Lo Último

178. En el frente de Extremadura


En la sierra de Yelves, frente a Santa Amalia, se halla repartido un grupo de unos treinta hombres. Amanece el día 31 de marzo con esperanzas de combate. La tarde anterior se ha visto desfilar por la carretera un gran número de camiones del enemigo procedentes de Mérida.

Los campesinos extremeños que defienden Medellín aguardan el ataque bien resueltos.

Hoy tenemos tiros.

Eso creo yo. Por allá parece que avanzan caballos.

Preparad los fusiles.

Somos treinta de Yelves, y ellos son más de quinientos. ¿No los ves?

Como cante bien mi fusil ametrallador, van a quedar muy pocos de esos quinientos.

Y Víctor esgrime su arma contra la luz de la mañana que comienza a clarear. Relumbran sus ojos más que ella. Se tiende detrás de una piedra y observa al enemigo ansiosamente. Los demás hacen lo mismo. Ninguno piensa esquivar el golpe que se avecina a pesar de haber reconocido la superioridad numérica de los fascistas. Uno de éstos grita como debajo de la tierra:

¡Apretaos mucha las cintas de las alpargatas, rojos, para correr!

Víctor ve venir por La Alameda una gran masa de caballos. Por la parte izquierda de Santa Amalia otra, y detrás un batallón de infantería. La gana de destrozarlos a todos se les nota en la dureza de la boca.

¡Ya están ahí! ¡Fuego con ellos!

Los treinta campesinos, como uno solo, descargan sus fusiles. Los doscientos caballos que galopaban a coronar la pequeña sierra de Yelves, retroceden con sus doscientos jinetes. La infantería que le sigue también retrocede. Durante cinco horas, con las municiones contadas, los veintinueve fusiles y el ametrallador, manejados por unos hombres dispuestos a todo, contienen las insistentes arremetidas del enemigo. Víctor es el primero en advertir que la munición se agota. Multiplica su arma yendo de una piedra a otra, disparando desde varios puntos casi al mismo tiempo para que el enemigo crea que son varios los fusiles ametralladores que le acosan. La retirada es obligada, y Víctor es quien cubre las espaldas de sus compañeros. Cerca de cuatro mil cartuchos salen disparados de su mano. Cuando ya no dispone de ninguno, se deja rodar sierra abajo perseguido muy de cerca por los fascistas de a caballo. En la orilla del Guadiana se muerde rabioso los puños mirando la sierra que ha tenido que abandonar. 


Por mi lado no pasan 

En uno de los puentes de Medellín sobre el Guadiana hay un grupo de dinamiteros. Entre ellos sobresale uno por su edad y su gesto. Manda una sección de mineros y barreneros lanza bombas. Medellín no se verá en peligro por la parte que a él le corresponde defender. Es un hombre curtido, endurecido a través de su vida de minero y a través de nueve meses de guerra y de muerte. Dos hijos suyos han sido asesinados y una hija de veinte años. A su lado tiene otro hijo, dos veces herido y mil veces decidido a morir vengando los crímenes cometidos con sus hermanos.

Por mi lado no pasan. Aquí los espero. Si no me queda otro remedio, mataré a este hijo que me queda, me mataré yo y nuestros dos cuerpos podrán servir de parapetos a los compañeros.


Atención a Extremadura

En los frentes de Extremaudra, en su corazón, hay un material humano, combativo, insuperable. Es preciso aprovecharlo en toda su heroica extensión para que dé plenamente su fruto.


Miguel Hernández
Frente Sur (Jaén), 8 de abril de 1937






177. Canto de independencia

María Torres / 28 marzo 2012

Hoy hace 70 años que falleció Miguel Hernández de soledad, frío, hambre, tuberculosis y piojos en una celda cuando tenía tan sólo 31 años, después de un largo víacrucis por las cárceles de España.  

Le sepultaron en la oscuridad una vez, pero no lo conseguirán de nuevo.

Nunca más conseguirán callar su voz de extraordinario poeta, de excepcional ser humano transparente y honesto, comprometido con la vida y hasta la muerte con el pueblo, con el marginado, con el obrero, con los sometidos al yugo de la injusticia, porque nosotros, el pueblo, le seguimos recordando a plena luz y vivirá en el corazón de muchas generaciones, ya que ha sido capaz de trascender la barrera de la muerte para renacer junto a cada uno de tus poemas.



Canto a la independencia 


Paso a paso, mi tierra vuelve a mí. Trozo a trozo,
vuelven la claridad y el día y el centeno.
Han querido arrojar tanta luz en un pozo,
en un pozo guardado por un puño de cieno.

Por una madrugada de gallos iracundos,
un ejército joven como las madrugadas
conquista, paso a paso, los arados profundos,
los pueblos invadidos, los hijos, las azadas. 

Soplan los toros y hacen temblar la luz del cielo:
los hombre que yo digo la aumentan y la aclaran,
hasta cuando la sombra viene a invadir el suelo
y a la sombra estos hombres que he dicho le disparan. 

Haciendo luz la luz y luz la sombra densa,
van los padres del sol, los padres del granito,
que hacen la espiga grande, y hacen la vida inmensa
y el vientre de las madres poblado de infinito. 

