El 3 de octubre de 1965 se dio a conocer que el
Partido Unido de la Revolución Socialista adoptaba el nombre de Partido
Comunista de Cuba y se presentaba su primer Comité Central.
Esa noche, Fidel Castro dio lectura oficial, en
medio de una indescriptible tensión dramática, a la carta de despedida del Che
Guevara.
Fidel:
Me recuerdo en esta hora de muchas cosas, de cuando te
conocí en casa de María Antonia, de cuando me propusiste venir, de toda la
tensión de los preparativos.
Un día pasaron preguntando a quién se debía avisar en
caso de muerte y la posibilidad real del hecho nos golpeó a todos. Después
supimos que era cierto, que en una revolución se triunfa o se muere (si es
verdadera). Muchos compañeros quedaron a lo largo del camino hacia la victoria.
Hoy todo tiene un tono menos dramático porque somos
más maduros, pero el hecho se repite. Siento que he cumplido la parte de mi
deber que me ataba a la Revolución cubana en su territorio y me despido de ti,
de los compañeros, de tu pueblo que ya es mío.
Hago formal renuncia de mis cargos en la Dirección del
Partido, de mi puesto de Ministro, de mi grado de Comandante, de mi condición
de cubano. Nada legal me ata a Cuba, sólo lazos de otra clase que no se pueden
romper como los nombramientos.
Haciendo un recuento de mi vida pasada creo haber
trabajado con suficiente honradez y dedicación para consolidar el triunfo
revolucionario.
Mi única falta de alguna gravedad es no haber confiado
más en ti desde los primeros momentos de la Sierra Maestra y no haber
comprendido con suficiente celeridad tus cualidades de conductor y de
revolucionario.
He vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo
de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la Crisis del
Caribe.
Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos
días, me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado
con tu manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los principios.
Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis
modestos esfuerzos. Yo puedo hacer lo que te está negado por tu responsabilidad
al frente de Cuba y llegó la hora de separarnos.
Sépase que lo hago con una mezcla de alegría y dolor,
aquí dejo lo más puro de mis esperanzas de constructor y lo más querido entre
mis seres queridos... y dejo un pueblo que me admitió como un hijo; eso lacera
una parte de mi espíritu. En los nuevos campos de batalla llevaré la fe que me
inculcaste, el espíritu revolucionario de mi pueblo, la sensación de cumplir
con el más sagrado de los deberes; luchar contra el imperialismo dondequiera
que esté; esto reconforta y cura con creces cualquier
desgarradura.
Digo una vez más que libero a Cuba de cualquier
responsabilidad, salvo la que emane de su ejemplo. Que si me llega la hora
definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo y
especialmente para ti. Que te doy las gracias por tus enseñanzas y tu ejemplo
al que trataré de ser fiel hasta las últimas consecuencias de mis actos. Que he
estado identificado siempre con la política exterior de nuestra Revolución y lo
sigo estando. Que en dondequiera que me pare sentiré la responsabilidad de ser
revolucionario cubano, y como tal actuaré. Que no dejo a mis hijos y mi mujer
nada material y no me apena: me alegra que así sea. Que no pido nada para ellos
pues el Estado les dará lo suficiente para vivir y educarse.
Tendría muchas cosas que decirte a ti y a nuestro
pueblo, pero siento que son innecesarias, las palabras no pueden expresar lo
que yo quisiera, y no vale la pena emborronar cuartillas.
Hasta la victoria siempre, ¡Patria o Muerte!
Te abraza con todo fervor revolucionario,
Che.
"Porque, en las coyunturas de disolución del orden social la lucha de clases no se resuelve en los serenos ámbitos del debate parlamentario, o en negociaciones a puertas cerradas en las oficinas del gobierno sino en las calles y, casi invariablemente, con las armas en la mano". Atilio Boron
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