Si la conspiración de la II República española se
amplía, reafirma y reorganiza desde el triunfo del Frente Popular en las
elecciones de febrero de 1936, es también desde esa fecha desde cuando las
advertencias y denuncias de tales movimientos ante el Gobierno, en las personas
de sus más altas figuras, y ante la opinión general en otros casos, se empieza
a efectuar de forma inequívoca e insistente: confidencialmente o a título
meramente personal, por un lado; de forma pública y notoria, por otro.
La sublevación de los militares y demás fuerzas reaccionarias o fascistas no podía ser algo imprevisto, ni menos parecer imposible, ni tampoco inesperado para los gobernantes republicanos. ¿Desconocían toda su magnitud? ¿Desestimaron su extensión e importancia? ¿Deseó Casares Quiroga que la sublevación se produjera, para poder aplastarla y robustecer así su situación política? (1).
Es precisamente lo que yo estaba esperando para acabar con ellos, diría (2). Y acabar de paso, aunque no lo dijera tan claramente, con lo que estimaba como excesos revolucionarios de las masas obreras y campesinas, desmedidas pretensiones de sus aliados comunistas y socialistas, ante los que podría esgrimir como elemento reductor la amenaza del golpe, una vez frustrado éste. Pero aparte de cierto grado de menosprecio, había en aquella actitud un gran desconocimiento de la amplitud, preparación, medios y organización del alzamiento que se iniciaría el 17 de julio en Melilla. ¿Por qué, si la larga conspiración había llegado a ser tema del dominio público y la sublevación un asunto cantado casi a fecha fija?
Aparte de contar con sus propios medios de información, de los que no se excluían las escuchas telefónicas clandestinas, los gobernantes republicanos habían sido advertidos de la trama conspirativa desde todos los ángulos: lo habían anunciado los periódicos de los partidos de izquierda y organizaciones obreras, lo habían advertido determinados políticos en sus discursos, lo habían denunciado personalmente ciertos militares leales, aparecía en informes o comunicaciones enviados a Madrid desde numerosas provincias, y hasta algunos de los mismos conspiradores habían aludido, vaga o taimadamente a lo que se preparaba, para negarlo o para hacerlo incluso innecesario; acabaría por ser tema de charla de café, sobre el que se inventaban chistes y se repartían octavillas.
DENUNCIAS
En efecto, poco después de ocupar la cartera de Guerra el general Masquelet, la UMA (Unión Militar Antifascista) de Melilla hace llegar a este Ministerio un informe acerca de la actividad militar en uno de los principales focos de la conspiración, Marruecos, proponiendo la salida de la plaza e incluso la baja fulminante de los principales jefes de cuerpo comprometidos (Tella, Delgado Serrano, Barrón, Solans, Riu, Esparza, Santos, Pradas...), así como la de la mayoría de los comandantes de Regulares y de otros oficiales y jefes antirrepublicanos, monárquicos y fascistizantes; recomendando a la vez la reorganización de las planas mayores de los grupos de Regulares y de la Legión.
De lo que se trama en otro de los focos conspirativos, Madrid, también la UMRA (Unión Militar Republicana Antifascista) mantiene informado al Gobierno desde aquellas tempranas fechas y, concretamente, de las actividades del general Fanjul (3). Desde tribunas como El Socialista empieza igualmente a advertirse al Gobierno, ya en el mes de febrero (el día 19, concretamente) acerca de la peligrosidad de formaciones paramilitares como el Requeté, en Navarra, justamente otro de los ángulos del plano conspirativo final y que la llegada del director Mola convertirá en vértice.
Desde que Azaña es presidente del Consejo de Ministros y Blasco Garzón ministro de Comunicaciones, se ha montado un servicio de escuchas telefónicas, las veinticuatro horas del día, que controla los servicios oficiales de todas las capitanías y los aparatos de más de una veintena de personas, presumible o claramente contrarias al régimen: Calvo Sotelo, Gil Robles, Herrera, Goicoechea, Primo de Rivera, Ruiz de Aida, Onésimo Redondo, Hedilla...; los dirigentes, en fin, de Renovación Española, la CEDA y Falange (4).
Alguna información ha de tener el Gobierno también por esta vía. Cuando Mola pasa a Pamplona, su teléfono y todos los de aquella comandancia quedarán igualmente intervenidos (5), y su escucha se filtrará a través de las dependencias habilitadas al efecto en el mismo edificio de la Telefónica, en la Gran Vía madrileña. Escofet, el comisario de Orden Público del Gobierno de Cataluña, también montará su propio servicio de escucha, interviniendo los teléfonos de numerosos militares; de lo que averigua, informa a Madrid (6).
En marzo, la prensa de izquierdas coincide con el informe de la UMA de Melilla, al proponer el retorno forzoso a la península de todos los oficiales y jefes destinados en Africa y que hayan permanecido allí cinco años, de acuerdo con los términos de una ley republicana de 1931. Y a la vez se hace eco de los rumores que circulan acerca de la preparación de un golpe de Estado en los cuarteles.
Hasta el punto de que, en lugar de efectuar la investigación pertinente y proceder a las depuraciones que pudieran venir al caso, el ministro de la Guerra se ve en la necesidad de publicar un desmentido:
... Estos rumores, que desde luego se pueden calificar de falsos y desprovistos de todo fundamento, tienden, sin duda, a mantener la inquietud pública, a sembrar animosidad contra las clases militares y a socavar, si no a destruir, la disciplina, base fundamental del Ejército. El ministro del Ejército se honra en hacer público que toda la oficialidad y clases del Ejército español, desde los empleos más altos a los más modestos, se mantienen dentro de los límites de la más estricta disciplina, dispuestos en todo momento al cumplimiento de sus deberes y -no hay que decirlo- a acatar las disposiciones del Gobierno legalmente constituido (7).
Azaña, que ha sido alertado por Aranda sobre la situación militar y ha despedido a Franco, de camino hacia las Canarias, con una despectiva alusión a las sublevaciones militares, que dice no temer, empieza a considerar estúpida la situación de pánico que los rumores de golpe están provocando en la gente. Las izquierdas temían cada noche un golpe militar, para cortar el paso al comunismo -escribirá el 4 de abril, en carta a su cuñado Rivas Cherif (8). Las derechas creían que el soviet estaba a la vista (...). Los socialistas tienen montado un espionaje mediante las porteras, las criadas y los chauffeurs, y recogen todas las habladurías de escaleras abajo. Durante una semana o más hemos estado ahogados por chismes porteriles...
La sublevación de los militares y demás fuerzas reaccionarias o fascistas no podía ser algo imprevisto, ni menos parecer imposible, ni tampoco inesperado para los gobernantes republicanos. ¿Desconocían toda su magnitud? ¿Desestimaron su extensión e importancia? ¿Deseó Casares Quiroga que la sublevación se produjera, para poder aplastarla y robustecer así su situación política? (1).