Aprende en estas vidas, aprende como aprendo:
aprende a ser un hombre bien clavado en el barro,
lo mismo que estos hombres que mueren encendiendo
la mecha, la sonrisa, la muerte y el cigarro. 

Dejad el pie descalzo para pisar el punto
donde cayó la sangre de las mejores venas:
para besar la tierra donde recojo y junto
los huesos orgullosos de rodar sin cadenas. 

Los huesos de los que antes de entregarse al verdugo
prefieren enterrarse bajo su misma mano,
sobre la boca donde sólo habitó el mendrugo
echándose una tierra que no podrá el gusano. 

Vergüenza en tus mejillas mientras que tú no obres
como estas anchas vidas que hasta los astros llegan.
Dulce es la sangre, dulce, la sangre de los pobres,
la sangre de los pueblos con la que tantos juegan. 

Los cuervos la devoran a duros picotazos,
ávidos la reclaman los ricos con embudos:
hasta que, amargamente, se encrespa por los brazos
y ataca a quien la absorbe con aletazos rudos. 

Hoy, mientras esta sangre recorre España entera
y apenas por sus hombres prueba el pan, prueba el beso,
vosotros, los llegados de un hambre carnicera,
como los perros mismos os disputáis un hueso. 

Sois los que nunca abrís la mano, la mirada,
el corazón, la boca, para sembrar verdades:
los que siempre pedís, los que jamás dais nada,
cosecheros que sólo sembráis oscuridades. 

¡Fuera de aquí, egoístas de retorcidas manos,
dispuestos a negar la pureza en la nieve!
Sois también invasores como los italianos,
como la dinamita que sobre España llueve. 

La vida que prorrumpe como una llamarada
comunicando al cielo su resplandor de avena,
vuestra existencia seca de cárcel encerrada
que no sabe obtener la libertad, condena. 

Blandos de peticiones y blandos de lamentos,
se mueven vuestros labios que tan sólo provoca
una voracidad brutal por los sustentos,
sucia y abierta en tanto que otros cierran la boca. 

Ellos cierran la boca como una piedra brava
y aprietan las cabezas como un siglo de puños,
cerrados, agresivos, llenos de espuma y lava,
contra aquellos que quieren robar nuestros terruños. 

Rayos de carne y hueso, carbonizan a aquellos
que atacan su pobreza, su trabajo, su casa.
Yo voy con este soplo que exige mis cabellos,
yo alimento este fuego creciente que me abrasa. 

Escoged bien la piedra para grabar los nombres,
la eternidad, los rasgos, la vida, la figura
de la definitiva materia de estos hombres,
hasta volverla carne de siglos y hermosura. 

Escoged bien la mano y el cincel decisivo
donde de estos soldados la historia resplandezca,
porque el avance sigue de la encina al olivo
por más que el perro ladre y el cuervo se oscurezca. 

España se levanta limpia como las hojas,
limpia con el sudor del hombre y las mañanas,
y aún sonarán los nombres y las pisadas rojas
cuando el bronce no suene y el cañón eche canas. 


Miguel Hernández
30 de octubre de 1910 – 28 de marzo de 1942




176. “Yo, sacerdote, pecador, os pido perdón”


Familiares de 29 fusilados de Cervera del Río Alhama (La Rioja) en 1978 - Foto cedida por Jesús V. Aguirre



Relato de un grupo de curas que abrió fosas de fusilados y reprobó la actitud de la Iglesia con Franco.


Natalia Junquera - El País, 26 de marzo de 2012.        

No quisieron esperar más, y a la muerte de Franco, un grupo de viudas e hijos de fusilados se lanzaron a la búsqueda y apertura de las fosas donde los asesinos habían arrojado a sus familiares. En Navarra y La Rioja, arrodillados en la tierra, sin más herramientas que una pala y las propias manos, les acompañaban algunos sacerdotes. Sacerdotes como Victorino Aranguren, Eloy Fernández, Dionisio Lesaca, Vicente Ilzarbe... que ayudaron a aquellas viudas a desenterrar a sus maridos y que en los funerales que oficiaban en su memoria pidieron perdón por el comportamiento de la Iglesia durante la Guerra Civil: “Esta sangre nos salpicó también”, “si decimos que no hemos pecado, hacemos a Dios mentiroso”, “desde aquí, yo, sacerdote, aunque pecador, os pido perdón en nombre de la Iglesia...”.

“Participé en muchas exhumaciones. Era muy impactante. Las viudas decían: ‘Ese es mi marido, que era un poco chambo’, ‘ese otro es el mío, que le puse yo esa medallita...”, recuerda hoy Victorino Aranguren, sacerdote, de 80 años. “Besaban los huesos como si fueran reliquias y me pedían que los besara yo también. Todos tenían el cráneo agujereado por el tiro de gracia”.

Lo llamaron Operación Rescate. “Les cogimos por sorpresa. Aprovechamos el inicio de la democracia para hacer algo que queríamos hacer desde hacía mucho”, añade. En septiembre de 1971 había hecho un primer intento para que la Iglesia “reconociera el daño causado y pidiera perdón” en la Asamblea Conjunta de Obispos-Sacerdotes, celebrada en Madrid. Aranguren redactó la propuesta, que no obtuvo los votos suficientes (dos tercios) para salir adelante.

