6 de septiembre de 1948
Querida Concha:
Hoy, después de cinco años, te escribo. Por cierto que
en situación poco envidiable. Lo hago con un esfuerzo sobrehumano, pues tengo
las manos deshechas. Llevo en España cuatro años y medio, los mejores de mi
vida. Desde que la dirección del Partido me concedió el honor de venir a luchar
al interior, mi mayor anhelo era ver llegado el momento en que pisara tierra
española. En estos cuatro años y medio hice todo lo que a mi alcance estaba por
cumplir con mis deberes de comunista. Los dos últimos años he dirigido la
organización de Galicia. En este puesto he caído el 11 de julio en La Coruña.
Ello fue consecuencia de la
traición de un canalla que era ayudante del camarada Antonio Seoane, Jefe del
Ejército Guerrillero de Galicia. Tenía que verme con él en su casa el 11 y al
llegar me abrió la puerta la policía, que me encañonaba. Pude lanzarme
escaleras abajo y largarles dos disparos, pero después se me encasquilló la
pistola y en ese momento, por el hueco de la escalera, me dispararon,
entrándome la bala por la sien y saliéndome por un ojo. Aún así logré escapar,
pero a las 12 del día y con la ropa empapada de sangre, lograron darme caza
casi una hora después. Mi desgracia fue que al recibir el tiro rodé por las
escaleras y, al recobrarme, no encontré la pistola, si no, no me cogen vivo. Me
llevaron al cuartel de la Guardia Civil, pero, al cogerme les dí el escándalo
en la calle y miles de personas presenciaron el hecho, y visto mi estado, temieron
que me muriera en el cuartel. Poco después me trasladaron al Hospital de
Caridad.
En el hospital nada mas llegar,
aun sin hacer la primera cura, sobre la mesa de operaciones, empezaron a
interrogarme los de la Brigadilla de la Guardia Civil. Pocas horas después me
operaban, vaciándome el ojo izquierdo.
Me encerraron en una salo solo,
con dos guardias a mi lado y cuatro en los pasillos día y noche, y me sujetaron
los pies con cadenas a los barrotes de la cama y las manos esposadas, no
sacándome las esposas ni para comer. Así estuve once días. Allí desde el
director hasta el practicante hicieron lo que el jefe de la Guardia Civil
mandaba. Todavía a medio curar teniendo que llevarme entre dos, pues las
piernas no me sostenían, me trasladaron al cuartel de la Guardia Civil, y esa
misma noche empezaron los "interrogatorios". Quisiera callar por
tratarse de mi, pero no debo. Lo que conmigo y Seoane han hecho es algo difícil
de relatar. Sólo te diré que mil muertes son preferibles a lo que con nosotros han
hecho. Cuando el 1º de septiembre salí del calabozo era un esqueleto. El día de
mi detención pesaba 73 kilos y peso 48. Tengo el intestino y el estómago
destrozados y los pulmones no cesan de vomitar sangre. Las manos, solo ahora
con enorme dificultad, puedo coger la pluma. En fin, los cuatro años y medio
que tardaron en cogerme los tenía rabiosos, y mucho mas el que cayendo el
secretario general del Partido en Galicia y el jefe de Guerrillas, al cabo de
mes y medio todo lo que cogieron fue 11 comunistas. Los enfureció mas el que a
los seis días de nuestra detención se inició una ofensiva guerrillera y
empezaron a caer fascistas y quemar centros de Falange y los ayuntamientos de
Abegondo y Violeche (Coruña) y uno en Orense. Como ves, Conchita, los palos y
torturas cuando conocía estos hechos se soportaban hasta con alegría al saber
que nuestros bravos guerrilleros respondían como se debía y que aun caídos
nosotros, con sus acciones nos querían decir que ya podían marchar solos, que
nada ni nadie podrá acabar con ellos ni con el Partido.
Actualmente, desde el 1º de
septiembre, salí del calabozo y pasé a semiaislamiento, pero que permite salir
dos horas al patio (los de nuestro grupo completamente solos) empiezo a
reponerme algo. Los camaradas que conmigo están son los que se esfuerzan por
cuidarme, pues, como nadie tengo de familia, yo no recibo de la calle ni un
pitillo.
Nuestro caso lo están acelerando.
Tienen una prisa enorme por liquidarnos. Calculo que no nos libraremos, por lo
menos Antonio Seoane y yo, de dos a tres penas de muerte. Y para principios de
noviembre quieren tenernos ya bajo tierra. Por eso te doy los nombres:
José Gómez Gayoso, maestro
nacional; Antonio Seoane, obrero; Juan Romero Ramos, obrero; José
Bartrina, médico; José Ramos Díaz, sastre; José Rodriguez Campos, obrero; Juan
Martínez, campesino. Hay también cuatro mujeres que se han portado
magníficamente y a las que no han podido arrancarles ni una sola palabra.