Es precisamente lo que yo estaba esperando para acabar con ellos, diría (2). Y acabar de paso, aunque no lo dijera tan claramente, con lo que estimaba como excesos revolucionarios de las masas obreras y campesinas, desmedidas pretensiones de sus aliados comunistas y socialistas, ante los que podría esgrimir como elemento reductor la amenaza del golpe, una vez frustrado éste. Pero aparte de cierto grado de menosprecio, había en aquella actitud un gran desconocimiento de la amplitud, preparación, medios y organización del alzamiento que se iniciaría el 17 de julio en Melilla. ¿Por qué, si la larga conspiración había llegado a ser tema del dominio público y la sublevación un asunto cantado casi a fecha fija?
Aparte de contar con sus propios medios de información, de los que no se excluían las escuchas telefónicas clandestinas, los gobernantes republicanos habían sido advertidos de la trama conspirativa desde todos los ángulos: lo habían anunciado los periódicos de los partidos de izquierda y organizaciones obreras, lo habían advertido determinados políticos en sus discursos, lo habían denunciado personalmente ciertos militares leales, aparecía en informes o comunicaciones enviados a Madrid desde numerosas provincias, y hasta algunos de los mismos conspiradores habían aludido, vaga o taimadamente a lo que se preparaba, para negarlo o para hacerlo incluso innecesario; acabaría por ser tema de charla de café, sobre el que se inventaban chistes y se repartían octavillas.
DENUNCIAS
En efecto, poco después de ocupar la cartera de Guerra el general Masquelet, la UMA (Unión Militar Antifascista) de Melilla hace llegar a este Ministerio un informe acerca de la actividad militar en uno de los principales focos de la conspiración, Marruecos, proponiendo la salida de la plaza e incluso la baja fulminante de los principales jefes de cuerpo comprometidos (Tella, Delgado Serrano, Barrón, Solans, Riu, Esparza, Santos, Pradas...), así como la de la mayoría de los comandantes de Regulares y de otros oficiales y jefes antirrepublicanos, monárquicos y fascistizantes; recomendando a la vez la reorganización de las planas mayores de los grupos de Regulares y de la Legión.
De lo que se trama en otro de los focos conspirativos, Madrid, también la UMRA (Unión Militar Republicana Antifascista) mantiene informado al Gobierno desde aquellas tempranas fechas y, concretamente, de las actividades del general Fanjul (3). Desde tribunas como El Socialista empieza igualmente a advertirse al Gobierno, ya en el mes de febrero (el día 19, concretamente) acerca de la peligrosidad de formaciones paramilitares como el Requeté, en Navarra, justamente otro de los ángulos del plano conspirativo final y que la llegada del director Mola convertirá en vértice.
Desde que Azaña es presidente del Consejo de Ministros y Blasco Garzón ministro de Comunicaciones, se ha montado un servicio de escuchas telefónicas, las veinticuatro horas del día, que controla los servicios oficiales de todas las capitanías y los aparatos de más de una veintena de personas, presumible o claramente contrarias al régimen: Calvo Sotelo, Gil Robles, Herrera, Goicoechea, Primo de Rivera, Ruiz de Aida, Onésimo Redondo, Hedilla...; los dirigentes, en fin, de Renovación Española, la CEDA y Falange (4).
Alguna información ha de tener el Gobierno también por esta vía. Cuando Mola pasa a Pamplona, su teléfono y todos los de aquella comandancia quedarán igualmente intervenidos (5), y su escucha se filtrará a través de las dependencias habilitadas al efecto en el mismo edificio de la Telefónica, en la Gran Vía madrileña. Escofet, el comisario de Orden Público del Gobierno de Cataluña, también montará su propio servicio de escucha, interviniendo los teléfonos de numerosos militares; de lo que averigua, informa a Madrid (6).
En marzo, la prensa de izquierdas coincide con el informe de la UMA de Melilla, al proponer el retorno forzoso a la península de todos los oficiales y jefes destinados en Africa y que hayan permanecido allí cinco años, de acuerdo con los términos de una ley republicana de 1931. Y a la vez se hace eco de los rumores que circulan acerca de la preparación de un golpe de Estado en los cuarteles.
Hasta el punto de que, en lugar de efectuar la investigación pertinente y proceder a las depuraciones que pudieran venir al caso, el ministro de la Guerra se ve en la necesidad de publicar un desmentido:
... Estos rumores, que desde luego se pueden calificar de falsos y desprovistos de todo fundamento, tienden, sin duda, a mantener la inquietud pública, a sembrar animosidad contra las clases militares y a socavar, si no a destruir, la disciplina, base fundamental del Ejército. El ministro del Ejército se honra en hacer público que toda la oficialidad y clases del Ejército español, desde los empleos más altos a los más modestos, se mantienen dentro de los límites de la más estricta disciplina, dispuestos en todo momento al cumplimiento de sus deberes y -no hay que decirlo- a acatar las disposiciones del Gobierno legalmente constituido (7).
Azaña, que ha sido alertado por Aranda sobre la situación militar y ha despedido a Franco, de camino hacia las Canarias, con una despectiva alusión a las sublevaciones militares, que dice no temer, empieza a considerar estúpida la situación de pánico que los rumores de golpe están provocando en la gente. Las izquierdas temían cada noche un golpe militar, para cortar el paso al comunismo -escribirá el 4 de abril, en carta a su cuñado Rivas Cherif (8). Las derechas creían que el soviet estaba a la vista (...). Los socialistas tienen montado un espionaje mediante las porteras, las criadas y los chauffeurs, y recogen todas las habladurías de escaleras abajo. Durante una semana o más hemos estado ahogados por chismes porteriles...
Un discurso que él mismo pronuncia en las Cortes uno
de aquellos días tiene la virtud, según sus propias palabras, de subir la
Bolsa, cubrir la renovación de las obligaciones del Tesoro y hacer que nadie
crea ya ni en soviets ni en golpe militar (9). Sabemos lo que pasa en todas
partes, dirá en otro discurso, el 16 de abril.
La carta que ese mismo mes de abril envía Mola desde
Pamplona al jefe de la VI División, para que haga saber al ministro de la
Guerra que deben cesar las provocaciones de que a su juicio son objeto los
oficiales, si se quiere que éstos permanezcan en la disciplina, es también una
clara advertencia, o como tal puede interpretarse. Algo de esto hubo de verse
para enviar inmediatamente a Navarra al general García Caminero, que regresa
con la convicción de que es imprescindible relevar a Mola, por el peligro que
puede constituir su influencia en aquella guarnición, como manifiesta en el
informe que presenta.
Prieto y otros miembros del Partido Socialista
advierten personalmente por esas mismas fechas al general Masquelet y a Azaña
de que los movimientos conspirativos no cesan en los cuarteles y de que había
incluso una fecha fijada -el 20 de abril- para el alzamiento. Nosotros lo
sabíamos -indicará uno de aquellos socialistas (10)- por las imprudencias
cometidas por el general Orgaz en un cuarto de banderas, donde expuso que
Franco se pondría al frente del Ejército de Marruecos, Mola del de Navarra y
Rodríguez Carrasco del de Cataluña ( ..). Aunque por diferentes fuentes se
sabía que al frente del directorio militar figurarla Sanjurjo, para Prieto, si
llegaba a producirse la sublevación, el jefe indiscutible sería Franco. Así lo
manifiesta el mismo dirigente socialista n su conocido discurso sobre La
conquista interior de España, pronunciado en Cuenca el 1 mayo, con motivo de
las nuevas elecciones que allí hubieron de celebrarse, y a las que las erechas
presentaban nada menos que a Primo de Rivera y Franco, buscando su exaltación
política -la de Franco, en palabras de Prieto-, en forma de que, investido de
la inmunidad parlamentaria, pudiera, interpretando así los designios de sus
patrocinadores, ser el caudillo de una sublevación militar.
