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294. Conspiración contra la República: un secreto a voces



Si la conspiración de la II República española se amplía, reafirma y reorganiza desde el triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, es también desde esa fecha desde cuando las advertencias y denuncias de tales movimientos ante el Gobierno, en las personas de sus más altas figuras, y ante la opinión general en otros casos, se empieza a efectuar de forma inequívoca e insistente: confidencialmente o a título meramente personal, por un lado; de forma pública y notoria, por otro.

La sublevación de los militares y demás fuerzas reaccionarias o fascistas no podía ser algo imprevisto, ni menos parecer imposible, ni tampoco inesperado para los gobernantes republicanos. ¿Desconocían toda su magnitud? ¿Desestimaron su extensión e importancia? ¿Deseó Casares Quiroga que la sublevación se produjera, para poder aplastarla y robustecer así su situación política? (1).

Es precisamente lo que yo estaba esperando para acabar con ellos, diría (2). Y acabar de paso, aunque no lo dijera tan claramente, con lo que estimaba como excesos revolucionarios de las masas obreras y campesinas, desmedidas pretensiones de sus aliados comunistas y socialistas, ante los que podría esgrimir como elemento reductor la amenaza del golpe, una vez frustrado éste. Pero aparte de cierto grado de menosprecio, había en aquella actitud un gran desconocimiento de la amplitud, preparación, medios y organización del alzamiento que se iniciaría el 17 de julio en Melilla. ¿Por qué, si la larga conspiración había llegado a ser tema del dominio público y la sublevación un asunto cantado casi a fecha fija?

Aparte de contar con sus propios medios de información, de los que no se excluían las escuchas telefónicas clandestinas, los gobernantes republicanos habían sido advertidos de la trama conspirativa desde todos los ángulos: lo habían anunciado los periódicos de los partidos de izquierda y organizaciones obreras, lo habían advertido determinados políticos en sus discursos, lo habían denunciado personalmente ciertos militares leales, aparecía en informes o comunicaciones enviados a Madrid desde numerosas provincias, y hasta algunos de los mismos conspiradores habían aludido, vaga o taimadamente a lo que se preparaba, para negarlo o para hacerlo incluso innecesario; acabaría por ser tema de charla de café, sobre el que se inventaban chistes y se repartían octavillas.


DENUNCIAS

En efecto, poco después de ocupar la cartera de Guerra el general Masquelet, la UMA (Unión Militar Antifascista) de Melilla hace llegar a este Ministerio un informe acerca de la actividad militar en uno de los principales focos de la conspiración, Marruecos, proponiendo la salida de la plaza e incluso la baja fulminante de los principales jefes de cuerpo comprometidos (Tella, Delgado Serrano, Barrón, Solans, Riu, Esparza, Santos, Pradas...), así como la de la mayoría de los comandantes de Regulares y de otros oficiales y jefes antirrepublicanos, monárquicos y fascistizantes; recomendando a la vez la reorganización de las planas mayores de los grupos de Regulares y de la Legión.

De lo que se trama en otro de los focos conspirativos, Madrid, también la UMRA (Unión Militar Republicana Antifascista) mantiene informado al Gobierno desde aquellas tempranas fechas y, concretamente, de las actividades del general Fanjul (3). Desde tribunas como El Socialista empieza igualmente a advertirse al Gobierno, ya en el mes de febrero (el día 19, concretamente) acerca de la peligrosidad de formaciones paramilitares como el Requeté, en Navarra, justamente otro de los ángulos del plano conspirativo final y que la llegada del director Mola convertirá en vértice.

Desde que Azaña es presidente del Consejo de Ministros y Blasco Garzón ministro de Comunicaciones, se ha montado un servicio de escuchas telefónicas, las veinticuatro horas del día, que controla los servicios oficiales de todas las capitanías y los aparatos de más de una veintena de personas, presumible o claramente contrarias al régimen: Calvo Sotelo, Gil Robles, Herrera, Goicoechea, Primo de Rivera, Ruiz de Aida, Onésimo Redondo, Hedilla...; los dirigentes, en fin, de Renovación Española, la CEDA y Falange (4).

Alguna información ha de tener el Gobierno también por esta vía. Cuando Mola pasa a Pamplona, su teléfono y todos los de aquella comandancia quedarán igualmente intervenidos (5), y su escucha se filtrará a través de las dependencias habilitadas al efecto en el mismo edificio de la Telefónica, en la Gran Vía madrileña. Escofet, el comisario de Orden Público del Gobierno de Cataluña, también montará su propio servicio de escucha, interviniendo los teléfonos de numerosos militares; de lo que averigua, informa a Madrid (6).

En marzo, la prensa de izquierdas coincide con el informe de la UMA de Melilla, al proponer el retorno forzoso a la península de todos los oficiales y jefes destinados en Africa y que hayan permanecido allí cinco años, de acuerdo con los términos de una ley republicana de 1931. Y a la vez se hace eco de los rumores que circulan acerca de la preparación de un golpe de Estado en los cuarteles.

