María Torres / 6 Junio 2012
Entre el 27 de enero y el 12 de febrero de 1939 una gran masa humana de
más de medio millón de republicanos se vieron abocados al exilio. Salieron de España desesperadamente para llegar a los campos de
internamiento franceses donde fueron confinados en condiciones de penuria.
Hacinados, hambrientos, derrotados, los españoles vencidos pusieron su vida en
manos de los “amigos franceses”.
Elisabeth Eidenbenz, enfermera voluntaria, mujer comprometida y tenaz
maestra, miembro de la Asociación de Ayuda a los Niños en Guerra, llevó a cabo
uno de los proyectos humanitarios más especiales y conmovedores: gracias a ella
nacieron en unas condiciones “normales” un total de 597 niños, la mayoría de
ellos hijos de republicanos en el exilio francés.
Su solidario trabajo y compromiso comenzó unos años antes,
cuando llegó a Valencia en 1937, concretamente a Burjassot, como
voluntaria de una asociación religiosa y pacifista fundada en los Países Bajos
tras la I Guerra Mundial. Durante dos años colaboró en las evacuaciones de
civiles entre Madrid y Valencia, el suministro de alimentos, la apertura de
comedores infantiles y la puesta en marcha de un sistema de apadrinamiento de
niños de guerra pionero en Europa. Se trataba de recoger a los niños de los
campos de internamiento, rescatándoles de una muerte casi segura y llevarlos a
un albergue en Brullá, junto con mujeres embarazadas que tuvieron a sus hijos
allí.
Pero el espacio pronto se quedó pequeño y consiguen trasladarse a un
antiguo palacete en la localidad de Elna. Elisabeth fundó y dirigió la
Maternidad de Elna, a siete kilómetros del Campo de concentración de
Argelès-sur-Mer de 1939 a 1944. No fue tarea fácil obtener el permiso de
apertura: “Con un compañero periodista fotografiamos el estado lamentable
de las mujeres embarazadas a punto de parir entre la paja de los establos.
Cuando pedimos permiso para abrir la maternidad, aquellas fotos intimidaron al
prefecto que tenía miedo de que en Europa se conociera cómo trataba Francia a
los refugiados españoles. Justo al día siguiente, teníamos la autorización”
Y es allí donde comienza su encomiable tarea. Con la ayuda de comadronas
suizas, (no había médicos) mujeres embarazas y de las que acababan de tener a
sus hijos, se ocupó de buscar y recoger a las embarazadas de los campos de
internamiento donde la mortalidad infantil rozaba el noventa por ciento, para
llevarlas a la maternidad y ofrecerlas todos los cuidados que necesitaban. Antes gestionaba con las autoridades francesas los permisos necesarios en
los campos de internamiento para habilitar barracas de transición que acogían a
las futuras madres, al objeto de que recibieran alimentación necesaria y se
aclimataran física y psicológicamente antes de ser trasladadas a la maternidad.
Eran mujeres en un tiempo de guerra ayudando a otras mujeres. Mujeres solas que
luchaban por una igualdad que tardaría, en el mejor de los casos, aún mucho
tiempo por llegar.
Se atendía una media de veinte partos al mes. El primer bebé de
Elna nació el 7 de diciembre de 1939. Su nombre: José Molina. En 1940 nacieron
en la maternidad 145 bebes y en 1941 un total de 218.
Fue un arduo trabajo en el que no faltaron los malos momentos:
enfermedades, separaciones, epidemias de gripe y muchas necesidades materiales
que en ocasiones eran suplidas con el buen humor de Elisabeth: "Al
coche lo llamaba Rocinante; a las habitaciones, como ciudades españolas, y a la
sala de partos le decía Marruecos, porque decía que siempre lo veía negro
cuando entraba".
María García, una española
que parió en la Maternidad de Elna a su hijo Felipe el 24 de marzo de 1940 y se
quedó allí ayudando durante años relataba: "Estábamos en un campo de concentración en la playa de Argelès,
rodeados de alambrada y arena. Era febrero de 1939, hacía un frío horrible y
soplaba una tramontana que no nos dejaba caminar, y menos en la arena. Había
que sujetarse unos a otros para mantenerse en pie. Me veía capaz de pasar
hambre, sed, frío y todas las vejaciones que vinieran, pero no que muriese mi
bebé.
Me encontraba en el séptimo mes de embarazo cuando se me acercó una
señora suiza y me dijo que me iba a llevar a un lugar a tenerlo”
Mercé Domenech, otra de las pacientes de Elisabeth contaba: "En
el campo había una madre que no tenía leche, y el niño
lloraba de hambre día y noche. Cuando se agotaba de tanto llorar, se dormía, y
ella le protegía con su cuerpo. Las mantas estaban todas mojadas de aquellos
días tan duros de febrero. Cuando salía el sol, la madre enterraba al bebé en
la arena para que ésta le sirviera de abrigo. Pero al cabo de unos días, el
niño murió de hambre y frío. Yo estaba embarazada, y sólo de pensar que mi hijo
nacería en aquel infierno, me desesperaba. Hasta que un día encontré a
la señorita Elisabeth; mejor dicho, ella me encontró a mí. Y me propuso
ir a parir en una maternidad situada en Elna, en el Rosselló. El día que nació
mi hijo en la sala de partos de la maternidad no pude
reprimir las lágrimas. Todos pensaban que lloraba de emoción, sólo yo sabía que
lo hacía por el niño enterrado en la arena de Argeles".
El 23 de mayo de 2011 Elisabeth Eidenbenz moría a los 97
años. Para muchos de los niños nacidos bajo su cuidado, era un
ángel caído del cielo dentro del infierno que les tocó vivir.
No he leído el libro pero conozco gente que lo ha hecho y me han hablado de esta historia edificante, de esas historias necesarias que nos permiten seguir creyendo en nosotros mismos...
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