Componentes de La Nueve fotografiados en Pocklington (Inglaterra) |
La gran paradoja de los
hombres de ‘La Nueve’ es que fueron perdedores hasta el final, por mucho que
pelearan en Normandía, desfilaran como vencedores por los Campos Elíseos de
París, conquistaran el Nido del Águila de Hitler y arrinconaran a los nazis en
Berlín. En esencia, la historia de los hombres de ‘La Nueve’ es la historia de
tres derrotas; la gesta olvidada de un puñado de héroes vencidos. Ese absurdo
contiene y define su grandeza y su tragedia.
Daniel Pérez - Hoy.es
Escribió Pedro Salinas: «¿Será verdad que tenemos la patria desecha, la vida en suspenso, todo en el aire?». La primera derrota de los hombres de ‘La Nueve’ fue la Guerra Civil. A finales de octubre de 1943, el general Leclerc, declarado en rebeldía por el Gobierno colaboracionista de Vichy, se afanaba en organizar un Ejército de la Francia Libre que expulsase a los nazis de París. Tuvo que tirar de lo que había: unidades sueltas de las tropas coloniales en África, aventureros, apátridas, exiliados polacos y españoles. A los republicanos españoles, que contaban con la ventaja de ser los únicos con amplia experiencia en el combate, se les agrupó mayoritariamente en la Segunda División Blindada. Inserta en el Tercer Batallón de Regimiento de Marcha del Chad, estaba La Novena Compañía, ‘La Nueve’, formaba exclusivamente por refugiados españoles que habían abandonado su tierra a través de los Pirineos, o en barcazas que hicieron mal que bien la ruta desde Andalucía hasta Argelia, o a bordo de algún buque solidario, como el Stanbrook. Dispersos por los campos de concentración franceses o inscritos en la Legión para evitar que se les repatriara, sus peripecias en el exilio tomaron un nuevo rumbo con el alistamiento voluntario en las tropas de Leclerc. Rafael Torres, autor de ‘El hombre que liberó París’ (Temas de Hoy), resume la situación de una manera muy gráfica: «El Ejército de la Francia Libre les daba la oportunidad de volver a pelear contra los mismos que habían bombardeado Gernika».
Escribió Pedro Salinas: «¿Será verdad que tenemos la patria desecha, la vida en suspenso, todo en el aire?». La primera derrota de los hombres de ‘La Nueve’ fue la Guerra Civil. A finales de octubre de 1943, el general Leclerc, declarado en rebeldía por el Gobierno colaboracionista de Vichy, se afanaba en organizar un Ejército de la Francia Libre que expulsase a los nazis de París. Tuvo que tirar de lo que había: unidades sueltas de las tropas coloniales en África, aventureros, apátridas, exiliados polacos y españoles. A los republicanos españoles, que contaban con la ventaja de ser los únicos con amplia experiencia en el combate, se les agrupó mayoritariamente en la Segunda División Blindada. Inserta en el Tercer Batallón de Regimiento de Marcha del Chad, estaba La Novena Compañía, ‘La Nueve’, formaba exclusivamente por refugiados españoles que habían abandonado su tierra a través de los Pirineos, o en barcazas que hicieron mal que bien la ruta desde Andalucía hasta Argelia, o a bordo de algún buque solidario, como el Stanbrook. Dispersos por los campos de concentración franceses o inscritos en la Legión para evitar que se les repatriara, sus peripecias en el exilio tomaron un nuevo rumbo con el alistamiento voluntario en las tropas de Leclerc. Rafael Torres, autor de ‘El hombre que liberó París’ (Temas de Hoy), resume la situación de una manera muy gráfica: «El Ejército de la Francia Libre les daba la oportunidad de volver a pelear contra los mismos que habían bombardeado Gernika».
La responsabilidad de
entrenar y ‘dominar’ a los 144 españoles de ‘La Nueve’ recayó en el capitán
Dronne, un francés regordete y bigotudo al que el mando, no sin cierta sorna,
le había advertido: «Estos hombres dan miedo a todo el mundo. Confiamos en que
usted se las apañará». Dronne, en sus ‘Diarios de Ruta’, admite que tuvo que
hacer muchas concesiones para ganarse el respeto de sus subordinados: las
órdenes se daban en español, los semiorugas y vehículos de combate fueron
bautizados con nombres españoles (Don Quijote, Guadalajara, Belchite, España
Cañí), todos los miembros portaban una insignia con la bandera republicana y a
todos había que tratarlos con cierto miramiento, porque les costaba admitir
decisiones que no estuvieran plenamente justificadas. «A pesar de su aspecto
rebelde, eran muy disciplinados, de una disciplina original, libremente
consentida. Había que tomarse constantemente la molestia de explicarles el por
qué de las cosas», cuenta Dronne.
Pero ¿quiénes eran? «Hombres
hechos de otra pasta», explica el investigador Alfonso Domingo, autor de
‘Españoles en la Segunda Guerra Mundial’ (Almuzara). Para Basilio Trilles (‘El
Hombre de la Foto de París’, Editorial Inédita), «cualquiera de ellos tendría
en sí mismo una novela». En los preparativos del desembarco de Normandía
estaban Amado Granell (valenciano, a la postre el primer oficial aliado en
pisar París), Campos (anarquista canario condecorado con la Cruz de Guerra,
desaparecido antes del final de la contienda y que, según el historiador Secundino
Serrano, «pasó directamente de la División Leclerc a la leyenda»), Juan Reiter
(hijo de un militar alemán fusilado por Hitler), Antonio ‘Wamba’ (intelectual
formado en la Institución Libre de Enseñanza), Fábregas (un dandy educado en
Inglaterra «que hablaba el inglés de Lord Byron»), tipógrafos como Montoya,
boxeadores como Zubieta, gitanos como Moreno y hasta un torero, Larita II, que
soñaba con ganar la guerra y volver a darle vuelo al capote.
