ALEJANDRO TORRÚS - 26/08/2012 - Público.es
Cazados en el bosque.
Josefina Álvarez y Alfonso Vázquez vivieron y murieron juntos. Se conocieron una tarde de primavera en un acto de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) en el concejo de Lena (Asturias) en los tiempos de la República. Desde entonces, hasta los primeros días del año 40 no se separaron ni un segundo. Perseguidos desde la conquista de Asturias por parte del bando franquista en octubre de 1937 por la afiliación política de Alfonso al Partido Comunista y su papel en la revolución de octubre de 1934, acorralados y sin salida, esta pareja decidió morir unida antes que entregarse a las autoridades franquistas.
“Estuvieron dos años y pico huidos por las montañas de la provincia. De casa en casa y de lugar en lugar. En invierno se refugiaban en una casa de unos amigos muy cercana a Pola. Hasta que los cazaron. Si se entregaban los obligarían a denunciar a sus amigos y después serían asesinados. Así que decidieron poner fin a su historia de otra manera”, recuerda Germán Mayora, historiador y autor del libro Cazados, que recrea la vida de esta pareja.
La “otra manera” con la que Alfonso y Josefina decidieron poner punto y final a su vida es digna de cualquier tragedia shakesperiana. Abrazados en una solitaria casa en lo alto de la montaña, rodeados por sus cazadores que disparaban dentro de la casa, Alfonso y Josefina se rociaron con petróleo, se despidieron y con una pistola Astra, típica de la milicia republicana, se dispararon. Josefina en el corazón y Alfonso en la boca. Tal cual estaban, ya muertos, cayeron juntos en la hoguera donde ardieron hasta la llegada de sus cazadores, que veían como su presa se diluía.
Antes, Alfonso y Josefina tuvieron que soportar la muerte del padre del hombre y la tortura pública de su hermana, raptada, rapada al cero y humillada ante todo el pueblo para que delatara el escondite de su hermano. “Él le dijo a Josefina que lo dejara solo, que se podía salvar. Pero ella nunca accedió. Desde la revolución del 34 hasta las elecciones del 36, Alfonso ya tuvo que estar escondido y estuvo solo. Ella no quería volver a pasar por eso. Prefirió firmar su muerte junto a la del hombre que amaba”, concluye Mayora.
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