Hasta el punto de que, en lugar de efectuar la investigación pertinente y proceder a las depuraciones que pudieran venir al caso, el ministro de la Guerra se ve en la necesidad de publicar un desmentido:

... Estos rumores, que desde luego se pueden calificar de falsos y desprovistos de todo fundamento, tienden, sin duda, a mantener la inquietud pública, a sembrar animosidad contra las clases militares y a socavar, si no a destruir, la disciplina, base fundamental del Ejército. El ministro del Ejército se honra en hacer público que toda la oficialidad y clases del Ejército español, desde los empleos más altos a los más modestos, se mantienen dentro de los límites de la más estricta disciplina, dispuestos en todo momento al cumplimiento de sus deberes y -no hay que decirlo- a acatar las disposiciones del Gobierno legalmente constituido (7).

Azaña, que ha sido alertado por Aranda sobre la situación militar y ha despedido a Franco, de camino hacia las Canarias, con una despectiva alusión a las sublevaciones militares, que dice no temer, empieza a considerar estúpida la situación de pánico que los rumores de golpe están provocando en la gente. Las izquierdas temían cada noche un golpe militar, para cortar el paso al comunismo -escribirá el 4 de abril, en carta a su cuñado Rivas Cherif (8). Las derechas creían que el soviet estaba a la vista (...). Los socialistas tienen montado un espionaje mediante las porteras, las criadas y los chauffeurs, y recogen todas las habladurías de escaleras abajo. Durante una semana o más hemos estado ahogados por chismes porteriles...

Un discurso que él mismo pronuncia en las Cortes uno de aquellos días tiene la virtud, según sus propias palabras, de subir la Bolsa, cubrir la renovación de las obligaciones del Tesoro y hacer que nadie crea ya ni en soviets ni en golpe militar (9). Sabemos lo que pasa en todas partes, dirá en otro discurso, el 16 de abril.

La carta que ese mismo mes de abril envía Mola desde Pamplona al jefe de la VI División, para que haga saber al ministro de la Guerra que deben cesar las provocaciones de que a su juicio son objeto los oficiales, si se quiere que éstos permanezcan en la disciplina, es también una clara advertencia, o como tal puede interpretarse. Algo de esto hubo de verse para enviar inmediatamente a Navarra al general García Caminero, que regresa con la convicción de que es imprescindible relevar a Mola, por el peligro que puede constituir su influencia en aquella guarnición, como manifiesta en el informe que presenta.

Prieto y otros miembros del Partido Socialista advierten personalmente por esas mismas fechas al general Masquelet y a Azaña de que los movimientos conspirativos no cesan en los cuarteles y de que había incluso una fecha fijada -el 20 de abril- para el alzamiento. Nosotros lo sabíamos -indicará uno de aquellos socialistas (10)- por las imprudencias cometidas por el general Orgaz en un cuarto de banderas, donde expuso que Franco se pondría al frente del Ejército de Marruecos, Mola del de Navarra y Rodríguez Carrasco del de Cataluña ( ..). Aunque por diferentes fuentes se sabía que al frente del directorio militar figurarla Sanjurjo, para Prieto, si llegaba a producirse la sublevación, el jefe indiscutible sería Franco. Así lo manifiesta el mismo dirigente socialista n su conocido discurso sobre La conquista interior de España, pronunciado en Cuenca el 1 mayo, con motivo de las nuevas elecciones que allí hubieron de celebrarse, y a las que las erechas presentaban nada menos que a Primo de Rivera y Franco, buscando su exaltación política -la de Franco, en palabras de Prieto-, en forma de que, investido de la inmunidad parlamentaria, pudiera, interpretando así los designios de sus patrocinadores, ser el caudillo de una sublevación militar.

Pues no podemos negar -como había empezado diciendo- que entre elementos militares, en vastedad considerable, existen fermentos de subversión, deseos de alzarse contra el régimen republicano, no tanto, seguramente, por lo que supone su presente realidad, sino por lo que el Frente Popular, predominando en la política de la nación, representa como esperanza para un futuro próximo.

Los periódicos de izquierda relacionan cada vez con mayor evidencia los sabotajes contra el régimen republicano y los atentados personales que constantemente se cometen o se ensayan, con el avance provocador de la conjura. Política, por ejemplo, publica un editorial dedicado a este tema en su número del domingo 3 de mayo, en primera página, en la página 3 se menciona asimismo el descubrimiento de la preparación de un atentado contra Azaña, hecho en el que aparecen como detenidos, amén de cuatro agentes de policía, el capitán de Infantería Manuel Díaz Criado y el de complemento y abogado Pardo Reina, y como involucrados, Mauricio Karl y otros miembros de la UME.

Dirigiéndose personalmente a Calvo Sotelo, Casares Quiroga presume en las Cortes, en el discurso que pronuncia con motivo del debate sobre orden público, del 6 de mayo, de tener en sus manos todos los hilos de la cuestión.

Aquellos que pensaban todavía en que podía hacerse un poco la guerra civil en España -dice-, me parece que habrán quedado convencidos de que no. Que no cesen en ese convencimiento. Cualesquiera que sean los motivos cuya trama están zurciendo minuciosamente, cualesquiera que sean las perturbaciones que se traten de producir, no sé si porque tengo un poco de fe en mi estrella, no sé si porque pienso que hay una providencia para estos efectos, pero lo cierto es que tengo la completa seguridad de que he de llegar a tiempo, señores de las minorías.