Pues no podemos negar -como había empezado diciendo-
que entre elementos militares, en vastedad considerable, existen fermentos de
subversión, deseos de alzarse contra el régimen republicano, no tanto,
seguramente, por lo que supone su presente realidad, sino por lo que el Frente
Popular, predominando en la política de la nación, representa como esperanza
para un futuro próximo.
Los periódicos de izquierda relacionan cada vez con
mayor evidencia los sabotajes contra el régimen republicano y los atentados personales
que constantemente se cometen o se ensayan, con el avance provocador de la
conjura. Política, por ejemplo, publica un editorial dedicado a este tema en su
número del domingo 3 de mayo, en primera página, en la página 3 se menciona
asimismo el descubrimiento de la preparación de un atentado contra Azaña, hecho
en el que aparecen como detenidos, amén de cuatro agentes de policía, el
capitán de Infantería Manuel Díaz Criado y el de complemento y abogado Pardo
Reina, y como involucrados, Mauricio Karl y otros miembros de la UME.
Dirigiéndose personalmente a Calvo Sotelo, Casares
Quiroga presume en las Cortes, en el discurso que pronuncia con motivo del
debate sobre orden público, del 6 de mayo, de tener en sus manos todos los
hilos de la cuestión.
Aquellos que pensaban todavía en que podía hacerse un
poco la guerra civil en España -dice-, me parece que habrán quedado convencidos
de que no. Que no cesen en ese convencimiento. Cualesquiera que sean los
motivos cuya trama están zurciendo minuciosamente, cualesquiera que sean las
perturbaciones que se traten de producir, no sé si porque tengo un poco de fe
en mi estrella, no sé si porque pienso que hay una providencia para estos
efectos, pero lo cierto es que tengo la completa seguridad de que he de llegar
a tiempo, señores de las minorías.
GUARDIA CIVIL
A mediados de ese mes de mayo, los informes sobre la
extensión y continuidad de la trama provienen de Marruecos y Canarias y
denuncian los avances conspirativos en la fraternidad del Ejército con la
Marina, en las maniobras navales que la Armada acaba de celebrar. Tampoco cesan
las alusiones periodísticas, hechas ya sin el menor rebozo.
El Ejército es auténticamente pueblo y estrangularía
por sí mismo cualquier alocada tentativa de rebeldía dentro de sus filas
-publica Política en su primera página del día 19, en un editorial titulado:
"Pataleo estéril. Los contumaces de la subversión"-. Los militares
inclinados a la violencia han de practicarla fuera del cuartel, e
individualmente, y están de antemano vencidos (...). Con la fuerza armada no
cuentan los titulados fascistas para realizar sus criminales proyectos ( ..).
Pero los inductores, aun a sabiendas de su fracaso, persisten en sus
instigaciones y en sus bravatas...
Persistencia que también denuncia públicamente por
entonces la CNT, en un documento en el que se dice ya más o menos lo que iba a
ocurrir, y que, efectivamente, ocurrió -como recuerda José Peirats(11)-. A
nosotros no nos sorprendió el movimiento militar, sino que lo presumíamos, incluso
sus alcances, y estábamos ya preparados para la respuesta...
Entre finales de mayo y principios de junio circulan
en los cuarteles de la Guardia Civil, en Barcelona, unas hojas de compromiso
con el movimiento destinadas a ser firmadas por los miembros de la Benemérita
dispuestos a sumarse a él, y cuyo texto conoce el Gobierno:
El abajo firmante..., empleo..., del Tercio... de la Guardia Civil, juro por Dios y prometo por mi honor cumplir exactamente lo siguiente: Apoyar moral y materialmente el movimiento, poniendo a la disposición del mismo la unidad de mi mando y cumpliendo las órdenes que reciba de mis jefes. Tomar el mando de unidades superiores, si llega el caso y así me fuera ordenado por los jefes de las mismas. Acatar y hacer que se acate por todos la forma de Gobierno que se implante, caso de triunfar el movimiento (12).
El abajo firmante..., empleo..., del Tercio... de la Guardia Civil, juro por Dios y prometo por mi honor cumplir exactamente lo siguiente: Apoyar moral y materialmente el movimiento, poniendo a la disposición del mismo la unidad de mi mando y cumpliendo las órdenes que reciba de mis jefes. Tomar el mando de unidades superiores, si llega el caso y así me fuera ordenado por los jefes de las mismas. Acatar y hacer que se acate por todos la forma de Gobierno que se implante, caso de triunfar el movimiento (12).
La fidelidad a la República de jefes como el general
Aranguren y los coroneles Escobar y Brotons, así como la preparación a la que
se refería Peirats, invalidarían, llegado el momento, estas promesas en
Barcelona. El posterior hallazgo por parte de la policía de cien uniformes
completos de la Guardia Civil, confeccionados en Zaragoza, y destinados al
camuflaje de elementos subversivos, no contribuiría precisamente a desvanecer
ni desmentir los avisos sobre la persistencia de los golpistas en su acción
clandestina.
Tampoco cesan a lo largo del mes de junio las
persistentes advertencias al Gobierno, o a sus miembros más destacados, de la
continuidad de esos preparativos, hechas tanto desde posiciones personales como
de partido, desde dentro del aparato estatal como desde fuera de él.
Recuerdo -escribirá a este respecto, ya en el exilio,
Javier Malagón, historiador y miembro del cuerpo jurídico militar- que un grupo
de discípulos de don Fernando de los Ríos fuimos a despedirlo a la estación de
Atocha, pues se iba al extranjero en los primeros días de junio de 1936.
Hablando con don Alejandro Otero, le comentó: «Me voy preocupando, y así se lo
he dicho a Santiago Casares (entonces presidente del Gobierno), porque tres de
los generales enemigos de la República han sido destinados a puestos que ellos
hubieran elegido para conspirar y sublevarse contra ella: Mola, a Navarra;
Goded, a Baleares, y Franquito (como le llamaban por su baja estatura y voz
atiplada), a Canarias»; y a continuación justificó sus afirmaciones y el caso
omiso que se le hizo a su temor... (13)
Dolores Ibárruri denuncia en el Parlamento, el 16 de
junio, los manejos que contra la República se realizaban, así como el
contrabando de armas a través de la frontera de Navarra, armas dedicadas a la
preparación de un golpe de Estado, y acompaña personalmente a Monzón -que llega
de Navarra para pedir el desarme de los requetés- a visitar a Casares Quiroga,
el cual, aunque prometió dictar algunas disposiciones, tomó un poco a broma el
peligro del fascismo, considerando que los comunistas veíamos fascistas por
todas partes (14).
