El 13 de diciembre de 1988 murió María Teresa León,
militante de la gloria de las letras. Murió como un fantasma de sí misma, sin
pasado, sin presente, sin futuro en su memoria, pasto de la melancolía de la
nada.
Se la conoce como la eterna compañera de Rafael
Alberti, pero María Teresa León fue mucho más. Sin ella Alberti hubiera sido
menos Alberti. Fue la ayuda infatigable del poeta, cómplice, alentadora,
inteligente.
En el aniversario de su muerte, y como homenaje a
esta gran mujer, trascribo unos fragmentos de la correspondencia entre Rafael y
María Teresa, extraídos del libro Gonzalo de Sebastián León, hijo de María
Teresa y su primer matrimonio, en el que rescata la memoria de su madre y
recrea su vida y la relación de esta con Alberti, una
convivencia plagada de emoción.
*
Remitente: Rafael Alberti
Totoral, martes, junio 1940. “(...) Si tardas
demasiado en venir, tendré que escribir una nueva serie de poemas eróticos.
Escríbeme y cuéntame todo. Aprovecha bien los minutos de Buenos Aires, y ten en
cuenta que un poeta soltero, solo en el campo, tendrá que salir el día menos
pensado por esos montes, buscando un Axel cualquiera que satisfaga su
delhézquica pasión. ¡Para qué más detalles! Después de esto, mil besos y
abrazos, Rafael” Totoral, miércoles, junio 1940. “(...) Busca, como puedas,
alguna colaboración que nos dé 50 ó 100 pesos al mes, contrata las conferencias
y vente a vivir a este rincón, que con los i.000 pesos que tenemos ahorrados y
algo que recibamos de México, podremos aguantar el temporal, que creo no
tardará mucho en resolverse. Las noticias de Europa siguen siendo pésimas para
los aliados. Si los Estados Unidos y Rusia no entran a favor de ellos, los veo
muy requetemal (...)” Totoral, domingo, junio 1940. “(...)Después que termine
esta carta voy a comenzar a escribir. Quiero intentar, si me es posible, la
distribución del trabajo: por la mañana, si estoy en luz, poemas; por la tarde
“Trébol florido” y, después de cenar, las nuevas conferencias (...)” Por el río
Paraná. “Queridísimas niñas: Es horrible viajar solo y más en un barco tan bonito
y por un río como éste. He dormido muy bien, con bastante cansancio,
acordándome mucho de las dos. Me desperté a las cinco pensando en la ovejita de
Aitana. Se me achica el corazón cuando pienso en ella y la veo reírse. ¡Qué
maravilla! Quisiera sólo escribir para ella en este viaje (...)”
Remitente: María Teresa León
(Sin fechar). “(...) Rafael ¡Vida! se me caen las alas al estar sola. No sé. Al
despertarme me doy cuenta de lo mal que se respira cuando se tiene todo el aire
para uno solo. He hablado con María Carmen. Losada cena con nosotros. María
Carmen ha alquilado un estudio muy bonito. Ahora salimos de nuevo para cobrar
60 pesos de “Sur”. Volveré muy pronto. Me duelen los zapatos con el asfalto.
Esta es la ciudad más inhumana del mundo. Me gritan que es tarde. Te escribo a
buchitos. Bésame. Te llevaré un perro o dos, todos los libros y nos quedaremos
en nuestro escondrijo como dos viejas vizcachas incompatibles con los tranvías
y el teléfono. Rafael ¡amor! Te beso. Un poquito desplumadita ya, pero sí tu
Paloma” 9 noche. “(...) creo que me voy a ir el sábado. Me harta Buenos Aires.
Todo es incómodo, desesperado. Si salgo a la calle, tengo que tomar taxis
porque soy una miedosa y me da miedo caerme y no sé ir a los sitios. Ayer,
domingo, me quedé en casa. Busqué los libros. Las maletas azules estan
rotísimas, ¡bastante duraron! Llevaré los libros en un cajón. No hablo nada más
que de irme. Se ríen de mí. Totoral me parece un lago precioso. La piel de los
hombres está hecha para sentir otra piel si no no se duerme y se tiene la mitad
de la sangre. No creas que tenemos amigos, sino apariencias de amigos, sombras.
Lo único que tiene sangre y huesos es nuestro amor, nuestra costumbre (...)”
Lunes 10. “(...) Trabaja horrores, amor precioso, nuestra salvación próxima
está en los sauces y los álamos de tu poesía (...)”
Remitente: Rafael Alberti
Cracovia, 1 diciembre, 1950. “(...) ¿Y Aitana? Le mandé postales. No puedo
vivir sin ella, Dios mío. Todo esto, que está muy bien, sin vosotras no tengo
ojos para verlo. Te pondré siempre telegramas diciéndote el tiempo que estaré
en cada sitio. Me da pena que te gastes el dinero en telegrafiarme. Prefiero
que os vayáis a Punta del Este. Veo sí, que apenas tenéis dinero. Di a Losada,
por Dios, que os ayude, que me pague algún próximo libro, las acciones, lo que
sea (...)” Praga, 9 diciembre, 1950. “(...) De este viaje saco la consecuencia
siguiente: no puedo vivir sin ti, sin Aitana. Me muero de pena y de tristeza.
Todo sería distinto, todo lo hubiera sido. Son muchos años juntos día y noche.
Ahora sé cuánto te quiero. Te escribiría cartas que nunca te he escrito y te
diría cosas que ya casi no me atrevo. Eres lo único grande que ha habido y hay
en mi vida. Te quiero, al parecer, sin grandes efusiones. Pero no es cierto.
Paso, a veces, tormentas de las que nunca hablo. Te hubiera, a veces, querido
de otro modo, deseado de otra manera. No me atrevo a decirte, a nombrarte
muchas cosas. Puede ser que nunca te las diga. Empezamos –horror– a ser casi
viejos. ¿Viejos? Quiero que te cuides mucho y estés otra vez fuerte. Tenemos
vida todavía (...)”
Remitente: María Teresa León
La Gallarda, 27 sin ti. “Querido mío: Me mandan tus cartas a esta soledad tan
grande y yo lloro y quisiera volar a buscarte. Ya sé que se han concluido los
viajes de placer. El único que queda en la tierra es el de quererte de la noche
al día. Y jamás nos separaremos. Yo he vivido sola la angustia cuando entraron
los chinos en Corea. Hasta te puse un telegrama a Praga a través de Kunosi,
pero Kunosi me dijo que no debía inquietarte. Esto es lo que he hecho, y
también sufrir. Cuando llegues intercambiaremos nuestras angustias y las
tiraremos al mar (...)” Milán, 4 noviembre, 1963. “Gonzalo, hijo: Estamos en
Italia, todo lo de París resultó bien. Van a traducir varios libros y volvemos
en diciembre para dar varias conferencias. Enrique –ya os dije– encontró su
coche y está muy contento. Aquí llueve. Dentro de unos días saldremos para
Roma. Aitana no se queda en París, viene mañana. Es casi seguro que vivamos en
Roma en vez de vivir en Milán. Yo no me encuentro muy bien y dicen que el clima
tan húmedo y frío hace daño. Siento en los oídos una ‘música extraña’. Viene
cuando me tumbo. No me duelen, ‘me suenan’, oigo sonidos. ¿Qué será? (...)”
(En este enlace la palabra y
la voz de María Teresa León)
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