Estos curas recibieron presiones y cartas muy desagradables, “de seglares y de curas”, aclara Aranguren. “Nos llamaban sinvergüenzas. Otros sacerdotes nos decían que parecía mentira que no justificáramos la guerra del 36. Muchos estaban convencidos de que había sido una cruzada [en una pastoral conjunta en julio de 1937, los obispos declararon el golpe militar “cruzada religiosa salvadora de España”], algo muy bueno, porque después de la guerra vino un resurgir de las prácticas religiosas, que desde mi punto de vista era un resurgir un poco engañoso. Los obispos estaban ciegos. No veían la falta de libertades. La Iglesia siempre tiene el peligro de apoyarse en el poder, y se apoyó mucho en Franco”.

En aquella asamblea de 1971, a iniciativa de este grupo de sacerdotes navarros, se habló del derecho de reunión, de asociación... “Franco prohibió la segunda edición del libro que salió de aquella asamblea porque decía que en España se estaban violando derechos humanos. Hubo una campaña muy grande de desprestigio hasta que hombres del Gobierno y de la Iglesia enterraron la asamblea”.

En 1974 encargaron a los historiadores Víctor Manuel Arbeloa y José María Jimeno Jurío una lista de fusilados en Navarra. Después crearon una comisión conjunta de sacerdotes y familiares. A veces eran estos últimos los que acudían a los curas para pedir ayuda y otras veces era al revés. “Íbamos a visitar a las viudas, a contarles que podíamos recuperar los restos y celebrar un funeral y veíamos a familias aterrorizadas, absolutamente humilladas, que no se atrevían ni a hablar entre ellas de lo que les había sucedido”, explica Aranguren. A veces, los sacerdotes también hablaban con los asesinos. Aranguren recuerda que tras un funeral en el que dijo que no habían encontrado a todos los fusilados que buscaban, uno de los pistoleros fue a hablar con él. “Vino a verme a las tres de la mañana. ‘Yo estaba allí’, me dijo. Y esa misma noche, con una linterna, me llevó al sitio donde estaba enterrado ese fusilado que nos faltaba. Tenía las manos atadas con alambre”.

Hasta 1981, estas comisiones de sacerdotes y familiares recuperaron a 3.501 fusilados en 56 pueblos de Navarra y 10 de La Rioja. Tras los funerales se levantaron en los cementerios “monumentos muy similares a los que ya tenían los muertos del bando nacional, que habían sido elevados a la categoría de mártires y héroes mientras los fusilados de izquierdas habían caído en el olvido”, recuerda el sacerdote Jesús Equiza.

En Arnedo (La Rioja), el párroco se negó en redondo a participar en algo parecido. “Y fueron los sacerdotes navarros los que nos ayudaron y los que celebraron el funeral”, recuerda José Urbano Muro, nieto de fusilado. “Recuperamos los restos de 51 fusilados. Los asesinos eran vecinos. Y el día del funeral, atravesamos el pueblo y la gente bajaba las persianas al paso de los ataúdes. Aún había muchísimo miedo”, agrega.

También eran del mismo pueblo los que mataron a los 29 de Cervera del Río Alhama, entre ellos, tres mujeres y un chaval de 15 años. Las víctimas dejaron “52 hijos sin padres”, recuerda José Vidorreta, que tenía seis meses cuando mataron a su padre, e impulsó en 1977 uno de los primeros homenajes a los fusilados. “El sacerdote Tomás Navarro nos ayudó a trasladar los restos y pronunció un discurso muy emocionante en la plaza del pueblo. Él sí nos ayudó, pero los curas de La Rioja no habían hecho nada para evitar los fusilamientos. Al revés”, dice.

Terminadas las exhumaciones y los funerales, los sacerdotes Victorino Aranguren, Dionisio Lesaca y Eloy Fernández publicaron en una revista de las Comunidades Cristianas Populares Historia de una ignominia y de una rehabilitación algo tardía, donde explicaban aquella experiencia: “Sentíamos en carne viva el largo silencio de la Iglesia (...)aquellos hombres no eran malos, tenían unos nobles ideales republicanos y fueron injustamente asesinados (...). Cuánto dolor hemos palpado en estas familias porque vieron que la Iglesia jerárquica española apoyaba la Guerra Civil, se identificaba con los sublevados contra la República y no impidió estas muertes. Y porque fueron los matones los que frecuentaban las iglesias y se tenían por buenos y católicos, a veces amigos de los curas. No. La guerra civil del 36 no fue una cruzada religiosa, salvadora de España (...). Fue fundamentalmente lucha de intereses económicos contrapuestos (...), cortar brutalmente una revolución social que, corrigiendo deficiencias, podía haber traído una sociedad más justa”.

