Turca, Centinela y Chilila, los tres perros de la Cruz Roía, equipados para poder salir a los frentes (Foto: Palomo) |
Los perros de la Cruz Roja madrileña están
siendo preparados para poder auxiliar algún día la labor de los hombres de
aquella Institución en el campo de batalla.
Cuando la Cruz Roja tomaba parte en los
desfiles militares, los madrileños veían pasar entre los hombres de aquella
Institución a algunos perros, que llevaban sobre el lomo la roja cruz
humanitaria.
Aquellos perros eran la mascota. Como es
sabido, ésta es una costumbre frecuente en las unidades militares de muchos
países. Un carnero, una cabra, un perro, van también en los desfiles, y son
para las tropas que los poseen como una llamada a la buena suerte.
Así, también la Cruz Roja de Madrid tenía
sus perros mascota: varios perros lobos de hermosa estampa, que dócilmente
desfilaban entre los hombres de aquella Institución los días de fiesta militar.
Estos perros están hoy, como siempre, en el
Cuartel General de la Brigada de la Cruz Roja, instalado en la calle de Miguel
Ángel. (Allí, la labor múltiple, infatigable, de ese gran camarada de todos los
periodistas que es Luis Blanco Soria). El pequeño cuartel está, lógicamente,
estos días en plena actividad: ir y venir de camilleros, consultas, peticiones,
llamadas telefónicas. En la hora del odio, se ve allí a cada momento y en
todas partes —en los brazaletes, en las paredes, sobre las mesas—, como un
símbolo, la cruz generosa.
El mayor de esos perros es Turca. Un
magnífico ejemplar de perra, que cuenta ya con nueve años, y que es, sin
embargo, de una fuerza y de una agilidad magníficas. Descendientes suyos son
los demás. Había, hace dos meses, cuatro perros descendientes de Turca. Uno
desapareció un día, y fueron inútiles cuantos esfuerzos se hicieron por
encontrarlo. Muy pocos días después desaparecía otro, que tampoco volvió a ser
hallado. Quedaban, por tanto, además de Turca, estos otros dos perros lobos:
Centinela y Chilila. Y de estos dos, cuando ya se había encendido la guerra
civil, nacieron otros dos; Baby, uno, y el otro, Libertario, como corresponde a
la hora.
Son cinco, por tanto, los perros que tiene
hoy la Cruz Roja. En el patio del cuartel corren y juegan. Los dos más
pequeños, nacidos en plena revolución, tienen una graciosa estampa. Son
chiquitines, no pueden todavía correr mucho, y en ellos las características
del lobo no están aún totalmente definidas. Corren y saltan detrás de sus
padres, a los que con dificultad alcanzan. Baby y Libertario son, naturalmente,
el juguete del cuartel cuando cede el trabajo, cuando se abre una pausa de
descanso en el quehacer de estos hombres de la Cruz Roja.
Mascotas hasta hoy estos perros. Porque
hasta hoy la vida fue pacífica. Pero ha estallado la guerra civil, y España
está desangrándose. ¿Acaso no pueden ser ya otros los servicios de esos
perros de la Cruz Roja? ¿Acaso su acción no puede ayudar a la de esos hombres
que significan el socorro y el amor humanos por encima de todas las
discordias?
Los ejemplos de esos servicios humanitarios
que los perros pueden prestar son innumerables. El gran ejemplo clásico y
excepcional es el de los perros de San Bernardo buscando el dolor y el
desamparo entre las montañas nevadas. En la Gran Guerra hay multitud de
emocionantes casos de perros por los que se pudo salvar a un hombre. El olfato
poderoso de aquellos animales es un auxiliar eficacísimo de la acción de la
Cruz Roja.
Y para esto se prepara ahora a estos perros
que hasta hoy fueron solamente mascota de la Cruz Roja madrileña. De llamada de
la buena suerte van a convertirse en auxiliares, cuando el caso lo requiera, de
la acción de estos hombres. Cuando ha cesado un combate; cuando sobre el campo
han quedado muertos y heridos; cuando el terreno, por ejemplo, está lleno de
maleza y la noche es obscura, las linternas y el esfuerzo de los hombres de la
Cruz Roja pueden no bastar para encontrar a los caídos. Ese es el momento de la
intervención de los perros. Ellos, guiados por su gran olfato, llegan hasta donde están los heridos y los muertos. Sus ladridos avisan del hallazgo. O
regresan corriendo para ir de nuevo, esta vez ya con los camilleros, hacia el
sitio en que encontraron al caído en el combate.
Turca, Centinela, Chilila, Baby y
Libertario van a ser preparados para estos servicios, por si alguna vez fuera
necesario su empleo. La historia de estos perros de la Cruz Roja madrileña
puede tener algún día capítulos emocionantes.
J.M.A.
Mundo Gráfico, 30 de septiembre de 1936
No hay comentarios:
Publicar un comentario