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6. Denise Affonço, superviviente

“Si nadie habla, nadie recuerda"



María Torres / 2010

Rompió su silencio hace seis años cuando escribió 'El infierno de los Jemeres Rojos', donde narra el sobrecogedor testimonio de su estancia en los campos de la muerte de Pol Pot, en los que permaneció tres años, ocho meses y veinte días. Esta mujer sobrevivió reducida a una especie de animalidad hambrienta y aterrada, a meses de trabajos forzosos, al asesinato de su marido, al hambre y las enfermedades, a la muerte por inanición y en sus brazos de su hija de 9 años, a la que enterró con sus propias manos.

Se la prohibió reír y llorar, la dejaron sin comida y si ropa, se tuvo que alimentar de granos de sal, de saltamontes, cucarachas y ratas; la separaron de su hijo de 11 años, encajó la disentería y el paludismo, quedándose en apenas 30 kilos.

Pol Pot, el líder de los Jemeres Rojos de Camboya, fue el ilusionista más grande del siglo XX. Consiguió hacer desaparecer un país durante cuatro años. En 1979, cuando cayó su régimen dictatorial, faltaba la tercera parte de la población camboyana: dos millones de personas. Todas asesinadas de un tiro en la cabeza o muertas en campos de trabajo.

Denise nació en noviembre de 1944 en Phnom Pehn (Camboya). Su padre era de nacionalidad francesa, aunque de procedencia mitad portuguesa y mitad india; su madre, vietnamita. El padre, profesor de latín en un instituto de bachillerato colonial de Phnom Penh, se había esforzado en darle una educación europea. Se quedó huérfana de padre a los doce años, por lo que creció con una madre sola, una mujer sin profesión, valiente y trabajadora, que se esforzó para que sus cuatro hijos estudiaran. Un vecino, el Señor Gauthier, refugiado de Vietnam del Norte, asumió ser el tutor de Denise y se ocupó de su educación.

Cursó estudios en el liceo francés de Phnom Penh, el liceo Descartes. Nunca disfruto de vacaciones, pues en los meses de verano trabajaba de canguro para poder costearse los libros y el material escolar del curso siguiente. El tiempo libre estaba consagrado a la lectura, a los dictados y a los ejercicios, que a veces tenía que realizar a la luz de una vela y al resplandor de la luna, cuando les cortaban la luz por no poder asumir el pago.

En 1964 termina los estudios secundarios y con veinte años conoce al que se convertiría en el padre de sus tres hijos, Phou Teang Seng, hombre de negocios chino de gustos caros y convicciones comunistas. Aficionado a los coches lujosos y al whisky escocés. Abandona el domicilio materno para instalarse con él en el apartamento que ocupaba con su familia. No hubo matrimonio. En esa época el “concubinato” era moneda corriente y legalizar la situación podía perjudicarla laboralmente.

En 1973 comienza a trabajar como secretaria del agregado cultural de la Embajada de Francia en Phnom Penh. Hablaba francés, inglés, vietnamita y latín. Su vida era un largo río tranquilo en un país apacible y relajado donde siempre hacia sol. Nunca se pudo imaginar que el 17 de abril de1975, cuando se produjo el golpe de estado de los Jermenes Rojos, se encaminaría hacia el horror. Su rutina de ciudadana francesa en una ciudad cosmopolita en la que se hablaban varios idiomas y donde la cultura tenía una sólida estructura social se desvaneció y el mundo se precipitó hacia un régimen diabólico en el que los cuerpos humanos eran convertidos en abono para sembrar los campos. Por su ascendencia francesa hubiera podido refugiarse con sus hijos en la Embajada de Francia donde trabajaba, pero ver a la familia unida y el amor a su marido pudo más. Un marido al que mandaron a reeducar y nunca volvió a ver.

El 17 de abril de 1975, los Jemeres Rojos tomaron Phnom Penh. Los soldados del ejército de liberación a los que su marido estaba dispuesto a recibir con tanto entusiasmo tenían catorce o quince años, chaquetas y pantalones negros, sandalias de goma de neumático, pañuelos rojos y blancos al cuello. Fue una gran fiesta. Después de cinco años de guerra civil los Jemeres Rojos llegaron como los salvadores, pero sistemáticamente y con mentiras que parecían escaleras que llegaron a una cúspide insospechada, todos los habitantes de Camboya fueron reducidos drásticamente a prisioneros de guerra.