Eran la excepción. Todavía lo son. El presidente de la Conferencia Episcopal, Antonio María Rouco Varela, es contrario a la ley de memoria histórica. “Si en todas las provincias se hubiera hecho entonces lo que se hizo en Navarra y La Rioja, hoy no seguirían llenas tantas fosas y cunetas”, opina Aranguren. “Es una humillación que sigan ahí. Y una obligación de la sociedad sacarlos. Muchos obispos creen que no debería tocarse este asunto, que es reabrir heridas, cuando es justamente lo contrario”. Este sacerdote cree que el exjuez “Garzón iba por el buen camino” y agrega: “Pienso en la pacificación en Euskadi con ETA y en el ejemplo admirable que dieron esos familiares de los fusilados, que perdonaron a la Iglesia, a los que mataron, a todos. Hay que pedir perdón a las víctimas, y las víctimas tienen que aceptar también ese perdón. Aunque cueste”.





Partidas de defunción de fusilados escritas por 
el sacerdote Victorino Aranguren






175. Un error horario que dura 72 años




Franco ordenó en 1940 adelantar 60 minutos el horario oficial como hizo la Alemania de Hitler. Error histórico. La hora oficial de España lleva, de forma incomprensible, 72 años adelantada. Por su posición geográfica, nuestro país debería regirse por el huso horario del meridiano de Greenwich, 60 minutos menos que el actual. Una decisión de Franco, en 1940. En invierno, España ya va una hora por delante de su tiempo solar; y en verano, al adelantarse, dos.


VICENTE AUPÍ - FARO DE VIGO - 19/03/2012

Si volviésemos al huso horario que nos corresponde, amanecería, pero también anochecería, una hora antes. El próximo domingo, 25 de marzo, entrará en vigor en España y el resto de la UE el horario oficial de verano, con el que se adelantan los relojes una hora. La medida tiene sus partidarios y sus detractores en toda Europa, pero el caso de España es diferente, ya que nuestro país parte de un error de base: el tiempo oficial de invierno (antes del cambio que haremos esta misma semana) lleva 72 años adelantado de forma incomprensible, ya que no es el que le corresponde a su huso horario, que cada país ajusta a su longitud geográfica para optimizar las horas de luz solar. A causa de ello, en los meses invernales, España ya va una hora por delante de su tiempo solar, y en los estivales, al adelantarse otros 60 minutos más, el desfase aumenta a dos horas.

Esta situación es una herencia de la simpatía de Franco hacia Hitler, que el 16 de marzo de 1940 se concretó en que el régimen ordenara adelantar una hora el horario oficial en España, que hasta entonces iba ajustado al del meridiano de Greenwich, precisamente el que le corresponde a nuestro país por su longitud geográfica. Pero aquel día, España puso en su reloj la hora de la Alemania de Hitler, situada más al este y con un huso horario distinto. Por supuesto, la medida se mantuvo los 40 años de la dictadura, pero lo realmente sorprendente es que, después, ninguno de los sucesivos gobiernos democráticos ha corregido este error histórico.

La decisión del régimen se plasmó en una escueta orden aprobada por el Gobierno el 7 de marzo de 1940. En ella se fija el 16 de marzo de aquel año como fecha para el cambio horario a partir de las 11 de la noche, cuando se adelantaron los relojes 60 minutos. El argumento en el que basó la orden fue "la conveniencia de que el horario nacional marche de acuerdo con los de otros países europeos". Curiosamente, en el artículo 5 de aquella orden se indicaba que "oportunamente se señalará la fecha en que haya de restablecerse la hora normal". Sin embargo, esta vuelta a la normalidad no solo no fue adoptada al concluir la Segunda Guerra Mundial, sino que tampoco se ordenó en los 40 años del régimen ni en los tres decenios y medio de democracia.

Cada país debe sincronizar su horario oficial con el solar que corresponda a su posición geográfica, de manera que, por ejemplo, las 12 horas oficiales se aproximen todo lo posible al mediodía local, es decir, el momento en el que el Sol se halla en el punto más alto sobre el horizonte sur. De esta forma se aprovechan al máximo las horas de luz disponibles. En España era así antes de que Franco ordenara aquel cambio, ya que el tiempo oficial era el mismo que el del Meridiano de Greenwich, pero desde 1940 hasta hoy España vive con la hora cambiada y desajustada respecto a las horas de luz y oscuridad naturales que le corresponden, algo que no le sucede al resto de países europeos. Aquí está una de las claves que explica por qué en España comemos y cenamos más tarde que en el resto de Europa. Lo hacemos respecto al tiempo oficial, pero respecto al solar no tanto debido a ese desfase. Y lo hacemos desde hace siete décadas, porque nuestros abuelos y bisabuelos comían a la hora que tocaba.

Aunque es muy difícil de cuantificar, este error histórico ha supuesto un enorme gasto acumulado durante estos setenta años. Los días más cortos del año se producen entre el 21 de diciembre y la primera semana de enero. En esas fechas, el desfase horario actual de invierno heredado de 1940 se nota de forma especial en que "amanece" más tarde de la cuenta, en particular en la mitad occidental peninsular, donde los primeros rayos de sol del día llegan en torno a las nueve de la mañana. Si regresáramos al horario solar anterior a 1940 y que es el que le corresponde geográficamente a España, "amanecería" una hora antes, aunque también "anochecería" una hora antes. Pero aunque unos prefieran que el Sol salga antes y a otros les guste que se ponga más tarde, es indiscutible que, para España, el horario de Greenwich es la mejor solución, ya que así la hora oficial sería la del Sol.