Son: María
Blázquez, obrera que le perforaron el estómago de un tiro y que aún hoy en la
cárcel tiene la bala sin extraer; Clementina Gallego, que está casi paralítica de una pierna; Carmen
Orozco, maestra nacional, en grave estado con una lesión cardíaca, y Josefina
González Cudeiro. (Vive en A
Coruña)
Nuestra situación actualmente
sólo ha variado en que, por lo menos, estamos juntos tres en cada celda, y que
los que tienen familia pueden recibir comida de la calle. Por lo demás, estamos
los ocho encartados de nuestro proceso completamente aislados del resto de los
250 presos políticos. Temen la influencia que podemos ejercer sobre ellos. Por
otra parte, han iniciado una labor criminal de provocación, metiendo en medio
de nuestro grupo un policía que trataba de sorprender a los camaradas más
inexpertos, y ante todo fomentar la discordia entre nosotros, para que en el
consejo de guerra nos presentáramos divididos. Además se va a incluir en
nuestro proceso, para desprestigiar al Partido y al movimiento de resistencia,
a dos o tres provocadores, elementos degenerados que se dedicaban a robar y
atracar. Saben muy bien la expectación que produjo nuestra caída; saben que los
comunistas no irán al consejo de guerra en plan de lloronas y están trabajando
en muchas direcciones para minar la moral y entereza de los menos forjados.
Ahora hay un lio gordo. Nos
obligan a todos a ir a misa, Seoane y yo nos negamos. Entonces nos
obligaron a subir y estar de pie en formación donde se celebraba. Nosotros nos
negamos a arrodillarnos. El director nos amenaza y en esta situación de
maniobras y presiones estamos.
Las órdenes que en la prisión se
han recibido son draconianas. Los mismos funcionarios que llevan 20 años dicen
que no recuerdan nada semejante. La Guardia Civil quería que nuestra vigilancia
en el interior fuera hecha por la Brigadilla, pues no se fiaban del personal de
prisiones.
Bueno, Conchi,
ahora quiero entrar en el fondo político de las causas y derivaciones de este
golpe. Los comunistas no podemos conformarnos con lamentar los percances ni
tampoco con el hecho de que hayamos sabido portarnos ante el enemigo como era
nuestra obligación.
Por lo demás, el resto de la
dirección sigue en libertad, y el Partido que había no fue afectado. Lo mismo
las Agrupaciones Guerrilleras. El golpe fue duro, pero confío en que en
poco tiempo, con un esfuerzo de los camaradas de dirección que quedaron y
sacando las debidas experiencias, Galicia seguirá ocupando el puesto que le
corresponde en la lucha contra el franquismo. Desde luego, puedes decir a la
dirección del Partido que a excepción del canalla que entregó a Seoane, no se
ha dado un solo caso de traición. Todos han resistido palizas y torturas sin
soltar nada, a pesar de que se emplearon todos los recursos, incluso el soborno.
De mí solo puedo decirte una cosa: cuando salí hacia acá te dije que sabría ser
digno de mi título de comunista y de la misión que se me encomendaba. Puse
voluntad en dar todo lo posible. He procurado que se aplicara fielmente la
línea política de nuestro Buró y clavar en la mente de cada militante y en su
corazón el cariño hacia nuestros dirigentes, y principalmente hacia nuestra
querida camarada Dolores De mi fidelidad al Buró y a Dolores estoy
seguro que jamás se ha dudado. De mi firmeza cuando caí en manos del enemigo
podéis estar seguros. Y esa será mi
actitud hasta la muerte. Yo no me doy por satisfecho y te juro que en
algunos momentos me decía a mi mismo, me lo digo día y noche, que cien vidas
que tuviera las daría antes de que mis camaradas, mis dirigentes, tu y mis
hijos pudieran decir, no ya que fuí un cobarde, sino que tuve una vacilación o
claudicación.
Mi fidelidad a la dirección del
partido y a su línea política, mi inquebrantable voluntad de que por encima de
todo se mantenga en alto y limpia la bandera del partido.
Quiero, si mis fuerzas lo
permiten, dejar una carta para la camarada Dolores. Ella ha sido, no sólo el
jefe querido, la que educó en la entereza y fidelidad a los principios del
marxismo-leninismo. Ella, Conchi, fue la que dió ánimo y fuerza para aguantar
las torturas. Muchas veces, cuando ya creía volverme loco me decía para mis
adentros: "Dolores dijo que a los comunistas se les puede romper pero no
se les puede doblar". Y no me doblaron. Como tampoco, por lo menos hasta
ahora, han doblado a los demás camaradas que cayeron.