GUARDIA CIVIL

A mediados de ese mes de mayo, los informes sobre la extensión y continuidad de la trama provienen de Marruecos y Canarias y denuncian los avances conspirativos en la fraternidad del Ejército con la Marina, en las maniobras navales que la Armada acaba de celebrar. Tampoco cesan las alusiones periodísticas, hechas ya sin el menor rebozo.

El Ejército es auténticamente pueblo y estrangularía por sí mismo cualquier alocada tentativa de rebeldía dentro de sus filas -publica Política en su primera página del día 19, en un editorial titulado: "Pataleo estéril. Los contumaces de la subversión"-. Los militares inclinados a la violencia han de practicarla fuera del cuartel, e individualmente, y están de antemano vencidos (...). Con la fuerza armada no cuentan los titulados fascistas para realizar sus criminales proyectos ( ..). Pero los inductores, aun a sabiendas de su fracaso, persisten en sus instigaciones y en sus bravatas...

Persistencia que también denuncia públicamente por entonces la CNT, en un documento en el que se dice ya más o menos lo que iba a ocurrir, y que, efectivamente, ocurrió -como recuerda José Peirats(11)-. A nosotros no nos sorprendió el movimiento militar, sino que lo presumíamos, incluso sus alcances, y estábamos ya preparados para la respuesta...

Entre finales de mayo y principios de junio circulan en los cuarteles de la Guardia Civil, en Barcelona, unas hojas de compromiso con el movimiento destinadas a ser firmadas por los miembros de la Benemérita dispuestos a sumarse a él, y cuyo texto conoce el Gobierno:

El abajo firmante..., empleo..., del Tercio... de la Guardia Civil, juro por Dios y prometo por mi honor cumplir exactamente lo siguiente: Apoyar moral y materialmente el movimiento, poniendo a la disposición del mismo la unidad de mi mando y cumpliendo las órdenes que reciba de mis jefes. Tomar el mando de unidades superiores, si llega el caso y así me fuera ordenado por los jefes de las mismas. Acatar y hacer que se acate por todos la forma de Gobierno que se implante, caso de triunfar el movimiento (12).

La fidelidad a la República de jefes como el general Aranguren y los coroneles Escobar y Brotons, así como la preparación a la que se refería Peirats, invalidarían, llegado el momento, estas promesas en Barcelona. El posterior hallazgo por parte de la policía de cien uniformes completos de la Guardia Civil, confeccionados en Zaragoza, y destinados al camuflaje de elementos subversivos, no contribuiría precisamente a desvanecer ni desmentir los avisos sobre la persistencia de los golpistas en su acción clandestina.

Tampoco cesan a lo largo del mes de junio las persistentes advertencias al Gobierno, o a sus miembros más destacados, de la continuidad de esos preparativos, hechas tanto desde posiciones personales como de partido, desde dentro del aparato estatal como desde fuera de él.

Recuerdo -escribirá a este respecto, ya en el exilio, Javier Malagón, historiador y miembro del cuerpo jurídico militar- que un grupo de discípulos de don Fernando de los Ríos fuimos a despedirlo a la estación de Atocha, pues se iba al extranjero en los primeros días de junio de 1936. Hablando con don Alejandro Otero, le comentó: «Me voy preocupando, y así se lo he dicho a Santiago Casares (entonces presidente del Gobierno), porque tres de los generales enemigos de la República han sido destinados a puestos que ellos hubieran elegido para conspirar y sublevarse contra ella: Mola, a Navarra; Goded, a Baleares, y Franquito (como le llamaban por su baja estatura y voz atiplada), a Canarias»; y a continuación justificó sus afirmaciones y el caso omiso que se le hizo a su temor... (13)

Dolores Ibárruri denuncia en el Parlamento, el 16 de junio, los manejos que contra la República se realizaban, así como el contrabando de armas a través de la frontera de Navarra, armas dedicadas a la preparación de un golpe de Estado, y acompaña personalmente a Monzón -que llega de Navarra para pedir el desarme de los requetés- a visitar a Casares Quiroga, el cual, aunque prometió dictar algunas disposiciones, tomó un poco a broma el peligro del fascismo, considerando que los comunistas veíamos fascistas por todas partes (14).

Informes de procedencia comunista acerca de la actividad conspirativa en los cuarteles no le faltaban ciertamente a Casares Quiroga, puesto que Enrique Líster se encargaba de hacerle llegar uno cada día, que el jefe del Gobierno parecía tomar a la ligera.


CASARES GUIROGA

Mariano Ansó, miembro de Izquierda Republicana y diputado por Guipúzcoa, sería testigo presencial de una de esas negativas de Casares a aceptar las denuncias que se le formulaban:

El alcalde de Estella, Fortunato Aguirre, dio la voz de alarma a Menor Poblador, gobernador civil de Navarra. En el monasterio de Irache se encontraban reunidos diversos militares de alta graduación pertenecientes a las guarniciones de las provincias limítrofes de Navarra, bajo la presidencia del general Mola, con fines inequívocamente subversivos. La respuesta de Casares al gobernador informante fue decisiva: «Que se retire la guardia apostada en las salidas del monasterio. El general Mola es un republicano leal que merece, por tanto, respeto de las autoridades» (15).