Para entender esto lo mejor es mirar un mapa de Europa y comparar nuestra hora con la de los demás países. Nuestro caso es parecido, por longitud geográfica, al de Gran Bretaña, donde la hora oficial es la del meridiano de Greenwich, o sea, 60 minutos menos que la de España. Tanto allí como aquí, el meridiano de Greenwich cruza los dos territorios por su flanco este, lo que nos habla de un huso horario muy similar. Sin embargo, en Gran Bretaña el reloj está ajustado al ciclo del Sol, pero en España va una hora adelantado, de forma que cuando allí son las 10.00 horas aquí son las 11.00.

El desfase lo comprobamos mejor al compararnos con Francia. Nuestros vecinos están mejor adaptados a su ciclo de luz natural, mientras que nosotros tenemos un desfase de una hora. Por eso, cuando el reloj marca las doce del mediodía, el Sol está más próximo al sur en París que en Madrid. Por si fuera poco, lo que hacemos en España en verano, al adelantar una hora más el reloj, es agudizar el error, ya que el desfase pasa de 60 a 120 minutos.

La hora oficial de España es hoy la misma que la de Francia, Bélgica, Holanda, Alemania, Dinamarca, Noruega, Suecia, Austria y Suiza, lo cual es un contrasentido, ya que todos estos países pertenecen a otro huso horario. Lo lógico sería compartir hora con Portugal, Gran Bretaña e Irlanda, por aquello de ahorrar energía.





174. Después de la caída de Badajoz




Después de la caída de Badajoz, las columnas rebeldes se preparan para partir. La justicia militar prosigue con rigor inflexible.

Diario de Lisboa, 16 de agosto´36. Por Mário Neves (1912 – 1993)


He regresado hoy a Badajoz, no porque el espectáculo de ayer me dejara alguna nostalgia, sino porque debía de haber aún mucha cosa que observar en la ciudad fronteriza ocupada por los rebeldes.

(…) La entrada a la ciudad ya nos es tan difícil como ayer, aunque no nos libran de presentar el salvoconducto que el teniente coronel Yagüe mandó que nos extendieran. Los soldados del Tercio y los “regulares” marroquíes están con los preparativos de partida. Decenas de camiones aguardan en las calles la orden de salida. Se nota por toda la ciudad un movimiento intenso de legionarios y marroquíes que se suben, apresuradamente, en las camionetas. La columna va a partir, no quedan dudas. Los camiones están cargados con todo tipo de material bélico y de ingeniería. Grandes letras blancas pintadas en los vehículos dicen: “Columna de Castejón – 5ª bandera – 2ª legión”.

(…) Pasamos después por el foso de la ciudad, que sigue lleno de cadáveres. Son los fusilados de esta mañana, en su mayoría oficiales de los que se han mantenido fieles al gobierno de Madrid y que han estado peleando hasta el último momento. Uno de ellos es el teniente coronel Juan Cantero, con su pelo gris, al que la muerte sorprendió en mangas de camisa y que yace entre otros de apariencia humilde.

Cerca, junto a los destrozos causados por el bombardeo y la metralla que ha cesado, aún se ve una bomba aérea que no ha llegado a explotar.

(…) En las calles principales hoy ya no se ven, como ayer a primera hora de la mañana, cadáveres insepultos. Algunas personas que nos acompañan nos aseguran que los legionarios del Tercio y los “regulares” marroquíes encargados de ejecutar las decisiones militares, pretenden únicamente conservar los cadáveres en exposición durante algunas horas, en algún que otro punto, para que el ejemplo produzca sus efectos.

Nos explican también que la forma de seleccionar a los presos para la pena última consiste en el examen del cuerpo: los que presentan aún la señal de las culatas de los fusiles grabada en el pecho, por haber estado disparando durante mucho tiempo, pueden considerarse dados por perdidos.

Hoy hemos ido de nuevo a la “Comandancia” militar. Se nota un poco más de orden que ayer. Ya no vemos en la oficina del capitán ayudante del teniente coronel Yagüe tanta diversidad de informes, ni oímos tantas órdenes dadas al mismo tiempo, como ayer. Nos reciben amablemente cuando declaramos nuestra identidad. Pero hoy no hay noticias.


*



Mário Neves, reportero de Diário de Lisboa, fue el primero en dar la noticia de la brutal represión de Badajoz. Logró entrar en la ciudad y fue testigo del terrorífico espectáculo. La última de sus crónicas nunca vió la luz. Fué censurada.








173. La impunidad del franquismo



"Para pasar página, hay que haberla leído antes"



JOSÉ SARAMAGO -  16 SEP 2009

Son 114.266 personas las que, según el auto dictado por el juez Garzón el 16 de octubre de 2008, desaparecieron, en el contexto de crímenes contra la humanidad, entre julio de 1936 y diciembre de 1951, en el curso de la Guerra Civil española y, ulteriormente, durante la dictadura fascista de Franco.

La violación de los derechos humanos ha sido una desgraciada realidad a lo largo de la historia de la humanidad; sus autores, en la inmensa mayoría de las ocasiones, han quedado impunes, y a las víctimas y a sus familiares, en otras tantas, se les ha privado de la necesaria tutela judicial en los tribunales internos.