Pol Pot y sus seguidores estaban convencidos de que ni la Revolución Soviética ni la Revolución Cultural china habían sido lo bastante radicales en la abolición del viejo mundo y el establecimiento del comunismo. De la noche a la mañana decretaron la abolición del dinero, de las transacciones comerciales, de los documentos de identidad, de las escuelas y las universidades, de todos los libros que no fueran de contenido revolucionario.

Los mandamientos del credo rojo, tras los que se escondían un genocidio planificado, eran: “Todo el mundo será reformado por el trabajo", "está prohibido expresar los sentimientos: alegría o tristeza", "está prohibido sentir nostalgia del pasado", "jamás os quejaréis de nada"; "nunca llevaréis ropa de colores", "está prohibido cruzar una pierna por encima de otra porque es signo externo del capitalismo", "no se necesitan gafas". Incumplirlos podía significar la ejecución inmediata.

En dos meses se colectivizó la agricultura y se evacuaron las ciudades, en las que sólo tenían permiso para vivir, ocupando los palacios del antiguo régimen, los dignatarios del Partido, llamado Angkar, la Organización. Pol Pot era el Hermano número 1, aunque su rostro permanecía invisible.

El pueblo fue sometido cruelmente a una tortura de hambre y odio del que nadie pudo escapar.

Denise Affonço a quien obligaron a abandonar su casa, y quitaron todo, hasta su propio nombre, solo pensó en sobrevivir y el hambre se convirtió en una obsesión. El único alimento que recibía al día era una ración de agua y una ración de arroz.

Por ello se aprendió de memoria su doctrina, lo que querían oír, sin quejarse nunca. Quejarse era desaparecer, morir, y ella no estaba dispuesta. La ira contra ellos le permitió sobrevivir. La ira y su hijo de 11 años.

Denise sobrevivió casi cuatro años arrastrándose cada día desde el amanecer a los campos de arroz, alimentándose de raíces amargas, de cucarachas, de hormigas, de lombrices, de saltamontes, de cualquier insecto que se encontrara, disputándole a los perros y a los cerdos las sobras de las comidas de sus verdugos, sin más descanso que algunas sesiones de adoctrinamiento y cantos de himnos revolucionarios.

En enero de 1979, los vietnamitas invadieron Camboya. Denise fue rescatada por un médico del ejército vietnamita de nombre Minh, quien la cuidó hasta que recuperó la salud. Se marchó a Francia con su hijo de 15 años, otro superviviente, y nunca regresó. Fue utilizada por los libertadores del país, pues la forzaron a hacer un informe testimonio que se presentó en un juicio propagandístico de 1979 sin los acusados sanguinarios Leng Sari y Pol Pot.

Hasta el año 1990, los Jemeres Rojos tuvieron representación oficial en la ONU. Los juicios internacionales contra ellos se iniciaron en el año 2006. Los responsables nunca han sido juzgados.

Pol Pot falleció en 1998, a los 73 años, impune. Los informes oficiales establecen que su muerte se debió a un ataque cardíaco, pero rumores de un posible atentado a su vida se presentaron como una posibilidad.

Uno de los peores recuerdos de Denise fue ver cómo se fabricaba abono humano, "a base de una capa de cadáveres, otra de cáscara de arroz y luego todo rociado con gasolina". Las cenizas eran utilizadas como fertilizante natural.

Llegó a Francia sin nada y con la prioridad de rehacer la vida con su hijo y encontrar un trabajo. La ubicaron en un campo de reasentamiento de las afueras de París. Sus experiencias de los horrores de los Jemeres Rojos y su denuncia del comunismo provocó malestar en los círculos franceses de izquierda. Fue entonces cuando el presidente Giscard d'Estaing respondió personalmente a una carta que le escribió y la ayudó a encontrar un trabajo en el Ministerio de Relaciones Exteriores francés. Ella dice que tiene con él una deuda de gratitud.

Pero su mayor deseo es ir a Vietnam y encontrar a Minh, el médico del ejército vietnamita que le salvó la vida.

Las pesadillas aún la acompañan cada noche.





Documental S-21: la máquina roja de matar




“El infierno de los Jemeres Rojos”
Testimonio de una superviviente
Denise Affonço


Libros del Asteroide, Barcelona, 2010

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