Que la más alta magistratura del país está al tanto de lo que se trama y, concretamente, desde el principio del mes de junio, es algo que admite el propio Casares Quiroga en la reunión del consejo de ministros del 10 del mes siguiente.

Desde primeros de junio venimos siguiendo la pista de la conspiración y ella nos ha llevado largas horas de meditación al presidente de la República y a mí -manifestará textualmente (16)-. Tenemos todos los hilos en la mano y las instrucciones enviadas por uno de los jefes de la conspiración, con la firma de «El Director», fueron recogidas por el director general de Seguridad, Alonso Mallol, en un registro hecho a uno de los más significados conspiradores. Desde entonces conocía el plan de los sublevados.

El 23 de junio fecha Franco su carta a Casares Quiroga, desde Canarias; es otra especie de advertencia. El 24 publican los periódicos unas instrucciones sobre el alzamiento encontradas en el registro del domicilio de un capitán de la Guardia Civil, en Barcelona.

Pocos días después llega a Madrid el informe elaborado por Escofet y Guarner en la misma población, que será reiterado el mismo 18 de julio siguiente, y en el que se señala que se ha llegado a un estado de cosas y a una tan exagerada exaltación que puede afirmarse terminantemente resultan precursores de un inminente movimiento militar.

Sin paliativos se reconoce que se está fraguando un movimiento francamente subversivo y que resulta indudable que están efectuando preparativos en la actualidad con vistas a un verdadero golpe de Estado. El peligro existe y es realmente grande -termina este informe (17).

Es urgente la necesidad de dejar disponibles a los elementos más perniciosos, desterrándoles fuera de las guarniciones donde residan; vigilar toda clase de actividades de los militares y dirigentes fascistas más significados; dejar los regimientos en cuadro, dando licencia trimestral a la mayor parte de la tropa...

Por esas fechas se produce la escena en que Prieto advertirá, por última vez, a Casares Quiroga, de los avances de la conspiración. Lo cuenta él mismo, después de recordar las respuestas desdeñosas que ha recibido del jefe del Gobierno en todas las ocasiones anteriores:

Pero cierta tarde que en el Congreso le hablé acerca de lo mismo, me respondió irritadísimo: «No me fastidie usted más con sus cuentos de miedo y déjeme en paz. Usted sufre ya la menopausia y trastornos propios de ésta le inspiran sus invenciones». Aquello desbordó mi aguante... (18).

¿Tú también crees en brujas?, responderá Casares al director general de la Marina Mercante, Angel Rizo, o a quien le acompaña, cuando van a ver al jefe del Gobierno con el mismo cometido. Otro marino, asimismo masón, el comandante Ambrosio Ristori, será también de los que acudan a ver a Casares para advertirle de los preparativos que él mismo observa; tampoco le hace el menor caso (19).

Otros muchos militares se acercan a la cumbre del poder para mostrar sus recelos, sus temores o su escándalo. El general Pozas, por ejemplo, será uno de ellos; Azaña recuerda en sus Memorias (20) haberle escuchado referir el ofrecimiento que meses antes le hiciera Franco de sumarse al movimiento salvador.

Núñez de Prado también acude a él para hablarle de los movimientos sospechosos que observa, lo mismo que el comandante Aberri (21). Hidalgo de Cisneros insiste en lo mismo en repetidas ocasiones ante Casares, en alguna de ellas acompañado de Núñez de Prado. Casares, impresionado por nuestro relato -escribe Hidalgo más tarde (22)-, nos dijo que estaba de acuerdo con nosotros, pero que sin hablar con Azaña no quería tomar ninguna determinación.

El comandante de Intendencia y aviador militar acude con Casares al Pardo a ver a Azaña, a la hora de la merienda, y asisten a la conversación la mujer del presidente, el comandante de Carabineros y ayudante de Azaña, Cueto, y el jefe de la casa presidencial, Bolívar.

Durante la merienda, Azaña me interpeló: «Según me dice Casares, creo que tiene usted algo importante que decirme» (...). Comencé a explicarte, con pruebas claras y concretas, los preparativos que estaban llevando a cabo los militares reaccionarios para la sublevación. De pronto, Azaña, bastante bruscamente, me corta la palabra y me dice que yo estoy «muy excitado», que era muy peligroso afirmar tan radicalmente cosas de tanta gravedad y, sobre todo, que no debía olvidar que estaba hablando con el presidente de la República. Acto seguido se levantó de la mesa, dando por terminada la merienda, y salió en compañía de Casares de la habitación, con cara de vinagre (22).

Acerca de la ceguera en este punto, no sólo de Azaña, sino de Casares asimismo, relata también Hidalgo de Cisneros la visita que días antes de la sublevación efectúa al ministro el coronel Yagüe, llegado de Marruecos.

Cuando yo le vi pasar al antedespacho de Casares -recuerda Hidalgo (23)-, entré por la puerta de escape en el despacho de Casares para decirle quién era la persona a quien iba a recibir. Le hice ver con toda clase de datos que el coronel Yagüe era uno de los principales jefes comprometidos en la sublevación. Que en las fuerzas a sus órdenes se preparaba el movimiento contra la República descaradamente, en plan chulo, sin el menor disimulo. Que este coronel, ya en 1934, cuando lo de Asturias, se había puesto al servicio de la reacción para derribar la República.