Por ello, la comunidad internacional ha ido estableciendo diferentes compromisos, ineludibles para todos los Estados, a fin de garantizar la búsqueda de la verdad, la reparación a las víctimas y el castigo de los autores de los más graves crímenes contra la humanidad. Es decir, garantizar el derecho de las víctimas y sus familiares a la justicia, como garantía del principio esencial, del que debe prevalerse todo Estado, de no repetición de los crímenes.

Respecto de los familiares -como lo ha reiterado la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos del 16 de julio de 2009 en el caso Karimov contra Rusia- la ausencia de búsqueda oficial de los desaparecidos supone un trato cruel e inhumano. Dicho de otra forma, los familiares de los desaparecidos sin respuesta oficial son víctimas de tortura.

Desde la Convención de Ginebra de 1864 sobre leyes y costumbres de la guerra, al Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 1966, pasando por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 o los recientes Principios o Directrices de Naciones Unidas sobre los Derechos de las Víctimas de Violaciones de Derechos Humanos adoptados en el año 2005, es indudable el deber, moral y jurídico, de toda la comunidad internacional y de cada uno de los Estados que la componen, de perseguir graves crímenes contra la integridad y dignidad humana.

Las desapariciones forzadas, han sido calificadas por las Naciones Unidas como un ultraje a la dignidad humana, reconociendo el derecho a un recurso judicial rápido y eficaz, como medio para determinar el paradero de las personas privadas de libertad o su estado de salud, o de identificar a la autoridad que ordenó la privación de libertad o la hizo efectiva. Como otros crímenes semejantes, considerados de lesa humanidad, no son amnistiables ni prescriptibles según la evolución del Derecho Penal Internacional desde los principios de Núremberg.

Esa obligación de perseguir y castigar los más graves atentados contra la humanidad es aplicada sólo por algunos Estados, y de forma interesada. Y España ha de entonar por desgracia, y con gran vergüenza, el mea culpa.

España que se congratulaba en ser uno de los pioneros en la aplicación del principio de justicia universal, hoy desgraciadamente en entredicho, ignora a sus propias víctimas, somete a tormentos (según la indicada doctrina del Tribunal Europeo) a sus familiares y desoye las obligaciones contractuales internacionales dimanantes de tratados y convenios suscritos e incorporados a su ordenamiento jurídico.

Recientemente, el Comité de Derechos Humanos, en su periodo de sesiones de octubre de 2008, examinando los informes presentados por los diferentes Estados, y antes de que se declarase la Audiencia Nacional incompetente para conocer de las desapariciones que tuvieron lugar durante y después de la Guerra Civil, señaló que "está preocupado por el mantenimiento en vigor de la Ley de Amnistía de 1977", y recordó que "los delitos de lesa humanidad son imprescriptibles y aunque toma nota con satisfacción de las garantías dadas por el Estado parte en el sentido de que la Ley de la Memoria Histórica prevé que se esclarezca la suerte que corrieron los desaparecidos, observa con preocupación las informaciones sobre los obstáculos con que han tropezado las familias en sus gestiones judiciales y administrativas para obtener la exhumación de los restos y la identificación de las personas desaparecidas".

El comité recomendó no sólo la derogación de la Ley de Amnistía, sino el auténtico restablecimiento de la verdad histórica sobre todas las violaciones -se produjesen por quien se produjesen- de los derechos humanos cometidas durante la Guerra Civil y la dictadura franquista, añadiendo que ha de permitirse a las familias que identifiquen y exhumen los cuerpos de las víctimas y, en su caso, indemnizarlas.

La naturaleza de crimen de lesa humanidad que supone la desaparición forzada de personas es, por tanto, indiscutida, en particular cuando se comete de forma grave o sistemática contra la población civil. Lo señalaba también la Convención de 2006 sobre Protección de todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas, determinando la obligación de los Estados de investigar los hechos y juzgar a los culpables.

Han transcurrido más de 12 años desde que, el 28 de marzo de 1996, la Unión Progresista de Fiscales interpusiera la primera denuncia por los crímenes cometidos por los responsables de la dictadura militar argentina en los años 1976 a 1983. A partir de entonces, se han sucedido en la Audiencia Nacional española, como órgano competente para la instrucción y enjuiciamiento de los crímenes acogidos bajo la jurisdicción universal, diversas denuncias por crímenes internacionales ocurridos en diferentes países que han dado lugar a un amplio debate sobre el principio de jurisdicción universal.

Sin embargo, más de 70 años después de los hechos, en España se sigue sin conocer qué pasó, quién ordenó las ejecuciones, quién practicó las detenciones, y qué sucedió con los, al menos, 114.266 desaparecidos que se han documentado judicialmente.

La obligación de investigar, juzgar, castigar y reparar se ha obviado, de forma incoherente, en España. Peor aún, el único juez, Baltasar Garzón, que ha cumplido, con apego a la ley, coherencia, valentía y riesgos evidentes con el deber de contribuir a satisfacer las demandas de las víctimas, se encuentra cuestionado e imputado por quienes tendrían el deber ineludible de propiciar que España honre sus obligaciones internacionales en materia de derechos humanos.

