En
octubre de 1936 nacía la Agrupación de Mujeres Libres. Anarquista, libertaria y
emancipadora, fue el germen de un movimiento que llegó a tener 20.000
afiliadas.
“La
lucha debe continuar, ahora hay que enseñar a las más jóvenes”
Quedan pocas de aquellas
mujeres con vida. Concha Liaño es una. Tiene 94 años y conserva una enorme
energía. Vive en Venezuela desde que se exilió durante la Guerra Civil. Formó
parte de las mujeres que iniciaron Mujeres Libres y recuerda la situación de la
mujer en aquellos días: “Ahora no se pueden imaginar cómo
era la vida de la mujer entonces. El esposo mandaba y gobernaba. Aceptaban ese
sometimiento. Nosotras entendimos que si se liberaban económicamente, ya no
tendrían que soportar eso”.
La idea de la revista –de la
que DIAGONAL publicó un
extenso reportaje en su número 161– surgió en el otoño
de 1935 de la mano de la militante anarquista Lucía Sánchez Saornil, a la que
luego se unieron Mercedes Comaposada y Amparo Poch y Gascón. Lucía y Mercedes “habían
enseñado en cursos de instrucción elemental para obreros y obreras, promovidos
por la CNT de Madrid en los años ‘30. Vieron la necesidad de realizarlos
específicamente para las mujeres, dada la misoginia y los prejuicios
existentes”, indica
Eulàlia Vega, autora del libro Pioneras
y revolucionarias.
Mientras la revista se gestaba
y salía a la calle en Madrid, en Barcelona se había formado la Agrupación
Cultural Femenina, en su mayoría militantes de la CNT y de otros organismos
libertarios como los ateneos y las Juventudes Libertarias. Conocían la revista
que se hacía en Madrid. Mercedes Comaposada se presentó en Barcelona
buscándolas. Llevaba con ella los estatutos de una Federación Nacional. Les
informó de que en Madrid y en Guadalajara ya se había constituido una
agrupación con los mismos objetivos. Habían llamado a esta organización
Federación Nacional de Mujeres Libres y propuso que Cataluña formara parte de
la misma. Las catalanas aceptaron entusiasmadas.
Una organización de masas.
Llegaron a contar con 20.000
afiliadas y 170 secciones locales en todo el país sin cobrar ninguna cuota. La
Comisión de Solidaridad se encargaba de gestionar donativos o subvenciones con
sindicatos, ateneos y otras entidades.
Pura Pérez, militante de la
organización, explicaba en 1999 que “se gestaba una revolución femenina,
de la misma forma que entre todos se hacía una Revolución Social.
Obreras, campesinas, enfermeras, licenciadas… Todas eran guiadas por el deseo
de emancipación, su empeño era lograr una sociedad equitativa y un futuro
mejor”.
Martha Ackelsberg, autora de
Mujeres Libres. El anarquismo y la lucha por la emancipación de las mujeres
señala que había dos tendencias en sus actividades: capacitación (clases de
alfabetización, aprendizaje en el trabajo, información sobre sus propios
cuerpos, sensibilización y apoyo mutuo); y captación, con programas para animar
a las mujeres a unirse al movimiento libertario. “Sin
la completa participación de las mujeres, estaban convencidas, la revolución no
podría triunfar realmente”, explica
Ackelsberg.
Lo que las diferenciaba de
otras agrupaciones de mujeres, como las comunistas o antifascistas, era que “su
principal objetivo, incluso en mitad de la guerra, era la capacitación de las
mujeres, no sólo su movilización en las actividades de apoyo al esfuerzo de
guerra”, apunta Ackelsberg. “Insistían en que la participación
de las mujeres en el mercado laboral, por ejemplo, no debería ser un cambio
temporal, debido a las necesidades de guerra, sino un cambio más permanente en
la forma en que las mujeres eran vistas en sus roles en la sociedad”.
Además, según Eulàlia Vega, “sus objetivos se diferenciaran de
los otros grupos femeninos de la época, que no tenían en cuenta las diferencias
de género, como la comunista Agrupación de Mujeres Antifascistas (AMA)”.
En 1937 en Valencia se
establecen los Estatutos de la Federación Nacional de Mujeres Libres con el
objetivo de capacitar a la mujer y emanciparla de la triple esclavitud a la que
está sometida: “Esclavitud de ignorancia,
esclavitud de mujer y esclavitud productora”.
Con el inicio de la guerra,
desde la Agrupación Mujeres Libres, Concha Liaño señala que su objetivo, además
de “la lucha por la liberación femenina”, también era “aportar
una ayuda ordenada y eficiente a la defensa de nuestra República”. “Los hombres
al frente, las mujeres al trabajo”, fue una de sus consignas. Invitaban a las
mujeres a inscribirse para su adiestramiento en los campos de tiro y realizaron
propaganda a favor de los Liberatorios de Prostitución o contra el
analfabetismo. La respuesta de las mujeres españolas fue “vibrante”, una
“explosiva toma de conciencia” pero,
en la mayoría de los casos, terminó con el exilio.
Sin embargo, Concha Liaño
recuerda que “era emocionante, conmovedor,
comprobar cómo las mujeres se esforzaban en aprovechar una ocasión que les
permitía salir de su resignada impotencia y (…)de tantos siglos de injusto
sometimiento (…) Para la mujer española ése fue su momento estelar”.
“Humanismo
integral”
“Nunca se definieron
como “feministas”. Para ellas, ‘feminismo’ era un movimiento burgués, centrado
en ganar el derecho al voto y entrar en el mercado laboral en los mismos
términos que el varón. Pero tenían claro que, para la clase obrera, el trabajo
no era necesariamente ‘liberador’. Lo que querían no era acceso igualitario a
un sistema de privilegios, sino un nuevo sistema sin privilegios”, explica la escritora Martha Ackelsberg.
La mejor definición la hacen
ellas mismas en el número 1 de la revista Mujeres
Libres: “Esto es ya más que feminismo.
Feminismo y masculinismo son dos términos de una sola proporción; (…) la
expresión exacta: humanismo integral”. Y añaden: “El feminismo lo mató la guerra dando a la mujer más de
lo que pedía al arrojarla brutalmente a una forzada sustitución masculina.
Feminismo que buscaba su expresión fuera de lo femenino, tratando de asimilarse
virtudes y valores extraños no nos interesa; es otro feminismo, más sustantivo,
de dentro a afuera, expresión de un modo, de una naturaleza, de un complejo
diverso frente al complejo y la expresión y la naturaleza masculinos”.
LA HERENCIA DE ‘MUJERES LIBRES’
LA HERENCIA DE ‘MUJERES LIBRES’
Eulàlia Vega, autora de Pioneras y revolucionarias,
destaca que “es innegable la modernidad” de los planteamientos de la
Agrupación de Mujeres Libres. “El hecho de unir la lucha contra la
explotación capitalista con la opresión patriarcal marca su importancia y su
originalidad, siendo sus militantes, en cierto sentido, las pioneras de las
organizaciones feministas creadas posteriormente con el final del franquismo”. Para la escritora Martha Ackelsberg,
su mayor legado fue que “ofrecieron una visión de cambio
social, y una sociedad revolucionaria, en la que las mujeres fueran totalmente
participantes”.
Siempre he considerado, y así lo proclama todo nuestro historial,que la militancia es de mujer y hombre, - sin distinción - , por lo que decir militante a ámbos se refiere sin precisión de hablar de sesxos, imnecesarios,que es a lo que tendía la organización a que nos referimos. ¡ Adelante ! . Sañud.
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