Nada de cuanto le dije era un misterio para nadie, salvo para quienes se tapaban los ojos para no ver las cosas. Finalmente, le indiqué a Casares que la ocasión era magnífica para retener a Yagüe en Madrid y mandar para hacerse cargo de sus fuerzas a un jefe de confianza del Gobierno.

La entrevista de Yagüe con Casares duró más de una hora y media. Al terminar salió el mismo Casares a despedirlo hasta el antedespacho, cosa rarísima, despidiéndose como los mejores amigos del mundo. El ministro parecía muy satisfecho de su conversación.

Cuando entré otra vez en su despacho, me dijo Casares muy sentenciosamente: «Yagüe es un caballero, un perfecto militar, tengo la seguridad que jamás hará traición a la República. Me ha dado su palabra de honor y su promesa de militar de que siempre la servirá con lealtad, y los hombres como Yagüe mantienen sus compromisos sin más garantía que su palabra (23).

Cabe añadir aquí que antes de regresar a Marruecos, Yagüe se presenta en casa del cuñado de Franco, Ramón Serrano Súñer, para quejarse de las cavilaciones y de la parsimonia del general para alzarse (24).

También Largo Caballero abunda en Mis recuerdos en las denuncias numerosas que al respecto hiciera ante Azaña y Casares, para no obtener de ellos sino desdén, de acuerdo con sus palabras. Con menos desdén por parte de los señores Azaña y Casares Quiroga para las denuncias que les hice, la sedición militar hubiera sido abortada y nos hubiera salvado de la catástrofe.

Relaciona Largo una serie de ocasiones en las que hiciera patentes sus advertencias: a Azaña, siendo presidente del Consejo de Ministros, poco después del banquete de Marruecos; a Casares, con motivo de las visitas de generales a las guarniciones de Madrid y otras; al mismo Casares en otras dos ocasiones, una de ellas en casa de Araquistáin, antes de salir hacia Londres para asistir allí al Congreso de la Federación Sindical Internacional; y en el mismo Londres en dos oportunidades, etcétera (25).

Alvarez del Vayo, por su parte, manifestará más adelante su convencimiento de que iba a producirse una rebelión militar, aunque no encontrará sino rechazo en Azaña y Casares al advertírselo. Aquí no se levanta nadie, dice que le respondió Azaña varias veces. Y Casares, cuando él le manifestó sus dudas a salir de Madrid en vísperas del levantamiento, por temor a que éste se produjese de un momento a otro, le contestaría muy amablemente y un poco irónico que podía pasar no sólo un fin de semana, sino varios, en Biarritz... (26).


PERIODICOS

El 7 de julio se decía en Claridad, portavoz de Largo Caballero: Existe una conjura de la que ya tienen el hilo de la trama las autoridades, en la que interviene toda la amalgama propicia a implantar un régimen dictatorial igual o parecido a los que imperan en Italia y Alemania...

El 10, todos los periódicos de izquierdas que se publican en Madrid se hacen eco de la denuncia que en el mismo sentido acaba de publicar Indalecio Prieto en El Liberal, de Bilbao, con el título tan significativo de Hombre prevenido...:

... El peligro nace mucho antes de manifestarse con estrépito -escribe Prieto- y, por consiguiente, no hay que esperar a su acometida para hacerle frente. Hasta nos asalta el temor de que entonces sea tarde para aniquilarle. También advertimos error al comparar el volumen del riesgo actual con algún otro pretérito de cierta semejanza. Entonces se pudo aguardar tranquilamente a que diese la cara para aplastarle. Ahora nos parecía absurda una espera análoga. ¿Por qué? Por estimar mayores las dimensiones del presente... Hombre prevenido vale por dos -concluye Prieto-. Y Gobierno prevenido, lo menos vale por cuarenta.

El Partido Comunista ha de repetir una y mil veces -dice a su vez Mundo Obrero del mismo 10 de julio- que es una táctica suicida esperar a que salga la liebre para cogerla. Lo que debe hacerse es expurgar, expulsar y democratizar.

Se aproximan horas graves -se lee en El Socialista del mismo día-. El Partido Socialista (..) está con las antenas vigilantes ( ..). Ya ha pasado la etapa desdeñosa de los cuentos de miedo, y han hecho bien los que así calificaron nuestros avisos al meter en la maleta sus resquemores y sus imprudencias para sacarlos fuera de la patria... El artículo de Prieto nos invita a que durmamos con un ojo abierto, y mejor con los dos, como los faquires, que ven acercarse los presagios ( ..); el deber se ejercita mejor sabiendo desconfiar que enseñándoles la lámpara de Aladino revolucionaria, mientras desde las sombras apunta el enemigo al corazón... Sin duda el autor de este suelto, Julián Zugazagoitia, director del periódico, tenía presente la crítica hacia su trabajo, que poco antes le había manifestado Azaña, al constituirse él mismo en garantía de la confianza que le merecía la actitud de los militares.