Señalaba, el relator de Naciones Unidas, Louis Joinet que "para pasar página, hay que haberla leído antes".

No olvidemos a esos 114.266, con sus nombres, apellidos e historias. Con sus madres, hermanas o hijos. No sigamos tolerando que se torture a sus familias. El olvido y la impunidad no es solamente fuente de dolor para las víctimas, es una herida abierta que lesiona la democracia. Bien dijo Francisco de Quevedo: "Menos mal hacen los delincuentes, que un mal juez".



Firman este artículo José Saramago, Premio Nobel; José Jiménez Villarejo, ex presidente de la Sala Segunda del Tribunal Supremo; Enrique Gimbernat Ordeig, catedrático de Derecho Penal; Javier Moscoso del Prado y Muñoz, ex fiscal general del Estado; Luis Guillermo Pérez, secretario general de la Federación Internacional de Derechos Humanos, y Hernán Hormazábal Malaree, catedrático.



172. Bombas sobre Barcelona


Niños muertos por los efectos de los bombardeos sobre la población civil
Archivo fotográfico del Arxiu Històric de la Ciutat, Barcelona


El País de Catalunya - Hilari Raguer - 11 MAR 2012

Los bombardeos de los días 17, 18, 19 y 20 de marzo de 1938 fueron muy especiales y con severa reacción internacional.


Barcelona fue bombardeada a lo largo de toda la Guerra Civil, pero los bombardeos de los días 17, 18, 19 y 20 de marzo de 1938 fueron muy especiales. En vez de la táctica habitual de atacar con el mayor número disponible de aviones y lanzar todas las bombas en un lugar y un momento determinados para producir un efecto más contundente, aquellos días los ataques aéreos italianos desde Mallorca se programaron en una cadena ininterrumpida, día y noche, de modo que los ciudadanos no sabíamos si las sirenas anunciaban la llegada de los aviones o que ya había pasado la alarma. Por otra parte, si los objetivos solían ser el puerto, los depósitos de gasolina y las estaciones ferroviarias, aquellos días se atacaron preferentemente barrios residenciales. Joan Villarroya, que es quien más a fondo ha estudiado aquellos bombardeos, recorrió los archivos de los hospitales de Barcelona y examinó los partes de llegadas de muertos y heridos, en los que se indicaba el lugar donde habían sido recogidos. Situando estos lugares en un plano de la ciudad, puede verse gráficamente el ataque a barrios residenciales. El balance oficial de víctimas contabilizó 875 muertos (entre ellos 118 niños, la mayoría de ellos alumnos de una escuela que se habían refugiado en la iglesia de Sant Felip Neri) y más de 1.500 heridos.

Fueron bombardeos de intencionalidad literalmente terrorista. He tenido en mis manos, en el Archivio Centrale dello Stato de Roma, los originales de dos telegramas personales de Mussolini al alto mando del cuerpo expedicionario italiano. En uno ordena que, para cooperar con la ofensiva de Aragón, se emprendan ataques aéreos para terrorizare le retrovie (“aterrorizar la retaguardia”, sic). En el otro dispone que se haga algo sonado para distraer la atención pública de los actos que los antifascistas preparan en París para conmemorar el primer aniversario de la batalla de Guadalajara. Ya después de aquella sonada derrota había escrito Mussolini en Il Popolo d’Italia: “Los muertos de Guadalajara serán vengados”.

La reacción internacional fue severa. El secretario de Estado norteamericano dijo el 21 de marzo, en una declaración oficial: “En esta ocasión, cuando la pérdida de vidas entre la población no combatiente es quizá mayor de lo que jamás lo haya sido en la historia, creo que estoy hablando en nombre de todo el pueblo norteamericano cuando expreso un sentimiento de horror por todo lo que ha sucedido en Barcelona”. El embajador nazi Von Stohrer informaba así desde Salamanca: “He sabido que los efectos de los ataques aéreos efectuados hace unos días sobre Barcelona por bombarderos italianos han sido literalmente terribles. Casi todos los barrios de la ciudad han sufrido. No hay ningún indicio de que se haya querido alcanzar objetivos militares”. Pero la reacción que más dolió a Franco fue la del Vaticano. El Osservatore romano del 24 de marzo deploraba los muertos de los bombardeos de Barcelona, “víctimas inocentes, que la Santa Sede más que nadie deplora”, recordaba las “palabras de moderación y consejos de blandura” que repetidamente había dirigido a los responsables y anunciaba que el Papa, el día 21, había encargado a su representante, monseñor Antoniutti, “un nuevo y urgente paso cerca del Generalísimo Franco”. Más contundente fue la nota del Osservatore del 10 de junio: “Los centros bombardeados no tienen ningún interés militar, ni se hallan en la proximidad de centros militares o de edificios públicos que de cualquier modo sean de interés para ganar la guerra”, y hablaba literalmente de “inútil matanza de la población civil”.