Informes de procedencia comunista acerca de la
actividad conspirativa en los cuarteles no le faltaban ciertamente a Casares
Quiroga, puesto que Enrique Líster se encargaba de hacerle llegar uno cada día,
que el jefe del Gobierno parecía tomar a la ligera.
CASARES GUIROGA
Mariano Ansó, miembro de Izquierda Republicana y
diputado por Guipúzcoa, sería testigo presencial de una de esas negativas de
Casares a aceptar las denuncias que se le formulaban:
El alcalde de Estella, Fortunato Aguirre, dio la voz
de alarma a Menor Poblador, gobernador civil de Navarra. En el monasterio de
Irache se encontraban reunidos diversos militares de alta graduación
pertenecientes a las guarniciones de las provincias limítrofes de Navarra, bajo
la presidencia del general Mola, con fines inequívocamente subversivos. La
respuesta de Casares al gobernador informante fue decisiva: «Que se retire la
guardia apostada en las salidas del monasterio. El general Mola es un
republicano leal que merece, por tanto, respeto de las autoridades» (15).
Que la más alta magistratura del país está al tanto de
lo que se trama y, concretamente, desde el principio del mes de junio, es algo
que admite el propio Casares Quiroga en la reunión del consejo de ministros del
10 del mes siguiente.
Desde primeros de junio venimos siguiendo la pista de
la conspiración y ella nos ha llevado largas horas de meditación al presidente
de la República y a mí -manifestará textualmente (16)-. Tenemos todos los hilos
en la mano y las instrucciones enviadas por uno de los jefes de la
conspiración, con la firma de «El Director», fueron recogidas por el director
general de Seguridad, Alonso Mallol, en un registro hecho a uno de los más
significados conspiradores. Desde entonces conocía el plan de los sublevados.
El 23 de junio fecha Franco su carta a Casares
Quiroga, desde Canarias; es otra especie de advertencia. El 24 publican los
periódicos unas instrucciones sobre el alzamiento encontradas en el registro
del domicilio de un capitán de la Guardia Civil, en Barcelona.
Pocos días después llega a Madrid el informe elaborado
por Escofet y Guarner en la misma población, que será reiterado el mismo 18 de
julio siguiente, y en el que se señala que se ha llegado a un estado de cosas y
a una tan exagerada exaltación que puede afirmarse terminantemente resultan
precursores de un inminente movimiento militar.
Sin paliativos se reconoce que se está fraguando un
movimiento francamente subversivo y que resulta indudable que están efectuando
preparativos en la actualidad con vistas a un verdadero golpe de Estado. El
peligro existe y es realmente grande -termina este informe (17).
Es urgente la necesidad de dejar disponibles a los
elementos más perniciosos, desterrándoles fuera de las guarniciones donde
residan; vigilar toda clase de actividades de los militares y dirigentes
fascistas más significados; dejar los regimientos en cuadro, dando licencia
trimestral a la mayor parte de la tropa...
Por esas fechas se produce la escena en que Prieto
advertirá, por última vez, a Casares Quiroga, de los avances de la
conspiración. Lo cuenta él mismo, después de recordar las respuestas desdeñosas
que ha recibido del jefe del Gobierno en todas las ocasiones anteriores:
Pero cierta tarde que en el Congreso le hablé acerca
de lo mismo, me respondió irritadísimo: «No me fastidie usted más con sus
cuentos de miedo y déjeme en paz. Usted sufre ya la menopausia y trastornos
propios de ésta le inspiran sus invenciones». Aquello desbordó mi aguante...
(18).
¿Tú también crees en brujas?, responderá Casares al
director general de la Marina Mercante, Angel Rizo, o a quien le acompaña,
cuando van a ver al jefe del Gobierno con el mismo cometido. Otro marino,
asimismo masón, el comandante Ambrosio Ristori, será también de los que acudan
a ver a Casares para advertirle de los preparativos que él mismo observa;
tampoco le hace el menor caso (19).
Otros muchos militares se acercan a la cumbre del
poder para mostrar sus recelos, sus temores o su escándalo. El general Pozas,
por ejemplo, será uno de ellos; Azaña recuerda en sus Memorias (20) haberle
escuchado referir el ofrecimiento que meses antes le hiciera Franco de sumarse
al movimiento salvador.
Núñez de Prado también acude a él para hablarle de los
movimientos sospechosos que observa, lo mismo que el comandante Aberri (21).
Hidalgo de Cisneros insiste en lo mismo en repetidas ocasiones ante Casares, en
alguna de ellas acompañado de Núñez de Prado. Casares, impresionado por nuestro
relato -escribe Hidalgo más tarde (22)-, nos dijo que estaba de acuerdo con
nosotros, pero que sin hablar con Azaña no quería tomar ninguna determinación.
El comandante de Intendencia y aviador militar acude
con Casares al Pardo a ver a Azaña, a la hora de la merienda, y asisten a la
conversación la mujer del presidente, el comandante de Carabineros y ayudante
de Azaña, Cueto, y el jefe de la casa presidencial, Bolívar.
Durante la merienda, Azaña me interpeló: «Según me
dice Casares, creo que tiene usted algo importante que decirme» (...). Comencé
a explicarte, con pruebas claras y concretas, los preparativos que estaban
llevando a cabo los militares reaccionarios para la sublevación. De pronto,
Azaña, bastante bruscamente, me corta la palabra y me dice que yo estoy «muy
excitado», que era muy peligroso afirmar tan radicalmente cosas de tanta
gravedad y, sobre todo, que no debía olvidar que estaba hablando con el
presidente de la República. Acto seguido se levantó de la mesa, dando por
terminada la merienda, y salió en compañía de Casares de la habitación, con
cara de vinagre (22).
Acerca de la ceguera en este punto, no sólo de Azaña,
sino de Casares asimismo, relata también Hidalgo de Cisneros la visita que días
antes de la sublevación efectúa al ministro el coronel Yagüe, llegado de
Marruecos.
Cuando yo le vi pasar al antedespacho de Casares
-recuerda Hidalgo (23)-, entré por la puerta de escape en el despacho de
Casares para decirle quién era la persona a quien iba a recibir. Le hice ver
con toda clase de datos que el coronel Yagüe era uno de los principales jefes
comprometidos en la sublevación. Que en las fuerzas a sus órdenes se preparaba
el movimiento contra la República descaradamente, en plan chulo, sin el menor
disimulo. Que este coronel, ya en 1934, cuando lo de Asturias, se había puesto
al servicio de la reacción para derribar la República.
Nada de cuanto le dije era un misterio para nadie,
salvo para quienes se tapaban los ojos para no ver las cosas. Finalmente, le
indiqué a Casares que la ocasión era magnífica para retener a Yagüe en Madrid y
mandar para hacerse cargo de sus fuerzas a un jefe de confianza del Gobierno.
