Como de una semilla nace un
bosque,
de mi pequeño corazón hundido
creció una selva de dolor y
llanto.
Humo y clamor oscurecían el
cielo
que se alejaba de mi triste
fronda,
cuando negó la tierra a mis
raíces
linfas para el verdor
oscurecido.
¿Cómo pudo secarse una
esperanza,
hasta su queja dar con tanto
fuego?
La pequeñez de mi secreta
herida
me hace llorar aún más que la
hermosura
del incendio que de ellas se
dilata.
Manuel Altolaguirre
Poemas de las islas
invitadas, 1944
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