Pero ya las palabras de aviso de la prensa de izquierdas se hace clamor con el paso de los días. Ni optimistas ni pesimistas. El peligro que nos acecha: con estos titulares abre El Socialista su primera página el sábado 11 de julio. Para continuar así: Toda, absolutamente toda la actualidad está como prisionera de una preocupación única que, a medias palabras y con alusiones, hemos venido tratando de reflejar para aviso de quienes no gustan dejar desatendida su responsabilidad ( ..). Estamos en el deber de seguir avisando el peligro. Y no para atemorizar a los pusilánimes, sino para procurar que, sin pérdida de tiempo, se organice la voluntad de resistencia ( ..).

Avisados. Precavidos. Vigilantes. Con la voluntad de victoria tensa para conjurar cualquier peligro, por voluminoso que sea y por absurdo que lo supongamos. En esto se cifra el deber de cuantas colectividades políticas y sindicales constituyen el Frente Popular, sitiado al presente por unos enemigos que acechan la oportunidad de caer sobre él con la máxima violencia. Allá con su responsabilidad los que desdeñan un riesgo que acontecimientos de naturaleza varia vienen señalando como relativamente próximo.

El texto termina con la idea de que el país se está jugando su porvenir en el trance. ¿Para hoy, para mañana, para el lunes?, se pregunta finalmente. Para cuando sea, que la fecha en casos como ese la determina un accidente cualquiera -subráyese la frase, desde la perspectiva que da el conocimiento de lo que iba a suceder.

La detención de un grupo de falangistas en Alcañiz, el día 10, y el anuncio de la inminente revolución sindicalista que otro grupo de ellos efectúa el 11 a través de Unión Radio, de Valencia, cuyos estudios asaltan y ocupan durante breves minutos, es otro indicio claro para los dirigentes del Frente Popular. Sus protestas son una vez más rechazadas por Casares, en una audiencia que a regañadientes les concede a ese efecto. Pártase del supuesto de que nos encontramos ante una maquinación de alcance y ramificaciones extraordinarias -dice el editorial de El Socialista del domingo día 12-. Corre el dinero en cantidad desmesurada. Con él, sin que resulte imposible averiguar quiénes lo facilitan, se atiende a pudrir el aire que respiramos. Añadiremos un dato más, a saber: que la operación en curso se inspira en una intención catastrófica y desesperada, traducida, en algún caso, por las siguientes palabras: «O ahora o nunca»...

La muerte de Calvo Sotelo, última de una serie de muertes, primera de otra, iba a dar la señal del ahora. Pero todavía siguen las llamadas, los gritos de quienes piensan que aún es tiempo de evitarlo; así como los de quienes, si es inevitable, preparan la respuesta.

Hoy se dijo que la trágica muerte del señor Calvo Sotelo serviría para provocar el alzamiento de que tanto se viene hablando -escribe Prieto en El Liberal, de Bilbao, el mismo 14-. Bastó ese anuncio para que, en una reunión que sólo duró diez minutos, el Partido Socialista, el Partido Comunista, la Unión General de Trabajadores, la Federación Nacional de Juventudes Socialistas y la Casa del Pueblo quedaran de acuerdo respecto a lo que habrá de ser su acción común si el movimiento subversivo estallara al fin. Si la reacción sueña con un golpe de Estado incruento, como el de 1923, se equivoca de medio a medio ( ..). Será ( ..) una batalla a muerte, porque cada uno de los bandos sabe que el adversario, si triunfa, no le dará cuartel...


SECRETO A VOCES

El día 15, en la sección de la Diputación permanente de las Cortes, el comunista José Díaz, dirigiéndose a Gil Robles, acusa a todas las derechas de preparar el golpe de Estado y la guerra civil:

...Señor Gil Robles, no se puede negar que estáis organizando un complot en España ( ..); estamos completamente seguros de que en muchas provincias de España, en Navarra, en Burgos, en Galicia, en parte de Madrid y en otros puntos se están haciendo preparativos para el golpe de Estado, que no dejáis de mano un día tras otro. ¡Tened cuidado! ( ..). Los intentos criminales y subversivos que preparáis. No tratéis de eludirlo. Lo preparáis, y su preparación la conocemos a ciencia cierta.

Naturalmente, ha llegado un momento en que el tema es del dominio público. Se denuncia, más o menos veladamente, en los periódicos de todo el país, y de todas partes se reciben en Madrid recados sobre lo que se ha visto que se prepara. Era cosa que no se ocultaba ya (27), algo del dominio público (28); se preparaba prácticamente a la vista de todos y con conocimiento de todos (29); pocos serían, en fin, los que ignoraran los preparativos (30).

Un secreto a voces, tema de discusión en los bares y tertulias de Madrid y Barcelona, así como en los de las grandes ciudades de provincia y otras de menor importancia (31). En la librería de Tormos, en Madrid, uno de los habituales decía a los contertulios: Piensen ustedes lo que quieran de esto que les digo; pero en el norte, en Navarra, hay un general cuyo nombre empieza por M... que va a terminar con esta situación (32). Camaradas: el fascismo acecha -rezaba el texto de unos carteles profusamente pegados por las organizaciones obreras en vallas y paredes, en Sevilla-; que cuando llegue el momento cada cual cumpla con la consigna recibida.

El 16 de julio, festividad de la Virgen del Carmen, los generales Miaja y Núñez de Prado pasan la tarde en casa del presidente de las Cortes, Martínez Barrio, que celebra la onomástica de su mujer: en la conversación se ha hablado de una posibilidad de sublevación militar y de los medios de atajarla (33).