La entrevista de Yagüe con Casares duró más de una
hora y media. Al terminar salió el mismo Casares a despedirlo hasta el
antedespacho, cosa rarísima, despidiéndose como los mejores amigos del mundo.
El ministro parecía muy satisfecho de su conversación.
Cuando entré otra vez en su despacho, me dijo Casares
muy sentenciosamente: «Yagüe es un caballero, un perfecto militar, tengo la
seguridad que jamás hará traición a la República. Me ha dado su palabra de
honor y su promesa de militar de que siempre la servirá con lealtad, y los
hombres como Yagüe mantienen sus compromisos sin más garantía que su palabra
(23).
Cabe añadir aquí que antes de regresar a Marruecos,
Yagüe se presenta en casa del cuñado de Franco, Ramón Serrano Súñer, para
quejarse de las cavilaciones y de la parsimonia del general para alzarse (24).
También Largo Caballero abunda en Mis recuerdos en las
denuncias numerosas que al respecto hiciera ante Azaña y Casares, para no
obtener de ellos sino desdén, de acuerdo con sus palabras. Con menos desdén por
parte de los señores Azaña y Casares Quiroga para las denuncias que les hice,
la sedición militar hubiera sido abortada y nos hubiera salvado de la
catástrofe.
Relaciona Largo una serie de ocasiones en las que
hiciera patentes sus advertencias: a Azaña, siendo presidente del Consejo de
Ministros, poco después del banquete de Marruecos; a Casares, con motivo de las
visitas de generales a las guarniciones de Madrid y otras; al mismo Casares en
otras dos ocasiones, una de ellas en casa de Araquistáin, antes de salir hacia
Londres para asistir allí al Congreso de la Federación Sindical Internacional;
y en el mismo Londres en dos oportunidades, etcétera (25).
Alvarez del Vayo, por su parte, manifestará más
adelante su convencimiento de que iba a producirse una rebelión militar, aunque
no encontrará sino rechazo en Azaña y Casares al advertírselo. Aquí no se
levanta nadie, dice que le respondió Azaña varias veces. Y Casares, cuando él
le manifestó sus dudas a salir de Madrid en vísperas del levantamiento, por
temor a que éste se produjese de un momento a otro, le contestaría muy
amablemente y un poco irónico que podía pasar no sólo un fin de semana, sino
varios, en Biarritz... (26).
PERIODICOS
El 7 de julio se decía en Claridad, portavoz de Largo
Caballero: Existe una conjura de la que ya tienen el hilo de la trama las
autoridades, en la que interviene toda la amalgama propicia a implantar un
régimen dictatorial igual o parecido a los que imperan en Italia y Alemania...
El 10, todos los periódicos de izquierdas que se
publican en Madrid se hacen eco de la denuncia que en el mismo sentido acaba de
publicar Indalecio Prieto en El Liberal, de Bilbao, con el título tan
significativo de Hombre prevenido...:
... El peligro nace mucho antes de manifestarse con
estrépito -escribe Prieto- y, por consiguiente, no hay que esperar a su
acometida para hacerle frente. Hasta nos asalta el temor de que entonces sea
tarde para aniquilarle. También advertimos error al comparar el volumen del
riesgo actual con algún otro pretérito de cierta semejanza. Entonces se pudo
aguardar tranquilamente a que diese la cara para aplastarle. Ahora nos parecía
absurda una espera análoga. ¿Por qué? Por estimar mayores las dimensiones del
presente... Hombre prevenido vale por dos -concluye Prieto-. Y Gobierno
prevenido, lo menos vale por cuarenta.
El Partido Comunista ha de repetir una y mil veces
-dice a su vez Mundo Obrero del mismo 10 de julio- que es una táctica suicida
esperar a que salga la liebre para cogerla. Lo que debe hacerse es expurgar,
expulsar y democratizar.
Se aproximan horas graves -se lee en El Socialista del
mismo día-. El Partido Socialista (..) está con las antenas vigilantes ( ..).
Ya ha pasado la etapa desdeñosa de los cuentos de miedo, y han hecho bien los
que así calificaron nuestros avisos al meter en la maleta sus resquemores y sus
imprudencias para sacarlos fuera de la patria... El artículo de Prieto nos
invita a que durmamos con un ojo abierto, y mejor con los dos, como los
faquires, que ven acercarse los presagios ( ..); el deber se ejercita mejor
sabiendo desconfiar que enseñándoles la lámpara de Aladino revolucionaria,
mientras desde las sombras apunta el enemigo al corazón... Sin duda el autor de
este suelto, Julián Zugazagoitia, director del periódico, tenía presente la
crítica hacia su trabajo, que poco antes le había manifestado Azaña, al
constituirse él mismo en garantía de la confianza que le merecía la actitud de
los militares.
Pero ya las palabras de aviso de la prensa de
izquierdas se hace clamor con el paso de los días. Ni optimistas ni pesimistas.
El peligro que nos acecha: con estos titulares abre El Socialista su primera
página el sábado 11 de julio. Para continuar así: Toda, absolutamente toda la
actualidad está como prisionera de una preocupación única que, a medias
palabras y con alusiones, hemos venido tratando de reflejar para aviso de
quienes no gustan dejar desatendida su responsabilidad ( ..). Estamos en el
deber de seguir avisando el peligro. Y no para atemorizar a los pusilánimes,
sino para procurar que, sin pérdida de tiempo, se organice la voluntad de
resistencia ( ..).
Avisados. Precavidos. Vigilantes. Con la voluntad de
victoria tensa para conjurar cualquier peligro, por voluminoso que sea y por
absurdo que lo supongamos. En esto se cifra el deber de cuantas colectividades
políticas y sindicales constituyen el Frente Popular, sitiado al presente por
unos enemigos que acechan la oportunidad de caer sobre él con la máxima violencia.
Allá con su responsabilidad los que desdeñan un riesgo que acontecimientos de
naturaleza varia vienen señalando como relativamente próximo.
El texto termina con la idea de que el país se está
jugando su porvenir en el trance. ¿Para hoy, para mañana, para el lunes?, se
pregunta finalmente. Para cuando sea, que la fecha en casos como ese la
determina un accidente cualquiera -subráyese la frase, desde la perspectiva que
da el conocimiento de lo que iba a suceder.
La detención de un grupo de falangistas en Alcañiz, el
día 10, y el anuncio de la inminente revolución sindicalista que otro grupo de
ellos efectúa el 11 a través de Unión Radio, de Valencia, cuyos estudios
asaltan y ocupan durante breves minutos, es otro indicio claro para los
dirigentes del Frente Popular. Sus protestas son una vez más rechazadas por
Casares, en una audiencia que a regañadientes les concede a ese efecto. Pártase
del supuesto de que nos encontramos ante una maquinación de alcance y
ramificaciones extraordinarias -dice el editorial de El Socialista del domingo
día 12-. Corre el dinero en cantidad desmesurada. Con él, sin que resulte
imposible averiguar quiénes lo facilitan, se atiende a pudrir el aire que
respiramos. Añadiremos un dato más, a saber: que la operación en curso se
inspira en una intención catastrófica y desesperada, traducida, en algún caso,
por las siguientes palabras: «O ahora o nunca»...
