Prisioneros españoles en Gurs / Museo Nacional Reina Sofía |
José Ramón Villanueva Herrero / El
Periódico de Aragón, 7 de febrero de 2016
La hecatombe
humanitaria que supone la llegada de miles de inmigrantes a Europa en su
desesperado intento de huir de las guerras y la represión que azotan sus países
de origen, en su anhelo por construir un futuro, una nueva vida en esta Europa,
tan próspera como en ocasiones insolidaria, nos trae a la memoria,
inevitablemente, la historia de lo que supuso el exilio republicano español, aquel
drama de derrota y sufrimiento, muchas de cuyas páginas se escribieron en
tierras de Francia, como fue la historia del Campo de Gurs.
Tras la caída de
Cataluña en poder de las tropas franquistas en febrero de 1939, una marea
humana de miles de republicanos españoles buscó refugio en Francia, donde nuestros
compatriotas quedaron hacinados en improvisados campos en la costa del Rosellón
como Argèles, Barcarès o Saint-Cyprien. Ante la desastrosa situación sanitaria en la que se
hallaban los exiliados allí retenidos, las autoridades francesas decidieron
crear 6 nuevos “Campos de Acogida”, siendo uno de ellos el de Gurs, situado en
este pequeño pueblo del Béarn, cercano a la frontera pirenaica aragonesa.
El Campo de Gurs, construido sobre una landa cenagosa estaba
formado por 428 barracones de madera agrupados en 13 manzanas (“ilôts”). Cada
barracón medía 24 x 6 m .
y albergaba a 60 refugiados por lo que su capacidad total era de 18.500
internos, razón por la que, en 1939 se convirtió en la tercera mayor población
del Departamento de Bajos Pirineos (actualmente, Pirineos Atlánticos) después
de Pau, la capital, y de la ciudad de Bayona.
Los primeros
internados llegaron a Gurs en abril de 1939 y, durante ese año pasaron por él un
total de 24.530 combatientes republicanos, cifra que el historiador Claude Laharie
desglosa así: gudaris vascos (6.555), aviadores republicanos (5.397),
brigadistas internacionales de 53 países distintos (6.808) y otros soldados
republicanos (5.770), de ellos una buena parte de origen aragonés.
Los “gursiens”, los
internados en este campo, entre el barro y las alambradas, dada su condición de
“rojos españoles”, fueron vistos con recelo y hostilidad por buena parte de la
población bearnesa. No obstante, en
agosto-septiembre de 1939, la mayoría de los republicanos habían dejado Gurs por
diversas razones: unos 6.000 fueron repatriados a España, donde la mayoría
padecieron consejos de guerra, siendo ejecutados o condenados a largos años de
cárcel.
Otros encontraron trabajo en empresas y granjas del Béarn pero, la mayor parte, tras estallar la
guerra entre Francia y Alemania (3 septiembre 1939), se integraron en las Compagnies
de Travalleurs Étrangères (CTE) como personal auxiliar para la realización de
obras de fortificación. Otros muchos, se alistaron en el ejército francés para
combatir al nazismo: tanto unos como otros, caerían prisioneros de las tropas
hitlerianas tras la rápida ocupación de Francia, siendo deportados al campo de
exterminio nazi de Mauthausen. Finalmente, otros se integraron en el maquis: para estos
guerrilleros la guerra mundial había empezado en realidad en 1936 y no cesaría
hasta la caída del nazismo y de la dictadura franquista.
Tras la rendición
de Francia (22 junio 1940), el país galo fue dividido en una zona ocupada por
Alemania y otra, llamada “zona libre”, en la que se estableció el régimen
fascista de Vichy, aliado de los nazis y presidido por el mariscal Pétain. De
este modo, Gurs pasó a depender de Vichy y se convirtió en un campo de
prisioneros donde el régimen petainista internó a quienes consideraba la “anti-Francia”:
resistentes, militantes de izquierda y judíos. Así, entre 1940-1943 pasaron por
Gurs 18.185 judíos (entre ellos, la filósofa Hannah Arendt) y, de ellos, 3.907
fueron enviados al campo de exterminio de Auschwitz y, el resto, transferidos a
otros campos para su posterior deportación.
Tras la liberación
del Béarn en agosto de 1944 y hasta su cierre definitivo en 1945, Gurs pasó a
tener nuevos inquilinos pero esta vez eran prisioneros alemanes,
colaboracionistas y miembros del pronazi
Partido Popular Francés (PPF).
En la actualidad, Gurs
es un Memorial nacional de la República Francesa en homenaje a las víctimas de
las persecuciones racistas y antisemitas y de los crímenes contra la Humanidad cometidos por
el régimen de Vichy. Emociona de forma especial la visita al cementerio judío
de Gurs, donde 1.073 tumbas idénticas hermanan a todos los que allí sufrieron y
murieron. En uno de sus lados, un memorial honra a los republicanos españoles y
a los brigadistas internacionales de los cuales una lápida conmemorativa nos
recuerda que, “Pagaron con su vida su
combate por la libertad y la democracia”. Todas sus tumbas están adornadas
con cintas tricolores y una flor, junto al silencioso respeto de los que las
visitamos. Entre ellas, se hallan las de algunos aragoneses, como la del
zaragozano Gregorio Luna Fernández o la del ansotano Francisco Pérez-Cativiela.
Rememorando la
historia de Gurs, resulta muy oportuna
la frase de Artur London cuando decía que “se
recuerda para preparar un futuro más justo, más fraternal y sin guerras”. Ahora,
cuando el germen de la xenofobia y el fascismo se incuba de nuevo en Europa,
cuando el Frente Nacional amenaza los valores de la República Francesa, la
memoria de Gurs y el recuerdo de tanto sufrimiento debe impulsarnos a ser más
solidarios con quienes ahora, como ocurrió en 1939, se ven obligados a
abandonar su país en busca de un futuro mejor. Gurs es un lugar que apela a
nuestra memoria y a nuestra conciencia, al deber moral de recordar lo allí
sucedido, especialmente a las jóvenes generaciones, para inmunizarnos ante cualquier actitud
intolerante, xenófoba o racista, las cuales, por desgracia, se están
extendiendo peligrosamente en estos tiempos
de profunda crisis global.
La lección y el
recuerdo de Gurs, a un lado y otro del Pirineo, sigue siendo un legado moral
que nos insta a evitar que surjan nuevas alambradas y odios que vuelvan a
aprisionar y oprimir a cualquier persona por razones políticas, de raza,
religión, condición social o económica.
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