Es posible que en la reunión se haya referido una vez más el cuento de aquellos militares que decididos a sublevarse demoraron la fecha del alzamiento hasta haberlo cobrado, y una vez que lo hubieron hecho cayeron en la cuenta de que, con dinero fresco, resultaba inconcebible aventurarse en una empresa dudosa (34).

La anécdota se repetía por entonces en muchos lugares, sin excluir las sobremesas del propio Azaña o de Casares Quiroga, en cuyo caso se ponía en boca de alguno de los militares que los rodeaban.

¿Pero no se había adelantado uno de los mismos generales conspiradores a advertir a Azaña de lo que aún podía ser evitable? No hay ninguna duda ya acerca de la visita que Hipólito Finat, marqués de Carvajal, periodista y militar retirado, hizo en Madrid a Azaña en nombre del general Goded, como enviado suyo desde Palma de Mallorca.

Goded se habría disgustado al conocer las relaciones de dependencia de los conjurados monárquicos y algunos militares con los regímenes nazi-fascistas de Alemania e Italia, y ello le habría planteado el problema de conciencia de rectificar el rumbo de su propia conducta. Decidido a retirarse de la conjura, envió a su comisionado para obtener de Azaña una orden telegráfica que le permitiera y le obligara a la vez a presentarse de inmediato en Madrid.

Después de entrevistarse con el presidente, y a la espera de una resolución, el marqués de Carvajal se encontraría con que la policía se dedicaba a registrar su habitación en el hotel Victoria, de la plaza del Angel, y a descerrajar sus maletas, con lo que emprendería la huida, sin esperar más (35).

Tal vez no tenía realmente nada que esperar, lo que en cierto modo empeora las cosas, puesto que, como revelaría posteriormente alguien de la intimidad de Azaña, el presidente había contestado al emisario que Goded podía verle cuando quisiera sin más que solicitar su ida a Madrid ( ..) con cualquier pretexto reglamentario... (36).

El 16 por la noche, al teléfono, y el 17 personalmente, Mola, por su parte, asegura al jefe de la VI División Orgánica, con sede en Burgos, el general Batet, que ni él conspiraba ni sabía de ninguna conspiración en marcha. Mola miente, y miente a conciencia, a conciencia de que por encima de mi palabra y de mi honor estaba el interés de España (37).

Todavía el 18 de julio se produce públicamente la misma cínica negativa, cuando todo el mundo está al cabo de la calle, como suele decirse, e incluso las tropas africanas han iniciado el movimiento, a través del Diario de Navarra, en cuya primera página alguien que firma E. E. se pregunta:

... ¿Se prepara (un golpe de Estado) y no lo estrangulan? Voy a suponer que yo soy e Estado: si sé que se prepara un golpe contra mí, ¿voy a ser tan idiota que no realice algo para evitarlo?, ¿voy a ser tan imbécil que permita que se me dé el golpe?..

Así estaban las cosas ya, y así se decían. Si me toca perder la guerra -declarará Negrín poco tiempo después, cuando ya no pueden caberle muchas esperanzas-, se podrá decir de mí todo, menos que soy yo quien tiene responsabilidades en su desencadenamiento. Esto es de la cuenta de otras personas. ¡Allá los que no supieron ver lo que estaba a la vista! (38).