La muerte de Calvo Sotelo, última de una serie de
muertes, primera de otra, iba a dar la señal del ahora. Pero todavía siguen las
llamadas, los gritos de quienes piensan que aún es tiempo de evitarlo; así como
los de quienes, si es inevitable, preparan la respuesta.
Hoy se dijo que la trágica muerte del señor Calvo Sotelo serviría para provocar el alzamiento de que tanto se viene hablando -escribe Prieto en El Liberal, de Bilbao, el mismo 14-. Bastó ese anuncio para que, en una reunión que sólo duró diez minutos, el Partido Socialista, el Partido Comunista, la Unión General de Trabajadores, la Federación Nacional de Juventudes Socialistas y la Casa del Pueblo quedaran de acuerdo respecto a lo que habrá de ser su acción común si el movimiento subversivo estallara al fin. Si la reacción sueña con un golpe de Estado incruento, como el de 1923, se equivoca de medio a medio ( ..). Será ( ..) una batalla a muerte, porque cada uno de los bandos sabe que el adversario, si triunfa, no le dará cuartel...
Hoy se dijo que la trágica muerte del señor Calvo Sotelo serviría para provocar el alzamiento de que tanto se viene hablando -escribe Prieto en El Liberal, de Bilbao, el mismo 14-. Bastó ese anuncio para que, en una reunión que sólo duró diez minutos, el Partido Socialista, el Partido Comunista, la Unión General de Trabajadores, la Federación Nacional de Juventudes Socialistas y la Casa del Pueblo quedaran de acuerdo respecto a lo que habrá de ser su acción común si el movimiento subversivo estallara al fin. Si la reacción sueña con un golpe de Estado incruento, como el de 1923, se equivoca de medio a medio ( ..). Será ( ..) una batalla a muerte, porque cada uno de los bandos sabe que el adversario, si triunfa, no le dará cuartel...
SECRETO A VOCES
El día 15, en la sección de la Diputación permanente
de las Cortes, el comunista José Díaz, dirigiéndose a Gil Robles, acusa a todas
las derechas de preparar el golpe de Estado y la guerra civil:
...Señor Gil Robles, no se puede negar que estáis
organizando un complot en España ( ..); estamos completamente seguros de que en
muchas provincias de España, en Navarra, en Burgos, en Galicia, en parte de
Madrid y en otros puntos se están haciendo preparativos para el golpe de
Estado, que no dejáis de mano un día tras otro. ¡Tened cuidado! ( ..). Los
intentos criminales y subversivos que preparáis. No tratéis de eludirlo. Lo
preparáis, y su preparación la conocemos a ciencia cierta.
Naturalmente, ha llegado un momento en que el tema es
del dominio público. Se denuncia, más o menos veladamente, en los periódicos de
todo el país, y de todas partes se reciben en Madrid recados sobre lo que se ha
visto que se prepara. Era cosa que no se ocultaba ya (27), algo del dominio
público (28); se preparaba prácticamente a la vista de todos y con conocimiento
de todos (29); pocos serían, en fin, los que ignoraran los preparativos (30).
Un secreto a voces, tema de discusión en los bares y
tertulias de Madrid y Barcelona, así como en los de las grandes ciudades de
provincia y otras de menor importancia (31). En la librería de Tormos, en
Madrid, uno de los habituales decía a los contertulios: Piensen ustedes lo que
quieran de esto que les digo; pero en el norte, en Navarra, hay un general cuyo
nombre empieza por M... que va a terminar con esta situación (32). Camaradas:
el fascismo acecha -rezaba el texto de unos carteles profusamente pegados por
las organizaciones obreras en vallas y paredes, en Sevilla-; que cuando llegue
el momento cada cual cumpla con la consigna recibida.
El 16 de julio, festividad de la Virgen del Carmen,
los generales Miaja y Núñez de Prado pasan la tarde en casa del presidente de
las Cortes, Martínez Barrio, que celebra la onomástica de su mujer: en la
conversación se ha hablado de una posibilidad de sublevación militar y de los
medios de atajarla (33).
Es posible que en la reunión se haya referido una vez
más el cuento de aquellos militares que decididos a sublevarse demoraron la
fecha del alzamiento hasta haberlo cobrado, y una vez que lo hubieron hecho
cayeron en la cuenta de que, con dinero fresco, resultaba inconcebible
aventurarse en una empresa dudosa (34).
La anécdota se repetía por entonces en muchos lugares,
sin excluir las sobremesas del propio Azaña o de Casares Quiroga, en cuyo caso
se ponía en boca de alguno de los militares que los rodeaban.
¿Pero no se había adelantado uno de los mismos
generales conspiradores a advertir a Azaña de lo que aún podía ser evitable? No
hay ninguna duda ya acerca de la visita que Hipólito Finat, marqués de
Carvajal, periodista y militar retirado, hizo en Madrid a Azaña en nombre del
general Goded, como enviado suyo desde Palma de Mallorca.
Goded se habría disgustado al conocer las relaciones
de dependencia de los conjurados monárquicos y algunos militares con los
regímenes nazi-fascistas de Alemania e Italia, y ello le habría planteado el
problema de conciencia de rectificar el rumbo de su propia conducta. Decidido a
retirarse de la conjura, envió a su comisionado para obtener de Azaña una orden
telegráfica que le permitiera y le obligara a la vez a presentarse de inmediato
en Madrid.
Después de entrevistarse con el presidente, y a la
espera de una resolución, el marqués de Carvajal se encontraría con que la
policía se dedicaba a registrar su habitación en el hotel Victoria, de la plaza
del Angel, y a descerrajar sus maletas, con lo que emprendería la huida, sin
esperar más (35).
Tal vez no tenía realmente nada que esperar, lo que en
cierto modo empeora las cosas, puesto que, como revelaría posteriormente
alguien de la intimidad de Azaña, el presidente había contestado al emisario
que Goded podía verle cuando quisiera sin más que solicitar su ida a Madrid (
..) con cualquier pretexto reglamentario... (36).
El 16 por la noche, al teléfono, y el 17
personalmente, Mola, por su parte, asegura al jefe de la VI División Orgánica,
con sede en Burgos, el general Batet, que ni él conspiraba ni sabía de ninguna
conspiración en marcha. Mola miente, y miente a conciencia, a conciencia de que
por encima de mi palabra y de mi honor estaba el interés de España (37).
Todavía el 18 de julio se produce públicamente la
misma cínica negativa, cuando todo el mundo está al cabo de la calle, como suele
decirse, e incluso las tropas africanas han iniciado el movimiento, a través
del Diario de Navarra, en cuya primera página alguien que firma E. E. se
pregunta:
... ¿Se prepara (un golpe de Estado) y no lo
estrangulan? Voy a suponer que yo soy e Estado: si sé que se prepara un golpe
contra mí, ¿voy a ser tan idiota que no realice algo para evitarlo?, ¿voy a ser
tan imbécil que permita que se me dé el golpe?..