Tengo pocas fuerzas y éstas tengo
que emplearlas al máximo, pues es ahora cuando se intenta que hombres que han
aguantado violentamente las torturas se conviertan en claudicantes cuando
llegue el consejo de guerra, con la promesa de salvarles la vida. Y la
formación política debilísima de la mayoría, por un lado, y las presiones de
nuestros enemigos, por otro, les hacen vacilar. Comprenderás que la bandera del
Partido tiene que salir con gloria. Trabajo y trabajaré sin descanso para que
así sea. De mi respondo yo, pero hay que conseguir que así se comporte la
mayoría.
Y ahora mi Conchi, algo de
nosotros. Tal vez ésta sea la última. Tu eres una comunista y como tal debes
acoger mi caída, como la de un combatiente que cayó en el campo de batalla.
Antes que yo han caído otros que valían infinitamente más.
Sabes con que alegría y orgullo
acogí la noticia de que iba a salir para España. Esta alegría se centuplicó en
cuanto llegué. ¡Que grande y hermoso es nuestro pueblo! Cuando se trabaja con
tesón y honradez se consiguen maravillas. Sólo tengo un pesar: que por mi poca
capacidad y por mis propios defectos no haber podido hacer mas. Porque en cada
corazón de español arde el odio hacia esta canalla. Comprenderás claramente la
razón de por qué nunca te escribí. Sin embargo, os he tenido siempre presentes
en mi corazón; han transcurrido ya bastantes años desde que nos separamos.
Cualquiera que haya sido el rumbo de tu vida, lo considero acertado, siempre
que hayas seguido siendo la comunista que yo conocí. Yo procuré cumplir con la
promesa que te hice de que jamás ninguna actitud o acción denigrante
empañara mi condición de militante comunista. Este es el único legado que le dejo a nuestro
hijo Te pido que cuando tenga edad para comprenderlo mantengas viva en su
memoria su recuerdo. Te pido, te lo suplico, que lo eduques como yo quisiera,
para que él sea un comunista fiel y honrado como lo fue su padre. Enséñale el
amor al pueblo, a los trabajadores, a España, la patria querida por la que su
padre dio la vida. Edúcalo en el respeto y el cariño a los dirigentes del
Glorioso Partido Comunista de España, a nuestra camarada Pasionaria. Este es mi
último ruego a ti, la compañera y camarada. Estoy seguro, porque te conozco,
porque se lo que hay de honradez política en ti, que lo cumplirás.
Respecto a ti sólo dos palabras:
si no lo has hecho ya, rehaz tu vida. Eres joven todavía. Pero nada, ni aun los
mas fuertes sentimientos personales, te aparten jamás del recto camino que
emprendiste al ingresar en el Partido. Esto por encima de todo. Con toda mi
alma te deseo que goces de la felicidad que yo no supe o no pude ofrecerte.
Aleja lo antes posible de tu mente mi recuerdo como compañero, y si piensas en
mi, hazlo como en un camarada. No quiero que por mi sufras. Alcanzar un bien
tan preciado como es la liberación de nuestra patria exige muchos sacrificios.
¿Qué ahora me tocó a mi? ¿Paciencia y entereza!. En la brecha quedan miles de
comunistas, queda el pueblo, este pueblo por el que debes de trabajar y luchar
incansablemente.
Solo quiero pedirte una cosa. Si
diera tiempo me mandarás una foto de Pepito y tuya. Tenía una, pero
hace dos años me la cogió la policía. Quiero ver aunque solo sea en fotografía
a mi hijo por última vez y también a ti. También si es posible envíame algún
dinero para hacer frente a las necesidades mas elementales de este mes y medio
que puede quedarme. Tendría que ser por giro telegráfico. No he querido apelar
a tu familia ni a nadie de la mía, por temor a que se metan con ellos.
Y termino. Llevo cuatro días con
ésta y no puedo mas. Muchas cosas podría contarte y, si puedo, te escribiré
otra. Tengo que aprovechar bien cada momento y son muchas las que tengo que
escribir, mías y de otros.
Y ahora quiero dejar una para
nuestra Dolores y otra para los militantes del partido y guerrilleros.
Para qué despedidas? Que seas muy
feliz, tanto como yo hubiera querido, y sabes que quería que lo fueras. Da a
nuestro hijo el último beso de su padre y para ti. Conchi, el cariño eterno de
tu Pepe.
Gómez Gayoso
Prisión Provincial. Primera
galería, celda 4
La Coruña
Un fuerte abrazo para Blas,
Marinello, Fabio, Monguito y demás camaradas cubanos y españoles.
Fuente: Héroes de Galicia y
España
(Editado en Buenos Aires, 1949)
(Editado en Buenos Aires, 1949)
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