Su trabajo como vendedora de frutas y verduras en la
desaparecida Plaza de Abastos de la hoy denominada de la Constitución la hizo
ser muy conocida entre los utreranos de su época a lo que añadía sus
inquietudes políticas. Incansable trabajadora iba a Sevilla tres veces en
semana para comprar productos en la Plaza de la Encarnación que luego revendía
en Utrera, con ello lograba sacar adelante a su numerosa prole.
Carmen Luna dio a luz a nueve hijos, tres fruto de su
primer matrimonio y seis del segundo.
Su simpatías republicanas y anarquistas le hicieron
vibrar de emoción al proclamarse en abril de 1931 la II República en la
localidad, hecho que la hizo enarbolar la enseña tricolor por las calles, tras
unirse en manifestación junto a otros utreranos para celebrar con júbilo la
victoria electoral de la conjunción de republicanos y socialistas. Un símbolo
de la nueva España que nacía en unas elecciones municipales democráticas que
reportaba en las clases menos favorecidas y en especial en las mujeres, la esperanza
de la ansiada libertad individual que preconizaban los valores republicanos.
Tras aquella celebración que conmocionó la localidad y que ilusionó tanto a un
parte importante de su sociedad, Carmen Luna siguió trabajando duramente para
criar a sus hijos, mientras en su casa los miembros del anarcosindicalismo
cenetista se reunían de vez en cuando para hablar de sus ideales políticos y de
sus actividades sindicales: “Allí venían los sindicalistas a reunirse. Hablaban
de la lucha contra el analfabetismo, para que el pueblo pudiera defenderse,
pero nunca se habló de matar a nadie, ni a contrarios ni a patrones. Mi madre,
mis hermanos y yo sólo escuchábamos”.
En su hogar, una humilde choza en el campo cerca del
Cortijo de Ulloa, se hicieron efectivos dos “casamientos libres” de camaradas
anarquistas: Cristóbal Torres Gil, miembro del comité local de la CNT con su
pareja sentimental; y Manuel Martínez Cordones que se unió libremente con su
pareja Concepción Soria Martínez. Esta última pareja tuvo una trágica muerte al
perecer asesinada, a principios de agosto de 1936, en la dehesa de Gómez
Cardeña por miembros de las fuerzas montadas de las milicias nacionales que
dirigía Antonio Rodríguez (a) “El Volante”.
Iniciado el golpe de estado el 18 de julio en la
capital hispalense los acontecimientos se precipitan en la localidad utrerana.
Esa misma noche un obrero muere acribillado por disparos de la Guardia Civil.
Carmen que se encontraba en su casa de la calle La Fuente teme por sus hijos
que están en la calle y decide volver junto a los suyos al rancho que mantenían
en arrendamiento.
Su hija Dalia decide no acompañarla y permanece en el
pueblo ofreciéndose como enfermera voluntaria en la Casa de Socorro y su hijo
Rafael se incorpora como miliciano en la defensa de la República. El domingo,
26 de julio, la ciudad cae en manos de las tropas enviadas por Queipo de Llano,
Dalia vuelve junto a su madre mientras Rafael huye por la zona de Consolación.
Su hija la encontrará en un estado de gran excitación, sentada en el suelo, con
la cabeza entre las manos y repitiendo «¡Ay! ¡Qué cosa tan malita!» y a su
hermano Alfonso aterrorizado. Ante la situación tan angustiosa la familia opta
por refugiarse en una hacienda de la que era capataz un amigo de la misma. No
obstante, éste les indicará lo peligroso que resultaba quedarse allí, ya que
buscaban con insistencia los golpistas a “La Luna”, por lo que Carmen junto a
su segundo esposo Francisco Peña López convinieron en irse solos de Utrera y
dejar a sus hijos a buen recaudo con familiares. Emprendida la huida junto a su
hija Dalia que también era reclamada por las autoridades golpistas partieron
hacia el Palmar de Troya, donde pudieron comprobar que todas las chozas del
lugar habían sido quemadas por los facciosos. Allí se le unieron dos hermanos
jóvenes apellidados Espinosa y un hombre mayor apodado “El Menudo”. Durante
días recorrieron el termino municipal huyendo de las batidas que realizaban
diariamente las fuerzas montadas mandadas por “el Volante”. Al comprobar que la
situación empeoraba por momentos, resolvieron que no había más solución que
marcharse hacia la sierra gaditana para ganar Málaga ya que estaba aún bajo
control del gobierno republicano. Su marido, Francisco, se hallaba mal
físicamente e impedido para proseguir la marcha y Carmen no tuvo más remedio
que decidir volver con él a Utrera para no abandonarlo a su suerte, dejando a
Dalia al cuidado del “Menudo” para que prosiguieran el viaje y pudieran
salvarse de las represalias golpistas. A su regreso al pueblo Carmen
fue detenida y conducida a la prisión de la ciudad. Para mofarse de ella y
sufrir la vejación pública, a manos de los paramilitares de Falange, fue
paseada atada a la cola de un caballo por las calles del pueblo con un letrero
colgado que decía «La Luna», rapada la mitad de su cuero cabelludo y dejándole
la otra parte con tiras del color de la bandera republicana trenzadas a su
pelo. Al alba del día 18 de septiembre de 1936 fue asesinada en las tapias del
Cementerio municipal. Su marido, Francisco Peña López, también fue encarcelado
pero tuvo más suerte y logró salvar la vida. No obstante, ello no le libró de
recibir enormes palizas, cuyas secuelas conoció una de sus hijas, ya que tras
cada flagelación debía sacarle con pinzas las tiras de tela de su camisa que se
habían desprendido de la misma e introducido en las heridas producidas por los
latigazos. Tampoco se salvó de padecer la humillación de salir obligado de
costalero debajo de un paso durante la Semana Santa de 1937. Francisco también
perdió víctima de la represión a su hermano Joaquín, líder destacado del
sindicato obrero Luz y Armonía, adscrito a la CNT.
Datos extraídos del libro UTRERA 36. OCUPACION MILITAR Y REPRESIÓN.
Autores José Arriaza y Javier Castejón. Editor: MUÑOZ MOYA EDITORES.
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