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3422. Cancionerillo africano




1

La noche a la mañana
deja la tierra verde,
que marzo da una vida
y otra el año que viene.

2

Salieron, blanco limón,
pintillas en los alcores,
perdidas entre cien verdes,
trece pobrecitas flores.
En la punta de sus pétalos
lo rosa asoma rubores.

3

Cada año muere la tierra,
cincuenta son la medida
más corriente de los hombres
tres meses la de la espiga,
una mañana las flores,
horas las moscas del día,
montan siglos las ballenas,
y tanta muerte es la vida,
igual que estas alambradas
plantan la libertad viva.

4

Todo es aquí corto y tremendo: frío,
calor y primavera.
Todo cuanto es ya ha sido
en el acto de ser.
Desierto vencedor, seguro olvido:
dura en las dunas tan poco el ayer
que no importa el mañana,
lo que ha de suceder
ya fue. El moro piensa, frente a nada,
que no hay nada que hacer.

5

Lanzan sus lanzas al aire,
atrevidísimas del tiempo amable,
hierbas, canas de mil nombres,
tiernas y fuertes de sus verdes sables.

6

Todos estos planetas africanos
nunca me fueron, hija, tan lejanos:
nunca vi sol ni luna tan arriba,
justo encima
de quien los mira.

7

¡Qué placer,
luna nueva,
de volverte a ver,
tan tierna!
Rajita de cebolla
que a la noche das vida
todavía prendida
de la morena luz del día.

8

Siendo, como lo es, tan vieja,
la tierra ¡es tan joven!
Una estación borra la otra,
no se le notan los trotes.

9

Esta noche creció un palmo la hierba
–la niña ya es mujer–
tanto que a los tres días de nacer
aquí los cardos son ya de comer.
Esa primavera lenta,
de yemas y verdecer:
grises orillas del Sena,
que conociste anteayer,
humo lento, rosa plata,
Elsa, Anna, Claire
parece aquí un canto muerto,
cuento de antes de nacer.
Aquí todo es violento,
cara o cruz, frente o revés,
la media tinta no existe,
el tono fundido no es,
todo ronco, bronco, duro,
hombres hechos de una vez,
calor o frío sin medio;
la rambla, torrente o sed;
la espiga nace rastrojo,
nada cuenta la mujer.
Esta noche creció un palmo la hierba
–la niña ya es mujer–
tanto que a los tres días de nacer
los cardos ya son buenos de comer.

10

No crece la tierra,
se renueva,
pero mientras crezcas
te irá pareciendo
más pequeña.

11

Por los marzos, bozo verde;
en abril, barba crecida.
Los días ya van de largo.
¡Los limones de la niña!

12

Tan tuyos tus quince años
como estas tierras
deben de sentir suyas
sus verdes hierbas.

13

Te miro y no te creo
¡te has hecho tan mayor!
Dejas de ser renuevo.
Ahora tienes nidos, en tus brazos tiernos,
y te mece el viento.

14

¡Marzo coloradillo,
marzo barbilampiño,
marzo contrario
marzo lavado,
marzo limpio,
marzo fino,
marzo recién nacido,
marzo jilguero,
cómo te quiero!

15

Ya son tuyas tus ramas,
ya son tuyas tus raíces,
ya son tuyas tus hojas,
ya son tuyos los aires.
Tuya es la tierra
y tuyo lo que sabes,
tuya la savia,
tuyo lo que no sabes.
¡Ánimo vence en guerra
y las ramas, raíces, hojas y aires!

16

Esta primavera,
tan nueva,
es tataranieta,
tan vieja,
de la otra
que te vio nacer.
Lo mismo que tú eres
con quince
abriles,
igual y no igual
que la que tuvo diez.

17

Cuando naciste, Mimín,
ocho de abril
de tu mil novecientos veintisiete,
yo era mil y mil
veces más viejo que tú.
Ahora no llego a tu triple
y dentro de algún tiempo
ni siquiera te doblaré.
Luego
los años
nos irán lentos
acercando
hasta ser
otra vez
lo que fue.

18

Borreguitos por los cielos,
verde primavera nueva:
¡Borregos por los oteros!

19

Tierra con agua
da color verde,
Tierra secana,
pardilla siempre.


Max Aub, 25 de marzo de 1942
Diario de Djelfa, 1942







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