Así estaban las cosas ya, y así se decían. Si me toca
perder la guerra -declarará Negrín poco tiempo después, cuando ya no pueden
caberle muchas esperanzas-, se podrá decir de mí todo, menos que soy yo quien
tiene responsabilidades en su desencadenamiento. Esto es de la cuenta de otras
personas. ¡Allá los que no supieron ver lo que estaba a la vista! (38).
Daniel Sueiro.
Biblioteca de la Guerra Civil, Editorial Folio
NOTAS
(1) Gil Robles, No fue posible la paz, Barcelona,
1968, pág. 743 Es la tesis que mantiene también, entre otros, el ex presidente
del Consejo, Portela Valladares, en sus Memorias (ver Georges Soria, Guerra y
revolución en España, 1936-1939, Barcelona, 1978, vol. 1, pág. 342).
(2) J. Simón Vidarte, Todos fuimos culpables, Barcelona, 1977, vol. 1, pág. 237.
(3) Citado por Gil Robles, op. cit., pág. 740 y núm. 84.
(4) J. Simeón Vidarte, op cit., 1, págs. 155, 156, 254, 255 y 259.
(5) Ibid., pág. 279.
(6) Ronald Fraser, Recuérdalo tú y recuérdalo a otros. Historia oral de la guerra civil española, Barcelona, 1979, tomo 1, pág. 80.
(7) El Sol, 19 de marzo de 1936.
(8) C. Rivas Cherif, Retrato de un desconocido. Vida de Manuel Azaña, Barcelona, 1980, pág. 674.
(9) Ibid., pág. 675.
(10) J. Simeón Vidarte, op cit., 1, págs. 99 y 100.
(11) «José Peirats: La CNT y la revolución social», entrevista en Tiempo de Historia, núm. 62, enero 1980, pág. 44, por María Ruipérez y Manuel Pérez Ledesma.
(12) Texto reproducido por Manuel D. Benavides, Guerra y revolución en Cataluña, México, 1946, pág 95.
(13) En El exilio español de 1939, Madrid, 1978, vol. V, pág. 345.
(14) En El único camino, Memorias de la «Pasionaria», México, 1963, págs. 219 y 222.
(15) Mariano Ansó, Yo fui ministro de Negrín, Barcelona, 1976, pág. 122.
(16) La referencia, procedente de Barnés, ministro de Instrucción Pública, la recoge Vidarte, op. cit., 1, pág. 254.
(17) El informe aparece íntegramente reproducido en las memorias de Federico Escofet, Al servei de Catalunya i de la Republica. La victória: 19 de julio 1936, París, 1973, páginas 469 a 479.
(18) Indalecio Prieto, Convulsiones de España, México, 1967, tomo III, págs. 143 y 144. Otra versión semejante aparece en el tomo 1, págs. 163 y 164; concluye así: Entre muchos socialistas, mis anuncios, atribuidos a habilidad política en pro de una conjunción indispensable, tuvieron eco de befa. Eran «cuentos de miedo» que yo inventaba. En su alocución radiofónica de la noche del 24 de julio de 1936, diría más claramente que tomaron muchos este reiterado aviso mío como una expresión de un pesimismo temperamental que no niego (..). Supusieron algunos que todo ello obedecía a una maniobra política que figuraba entre mis designios... (Política, 25 julio 1936, pág. 1).
(19) Eduardo de Guzmán, La muerte de la esperanza, Madrid, 1973, pág. 20, y La segunda República fue así, Barcelona, 1977, pág. 352.
(20) Manuel Azaña, Obras completas. IV Memorias Políticas y de Guerra, México, 1968, pág. 563.
(21) Diego Martínez Barrio recuerda las quejas del general Núñez de Prado en el periódico mexicano Hoy, el 13 de abril de 1940, y las de Aberri, en el mismo periódico, de 29 de julio de 1939 (ver Burnett Bolloten, El gran engaño, Barcelona, 1967, pág. 28, núm. 31).
(22) I. Hidalgo de Cisneros, Cambio de rumbo, Barcelona, 1977, vol. II, págs. 164 y 165. La escena la refleja también su mujer, Constancia de la Mora, Doble esplendor, Barcelona, 1977, pág. 233.
(23) lbid. Hidalgo de Cisneros, II, págs. 165 y 166.
(24) R. Serrano Súñer, Entre el silencio y la propaganda, la Historia como fue. Memorias, Barcelona, 1977, pág. 52, sitúa esta visita en un día del mes de junio,. Yagüe saca de la cartera una fotografía de José Antonio y le indica que en Africa la llevamos casi todos.
(25) Largo Caballero, Mis recuerdos, México, 1976, páginas 151, 152, 153, 157 y 158. Largo no creía en la posibilidad de una sublevación reaccionaria, escribió, sin embargo, Dolo-res Ibárruri, El único camino, ed. cit., pág. 232, y Zugazagoitia (Guerra y vicisitudes de los españoles. París. 1968. I. página 21) añade a este respecto: Largo Caballero. y con él sus principales colaboradores, Araquistáin y Alvarez del Vayo, creían saber que toda cuartelada estaba fatalmente condena-da al fracaso, tanto por la oposición que le hiciese el Estado como por la intervención, mediante la huelga general, de los trabajadores. Carecían, como más tarde se vio, de intuición y de información.
(26) «Habla Julio Alvarez del Vayo. Entrevista realizada por Abel Paz, a Julio Alvarez del Vayo, ex ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno Republicano español (4 de septiembre de 1936 a 28 de marzo de 1939)»; en Tiempo de Historia, núm. 65, abril 1980, pág. 46.
(27) General Luis Redondo y comandante Juan de Zavala, El Requeté (La tradición no muere), Barcelona, 1957, pág. 326.
(28) Guillermo Cabanellas, La guerra de los mil días. Nacimiento, vida y muerte de la República Española. Buenos Aires, 1973, vol. 1, pág. 421, núm. 3.
(29) P. Broué y E. Témine, La revolución y la guerra de España, Madrid, 1977, vol. 1, pág. 91.
(30) Juan de Iturralde, La guerra de Franco, los vascos y la iglesia. Tomo I. Quiénes y con qué fin prepararon la guerra y cómo comenzó, San Sebastián, 1978, pág. 357.
(31) G. Soria, op. cit., 1, pág. 339.
(32) Relatado por Julio Caro Baroja en Los Baroja (Memorias familiares), Madrid, 1972, pág. 301.
(33) Homenaje a Diego Martínez Barrio, París, 1978, página 101.
(34) J. Zugazagoitia, ob. cit., 1, págs. 26 y 27.
(35) Esta es la versión, coincidente en lo fundamental, de 1. Prieto, op. cit., 1, pág. 187, y de Gil Robles, op. cit., pág. 624.
(36) C. Rivas Cherif, op. cit., pag. 470.
(37) General Jorge Vigón, General Mola (El conspirador), Barcelona, 1957, pág. 109.