Daniel Sueiro.
Biblioteca de la Guerra Civil, Editorial Folio




NOTAS

(1) Gil Robles, No fue posible la paz, Barcelona, 1968, pág. 743 Es la tesis que mantiene también, entre otros, el ex presidente del Consejo, Portela Valladares, en sus Memorias (ver Georges Soria, Guerra y revolución en España, 1936-1939, Barcelona, 1978, vol. 1, pág. 342).
(2) J. Simón Vidarte, Todos fuimos culpables, Barcelona, 1977, vol. 1, pág. 237.
(3) Citado por Gil Robles, op. cit., pág. 740 y núm. 84.
(4) J. Simeón Vidarte, op cit., 1, págs. 155, 156, 254, 255 y 259.
(5) Ibid., pág. 279.
(6) Ronald Fraser, Recuérdalo tú y recuérdalo a otros. Historia oral de la guerra civil española, Barcelona, 1979, tomo 1, pág. 80.
(7) El Sol, 19 de marzo de 1936.
(8) C. Rivas Cherif, Retrato de un desconocido. Vida de Manuel Azaña, Barcelona, 1980, pág. 674.
(9) Ibid., pág. 675.
(10) J. Simeón Vidarte, op cit., 1, págs. 99 y 100.
(11) «José Peirats: La CNT y la revolución social», entrevista en Tiempo de Historia, núm. 62, enero 1980, pág. 44, por María Ruipérez y Manuel Pérez Ledesma.
(12) Texto reproducido por Manuel D. Benavides, Guerra y revolución en Cataluña, México, 1946, pág 95.
(13) En El exilio español de 1939, Madrid, 1978, vol. V, pág. 345.
(14) En El único camino, Memorias de la «Pasionaria», México, 1963, págs. 219 y 222.
(15) Mariano Ansó, Yo fui ministro de Negrín, Barcelona, 1976, pág. 122.
(16) La referencia, procedente de Barnés, ministro de Instrucción Pública, la recoge Vidarte, op. cit., 1, pág. 254.
(17) El informe aparece íntegramente reproducido en las memorias de Federico Escofet, Al servei de Catalunya i de la Republica. La victória: 19 de julio 1936, París, 1973, páginas 469 a 479.
(18) Indalecio Prieto, Convulsiones de España, México, 1967, tomo III, págs. 143 y 144. Otra versión semejante aparece en el tomo 1, págs. 163 y 164; concluye así: Entre muchos socialistas, mis anuncios, atribuidos a habilidad política en pro de una conjunción indispensable, tuvieron eco de befa. Eran «cuentos de miedo» que yo inventaba. En su alocución radiofónica de la noche del 24 de julio de 1936, diría más claramente que tomaron muchos este reiterado aviso mío como una expresión de un pesimismo temperamental que no niego (..). Supusieron algunos que todo ello obedecía a una maniobra política que figuraba entre mis designios... (Política, 25 julio 1936, pág. 1).
(19) Eduardo de Guzmán, La muerte de la esperanza, Madrid, 1973, pág. 20, y La segunda República fue así, Barcelona, 1977, pág. 352.
(20) Manuel Azaña, Obras completas. IV Memorias Políticas y de Guerra, México, 1968, pág. 563.
(21) Diego Martínez Barrio recuerda las quejas del general Núñez de Prado en el periódico mexicano Hoy, el 13 de abril de 1940, y las de Aberri, en el mismo periódico, de 29 de julio de 1939 (ver Burnett Bolloten, El gran engaño, Barcelona, 1967, pág. 28, núm. 31).
(22) I. Hidalgo de Cisneros, Cambio de rumbo, Barcelona, 1977, vol. II, págs. 164 y 165. La escena la refleja también su mujer, Constancia de la Mora, Doble esplendor, Barcelona, 1977, pág. 233.
(23) lbid. Hidalgo de Cisneros, II, págs. 165 y 166.
(24) R. Serrano Súñer, Entre el silencio y la propaganda, la Historia como fue. Memorias, Barcelona, 1977, pág. 52, sitúa esta visita en un día del mes de junio,. Yagüe saca de la cartera una fotografía de José Antonio y le indica que en Africa la llevamos casi todos.
(25) Largo Caballero, Mis recuerdos, México, 1976, páginas 151, 152, 153, 157 y 158. Largo no creía en la posibilidad de una sublevación reaccionaria, escribió, sin embargo, Dolo-res Ibárruri, El único camino, ed. cit., pág. 232, y Zugazagoitia (Guerra y vicisitudes de los españoles. París. 1968. I. página 21) añade a este respecto: Largo Caballero. y con él sus principales colaboradores, Araquistáin y Alvarez del Vayo, creían saber que toda cuartelada estaba fatalmente condena-da al fracaso, tanto por la oposición que le hiciese el Estado como por la intervención, mediante la huelga general, de los trabajadores. Carecían, como más tarde se vio, de intuición y de información.
(26) «Habla Julio Alvarez del Vayo. Entrevista realizada por Abel Paz, a Julio Alvarez del Vayo, ex ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno Republicano español (4 de septiembre de 1936 a 28 de marzo de 1939)»; en Tiempo de Historia, núm. 65, abril 1980, pág. 46.
(27) General Luis Redondo y comandante Juan de Zavala, El Requeté (La tradición no muere), Barcelona, 1957, pág. 326.
(28) Guillermo Cabanellas, La guerra de los mil días. Nacimiento, vida y muerte de la República Española. Buenos Aires, 1973, vol. 1, pág. 421, núm. 3.
(29) P. Broué y E. Témine, La revolución y la guerra de España, Madrid, 1977, vol. 1, pág. 91.
(30) Juan de Iturralde, La guerra de Franco, los vascos y la iglesia. Tomo I. Quiénes y con qué fin prepararon la guerra y cómo comenzó, San Sebastián, 1978, pág. 357.
(31) G. Soria, op. cit., 1, pág. 339.
(32) Relatado por Julio Caro Baroja en Los Baroja (Memorias familiares), Madrid, 1972, pág. 301.
(33) Homenaje a Diego Martínez Barrio, París, 1978, página 101.
(34) J. Zugazagoitia, ob. cit., 1, págs. 26 y 27.
(35) Esta es la versión, coincidente en lo fundamental, de 1. Prieto, op. cit., 1, pág. 187, y de Gil Robles, op. cit., pág. 624.
(36) C. Rivas Cherif, op. cit., pag. 470.
(37) General Jorge Vigón, General Mola (El conspirador), Barcelona, 1957, pág. 109.
(38) Citado por Zugazagoitia, op. cit., 1, págs. 23 y 24. Mi cuñado -escribirá Rivas Cherif, op. cit., pág. 335, al referirse en este punto a Azaña- se atribuía mucha parte de la culpa por haberse rendido a la fatiga del esfuerzo anterior y a la tentadora molicie de aquel pequeño descanso campestre, desentendiéndose, hasta cierto punto, de los negocios del Esta-do en aquello que no le competía directamente; fiado en la confianza con que la Cámara subrayaba la confianza del presidente del Consejo...



Franco en una comida en Melilla pocos días antes del golpe de estado





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