Países Escandinavos, Checoslovaquía, un Ministro de Negocios Extranjeros, aunque fuera socialista, tenía siempre preparada la respuesta cuando se le reprochaba permanecer neutral en la lucha contra un Gobierno amigo y la sedición militar levantada contra él: "iQué queréis que haga? ¿Qué podemos hacer? ¿Podemos solucionarlo nosotros solos? Ha sido el Gobierno del Frente Popular francés quien ha tomado la iniciativa. Todas las grandes potencias, incluida Rusia se han adherido".


¡España! ¡España!

En un libro publicado con este título, de lo mejor y más hermoso que se ha escrito sobre la Pasión del pueblo español, Jean Richard Bloch fundándose en impresiones de primera mano, acaba de exponer a la luz pública las presiones y las influencias bajo las cuales el Gobierno francés, que el 6 de Agosto se inclinaba todavía a consentir que el Gobierno español adquiriera libremente en Francia, comprándolo a la industria privada, el material y las municiones que necesitaba, decidió súbitamente el 7 de Agosto, antes que todos los demás Gobiernos y para dar ejemplo, decretar el embargo de todos los pertrechos de guerra destinados a España.

Se puede retrospectivamente poner un epílogo a esta decisión considerándola desde el punto de vista de los riesgos de la guerra, ya que la actitud opuesta la hubiese podido acarrear.

En cuanto a mí, estoy convencido, lo mismo que Jean Richard Bloch de que el peligro de guerra hubiera sido práctciamente nulo si el Gobierno francés, en lugar de adoptar por sí mismo la iniciativa del embargo de material, aguarda a que otros países interesados en la contienda tomaran medidas análogas para impedir el tráfico de armas y municiones con destino a España y además, las hubiese hecho efectivas.

Claro que cuantas discusiones sobre este particular se puedan entablar en los momentos presentes son completamente inútiles. Lo hecho hecho está. Ahora ya no sé trata de saber si la política de No Intervención ha sido un error o un acierto, sino de precisar —ante la evidencia de ciertos hechos— si es posible continuar manteniéndola.

Málaga ha sido tomada por los rebeldes, y la prensa inglesa ha podido decir con unanimidad que dicha conquista fué una victoria italiana. En Madrid, los heroicos milicianos resisten denodadamente los ataques de un ejército mercenario, en el que quizá haya muchos más marroquíes e italianos que españoles.

Cada semana que va transcurriendo desembarcan más millares de fascistas extranjeros. Mientras esto sucede, los representantes Diplomáticos en el Comité de Londres pierden el tiempo hablando estérilmente con una timidez y blandenguería que coloboran monstruosamente con el más desvergonzado desprecio al Derecho y el más cínico chantaje de amenaza de guerra.

Este lamentable espectáculo ha provocado clamores de protesta y de disgusto entre los trabajadores en todos los países en donde se ama a España, en donde se sufre con España, en donde se siente la solidaridad con España, no solamente por la continuidad de sentimientos y de ideologías, sino también por la visión clarísima de lo que sucedería en los pueblos libres que quedan en Europa si el fascismo internacional triunfase al otro lado de los pirineos.

En todas partes y a todas horas se plantea la misma cuestión: ¿Cuánto tiempo va a prolongarse esta situación? ¿Cuándo dejarán Francia e Inglaterra de entretenerse en negociaciones vanas proseguidas por los estados fascistas con el exclusivo objeto de ganar tiempo para aprovecharlo desembarcando en los puertos de la España rebelde el número de hombres solicitado por el Estado Mayor faccioso, a fin de que —una vez concluida la operación— puedan hacer la concesión irrisoria de renunciar a nuevos envíos?

Nuestro amigo, Camilo Huysman, Presidente de la Cámara de Diputados de Bélgica, que acaba de visitar a España, "privadamente" con otros miembros de la Cámara ha regresado con la íntima y profunda convincción de que el infierno fascista no prevalecerá contra la inflexible resistencia de todo un pueblo que, como el español, está unido contra la invasión extranjera; pero también que si se permite a Alemania e talia continúen interviniendo a favor de los rebeldes, los Gobiernos democráticos contraerán la grave responsabilidad de prolongar indefinidamente una guerra civil horrorosa, como hace años en la Rusia de 1918; las intervenciones extranjeras no suministraron a Koltehak ni a Denikin la posibilidad de vencer, sino que sirvieron para demorar dos meses la derrota final.

En Bélgica, como en Francia, los que se empeñan en no ver, se obstinan en defender la política de no intervención, que consideran de "interés para la causa de la paz", y pretenden que para los Gobiernos democráticos no hay más dilema que éste: de un lado, la no intervención; del otro, la intervención armada, que pondría sobre las armas en tierra, aire y mar a todas las potencias fascistas y antifascistas de Europa.

Pero esta intervención armada —en sentido inverso, con los mismos medios que en la época de la Restauración— no la piden nuestros amigos de España. La victoria, que tienen descontada, no la aguardan, como antaño los "blancos", de intervenciones militares extranjeras. Lo que quieren es sencillamente que no se les entregue atados de pies y manos a las actividades criminales del fascismo.

Por estas razones debe esperarse de aquellas potencias que, como Inglaterra y Francia tienen, quizá tanto o más que Rusia, la suerte de la España popular en sus manos, se decidan a hablar con firmeza y claridad, planteando a los países fascistas el problema en los siguientes términos: Aceptación inmediata y sin reservas, con un control eficaz, de la política bilateral de no intervención, tanto en lo que se refiere a los voluntarios, como en lo que afecta a los envíos de material, o por el contrario, (esta es la hipótesis más probable), practicar el "laisser faire, laisser passer" —dejar hacer, dejar pasar,— dejando que los republicanos españoles puedan procurarse libremente hombres y material, habida cuenta de que se trata de un Gobierno legal arrastrado a una lucha a vida o muerte con los sediciosos.

Entre estos dos extremos no hay término medio: o lo uno o lo otro. De no elegir, de continuar deplorablemente con sus dudas y tergiversaciones, las democracias se expondrán al juicio terrible de San Pablo: "Tu hermano, desnudo y cubierto de llagas, reclamaba tu ayuda. Tú no lo salvaste. Por consiguiente, tú lo has matado''.


Emilio Vandervelde
Ex-Ministro de Sanidad del Gobierno belga 


Facetas de la actualidad española, La habana, abril 1937









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