(38) Citado por Zugazagoitia, op. cit., 1, págs. 23 y 24. Mi cuñado -escribirá Rivas Cherif, op. cit., pág. 335, al referirse en este punto a Azaña- se atribuía mucha parte de la culpa por haberse rendido a la fatiga del esfuerzo anterior y a la tentadora molicie de aquel pequeño descanso campestre, desentendiéndose, hasta cierto punto, de los negocios del Esta-do en aquello que no le competía directamente; fiado en la confianza con que la Cámara subrayaba la confianza del presidente del Consejo...
(2) J. Simón Vidarte, Todos fuimos culpables, Barcelona, 1977, vol. 1, pág. 237.
(3) Citado por Gil Robles, op. cit., pág. 740 y núm. 84.
(4) J. Simeón Vidarte, op cit., 1, págs. 155, 156, 254, 255 y 259.
(5) Ibid., pág. 279.
(6) Ronald Fraser, Recuérdalo tú y recuérdalo a otros. Historia oral de la guerra civil española, Barcelona, 1979, tomo 1, pág. 80.
(7) El Sol, 19 de marzo de 1936.
(8) C. Rivas Cherif, Retrato de un desconocido. Vida de Manuel Azaña, Barcelona, 1980, pág. 674.
(9) Ibid., pág. 675.
(10) J. Simeón Vidarte, op cit., 1, págs. 99 y 100.
(11) «José Peirats: La CNT y la revolución social», entrevista en Tiempo de Historia, núm. 62, enero 1980, pág. 44, por María Ruipérez y Manuel Pérez Ledesma.
(12) Texto reproducido por Manuel D. Benavides, Guerra y revolución en Cataluña, México, 1946, pág 95.
(13) En El exilio español de 1939, Madrid, 1978, vol. V, pág. 345.
(14) En El único camino, Memorias de la «Pasionaria», México, 1963, págs. 219 y 222.
(15) Mariano Ansó, Yo fui ministro de Negrín, Barcelona, 1976, pág. 122.
(16) La referencia, procedente de Barnés, ministro de Instrucción Pública, la recoge Vidarte, op. cit., 1, pág. 254.
(17) El informe aparece íntegramente reproducido en las memorias de Federico Escofet, Al servei de Catalunya i de la Republica. La victória: 19 de julio 1936, París, 1973, páginas 469 a 479.
(18) Indalecio Prieto, Convulsiones de España, México, 1967, tomo III, págs. 143 y 144. Otra versión semejante aparece en el tomo 1, págs. 163 y 164; concluye así: Entre muchos socialistas, mis anuncios, atribuidos a habilidad política en pro de una conjunción indispensable, tuvieron eco de befa. Eran «cuentos de miedo» que yo inventaba. En su alocución radiofónica de la noche del 24 de julio de 1936, diría más claramente que tomaron muchos este reiterado aviso mío como una expresión de un pesimismo temperamental que no niego (..). Supusieron algunos que todo ello obedecía a una maniobra política que figuraba entre mis designios... (Política, 25 julio 1936, pág. 1).
(19) Eduardo de Guzmán, La muerte de la esperanza, Madrid, 1973, pág. 20, y La segunda República fue así, Barcelona, 1977, pág. 352.
(20) Manuel Azaña, Obras completas. IV Memorias Políticas y de Guerra, México, 1968, pág. 563.
(21) Diego Martínez Barrio recuerda las quejas del general Núñez de Prado en el periódico mexicano Hoy, el 13 de abril de 1940, y las de Aberri, en el mismo periódico, de 29 de julio de 1939 (ver Burnett Bolloten, El gran engaño, Barcelona, 1967, pág. 28, núm. 31).
(22) I. Hidalgo de Cisneros, Cambio de rumbo, Barcelona, 1977, vol. II, págs. 164 y 165. La escena la refleja también su mujer, Constancia de la Mora, Doble esplendor, Barcelona, 1977, pág. 233.
(23) lbid. Hidalgo de Cisneros, II, págs. 165 y 166.
(24) R. Serrano Súñer, Entre el silencio y la propaganda, la Historia como fue. Memorias, Barcelona, 1977, pág. 52, sitúa esta visita en un día del mes de junio,. Yagüe saca de la cartera una fotografía de José Antonio y le indica que en Africa la llevamos casi todos.
(25) Largo Caballero, Mis recuerdos, México, 1976, páginas 151, 152, 153, 157 y 158. Largo no creía en la posibilidad de una sublevación reaccionaria, escribió, sin embargo, Dolo-res Ibárruri, El único camino, ed. cit., pág. 232, y Zugazagoitia (Guerra y vicisitudes de los españoles. París. 1968. I. página 21) añade a este respecto: Largo Caballero. y con él sus principales colaboradores, Araquistáin y Alvarez del Vayo, creían saber que toda cuartelada estaba fatalmente condena-da al fracaso, tanto por la oposición que le hiciese el Estado como por la intervención, mediante la huelga general, de los trabajadores. Carecían, como más tarde se vio, de intuición y de información.
(26) «Habla Julio Alvarez del Vayo. Entrevista realizada por Abel Paz, a Julio Alvarez del Vayo, ex ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno Republicano español (4 de septiembre de 1936 a 28 de marzo de 1939)»; en Tiempo de Historia, núm. 65, abril 1980, pág. 46.
(27) General Luis Redondo y comandante Juan de Zavala, El Requeté (La tradición no muere), Barcelona, 1957, pág. 326.
(28) Guillermo Cabanellas, La guerra de los mil días. Nacimiento, vida y muerte de la República Española. Buenos Aires, 1973, vol. 1, pág. 421, núm. 3.
(29) P. Broué y E. Témine, La revolución y la guerra de España, Madrid, 1977, vol. 1, pág. 91.
(30) Juan de Iturralde, La guerra de Franco, los vascos y la iglesia. Tomo I. Quiénes y con qué fin prepararon la guerra y cómo comenzó, San Sebastián, 1978, pág. 357.
(31) G. Soria, op. cit., 1, pág. 339.
(32) Relatado por Julio Caro Baroja en Los Baroja (Memorias familiares), Madrid, 1972, pág. 301.
(33) Homenaje a Diego Martínez Barrio, París, 1978, página 101.
(34) J. Zugazagoitia, ob. cit., 1, págs. 26 y 27.
(35) Esta es la versión, coincidente en lo fundamental, de 1. Prieto, op. cit., 1, pág. 187, y de Gil Robles, op. cit., pág. 624.
(36) C. Rivas Cherif, op. cit., pag. 470.
(37) General Jorge Vigón, General Mola (El conspirador), Barcelona, 1957, pág. 109.
(38) Citado por Zugazagoitia, op. cit., 1, págs. 23 y 24. Mi cuñado -escribirá Rivas Cherif, op. cit., pág. 335, al referirse en este punto a Azaña- se atribuía mucha parte de la culpa por haberse rendido a la fatiga del esfuerzo anterior y a la tentadora molicie de aquel pequeño descanso campestre, desentendiéndose, hasta cierto punto, de los negocios del Esta-do en aquello que no le competía directamente; fiado en la confianza con que la Cámara subrayaba la confianza del presidente del Consejo...
Franco en una comida en Melilla pocos días antes del golpe de estado |
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