Había discutido mucho sobre estos bombardeos con don Ramón Salas Larrazábal, hombre honrado y concienzudo historiador, pero condicionado por su ideología franquista. Él justificaba aquellos bombardeos alegando que toda Barcelona era un inmenso polvorín. En vano le aducía yo la condena del Vaticano y hasta de los alemanes. Finalmente, un día le dije: “Es inútil que sigamos discutiendo, porque nunca nos entenderemos, pues usted veía aquellos bombardeos desde arriba y yo los veía desde abajo”.


Hilari Raguer es historiador y monje de Montserrat









171. Teresa Pàmies, la memoria del exilio


Teresa Pàmies con 17 años en un mitín en la Monumental de Barcelona



Hace apenas una semana, el martes y trece de marzo de 2012, se marchó la escritora Teresa Pàmies. Tenía 92 años y fue una de las últimas voces de la resistencia. Su obra fue inseparable del compromiso político que mantuvo a lo largo de toda su vida. Mujer comprometida con la democracia, las libertades y los derechos de la mujer, nos ha dejado un legado de obras plagadas de la historia de la Guerra Civil, la clandestinidad y el exilio.

Teresa siempre cultivó una literatura comprometida y cómplice:Siempre recordó, dio ejemplo, se mantuvo firme en sus creencias, siempre, desde que en 1937, apenas con 17 años, proclamaba en la Monumental de Barcelona, ante miles de personas y con los puños cerrados, que había que apoyar a Madrid frente al fascismo.

Comenzó a escribir por casualidad y obligada por sus compromisos políticos como miembro de las Juventudes del PSUC. Al principio mecanografiaba los textos que la dictaba su padre, el dirigente marxista Tomás Pàmies, pero a los diecisiete años fue promovida a la dirección de las Juventudes del PSUC, y se traslada a Barcelona,(1937) siendo más tarde, una de las fundadoras de la Alianza Dona Jove de Catalunya, organización femenina de masas para ayudar a los combatientes en la Guerra Civil española (1937-1939).

En 1939, cuando apenas tenía 20, empezó en Francia un largo exilio, que se prolongó más de treinta años. Jamás volvió a ver a su madre. Tras un tiempo en Francia, donde estuvo en un campo de concentración y ayudando a la resistencia francesa durante la II Guerra Mundial, se exilió en la República Dominicana, Cuba y finalmente México, donde se estableció por algún tiempo y estudió periodismo. En 1947 regresó a Europa, en concreto a Praga, donde trabajó en la radio en programas para España, en castellano y catalán. Desde allí colaboró también en las revistas catalanas Serra d’Or y Oriflama. Y fue allí y en aquellos tiempos de postguerra donde con 52 años escribió su primer libre “Testamento a Praga”.

Se casó con el secretario general del PSUC, Gregorio López Raimundo, recién salido de las cárceles del pequeño dictador, con quien tuvo cinco hijos, entre ellos el escritor Sergi Pàmies. La novela Amor clandestí, publicada en 1976, explica su relación con el dirigente político. Regresó a España en 1971.

El galardón más importante que recibió fue el Premi d'Honor de les Lletres Catalanes(2001), máxima distinción de las letras en lengua catalana que sólo una mujer (Mercè Rodoreda) también ha recibido en los 38 años que hace que se entrega.

Además en 1984 recibió la Creu de Sant Jordi de la Generalitat de Catalunya y en 2000 la Medalla d'Or al mérito artístico del Ayuntamiento de Barcelona.

Las mujeres que como Teresa no corren el riesgo desagradecido de caer en el olvido.

Descansa en paz Teresa, y que la tierra te sea leve. Mientras nosotros, seguiremos compartiendo la vida contigo a través de tus obras.









170. Flores secas






Dedicado:

A todas las víctimas de la guerra española del 1936. Es@s niñ@s...
A mi abuela Paca.
A mi amiga María Torres, de cuya autoría es el poema ke aparece al final del vídeo.

Autor y voz: Román.


*


A los que aún nutren con sus cuerpos
las cunetas y la tierra de España 



No me acuerdo de olvidarles


            El recuerdo siempre viste de tristeza
            cuando pienso en ellos, los perdidos,
            olvidados, inertes, muertos, vencidos.

            Desde la oscura tierra que abonan,
            nutrida de sangre y pena, gritan,
            caminan por el filo de mi memoria,
            tropiezan con la gélida rabia,
            con el eterno y afilado dolor
            de no alcanzar nunca su destino.

            Infinita procesión de niños sin infancia,
            padres llenos de huérfanos.
            Harapos, hambre, destierro.
            Exiliados en las sombras del mundo,
            como una órbita humana errante
            intentando pasar una página del alma.

            Escucho los pasos del verdugo,
            el latido continuo y eterno de un instante,
            el gemido del percutor, la muerte,
            el silencio amargo como el llanto.
            La tierra, la pala, la nada.
            El eterno dolor de no encontrarlos.

            Sé que la vida de tantos muertos
            perdura en la memoria de los vivos
            y  que triste es la guerra
            que no termina con la paz.


            María Torres
            Marzo 2012



Quiero agradecer de corazón a mi amigo Román, la elaboración de este video, sus palabras, su voz, y que haya contado conmigo para ponerle cierre con uno de mis poemas.

Seguiremos militando en el recuerdo, en la vida, lanzando palabras como dardos que agiten conciencias y que escuchen el dolor de tantos, de todos.