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3453. Los perros de la Cruz Roja madrileña

Turca, Centinela y Chilila, los tres perros de la Cruz Roía, equipados para poder salir a los frentes (Foto: Palomo) 


Los perros de la Cruz Roja madrileña están siendo preparados para poder auxiliar algún día la labor de los hombres de aquella Institución en el campo de batalla. 

Cuando la Cruz Roja tomaba parte en los desfiles militares, los madrileños veían pasar entre los hombres de aquella Institución a algunos perros, que llevaban sobre el lomo la roja cruz humanitaria. 

Aquellos perros eran la mascota. Como es sabido, ésta es una costumbre frecuente en las unidades militares de muchos países. Un carnero, una cabra, un perro, van también en los desfiles, y son para las tropas que los poseen como una llamada a la buena suerte. 

Así, también la Cruz Roja de Madrid tenía sus perros mascota: varios perros lobos de hermosa estampa, que dócilmente desfilaban entre los hombres de aquella Institución los días de fiesta militar.

Estos perros están hoy, como siempre, en el Cuartel General de la Brigada de la Cruz Roja, instalado en la calle de Miguel Ángel. (Allí, la labor múltiple, infatigable, de ese gran camarada de todos los periodistas que es Luis Blanco Soria). El pequeño cuartel está, lógicamente, estos días en plena actividad: ir y venir de camilleros, consultas, peticiones, llamadas telefónicas. En la hora del odio, se ve allí a cada momento y en todas partes —en los brazaletes, en las paredes, sobre las mesas—, como un símbolo, la cruz generosa.

El mayor de esos perros es Turca. Un magnífico ejemplar de perra, que cuenta ya con nueve años, y que es, sin embargo, de una fuerza y de una agilidad magníficas. Descendientes suyos son los demás. Había, hace dos meses, cuatro perros descendientes de Turca. Uno desapareció un día, y fueron inútiles cuantos esfuerzos se hicieron por encontrarlo. Muy pocos días después desaparecía otro, que tampoco volvió a ser hallado. Quedaban, por tanto, además de Turca, estos otros dos perros lobos: Centinela y Chilila. Y de estos dos, cuando ya se había encendido la guerra civil, nacieron otros dos; Baby, uno, y el otro, Libertario, como corresponde a la hora. 

Son cinco, por tanto, los perros que tiene hoy la Cruz Roja. En el patio del cuartel corren y juegan. Los dos más pequeños, nacidos en plena revolución, tienen una graciosa estampa. Son chiquitines, no pueden todavía correr mucho, y en ellos las características del lobo no están aún totalmente definidas. Corren y saltan detrás de sus padres, a los que con dificultad alcanzan. Baby y Libertario son, naturalmente, el juguete del cuartel cuando cede el trabajo, cuando se abre una pausa de descanso en el quehacer de estos hombres de la Cruz Roja. 

Mascotas hasta hoy estos perros. Porque hasta hoy la vida fue pacífica. Pero ha estallado la guerra civil, y España está desangrándose. ¿Acaso no pueden ser ya otros los servicios de esos perros de la Cruz Roja? ¿Acaso su acción no puede ayudar a la de esos hombres que significan el socorro y el amor humanos por encima de todas las discordias? 

Los ejemplos de esos servicios humanitarios que los perros pueden prestar son innumerables. El gran ejemplo clásico y excepcional es el de los perros de San Bernardo buscando el dolor y el desamparo entre las montañas nevadas. En la Gran Guerra hay multitud de emocionantes casos de perros por los que se pudo salvar a un hombre. El olfato poderoso de aquellos animales es un auxiliar eficacísimo de la acción de la Cruz Roja. 

Y para esto se prepara ahora a estos perros que hasta hoy fueron solamente mascota de la Cruz Roja madrileña. De llamada de la buena suerte van a convertirse en auxiliares, cuando el caso lo requiera, de la acción de estos hombres. Cuando ha cesado un combate; cuando sobre el campo han quedado muertos y heridos; cuando el terreno, por ejemplo, está lleno de maleza y la noche es obscura, las linternas y el esfuerzo de los hombres de la Cruz Roja pueden no bastar para encontrar a los caídos. Ese es el momento de la intervención de los perros. Ellos, guiados por su gran olfato, llegan hasta donde están los heridos y los muertos. Sus ladridos avisan del hallazgo. O regresan corriendo para ir de nuevo, esta vez ya con los camilleros, hacia el sitio en que encontraron al caído en el combate.

Turca, Centinela, Chilila, Baby y Libertario van a ser preparados para estos servicios, por si alguna vez fuera necesario su empleo. La historia de estos perros de la Cruz Roja madrileña puede tener algún día capítulos emocionantes.


J.M.A. 
Mundo Gráfico, 30 de septiembre de 1936







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