Tras el entrenamiento en el
Norte de África, los españoles de ‘La Nueve’ se trasladaron en barco hasta
Inglaterra. Pasaron muy cerquita de las costas españolas. Desde el buque se
veían las luces del litoral. Las miraron desde lejos, en silencio, acodados en
la cubierta. Por entonces escribió León Felipe: «Sopla en toda la tierra el
mismo viento que se llevó tu casa».
Su papel en el Ejército
Aliado no fue el de meras comparsas. De los 144 hombres que desembarcaron en
Normandía, únicamente 16 alcanzaron Berlín. El resto fueron bajas (muertos y
heridos) y solo a un puñado de ellos se les cambió de unidad. Alfonso Domingo
explica que su carácter de fuerza de choque queda más que acreditada «por las
muchas tumbas con apellidos españoles que jalonan el recorrido de ‘La Nueve’
por Europa», y también por la larguísima lista de condecoraciones que lograron
en las batallas de Ecouché, Bandonviller, la bolsa de Colmar, el cruce del
Mosela y los Vosgos. Nada más que por eso, opina Basilio Trilles, «a los
protagonistas de esta gesta histórica se les consideraría como héroes
nacionales en Francia o en Estados Unidos».
Sin embargo, Normandía no fue más que el principio. A los hombres de ‘La Nueve’, la historia les deparaba «una suerte de justicia poética», explica Torres. «Con el ejército aliado a las puertas de París, Leclerc da la orden a Dronne, incumpliendo las directrices de los norteamericanos (que querían apuntarse el tanto) de avanzar hasta el centro de la capital». Parten dos grupos. Uno lo manda el propio Dronne, que acaba atascándose en la periferia. La tarde del 24 de agosto de 1944, el primer grupo de soldados aliados alcanza la plaza del Ayuntamiento y vuelan, al unísono, todas las campañas de París. Es una columna de españoles, cansados, desharrapados y felices. Los franceses dicen que no reconocen su himno. Será porque cantan el ‘Ay, Carmela’. El 25 de agosto, la prensa francesa publica la foto en portada de uno de los soldados ‘americanos’ que había logrado la hazaña. El ‘americano’ se llamaba Domingo Baños y era natural de Extremadura.
Sin embargo, Normandía no fue más que el principio. A los hombres de ‘La Nueve’, la historia les deparaba «una suerte de justicia poética», explica Torres. «Con el ejército aliado a las puertas de París, Leclerc da la orden a Dronne, incumpliendo las directrices de los norteamericanos (que querían apuntarse el tanto) de avanzar hasta el centro de la capital». Parten dos grupos. Uno lo manda el propio Dronne, que acaba atascándose en la periferia. La tarde del 24 de agosto de 1944, el primer grupo de soldados aliados alcanza la plaza del Ayuntamiento y vuelan, al unísono, todas las campañas de París. Es una columna de españoles, cansados, desharrapados y felices. Los franceses dicen que no reconocen su himno. Será porque cantan el ‘Ay, Carmela’. El 25 de agosto, la prensa francesa publica la foto en portada de uno de los soldados ‘americanos’ que había logrado la hazaña. El ‘americano’ se llamaba Domingo Baños y era natural de Extremadura.
El Nido del Águila
Antes del final de la Guerra, de su segunda gran derrota, los españoles de ‘La Nueve’ también participaron en la conquista del Nido del Águila, el refugio de Hitler en los Alpes que Steven Spielberg endosa sin muchos miramientos a la 101 Division en ‘Hermanos de Sangre’, la popular serie de HBO. Cruzaron a Alemania. Estuvieron en la toma de Berlín. Con Hitler muerto, esperaron ansiosos a que los aliados iniciaran la siguiente fase de la guerra, la reconquista de España, el derrocamiento de Franco, el verdadero objetivo de su lucha, la promesa implícita del General Leclerc en todas sus arengas. Nunca llegó. No hubo regreso a casa. Huérfanos de bandera, se reinsertaron en la vida civil. Fueron operarios de la Citroën, aprendices de alfareros, pinches de cocina.
La tercera derrota es la derrota de la memoria. Dice Secundino Serrano (‘La última gesta’, Aguilar): «Lucharon contra los aliados del Franquismo, nazis y fascistas. El correlato lógico es que el régimen se posicionara contra cualquier conocimiento de esa lucha por la libertad. Además, los republicanos españoles pusieron de manifiesto el colaboracionismo activo o pasivo de los franceses: algo insoportable para su chovinismo rampante». Ni a unos ni a otros les interesaba que se supiera la verdad.
En los últimos años, algunos ensayos (Evelyn Mesquida, Alfonso Domingo, Secundino Serrano), novelas (Basilio Trilles, Carmen Amoraga), homenajes desde el Ayuntamiento de París, e incluso una serie de televisión de TV3 han comenzado, levemente, a corregir esta injusticia. Quizá esa otra batalla, la batalla de la memoria, aún esté a tiempo de ganarse. Carmen Amoraga, la última novelista en tratar el tema en ‘El rayo dormido’ (Destino), lo explica así: «Es una historia bélica y humana tan potente que no me sorprende que la gente, poco a poco, quiera saber más del tema, tal y como me ocurrió a mí. La primera vez que oí hablar de ellos pensé, con estupor: ¿Qué? ¿Cómo es posible que yo no supiera esto?». La respuesta es que los hombres de ‘La Nueve’ combaten, todavía, en su guerra infinita contra el olvido.
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