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50. Voluntarios de la Libertad


Brigadistas internacionales en el cuartel de la guardia civil de Albacete, octubre 1936



Si hay hombres que contienen un alma sin fronteras,
una esparcida frente de mundiales cabellos,
cubierta de horizontes, barcos y cordilleras,
con arena y con nieve, tú eres uno de aquéllos. 
Miguel Hernández, 
"Al soldado internacional caído en España", 1938.



María Torres / Octubre 2011

El 22 de octubre de 1936 cuando el avance de los sublevados sobre Madrid reveló la crítica situación militar de la República, su presidente, Francisco Largo Caballero, firmaba un decreto por el que se constituían las Brigadas Internacionales, unidades  compuestas por voluntarios de numerosos países europeos. 

La idea de crear las Brigadas Internacionales se fue gestando en el verano de 1936 a partir de diversas iniciativas paralelas, La sede internacional de reclutamiento se estableció en París, desde donde se organizaba el envío de voluntarios en contacto con el gobierno republicano que tramitaba la documentación necesaria. Los primeros brigadistas llegaron el 14 de octubre de 1936 a Albacete, ciudad que se designó como  cuartel general y centro de entrenamiento de las Brigadas, bajo el mando directo del comunista francés André Marty, secretario general de la Tercera Internacional. 

Cada brigada se constituyó, al principio, con tres batallones, aunque más tarde llegaban a ampliarse hasta con seis batallones, unos 650 hombres. Cada batallón solía tener tres compañías de fusileros y una de ametralladoras. 

La instrucción que recibían estos voluntarios era exigua, por las urgencias de la guerra, y muchas veces acudían al frente sin haber aprendido los elementos básicos de la técnica militar. Además el entrenamiento se realizaba generalmente sin armas por escasear las mismas en el ejército republicano. Todo ello era suplido por la vocación de ayuda y de lucha contra el fascismo que tenían todos los voluntarios. 

"Soy un voluntario de las BBII porque admiro profundamente el valor y heroísmo del pueblo español en lucha contra el fascismo internacional; porque mis enemigos de siempre son los mismos que los del pueblo español. Porque si el fascismo vence en España, mañana vencerá en mi país y mi hogar será devastado. Porque soy un trabajador, un obrero, un campesino que prefiere morir de pie a vivir de rodillas. Estoy aquí porque soy un voluntario y daré, si es preciso, hasta la última gota de mi sangre por salvar la libertad de España, la libertad del mundo”.

Muchos de aquellos «voluntarios de la libertad», perdieron la vida en defensa de la libertad de los españoles. Fueron un total de 59.380 los hombres que dejaron a su familia, su trabajo y a su país y quince mil de ellos se quedaron aquí, "con la tierra de España como mortaja", como dijo Dolores Ibárruri.  

Gracias a su apoyo los españoles leales a la República supieron que no estaban solos y el aliento de los brigadistas les dio fuerzas para resistir el embate del ejército fascista, pero la participación de diferentes estados extranjeros en la guerra vulneraba los acuerdos firmados por el pacto de no-intervención. El Comité de Londres encargado de su aplicación fracasó en toda regla y acordó en julio de 1938 establecer un plan de repatriación de los extranjeros. El Gobierno republicano de Negrín lo aceptó, con una gran dignidad. Franco lo admitió (ya sabemos lo que vale la palabra de dictador) pero no lo cumplió, ya que hasta más allá del final de la guerra siguieron en España las tropas italianas y alemanas.

El gobierno de la República, se vio obligado a decidir la retirada inmediata y completa de todos los brigadistas, no sin antes mostrarles el agradecimiento de todo el pueblo español. El 28 de octubre de 1938, el pueblo de Barcelona les rindió un emotivo homenaje como despedida. 






¡Madres! Cuando los años pasen y las heridas de la guerra se vayan restañando; cuando el recuerdo de estos días dolorosos y sangrientos se esfume en un presente de libertad, de paz y de bienestar... hablad a vuestros hijos; habladles de estos hombres de las Brigadas Internacionales. Contadles cómo, atravesando mares y montañas... llegaron a vuestra patria, como cruzados de la libertad, a luchar y morir por la libertad y la independencia de España, amenazados por el fascismo alemán e italiano. Lo abandonaron todo: cariños, patria, hogar, fortuna, madre, mujer, hermanos, hijos… y vinieron a nosotros a decirnos: ¡Aquí estamos!; vuestra causa, la causa de España, es nuestra misma causa, es la causa común de toda la humanidad avanzada y progresista. No os olvidaremos; y cuando el olivo de la paz florezca, entrelazado con los laureles de la victoria de la República española, ¡volved!..." (Dolores Ibárruri)


Y volvieron, cumpliendo la petición de La Pasionaria. Volvieron transcurridos sesenta años, en noviembre de 1996, tras la aprobación de un Real Decreto por el que se reconocía la ayuda de los voluntarios y se les concedía la nacionalidad española, ratificado después por la Ley de Memoria histórica de 2007. (“Es de justicia reconocer la labor en pro de la libertad y de la democracia llevada a cabo por los voluntarios integrantes de las Brigadas Internacionales durante la guerra civil española de 1936 a 1939. Los supervivientes de la contienda merecen ver de un modo patente la gratitud de la Nación y para ello nada más justo que entender que se dan en ellos las circunstancias excepcionales previstas en el artículo 21 del Código Civil a los efectos de la concesión de la nacionalidad española por carta de naturaleza”.)


“El Gobierno de la República reconoce a los internacionales que tan bravamente han luchado con nosotros, que ya puede decirse que son connaturales nuestros, el derecho a reclamar, una vez terminada la guerra, la ciudadanía española... España será siempre una patria vuestra. Y los españoles vuestros hermanos” (Juan Negrín)








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